Simetrías, oposiciones y anacronismos

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El 20 de noviembre de 1945 comenzaba, en Nüremberg, el juicio contra 24 dirigentes nazis. Acusados de guerras de agresión, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, fue necesario un esfuerzo considerable para sostener un proceso legal que casi no tenía leyes previas en las que apoyarse, contra personas que habían cometido los delitos en jurisdicciones distintas de las que provenían sus jueces. El esfuerzo fue posible, ciertamente, porque Alemania había dejado transitoriamente de existir como Estado, y fuerzas armadas extranjeras ocupaban su territorio: los criminales nazis no tenían un ejército en el que sustentarse.

Decía Borges que al destino le gustan las simetrías y los leves anacronismos. En tiempo histórico, 40 años es, sin duda, una corta distancia: un anacronismo leve. En abril de 1985, con cuatro décadas exactas de diferencia, comenzaba en la Argentina el juicio a las juntas militares de la dictadura instalada en 1976. La simetría, sin embargo, termina allí. Los jueces argentinos pertenecían al msmo Estado que los acusados. Las Naciones Unidas había creado ya (y formalizado desde 1948) instrumentos para juzgar crímenes de lesa humanidad. Habían incluso, incorporado la figura de genocidio, vocablo creado por Raphael Lemkin en 1944. Ya Hannah Arendt había rescatado el mal radical kantiano, y mostrado cómo el mal radical podía, como en Eichmann, ser banal (incluso había desarticulado el fundamento de la –por entonces tan mentada- obediencia debida, extrayendo de la tercera Crítica de Kant la facultad del juicio reflexionante; pero esa es otra historia).
Nos convoca, de nuevo, una simetría. Se cumplen 30 años del juicio a las juntas de la última dictadura militar argentina. Y un juego de oposiciones (que no son, en el fondo, más que otra forma de simetría). Aún en democracia, el Estado argentino mantenía su continuidad. La sociedad civil había elegido libremente a sus autoridades, pero las fuerzas armadas, hostiles a la nueva situación, se mantenían intactas. Nadie se engañaba con respecto a la disposición de los militares de reaccionar violentamente si se veían amenazados, tal como terminaron haciendo Aldo Rico y sus secuaces en 1987. La figura de Raúl Alfonsín se agiganta cuando recordamos que, ya el 15 de diciembre de 1983 (apenas a cinco días de asumir el poder político), sancionó un decreto que ordenaba procesar a las juntas militares. Como se agigantan las de los fiscales y jueces que, sin el amparo de un ejército de ocupación, llevaron a cabo uno de los procesos más valientes de la historia, contra temibles asesinos que aún le apuntaban a toda la sociedad.
Nos convoca, decíamos, una simetría. Y algunas oposiciones. Dedicamos este número a la articulación entre Derechos Humanos y la problemática psicológica, con especial énfasis –no puede ser de otro modo- en las traumáticas consecuencias de la represión y la desaparición de personas durante la dictadura militar. Alicia Lo Giúdice nos presenta la práctica psicoanalítica en el Centro de Atención por el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo, del que es protagonista ya desde los tiempos del juicio a las juntas. Luis Acebal aporta la mirada psicológica desde la joven ciencia de la victimología. Osvaldo Varela y María de los Angeles Izcurdia nos acercan sus reflexiones acerca del cumplimiento en nuestro país de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y Juan Michel Fariña nos recuerda una lección en acto del gran psicoanalista Fernando Ulloa, abordado por un espía militar disfrazado de “subversivo” en el ámbito mismo de su espacio analítico.
Como siempre, valiosos aportes complementan nuestra sección Perspectivas, e integran nuestra revista. Osvaldo Delgado reflexiona en “El cambio de paradigma en el siglo XXI y el docente universitario”, sobre temas no tan lejanos a los que mencionamos más arriba. Sabrina Cabariti presenta, con “En nombre de mi historia”, una investigación exploratoria y cualitativa acerca de la elección de los nombres dados a los bebés y cómo esta decisión refleja la historia transgeneracional de los padres. Lucía Rossi continúa con el especial por los 30 años de nuestra Facultad (creada, sugestivamente, el mismo año en que se realizó el juicio a las juntas militares).
El mismo año en que tenia lugar el histórico juicio a las juntas militares argentinas, Terry Gilliam presentaba “Brazil”. Un régimen totalitario, que mezclaba burocracia y represión, en un mundo distópico donde el Estado era funcional a una todopoderosa corporación privada. Una metáfora casi puntual de los intereses que, de la mano del ministro Martínez de Hoz, había venido a representar la dictadura militar. Un recordatorio de que la represión, la corrupción y la desigualdad son lados de un mismo triángulo, y de que la eliminacion de uno de ellos no implica, automáticamente, la de los otros dos, y de que, existiendo los otros dos, el que falta retorna siempre.
Gabriel Guralnik

Nota especial: retrasamos dos días la publicación por un trabajo fundamental que nos acercó Juan Jorge Michel Fariña. Se trata de una breve compilación, elaborada por él mismo, del informe presentado por la prestigiosa firma legal Sidney Austin con respecto a las gravísimas violaciones del código de ética por parte de profesionales de la APA (American Psychological Association). El informe (conocido ya como “Informe Hoffman”), se centra en las violaciones a los derechos humanos derivadas de la así llamada “guerra contra el terrorismo”, y de la participación en ellas de profesionales de la APA. Creemos que el trabajo de Fariña justifica este breve retraso. GG.

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