EL AMOR SIGNIFICANTE

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Partiendo del Seminario 1 “Los escritos técnicos de Freud” el amor será presenta desde la identificación imaginaria anticipando lo que luego desde el Seminario 4 “La relación de objeto”, encontraremos al amor dirigido a la falta del Otro y como una proyección imaginaria. Luego desde el Seminario 7, “La ética del Psicoanálisis”, del Seminario 8, “La transferencia” y del Seminario 10, “La angustia” se podrá analizar al amor orientado a la falta del Otro, al objeto a y al falo. Luego, desde el Seminario 20, “Aún” el amor será planteado desde el agujero real del Otro para por último pensar al amor desde el seminario 21 “Los Incautos No Yerran” desde el “Nuevo amor” planteado por Lacan.

Son múltiples las referencias del amor que se pueden encontrar en Lacan, pero un buen punto de partida será el Seminario 1, “Los escritos técnicos de Freud” donde se podría ubicar la referencia a la Verliebtheit que hace Lacan retomando a Freud, ubicando al amor como un fenómeno que ocurre a nivel imaginario produciendo una verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación (Lacan, 1953-1954, Pag.215). Esta anulación de lo simbólico que refiere Lacan en su seminario permite pensar una regresión del sujeto al grito del bebe que tiene hambre, donde el grito y el llanto caracterizado por la desarticulación significante, llama al Otro a que interprete su necesidad para poder transformarla en demanda de amor.

Ésta articulación teórica nos permite deslumbrar lógicas posibles que remiten al encuentro entre los sexos donde el enamoramiento implicaría momentos de la pareja en que el demandar amor, dudar sobre si el Otro lo ama, sobre todo al comienzo de la relación, ponen en evidencia que, más que deseo por el saber del deseo del Otro, es un grito a que, frente a la imposibilidad de tramitar su propio deseo, se interpele al partenaire para que lo haga. Será un modo de amor que pondrá en evidencia una versión del sujeto estructurando su propia imagen: Se manifestará desde la ilusión de repetición, la primera escena de satisfacción que implica la alienación imaginaria dirigida al semblante del Otro, a aquel al que se le supone un ser ya que “Tal sobrestimación sexual da lugar a la génesis del enamoramiento, ese peculiar estado que recuerda a la compulsión neurótica y se reconduce, por lo dicho, a un empobrecimiento libidinal del yo en beneficio del objeto” (Freud,1914, Pág.85). De este modo el neurótico aporta un posible significado del amor: Del encuentro del deseo con su objeto en tanto que siempre inadecuado (dada la falta-en-ser del sujeto la cual implica que ningún objeto pueda colmar esta falta) surge el amor como una significación que responde a la lógica del automatón, es decir, con el acto repetitivo más que con la sorpresa, la novedad que ello implica. De este modo especular el sujeto abrocha el sentido sobre el cual inviste al mundo, quedando sometido al Otro para que interprete su deseo. Este sometimiento implicará el olvido de su deseo poniendo en evidencia que para amar requiere quedar capturado por el objeto de amor. Es decir, si se piensa desde el psicoanálisis al amor como un significante que significa al sujeto estamos ubicando al amor arrasando con el deseo del sujeto ya que la imagen se le impondría al símbolo mostrando con claridad la heterogeneidad entre la dimensión de la demanda y la del deseo.

Continuando con el hilo de análisis, si bien en el Seminario 1 el acento estaba puesto en la vertiente imaginaria del amor en contrapunto con la significación del deseo en el sujeto, en el Seminario 4 “La relación de objeto” lo encontramos en su estatuto simbólico, ya no vinculado a la presencia de objeto, sino a su falta. La herida en la potencia del Otro quedará expuesta, ya sea desde su imposibilidad estructural de responder a la demanda, como así también en la medida en que el agente (la madre) podrá, o no responder (par presencia - ausencia). “La madre da o no da” dirá Lacan (Lacan, 1956-57, Pág. 141), pero en cuanto que ese don, es signo de amor. De este modo la lengua materna deviene una potencia y es al mismo tiempo el fundamento y hacia dónde se dirige el amor.

Ahora bien, esta falta será la que posibilite la búsqueda de un Otro que no sea el sujeto que representa la función materna marcando así el norte hacia donde se organizará toda la proeza del sujeto por encontrar en los límites del vacío que marca la falta, la respuesta a su demanda. La frustración de amor será la que posibilite la dimensión del deseo en el sujeto. Entonces la relación que hay entre amor y deseo expone la posición del sujeto entre la demanda y el más allá de ésta en tanto que el Otro puede o no contestarnos como última presencia.

Finalmente, el sujeto resuelve la frustración de amor con la proyección imaginaria. El velo que recubrirá al objeto será el que le permita figurar la falta que libera al sujeto de la creencia de la diferencia entre los sexos ya que “Sobre el velo es donde el fetiche dibuja lo que falta más allá del objeto” (Lacan, 1956-57, Pág.167). Se introducirá en este esquema a partir del velo al modo de telón, ya que será él el que permite dibujar la ausencia que implica la falta más allá del objeto. De este modo el amor ya no estará orientado al objeto de satisfacción sino más bien por su ser donde el don de la madre para dar o no dar estará marcado por un lado por el don de lo que no se tiene (en cuanto a su falta en ser), y por el otro el don de dar por nada. Será un don que no solo prescinde de satisfacción, sino que apunta muy precisamente a la no satisfacción. En este orden Lacan lo conceptualizará como amor ideal, la institución de la falta en la relación con el objeto, planteando el amor como un don activo que más allá del cautiverio imaginario apunta, no a la especificidad del Otro, sino a su ser. La división así presentada será tajante ya que para que el sujeto cumpla su deseo no será necesario que el otro sea reducido a objeto, lo cual implicaría negar el elemento de alteridad que se encuentra en la demanda de amor. Este punto es de sumo interés porque se puede ubicar que allí donde Sigmund Freud ubica al amor desde la satisfacción de mociones pulsionales Lacan lo posiciona desde una demanda que apunta al ser del Otro. Entonces para comenzar con el análisis de este punto sería necesario preguntarse: ¿qué habría más allá de esta satisfacción? La respuesta pone en evidencia cómo el acento sobre el análisis del amor pasa a mudarse hacia el campo del Otro, este quiebre que marca Lacan es transversal si lo comparamos con el análisis del amor narcisista que plantea Freud el cual, tomando el circuito de la pulsión, la líbido vuelve al narcisismo del sujeto y donde el otro en tanto objeto en su condición absoluta queda en segundo plano. No obstante, a esta altura de su enseñanza en el Seminario 5, Lacan gira la mira en el poder que tiene el Otro para responder a la demanda de amor con el don de su presencia o ausencia que se encuentra en su ser reconociendo así su alteridad, es decir su diferencia respecto a otro. Diferencia que si se observa en detalle introduce tintes de lo real del amor marcando así el norte hacia donde investigará su etiología.

Avanzando con el seminario 8, “La transferencia”, se vuelve a encontrar la referencia al amor desde la perspectiva de la demanda como dar lo que no se tiene (Lacan, 1960-1961, Pág.145). Y efectivamente, lo que no da la madre, lo que no tiene, no es otra cosa que su acto, es decir, no tendrá nada más que una promesa sobre el futuro instituyendo el acto en el campo del proyecto (de otra cosa). De esta forma la respuesta que encuentra el amor a la encrucijada que implica no poder satisfacer a esa demanda será la rebaja del sujeto al objeto parcial de su deseo, el callejón sin salida del amor donde para Lacan “El sujeto solo puede satisfacer la demanda del Otro rebajándolo – Haciendo de este Otro, el objeto de su deseo” (Lacan, 1960-1961, Pág.252). El objeto que se amará será introducido por Lacan como el agalma en donde lo que se ama en el objeto es aquello que le falta ya que no habrá otra forma de circunscribirlo que no sea sin la barra que lo rodea y aísla implicando así que si es se lo inviste desde su estatuto de objeto, se lo desestima como deseo.

Siguiendo a Lacan, se puede volver a encontrar en el seminario 10 “La angustia” la referencia al amor articulado a la falta producto del complejo de castración, Para tener el falo, para poder usarlo, es preciso, precisamente, no serlo. Será esta falta representada por el objeto a la que posibilite al goce, que implica querer la falta del Otro, condescender al deseo. Lacan señala: “Es en la medida en que se trata de goce, o sea, en que ella va por mi ser, la mujer solo puede alcanzarlo castrándome.” (Lacan, 1962-1963, Pág. 196).  La referencia al ser marcada en la cita muestra con evidencia un Lacan bien freudiano el cual repite la lógica del automatón en el sentido del amor.

No obstante luego, sin duda Lacan planteará en el Seminario 20 “Aún” una función inédita del amor que va más allá del corto-circuito fisiológico entre los sexos, por así decirlo. En él encontramos una definición del amor derivada del axioma “no hay relación sexual”. El hecho de que el amor permita ignorar la impotencia que implica el deseo de ser uno, será lo que permita a su vez la mediación entre el goce y la dialéctica del deseo, que se jugará siempre en una partida con el Otro. Frente al encuentro con lo real, el amor suple a la relación sexual que no existe. De este modo la nueva conceptualización del amor implicará que la función del amor será velar lo real, real de la imposibilidad de la relación sexual, real de la heterogeneidad de los goces, ciertamente enigmático, entre dos formas de confrontarse a dicho real. De este modo, en este seminario la posición frente al significante del amor ya no estará puesta en la estructura del lenguaje ni la función del Otro sino en el goce.

Finalmente, siguiendo con el análisis del presente trabajo, en el Seminario XXI, “Los Incautos No Yerran”, encontramos en Lacan que la tesis de un amor que supla la no relación sexual cae ya que introducirá la concepción de un “nuevo amor” el cual hace de muro entre el hombre y la mujer en tanto que uno como el Otro nunca deja de ser uno más allá de todo intento de significación del Otro.

En este trabajo sobre el muro se puede observar en lugar del sentido que Lacan expondrá en términos de contrastación entre el sentido implicado en la carta de amor y la carta de a-muro. De este modo la carta de amor será la que responde a la vertiente que venimos trabajando en el presente trabajo desde la lógica de la repetición en Freud en donde, en tanto necesaria, implicaría conservar el sentido reduciendo al otro a un objeto a ser investido, mientras que la carta de a-muro, en oposición y contingente creará un nuevo camino el cual supla la castración haciendo desaparecer el muro de la castración y anudando lo imposible de lo real en tanto imposibilidad real de escribir la relación sexual con el punto de tope donde el saber inconsciente no cesa de no escribirse. El sostenimiento de este sin sentido, marcado por la impotencia de hacer dos, uno, será el punto de anclaje en donde la relación con el Otro se hace posible. Como bien marca la enseñanza que nos dejó Jacques Lacan, siempre que el sujeto se encuentra con lo imposible de significar lo real, el horror que ello muestra, implica, pone en cuestión el lugar de amarre con el que el sujeto cuenta para defenderse de la irrupción desregulada de este.

De este modo la innovación marcada por Lacan respecto a Sigmund Freud será el que nos permitirá pensar en un amor más allá del falo, en tanto que, en el encuentro con el otro lado del sexo en acto sexual, no hay un vacío sino un ser. Ahora bien, vale la pena en este punto ampliar el análisis respecto al ser del lado de la mujer y del lado del hombre. Comenzando con el hombre, él se encuentra frente a ella desde poseedor del falo imaginario, lo cual implica que para que se mueva al campo del deseo deberá articular un recorrido hacia otro lugar el cual supone, no solo resignificar su lugar fálico sino sostener la inercia hacia el reduccionismo a un objeto que implica la investidura del objeto de amor ya planteado por Sigmund Freud. Por el otro lado la mujer también tendrá que realizar un movimiento particular para encontrarse con el ser de su pareja. Ella, la cual encuentra en el hombre el falo real para su satisfacción deberá, para poder encontrarse con su ser, reconocerlo en tanto privado de su falo ya que, al ser hablante igual que ella, también se encuentra castrado. De este modo la pregunta que la guiará al encuentro con el partenaire será preguntarse por donde irá a alojar su falta en ser.

Llegando al final del presente recorrido decanta la cuestión que el amor no tiene nada que ver con la suplencia de la no relación sexual que marca Lacan a la altura del seminario 20 ya que el otro, ya no será sostenido desde la repetición de la elección de objeto del tipo anaclítico propia del narcicismo originario (el cual por apuntalamiento y la repetición vimos en Freud que empobrece el yo en beneficio del objeto y en donde para no perder esta perfección donde el sujeto fue su propio ideal, encuentra en la proyección del Ideal el refugio y el sustituto del narcicismo perdido de su infancia) sino desde su más allá que deja el falo en este resto que queda en el ser del sujeto. Un hombre que frente al encuentra con la mujer evoque la ausencia de pene precipitando así la máscara de la mujer. Jacques-Alain Miller mencionará: “Lacan puede decir “sin ambages”, es porque, para ese verdadero hombre, la condición amorosa es que su objeto se pavonee como castrado; es decir, mostrando los signos de la alteridad.”(Miller, 1992, Pag.44). Evocar la falta, analizar esta relación de la mujer con la falta de pene que admite la  castración femenina, implica que ante el encuentro con la mujer, el hombre, sin rodeos, no la signifique, sino todo lo contrario, implica la exigencia de la invención de un objeto postizo donde lo que resalte, lo que brille sea la falta.

Siguiendo por la línea del deseo de un ser que ubicó Lacan en el horizonte del amor, el cual, excluido en el circuito de la pulsión resignará la teoría de la líbido marcada por Sigmund Freud donde la satisfacción pulsional implicaría la investidura de objetos narcisistas, implicando que en este punto se genere un quiebre más que interesante planteado por Lacan. El dirá que el amor apunta al ser, es decir que el amor es narcisista. Un narcisismo que podría confundir con el amor narcisista planteado en los “Tres ensayos de la teoría sexual”, empero, muy por el contrario este narcisismo implica la invención respecto a la conceptualización del amor donde a partir de la diferencia que implica la castración, se amará desde el ser.

Conclusiones

Desde el nacimiento del psiquismo humano ya se pueden observar los vestigios sobre los cuales el sujeto activa su maquinaria para repetir en actos modos defensivos del encuentro con lo real evidenciando así que “El hallazgo (encuentro) de objeto es propiamente un reencuentro” (Freud, 1905, Pag.203). Ahora bien la intención del presente trabajo implicó poder poner en cuestión si siendo la repetición el mecanismo defensivo por excelencia del neurótico, es el único modo de amor contemporáneo para salirse siempre de lo mismo.

La respuesta aconteció en el amar más allá del falo, en donde crearse su propia jurisprudencia en el acto de repetir implicaría subjetivar el límite sobre el cual el sujeto actúa con la palabra en primera persona más que es hablado por su ideal en el encuentro con el partenaire. Ideales que a lo largo del presente trabajo los encontramos desde yo enamorado en su narcisismo hasta decantar en la implicancia que pretende la presente conclusión.

¿Cómo pensar el amor en la heterogeneidad de los sexos si el modo de amar en el hombre fuera desde lo femenino?

La mujer nos enseñó que, para comprender que hay en el más allá del falo en el acto sexual se requiera el reconocimiento de los límites de la diferencia como brújula de la sublimación en el amor, donde éste actúe como motor de búsqueda del Otro más que como demanda. Esto implica ya no el reconocimiento del falo en su posición como modo de significar al partenaire sino desde el más allá de él, es decir desde el efecto de esa diferencia, del deseo de eso que nos diferencia frente al falo y ya no desde lo sujeción imaginaria que implica el saber al respecto. De este modo, más que significación fálica del deseo del Otro planteada por Lacan en la sublimación del amor cortés, supondría interpretarla, reconocerla en su estatuto de la diferencia del no - toda ya no de la mujer, sino de un Otro “Uno”, justo en los límites de su estructura en tanto sujeto de deseo.

Bibliografía

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