Ejercicios psicoanalíticos (parte II)

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Por Rudy

Dado el éxito asombroso (el primer asombrado fui yo) y multitudinario (buena palabra cuando uno sabe a cuánta gente le gustó) de la serie de ejercicios presentada en la columna anterior, me vi compelido (por mi propia compulsión a la repetición y mi deseo de ser nuevamente reconocido, aplaudido y, por qué no, amado, no digamos que con locura, pero sí con neurosis) a ofrecerles una nueva serie a mis queridos lectores y lectoras. Allí van, presentados, como no podía ser de otra forma, por mi alter-superego, Karl Psíquembaum.

Ejercicio psíquico

Por el prof. Karl Psíquembaum

Antes que nada, una aclaración innecesaria1. Como mi apócope lo indica, soy profesor. Pero al ser éste un texto de ejercicios psíquicos, podría algún lector inferir que soy profesor de educación física2. De hecho, mi cargo de profesor está vinculado al psicoanálisis. Tengo gran experiencia terapéutica, como psicoanalista y como paciente. Sumadas ambas, superan mi edad ampliamente, porque, he de confesar, ejercí ambos cargos simultáneamente, dado que no existe ninguna incompatibilidad. De hecho, la mayoría de los psicoanalistas han sido, son y/o serán pacientes, y si no lo fueran, tampoco son psicoanalistas y no les recomiendo psicoanalizarse con ellos.

Y fue en el diván, donde me recibí de profesor. Fue mi propio analista quien me otorgó semejante título, al señalarme todas las cosas que yo hacía “ex profeso”, vale decir desde (“ex” en latín ) el lugar del profesor (“profeso”).

Aclarada está aclaración, procederé a presentar al lector una serie de ejercicios, que no constituyen necesariamente una rutina saludable, pero como diría mi abuela (que no era psicoanalista pero hacía una sopa de pollo maravillosa), “mal no le van a hacer”.

  • Recuéstese en un diván. Interprétese el Edipo. Dígase “ajá”. Échele la culpa de todo a su madre, su padre, su ex, su actual, su jefe, su perro y su helecho consentido. Dígase “¿en realidad usted cree eso?”. Mire al techo sin decir nada. Luego dígase “dejemos aquí”. Tome su agenda, busque el teléfono de un buen psicoanalista, y llámelo para solicitar una entrevista.
  • Reúnase en un bar con habitués. Proponga jugar al psico-póker, “el que esté más neurótico gana”. En la medida que ellos vayan diciendo “fóbico”, “obsesivo es mejor”, “bipolar gana”, “esquizofrénico de ases”, mírelos con asombro. Luego dígales “son una manga de enfermos” y váyase sonriendo, sin mostrar sus cartas.
  • Vaya a un bar de Villa Freud. Tome un café con un amigo. Cada vez que entre alguien apuesten “¿este es paciente o analista?”. El que gana, paga el café (los analistas nos hicieron creer que el que paga, gana).
  • Pregúntese por el sentido de la vida. Pregúntese si esa pregunta tiene sentido.
  • Vaya a un confesionario. Cuéntele al cura todos sus deseos como si los hubiera llevado a cabo. Trate de ver su sonrisa lujuriosa.
  • Luego escuche la penitencia que el cura le indica. Dese cuenta de que todo eso que usted pensaba que era terrible, con un par de oraciones bien puestas, se resuelve.
  • Si usted es ateo, pero cristiano de origen, conviértase al judaísmo, y siga siendo ateo. Consulte a un psicoanalista lacaniano por este tema. Luego, conviértase al kleinianismo.
  • Si usted es judío o musulmán, conviértase al catolicismo y pida que le devuelvan el prepucio. Si se lo devuelven, consulte a un psiquiatra.
  • Vaya a ver a su novia y pídale 50 motivos para serle sexualmente exclusivo (la mal llamada fidelidad). Si la encuentra ocupada con otro hombre, o mujer, no la interrumpa.
  • Sea celoso. Sufra por ese motivo. Haga un largo tratamiento psicoanalítico para dejar de angustiarse por eso. Cada vez que vea a otro paciente entrar al consultorio de su analista, sufra por eso. Vaya a un bar y pida una copa. Si el mozo atiende primero a otro cliente, sufra por eso. Luego dese cuenta de que todo eso es una tontería, y no sufra más. Se sentirá usted como antes de empezar este ejercicio, pero muuucho más aliviado.
  • Tenga fantasías sexuales con su suegra. Y usted. Relájese y goce… Es solamente una fantasía. Luego pregúntese por qué, habiendo tantas mujeres en el mundo, se le ocurre tener una fantasía sexual justo con su suegra.
  • Mire la calle por la ventana de su departamento. Cuente paranoicos. Si su departamento es interno, cuente fóbicos: empezando por usted mismo.
  • Vaya al cine con su pareja. Luego, cenen. Luego, tomen un café. Luego, llévela a la cama y sáquele la ropa. Luego cántele una canción de cuna. Cuando él/ella se haya dormido, tenga una sesión de sexo salvaje con usted mismo/a. Duérmase con una sonrisa. Cuéntele todo a su psicoanalista. Menos lo de la sonrisa.
  • Pregúntese cuál es su misión en la vida. Dígase que se trata de una misión imposible. Sienta que su vida no tiene sentido. Entonces, sienta que sólo le queda divertirse. Diviértase. Mucho
  • Enamórese perdidamente de una mujer desconocida. Luego trate de conocerla y seguir enamorado de ella. Mejor dicho, trate de conocerla y seguir enamorado, pero ahora, de ella. (Este ejercicio también puede ser realizado con un varón, una ardilla, y un cactus).
  • Dígale a su psicoanalista que lo/a ama profundamente. Si él/la le dice “ yo también” sepa que se está refiriendo a el/ella mismo/a
  • Repita rápido 10 veces: “una contracatexia te decatectizó”, “ tres tristes freudianos tratan su transferencia” o “Plavlov clavó un clavito”.

 

Rudy comenzó a trabajar en humor gráfico desde 1982, en la revista Humor. Desde 1987 es co-autor del chiste de tapa de Página/12 junto a Daniel Paz, y desde el mismo año coordina el suplemento semanal de humor del mismo diario. Coordina talleres de humor escrito desde 1990, y escribió para televisión en programas de Tato Bores, Kanal K y Peor es Nada. En radio participa desde 2002 en “La Alternativa”, y mantiene una intensa actividad en humor teatral. Ha publicado cerca de 40 libros de humor. Recibió en 1994 el Premio Konex de Literatura de Humor, y en 2002 el Konex de Humor Gráfico, con Daniel Paz.

 

[1] Como la mayoría de las aclaraciones. De hecho, hay trabajos que tratan el tema de los requisitos que debe tener una aclaración para ser necesaria, y uno de ellos es:” ser innecesaria”.

[2] En realidad se trataría de un lapsus lecturae de lector, ya que son “ejercicios psíquicos”, y que yo sepa no existe el profesorado de educación psíquica, aunque más de uno cree que debería existir tal disciplina.

 


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