EL ESTADIO DEL ESPEJO EN LA ERA DE BLACK MIRROR

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“… Es que se `hace masa´ como se `hace yo´ por medio de idéntica identificación especular.  O para decirlo de otra manera, cada vez que el ser hablante se dispone a reconocerse frente a un espejo, `hace masa´…”  Schejtman, 2012

Una mujer se despierta confundida, agotada parece que ha intentado suicidarse, tiene sus muñecas vendadas y un montón de pastillas desparramadas frente a ella. Se encuentra rodeada de televisores con una forma cuadriculada blanca que titila en la pantalla. Sale a la calle buscando ayuda. La gente la ve y la filma. La relación al otro aparece mediada por las aplicaciones (apps) de los celulares.  No la miran a ella en directo sino a través de sus celulares y cámaras. La mujer no puede entender por qué todos la ven pero nadie la ayuda. Todos se volvieron espectadores, nadie interviene. Un hombre lleva una máscara con la misma imagen que se veía en el televisor,  saca una escopeta, le apunta y dispara, dando inicio a la cacería. Así comienza el segundo episodio de la segunda temporada de Black Mirror.

Los que vimos los capítulos anteriores sabemos que se trata de una serie en la que cada episodio es unitario y  aborda algún aspecto particular de la relación del ser humano con las tecnologías de la información y comunicación (TICs). Sobre el primer episodio, podemos leer un agudo comentario de Alejandro Ariel (2014) que interroga el estatuto de la responsabilidad frente a la acéfala presencia de los mass media en el campo de la lucha política por el poder.

El creador de la serie, Charlie Brooker,  explica su sentido: “Si la tecnología es una droga -y se siente como una droga- entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios? Este área -entre el placer y el malestar- es donde Black Mirror, mi nueva serie, está establecida. El "espejo negro" (Black Mirror) del título es lo que usted encontrará en cada muro, en cada escritorio, en la palma de cada mano: la pantalla fría y brillante de un televisor, un monitor, un teléfono inteligente." (Brooker, 2012) Esta serie se ahonda en el sujeto pos-moderno, un sujeto en donde el goce se descarga en el cuerpo como, dice el mismo realizador, una droga, que genera una adicción-adhesión  sin mediación significante

Las excelentes series, que encontramos actualmente disponibles, constituyen nuevas manifestaciones del séptimo arte que en su formato ágil y reducido plantean problemáticas existenciales.  Como dirá Pérez Reverte las series televisivas toman el relevo de las clásicas tragedias griegas escenificando dilemas éticos a los que nos enfrentamos en la actualidad.

“Hay quien busca la emoción en Sherlock Holmes arriesgando su vida, y otros que buscan la pipa, la lupa y ese elemental querido Watson que, fíjense Conan Doyle nunca escribió. El truco de los esquemas, sus variaciones y repeticiones, es tan viejo que incluso Aristóteles se refiere a él en su Poética. Y en realidad, ¿Qué es el serial televisivo sino una modalidad actualizada de la tragedia clásica, el gran drama romántico  o la novela alejandrina…?” (Perez-Reverte. 2012:446)

En este episodio, la cuestión convoca a la justicia y su exposición mediática. Frente a este episodio podemos preguntarnos:

  1. ¿Cómo se estructura el entramado dominante dominado  en el lazo social?
  2. ¿Qué responsabilidad le cabe al espectador frente a lo que ve en la pantalla?

La forma cruda, sin filtros que exhibe la serie en todos sus episodios parece ser un reflejo de la mostración obscena del sufrimiento de la protagonista de este episodio.

Poco a poco, de forma constante los medios de comunicación masiva van minando la capacidad de reaccionar del espectador. Que paulatinamente, va quedando presa del show, perdiendo toda respuesta empática a lo que observa.

Esta es una dura crítica al lugar del espectador que puede consumir horas de espectáculos macabros y noticias sangrientas por día sin detenerse a reflexionar sobre lo que ve.

En el año 1992 en el contexto de la guerra de Irak,  Pedro Aznar retorna a Serú Girán  y compone la canción Déjame entrar que alude al carácter abstracto y frio de la percepción del sufrimiento a través de las pantallas sin dolor:

“Campo de concentración 
filmado en colores 
¿Cuándo ocurrió? 

Vea la acción 
sin sentir los dolores 
¡Pura abstracción!”

Los espectadores ven a través de sus teléfonos, sus ipods, sus tablets el mundo, pero han perdido la capacidad de percibirlo, de dejarse impactar por él. Lo que le ocurre a esta mujer no es más que un show mediático que se consume como otro producto más. Stanley Cohen (2005), ha dedicado su libro Estados de negación a describir como convivimos con las atrocidades y sufrimientos negando su existencia.  Los vemos en las pantallas diariamente: muertes, violaciones, descuartizamientos, secuestros al tiempo que almorzamos generando una impermeabilización al sufrimiento ajeno. Llevando un poco más lejos los efectos de esta abulia instalada en el espectador social, Broker propone complacer a las masas observando el sufrimiento de los culpables de crímenes atroces.

La justicia se ha vuelto un espectáculo para las masas. El parque de la justicia Oso blanco, abre sus puertas, al estilo de un parque de Disney. El objetivo es darle a la rea un castigo equivalente a su culpa. Así como ella secuestró, retuvo y miró morir una niña pequeña en manos de su cómplice, ahora ella será la presa de una cacería, en la que todos la ven y nadie la ayuda.  El supuesto de equivalencia entre crimen y castigo encierra un reduccionismo. Cuando un ladrón roba un objeto, recuperarlo y devolvérselo al propietario permite observar claramente esta equivalencia. Sin embargo, cuando el crimen supone quitar la vida de una persona ¿cuál es el castigo proporcional al crimen?

Pero si nos ponemos del lado del consumidor del show, nos preguntamos por qué sostienen el espectáculo, porque no sienten la necesidad de suspenderlo.

Existe una analogía entre la lógica del show y lo que Stanley Milgran describió en su experimento. Se trata de infringirle dolor a otro ser humano, el factor de obediencia se ha trasladado del científico a los medios de comunicación masiva. El conductor del programa impulsa a la muchedumbre a reclamar el castigo para la mujer.  La masa grita enfervorizada “asesina”. Al igual que en la experiencia de Milgran el show se vale del engaño del participante.

En el año 2010, el canal público de la televisión francesa emitió fragmentos de las grabaciones realizadas como parte de la investigación plasmada en el documental “El juego de la muerte”, realizado por Christophe Nick. Se trató de una nueva versión del experimento de Stanley Milgram, destinada en este caso a ponderar el grado de sometimiento de un sujeto no a la autoridad de la ciencia, sino al influjo de los medios de comunicación. En esta experiencia el grado de obediencia al animador televisivo trepó al 80%. Del 65% que había registrado Milgram con la obediencia al poder de la ciencia, el poder mediático en la actualidad supera en mucho la investidura científica.

Esta serie hace eje en varios de los factores que Zygmunt Bauman (1997) ubicó como centrales en la obediencia.  Algunos de ellos son:

1. La distancia social.

La distancia que separa a la víctima de los espectadores lleva a que se genere una complementariedad entre la soledad de la víctima y la unión de los verdugos.

Cualquier fuerza o acontecimiento que se sitúe entre el sujeto y las consecuencias de hacer daño a la víctima produce una reducción de esfuerzo en el participante y, por lo tanto, reduce el nivel de desobediencia. En la sociedad moderna, hay a menudo otras personas situadas entre nosotros y el acto destructor final al que contribuimos”. (Milgram, 1974).

A lo largo de la serie vemos que la protagonista enfrenta su huida acompañada de una falsa compañera que en realidad está destinada a conducirla hasta el punto culminante del show.

2. El efecto masa.

El efecto masa que une a los espectadores al conductor en la realización del show dejando en la más absoluta soledad a la víctima.  En este punto quisiera detenerme en la frase de Fabian Schejtman del comienzo, en la que expresa su tesis acerca de la equivalencia entre la constitución del yo y de la masa.

Freud plantea que el yo se constituye en la fase del narcicismo. El yo, el cuerpo y la realidad son construcciones secundarias, lo primario es el autoerotismo gobernado por la satisfacción anárquica de las pulsiones parciales. El pasaje del autoerotismo al narcicismo se produce por “un nuevo acto psíquico” por el que el yo, vía la identificación a la imagen especular del otro, busca la unidad.  Lacan teoriza la identificación propia del estadio del espejo como una identificación imaginaria con la imagen del semejante.  Esta identificación se apoya en lo simbólico del Ideal del yo. Recordemos que Freud diferenciaba yo ideal de Ideal del yo. Lacan retoma esta diferencia ubicando el yo ideal como imaginario y el Ideal del yo como simbólico. Esta afirmación resulta central para comprender la equivalencia entre la constitución del yo y de la masa. Freud sostiene que  “Una masa […] es una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su yo” (Freud, 1921, 110) Es decir, que en la masa los sujetos se identifican entre sí, de yo a yo porque se sostienen en un Ideal del yo compartido, encarnado en el líder.  La ilusión de unidad que encontramos en la masa es la misma que ha dado lugar a la unidad del yo.

La unidad de la masa[1] se observa en este episodio en el refuerzo de los vínculos empáticos entre los miembros de auditorio y el líder que conduce el show haciendo depositara a la criminal de la agresividad situacional. Retomando la tesis de Schejtman y avanzando un paso más, Michel Fariña (2013, 95) señala que la experiencia de Milgran se soporta en una lógica semejante a la que describe Schejtman.  De modo que el lazo afectivo entre los miembros de la masa, tiene como su contracara la agresividad hacia el que no es miembro del grupo. La agresividad entonces tiene su origen en el mismo acto por el que se constituye el yo. La ambivalencia afectiva, amor odio con la que los sujetos envisten libidinalmente a sus semejantes es efecto de la constitución yoica. En su texto La agresividad en psicoanálisis Lacan (1948, 109) señala que la noción de agresividad es la tensión correlativa de la estructura narcisista que da origen al yo.

3. La moralidad de la técnica.  

Bauman (1997)  señala que lo propio del sistema burocrático de la  autoridad de nuestra sociedad actual es moralizar la tecnología y al mismo tiempo negar el valor moral de aquellas cuestiones no técnicas. La preocupación moral se centra así en la tarea en sí misma y en su perfeccionamiento (rapidez, eficiencia, etc.), dejando de lado la reflexión sobre la situación de los objetos a los que se dirige la acción.

El dispositivo mismo y su funcionamiento eficaz opacan completamente el sentido final de sus acciones, y la posibilidad de participar en el show  terminan generando una falsa sensación de no responsabilidad por el lugar de espectador.

Reflexiones finales

El espejo en el que el infante con júbilo descubre su imagen dando unidad a su fragmentación inicial funda la ligazón afectiva a otro pero también la agresividad. Hoy los espejos se han multiplicado, en los celulares, computadores, ipods, tablets, televisores, plasmas, leds, etc. Los espejos negros traen a nuestro encuentro las caras de los “semejantes” objetos de amor y de odio. La multiplicación de las pantallas tiene efectos imprevistos, muchos de los cuales interpelan a la ética de diversas formas.

Estos espejos negros nos miran y nos devuelven un rostro semejante dispuesto a ser el objeto de nuestras más opuestas sensaciones. Extraño, diferente, desigual, disímil, heterogéneo, un alter ego inconmensurable, el encuentro con el otro. Amigable, próximo, prójimo, empático, inseparable, otro yo, el encuentro con mi semejante. Ambas perspectivas tiñen los encuentros humanos. Este “pathos” es el punto de partida de la relación ética con el otro (Ormart, Brunetti, 2011).

En este punto la responsabilidad es ineliminable.  Somos responsables del consumo de productos mediáticos en los que encontramos satisfacción pulsional. Ese consumo genera lazos con los otros y Miller, va un poco más allá. El estadio del espejo funda una relación en donde hay dos términos dominante y dominado. Sostiene Jacques Miller (2005): “Para Lacan, lo social no es igualitario sino dominial. Esto no quiere decir que no exista lo igualitario, sino que lo igualitario, en el fondo, es asocial, es decir, no permite establecer y estabilizar un lazo. Es lo que él enunció con "El estadio del espejo", que podemos tratar como un enunciado de filosofía política. Hay muchas consideraciones de orden clínico que tienen una incidencia política directa; éste es el caso de lo que llamamos el estadio del espejo. […] La sociedad es lo simbólico, implica superar el estadio del espejo: hay lazo social a partir del momento en que se supera la relación dual. “Lo que vemos en este episodio es justamente, la ausencia del Otro que ordene a los grupos humanos que enfrentados en una relación imaginaria quedan expuestos a lo real del goce. Se trata de lo propio de este siglo XXI, al decir de Bassols (2016)“la época en la que el Otro se muestra tan incompleto como inconsistente a la hora de ordenar el goce del sujeto contemporáneo”.

Bibliografía

Bassols, M. (2016): “Elogios de las psicosis ordinarias”. Intervención en las Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, Madrid, 20/11/2016.

Bauman, Z. (1997) Modernidad y holocausto. Ediciones Sequitur, Madrid, 2006.

Lacan, J. (1949) “El estadio del espejo como formador de la función del yo [je] tal como se nos revela en la experiencia analítica. En Escritos 1 Buenos Aires, siglo XXI, 1988.

Lacan, J. (1948) “La agresividad en psicoanálisis”. En Escritos 1 Buenos Aires, siglo XXI, 1988

Laso, E. (2013) “Las coordenadas de la obediencia. Milgram a través de la lectura de Zygmunt Bauman”. Aesthethika. Volumen 9 número 1. [Pp. 41-47]

Cambra Badii, I.; Lemos, A.; Michel Fariña, J. J. (2013a). “Milgram, 50 años después: una reflexión ético-analítica a partir de la recreación musical y televisiva del experimento”. Investigaciones en Psicología, N°18, Vol 2, pp. 27 – 43.

Michel Fariña, J. J. (2013b)  Addenda: Stanley Milgran, 50 años después. Aesthethika. Volumen 9 número 1. [Pp. 91-97]

Milgram, S. (1974). Obedience to authority: An experimental view. New York: Harper & Row.

Miller, J (2005) Psicoanálisis y sociedad. Freudiana 43/44, marzo - octubre 2005, pp 7-30.

Ormart, E. (2009). Cuando el sujeto decide perderse en la Ola. Comentario de Die Welle (Gansel, 2008). Ética y Cine Journal, suplemento de Aesthethika,  Volumen 5 nº 1. Septiembre de 2009. ISSN 1553-5053. Departamento de Ética, política y tecnología, Instituto de Investigaciones Psicológicas, UBA

Ormart, E. y Brunetti, J (2011)  ¿Por qué es tan difícil ser buenas personas? En Revista Ludus vitalis. Volumen XIX. Número 35. [145-152]

Ormart, E et al (2013) Problemas éticos en la experimentación psicológica. Asch, Milgram y Zimbardo en cuestión. En Stanley Milgran, 50 años después. Aesthethika. Volumen 9 número 1. [pp. 15-32]

Perez-Reverte, A. (2012) El Club Dumas. Buenos Aires, Alfaguara.

Schejtman, F. (2013) Introducción a los tres registros. En: Psicopatología: clínica y ética. Buenos Aires: Grama.



[1] Se sugiere la lectura de Cuando el sujeto decide perderse en la Ola. Comentario del film: La Ola, en www.eticaycine.org 

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