¿TERAPIA CATÁRTICA CON INSTRUMENTOS DE PERCUSIÓN?

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En situaciones en las que ciertos sujetos realizan descargas emocionales extremas, poniendo en riesgo su propia integridad física o la de otros, los instrumentos de percusión han demostrado su amplia utilidad. En tratamientos musicoterapéuticos son empleados por pacientes de muy diversas edades y patologías, no solo dentro del ámbito de la Salud Mental e incluso con sujetos que no poseen lenguaje verbal. El análisis de algunas de sus posibilidades permitiría extender su aplicación a nuevos ámbitos. Un trabajo interdisciplinario del musicoterapeuta con el equipo, favorecería su implementación y beneficio, también fuera del consultorio o gabinete de musicoterapia.

En distintos ámbitos institucionales (escuelas, centros terapéuticos, geriátricos, etc.) hemos presenciado conductas generadas por descargas[i] emocionales intensas en sujetos de diferentes edades y patologías. Gritos, conductas autoagresivas, golpes, mordidas, llanto, etc. Muchas veces, estas descargas toman la forma de agresiones hacia otros y autoagresiones. En estos casos, la descarga de energía motriz puede llegar a límites máximos e inesperados, expresada en una peligrosa escalada (WATZLAWICK y otros 1981). En esas situaciones, atender lo emergente se hace primordial, tanto por la seguridad del agresor como por la de quienes lo rodean.

Es en esos momentos que es convocado el musicoterapeuta para encontrar una solución a la emergencia. Generalmente la demanda es “calmar al paciente”.

Sin embargo, “imponer tranquilidad” en el momento exacto en que el paciente necesita esa descarga de energía puede ser contraproducente, y a su vez generar una nueva descarga futura cuando termina la sesión de musicoterapia. Por esto, observamos que en la práctica era indispensable permitir que el sujeto realice su descarga (muchas veces hasta que simplemente se canse) para recién después generar un espacio de calma.

A diferencia de lo planteado por el psicoanálisis al describir el método catártico (LAPLANCHE y PONTALIS 1966), en estos casos aquí descriptos no hace falta recurrir a la hipnosis ni a ningún otro recurso para traer al presente recuerdos reprimidos. Nos referimos a descargas que se producen in situ en la institución y que pueden ser atendidas en el momento. Es por este motivo que mantenemos el título del presente artículo como un interrogante. ¿Podemos considerar este tipo de abordajes "de emergencia" como "terapia catártica"?

Independientemente de la respuesta, que no nos detendremos a profundizar, los resultados de la práctica ameritan la introducción de los instrumentos de percusión como un recurso óptimo para lograr un buen desenlace de estas situaciones.

La manera en que se manifiesta la descarga emocional es característica de cada persona en cada situación. Reemplazarla por otro modo de expresión no generará el mismo resultado y, si se lo hace, probablemente ese sujeto requiera continuar la descarga durante mayor cantidad de tiempo. Así, registrar la forma en que ese paciente se expresa es el primer paso para lograr una descarga total y exitosa, que evite posteriores consecuencias negativas. Transformar esas descargas en otras similares, con la misma modalidad expresiva, pero que brinden seguridad al sujeto y su entorno, es la tarea inicial del terapeuta. Pero siempre sin modificar el modo de expresarse del sujeto. Este concepto es desarrollado por Rubén Gallardo dentro de la "expresión sonora espontánea" y los "modos de comunicación acústico-musicales" de cada sujeto (GALLARDO 1998). Para ilustrar gráficamente esta idea, recuerdo una directora de una escuela recuperadora privada de la provincia de Buenos Aires, que había reemplazado momentos de recreo en su institución por talleres de "amasado" aludiendo a que, en ese momento, los alumnos "descargaban energía" y por esto no necesitaban el recreo. Claramente, ese tipo de descarga impuesta no reemplaza la necesidad de saltar o gritar que pudieran tener ciertos alumnos. Esta es una manera de cambiar la forma de expresarse de cada sujeto por otra forma, completamente ajena al individuo y, por esto, ineficaz.

Pero estas descargas emocionales extremas, se manifiestan con un discurso sonoro con características particulares, generalmente también extremas. Si lo analizamos descriptivamente (BROQUA y CRESPINO 2008), suelen presentar intensidades altas, registros muy agudos, densidades cronométricas elevadas (mucha velocidad en la producción de sonidos), muchas veces continuidad (los sujetos no paran), y a veces densidades polifónicas muy altas (al mismo tiempo producen muchos sonidos). En muchos casos aparece la repetición como un elemento importante. Estas características se mantienen independientemente de la edad del sujeto, su patología o el motivo que genera la situación. Pueden ser originadas por enojos, angustias, ansiedades, alegrías, entusiasmo. Incluso observamos las mismas características en personas que no poseen lenguaje verbal (ni producción ni comprensión) y en multiimpedidos severos y profundos. Generalmente van acompañadas de otras características no sonoras, como aumento del tono muscular y la frecuencia respiratoria y, en ocasiones, llanto.

A partir de la teoría de la comunicación podemos interpretar estas expresiones como discursos analógicos (WATZLAWICK y otros 1981). En estos discursos que describimos, los pacientes comunican con una gran cantidad de energía un mensaje que, aún si pudieran expresarlo verbalmente, no lograrían transmitirlo en su totalidad únicamente mediante la palabra. Lo interesante de esta mirada es que podemos ayudar al paciente aún si no conocemos el motivo que genera esta descarga o si no podemos comprender con claridad el mensaje que nos transmite. Esto es así porque trabajamos con las emociones que el mensaje transmite desde el sujeto que lo produce. Y durante la intervención musicoterapéutica el profesional irá moldeando esas emociones a través del mismo lenguaje que está usando el paciente.

Para permitir que la descarga se realice con éxito, en primer lugar, el sujeto debe permanecer en un encuadre que le brinde seguridad a él y a quienes lo rodean.

En segundo lugar, si la descarga es agresiva, que el terapeuta la permita, que le dé lugar, puede ser significado por el paciente y sus pares como una habilitación social para la agresión. Lo cual podría dar lugar a la legitimación de futuras conductas agresivas por parte del grupo de pares. En cambio, queremos que el paciente pueda realizar su descarga sin que él y quienes los rodean interpreten que "a partir de este momento todos pueden gritar, golpear o agredirse libremente".

Para atender la primera cuestión, el consultorio o gabinete de musicoterapia y el material que se le ofrezca al sujeto deben estar preparados físicamente para garantizar la seguridad del paciente y quienes allí se encuentren durante la sesión (BROQUA 2008). Se adaptarán los instrumentos, se protegerán sus partes rígidas, se reemplazarán ciertas piezas por otras más seguras. Por ejemplo, los tambores fabricados con parches plásticos elaborados con bolsas gruesas o sachets de leche permiten que los pacientes no se lastimen cuando se rompen como, en cambio, podría suceder con parches de cuero o plástico de instrumentos profesionales. Varias veces la descarga toma forma de gritos y llanto, con intensidad muy alta, que es conveniente aislar sonoramente del resto del grupo para que no genere un “efecto dominó” en los pares. Pero muchas otras, la descarga toma la forma de golpes. Y es aquí donde los instrumentos de percusión cobran un valor fundamental, que resuelve la segunda cuestión.

La percusión instrumental ofrece una alternativa socialmente aceptada donde el golpe es legítimo. En un ámbito social, el sujeto no podrá pegarle con todas sus fuerzas a nada ni a nadie sin recibir una queja o una reprimenda. Pero los instrumentos, en cambio, están preparados para ser percutidos. Esperan ser golpeados. Y devuelven al paciente ese feedback tan valioso que amplifica su expresión: el sonido. El golpe fuerte brinda al ejecutante un sonido intenso. La agresión que sale vuelve a ser percibida sensorialmente confirmando al sujeto que su mensaje llega a destino. Golpea, pero no destruye. Golpea y se hace escuchar.

El musicoterapeuta encontrará el modo de acción que usa el sujeto en su modalidad expresiva. Utilizaremos el concepto "modo de acción" (BROQUA 2014) indistintamente a "modo de ejecución" (DELALANDE 1995) o "modo de producción" del sonido (SAITTA 1996). Con este término nos referimos al acto que alguien realiza para producir sonido. No todos los instrumentos de percusión producen sonido mediante la percusión o el golpe. Así que el profesional observará si el paciente percute, raspa, entrechoca, frota, sacude, etc. (BROQUA y CRESPINO 2008). Posteriormente, sin modificar la forma en que se expresa el sujeto, o sea, sin cambiar su modo de acción, la intensidad, la amplitud ni la direccionalidad del movimiento, el terapeuta cambiará el objetivo, es decir, aquello que recibe la acción. Si el sujeto se golpea la pierna, el musicoterapeuta colocará un instrumento en el lugar que golpea el paciente de manera que el golpe sea recibido por un cuerpo vibrante seguro: un tambor, una caja, una pandereta. Si, en cambio, sacude sus anteojos, se reemplazarán éstos por otro objeto sonoro que pueda sacudir de igual manera: una maraca liviana, sonajas, cascabeles, pezuñas, etc. Si se muerde una mano, le ofreceremos juguetes de goma inflada con silbatos, de manera que al ser mordidos produzcan sonido.

El instrumento le devolverá al sujeto el feedback del sonido, asegurándole que su acción expresa lo que el paciente comunica analógicamente (WATZLAWICK y otros 1981). ¿Qué sucedería si, en cambio, reemplazáramos el tambor en la falda del paciente por un almohadón? Nuestra experiencia nos muestra que el paciente, al no registrar una devolución sensorial de su acción (no siente el golpe sobre sus piernas y tampoco siente el sonido) aumenta la intensidad o la velocidad de su descarga. En este caso, se golpea más fuerte o más rápido. Sin embargo, esta posibilidad es una opción interesante para seguir investigando en la práctica.

¿Y después?

¿Hasta cuándo permanece el paciente sosteniendo ese discurso sonoro extremo con sonidos de mucha intensidad, con discursos sonoros de alta densidad cronométrica, o sumamente agudos? Muchas veces el cuerpo dice "basta" simplemente cuando las posibilidades motoras del sujeto se agotan. Cuando el musicoterapeuta registra que el paciente realiza una mínima disminución de la cantidad de energía puesta en juego, percibirá un cambio en el discurso sonoro del paciente. Una disminución en alguno de los parámetros del discurso (la regularidad, la continuidad, la densidad cronométrica, etc.) o en las características del sonido, ya sea la intensidad, el registro, etc. (BROQUA y CRESPINO 2008). Entonces realizará su intervención, probablemente improvisando juntos, buscando aumentar esas disminuciones en los sonidos para ir haciendo un cierre a las necesidades expresivas del sujeto. Y allí sí, llegar a la calma.

Pero si estos sujetos tienen esos modos expresivos, seguramente pongan en escena estas situaciones de descarga excesiva en otros momentos en los cuales no esté presente el musicoterapeuta.

Para extender los beneficios de estas sesiones de musicoterapia a la actividad diaria, el terapeuta observará las posibilidades de otros espacios que frecuenta el sujeto y de los instrumentos. En la práctica, después de trabajar interdisciplinariamente con todos los que realizan actividades con el sujeto y comunicándose con la familia, se han adoptado para otros espacios ciertos instrumentos, ya sea, comprados por la familia, fabricados especialmente para ese sujeto o lo que sea necesario. Por ejemplo, hemos llevado un tambor que permanece en el aula del colegio de un alumno con ADD, dándole indicaciones a su docente acerca de cuándo y cómo puede utilizarlo para disminuir las conductas con las que el niño se lastima. También se han atado mordillos con sonido, egg-shakers y maracas en sillas de ruedas de niños con neuropatologías, para que los tuvieran al alcance de su mano. Pulseras con cascabeles y otros objetos han servido para niños que golpeaban su mano contra la mesa, consiguiendo que bajaran la cantidad de golpes y la intensidad de la fuerza con que los realizaban.

En conclusión, recursos que muchas veces ya están presentes en las instituciones, como un musicoterapeuta o algunos instrumentos de percusión, pueden ser aplicados a situaciones emergentes para evitar consecuencias negativas. El discurso sonoro, como comunicación analógica, expresa emociones de manera no comparable a la palabra. Como tal, favorecer la expresión sonora permitirá la descarga de manera apropiada a cada paciente y le dará al sujeto un espacio socialmente aceptado (y físicamente seguro) para manifestar sus emociones más extremas.

Referencias bibliográficas

1- BROQUA, G. y CRESPINO, C. (2008) Análisis descriptivo de discursos sonoros. Ficha de la cátedra Instrumentos de Percusión, Lic. en Musicoterapia, Fac. de Psicología, UBA. 2017.

2- BROQUA, G. (2014) Glosario de términos técnicos. Ficha de la cátedra Instrumentos de Percusión, Lic. en Musicoterapia, Fac. de Psicología, UBA. 2017.

3- BROQUA, G. (2008) Percusión en musicoterapia: qué instrumental y en qué contextos de trabajo. Ficha de la cátedra Instrumentos de Percusión, Lic. en Musicoterapia, Fac. de Psicología, UBA. 2017.

4- DELALANDE, F. (1995). La música es un juego de niños. Buenos Aires, Ricordi. 1995.

5- GALLARDO, R. (1998) Musicoterapia y salud mental. Prevención, asistencia y rehabilitación. Buenos Aires, Ed. Universo, 1998.

6- LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J.B. (1966) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1996.

7- SAITTA, C. (1981) El Luthier en el Aula. Buenos Aires, Ricordi, 1981.

8- SAITTA, C. (1975) Creación e Iniciación Musical. Buenos Aires, Ricordi, 1975.

9- SAITTA, C. (1996). Percusión. Buenos Aires, Saitta Publicaciones Musicales, 1996.

SAITTA, C. (2000) Trampolines Musicales. Buenos Aires, Ed. Novedades Educativas, 2000.

WATZLAWICK, P.; BEAVIN BABELAS, J.; JACKSON, D. (1981). Algunos Axiomas Exploratorios de la comunicación. En Teoría de la Comunicación Humana. Barcelona, Herder.


[i] No nos referimos a descargas neurológicas características de pacientes con epilepsias refractarias. Este tipo de descargas epilépticas se trabajan de un modo muy diferente en Musicoterapia, con otros objetivos terapéuticos y muy distintos resultados. Manejamos en este artículo el significado psicoanalítico del término descarga según LAPLANCHE, J. y PONTALIS, J.B. (1966) Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1996.

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