Lazo y respeto

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En el presente artículo se realizó un análisis del documental ganador del Oscar “Mi maestro el pulpo” desde la perspectiva de la posición del analista, desde una mirada psicoanalítica. Se llevó a cabo un paralelismo entre el modo de vincularse del explorador con el pulpo, y la relación del analista con sus pacientes. El investigador se acercó al animal respetando sus tiempos, sus modos y dejando de lado sus propias necesidades. A su vez, comprendió que debía ser muy cuidadoso y tomar sólo aquello que el pulpo le ofrecía, sin presionarlo ni asustarlo. Siempre tuvo muy en claro que, a pesar de todo su conocimiento por la especie, de ese pulpo en particular no sabía nada.

 

El documental ganador del Oscar “Mi maestro el pulpo”, dirigido por Pippa Ehrlich y James Reed, relata la historia de la relación entre un hombre y un pulpo en Sudáfrica, en un lugar conocido como El cabo de las tormentas.

El protagonista del documental, Craig Foster, vuelve de adulto al lugar donde vivió en su infancia, y comienza una aventura de buceo en el Océano Atlántico en la que conoce a un pulpo y, a través del tiempo, se va interesando cada vez más por él.

Según comenta, explorar esas aguas es un trabajo difícil y arduo, por los diversos obstáculos que debe atravesar como, por ejemplo, las heladas temperaturas.

Llevado esto al campo psicoanalítico, muchas veces como analistas también se nos presentan resistencias tanto del yo como de la transferencia. “La resistencia acompaña todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente (…) Siempre que uno se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferida, y es defendida con la máxima tenacidad” (Freud, 1912, 101).

Sigmund Freud nos transmite a lo largo de su obra que el manejo de la transferencia depara la mayor dificultad en el transcurso de un análisis, por ello debemos aproximarnos por el lugar que ofrezca menor resistencia, “… cuanto estorbe proseguir la cura puede ser la exteriorización de una resistencia” (Freud, 1915, 166).

El protagonista se relaciona con el pulpo como muchos analistas aspiramos a vincularnos con el paciente, dando lugar al tiempo para formar y fortalecer el lazo, sin hacer fuerza ni forzar los encuentros. Como expresa Freud: “La primera meta del tratamiento sigue siendo allegarlo a este y a la persona del médico. Para ello no hace falta más que darle tiempo” (Freud, 1913, 140).

La posición del analista es precaria, tropezamos y caemos de ella constantemente. Esto mismo también le sucede al protagonista, quien en un momento, dejándose llevar por su propio deseo, quiere proteger al pulpo de unos tiburones que lo asechan. Con rapidez advierte que no le corresponde intervenir y vuelve sobre sus pasos. Muchas veces como analistas nos vemos tentados a aconsejar al paciente con aquello que consideramos que sería lo positivo para ellos. En el mejor de los casos, como el aventurero del documental, recuperamos la posición antes de llevar a cabo una acción inadecuada.

A Craig Foster le lleva mucho tiempo ganar la confianza del pulpo, se acerca de a poco y con cuidado, respetando los tiempos del animal. Los primeros días este se muestra asustado y se aleja cada vez que lo ve. Se esconde y lo espía a través de las algas a lo lejos.

Los días corren y el pulpo sigue mostrándose desconfiado. Aunque ofrece pequeños arrimes, con rapidez vuelve a su guarida. Tal como suele ocurrirnos a los analistas -quienes, a veces, perdemos la relación entre tiempo y trabajo-, el hombre comienza a sentirse frustrado e impaciente. Pero con el paso del tiempo la relación cambia, el animal comienza a acercarse, a dejarse acariciar, hasta llegar a tomar la mano del hombre y subirse sobre su pecho.

La relación continúa creciendo hasta que, en una ocasión, al explorador se le cae el lente de la cámara, asustando al pulpo que se aleja con rapidez y no regresa a su guarida. Durante una semana el hombre lo busca sin descanso hasta encontrarlo. Al verlo, el pulpo se acerca sin reparos y vuelve a mostrarse confiado, confirmando que ese incidente no había roto el lazo creado entre ellos, aquel vínculo que tanto tiempo había llevado construir.

En el análisis, las inevitables caídas de la posición del analista son parte del proceso, la transferencia sostiene el lazo y el vínculo puede soportarlas. Muchas veces los principiantes sentimos miedo de intervenir por temor a que la interpretación no sea acertada. Como dice Freud: “Entre callar demasiado y excederme, prefiero lo primero” (Freud, 1933, 140).

El padre del psicoanálisis se preguntaba cuándo había lugar para la intervención, interrogación que se mantiene en la actualidad. Pero tanto el pulpo como la clínica nos revelan que el lazo puede soportar algunas intervenciones no acertadas. Solo a posteriori sabremos si conmovió algo del sujeto o no.

Luego de mucho investigar, el explorador descubre que esa especie de pulpo es nocturna, por lo que comienza a visitarlo durante la noche, adaptándose al ambiente natural del animal. Como analistas es parte de nuestra función adecuarnos al modo en el cual los pacientes se sientan más a gusto, siempre y cuando no nos incomode, claro. De este modo daremos lugar a que los consultantes puedan desplegar con comodidad su sufrimiento, su demanda, su deseo.

Si bien el hombre lee mucho acerca de la vida marina, una vez que se produce el encuentro con el pulpo intenta dejar de lado la teoría. Como analistas estudiamos y nos formamos para convencernos de que no sabemos nada sobre el paciente, para escucharlo con atención y con la cabeza vacía, sin ideas previas, sin dar nada por sentado, sin creer que comprendemos y siendo curiosos. Freud, al hablar de aquellos analistas investigadores, expresa que “el éxito corre peligro en los casos que uno de antemano destina al empleo científico y trata según las necesidades de este; por el contrario, se asegura mejor cuando uno procede como al azar, se deja sorprender por sus virajes, abordándolos cada vez con ingenuidad y sin premisas” (Freud, 1912, 114).

El explorador, y narrador del documental, relata que suelen preguntarle la razón por la cual bucea siempre en el mismo lugar, es decir, por qué le dedica tanto tiempo y que él responde que de ese modo es como se ven “las diferencias sutiles”. Como analistas con el correr del tiempo, y con paciencia, podremos escuchar los diferentes tonos de voz presentes en el paciente, el modo diverso en que expresa una palabra, según cuándo la emplea, los equívocos, los fallidos; esos pequeños momentos en los cuales podemos advertir al sujeto evanescente. Intentamos practicar una escucha atenta para saber cuándo preguntar, tomando aquello que otras ciencias no tendrían en cuenta por considerar que son errores o cuestiones menores. Aquello que para las demás disciplinas es el desecho a no considerar es donde los analistas percibimos la presencia del sujeto.

El aventurero sostiene que entrar al agua es muy liberador porque “todas tus preocupaciones y tus problemas se disuelven”. El analista deja de lado su persona y su narcisismo, por lo que podemos pensar que la suya también es una función descansada de temas personales. Además, el investigador transita todo el proceso dentro del océano sin ningún trape protector y, la mayoría de las veces, sin máscara de oxígeno. Explica que no quiere que nada se interponga en el contacto, tal como los analistas, quienes intentamos fomentar todo aquello que creemos que ayudará al dialogo y evitar todo aquello que aleje o dificulte.

Craig Foster quiere que el pulpo le enseñe sobre él y sobre su modo de relacionarse. El investigador a pesar de todo su conocimiento sobre la especie tiene muy en claro que sobre ese pulpo en particular no sabe nada y que le conviene para el trabajo ser muy respetuoso y estar atento a las sutilezas, a los pequeños movimientos.

Siguiendo con el paralelismo, el hombre tiene en cuenta los tiempos y el modo de vincularse del animal. Siempre evita invadirlo y se acerca hasta donde el pulpo le permite y muestra estar cómodo.

El protagonista del documental no sólo respeta al pulpo y se pliega a sus modos, sino que toma solo aquello que este le ofrece, absteniéndose de guiarlo y de dar lugar a sus propias necesidades. 

 

Bibliografía

Freud, S. (1912) “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico. En Obras Completas, Provincia de Buenos Aires, Amorrortu editores, 2017, XII, 107 - 11

Freud, S. (1933) “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”. En Obras Completas, Provincia de Buenos Aires, Amorrortu editores, 2017, XXII, 126 - 145

Freud, S. (1915) “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. En Obras Completas, Provincia de Buenos Aires, Amorrortu editores, 2017, XII, 159 - 174

Freud, S. (1912) “Sobre la dinámica de la transferencia. En Obras Completas, Provincia de Buenos Aires, Amorrortu editores, 2017, XXII, 93 – 105

Freud, S. (1913) “Sobre la iniciación del tratamiento”. En Obras Completas, Provincia de Buenos Aires, Amorrortu editores, 2017, XXII, 121 – 144

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