Sobre un modelo psicológico del extremismo: equilibrio y desequilibrio motivacional

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El presente trabajo busca desarrollar el modelo teórico acerca del extremismo como producto de un desequilibrio motivacional en las personas. Dicho modelo sostiene que la conducta extremista se expresa a partir de una desproporcionalidad en las necesidades, generando la ausencia, reducción o socavamiento de varias necesidades en pos de una. El modelo insiste en abandonar la conceptualización históricamente asignada al término, es decir, asociándose exclusivamente a actos violentos o terroristas, para dar lugar a un constructo más amplio que contenga un marco sobre el cual estudiar conductas extremistas en la cotidianeidad (adicciones, dietas extremas, dependencia emocional, favoritismos extremos, etc.). Se trata de interpretar el extremismo a partir del grado de motivación que contenga y que, invariablemente, obstaculice o elimine la satisfacción de las demás necesidades. A diferencia del extremismo, la moderación es un estado de equilibrio motivacional producto de una medida cognitiva que resuelve equitativamente sus necesidades vitales. El objetivo del presente trabajo es ofrecer una aproximación del modelo teórico del extremismo al contexto de habla hispana, siendo escasa la literatura llevada a cabo hasta el momento. 

Introducción 

El modelo psicológico propuesto por Kruglanski et al (2021) acerca del desequilibrio motivacional, conduce a la conceptualización del comportamiento extremista en los individuos, el cual genera una desproporcionalidad en las necesidades, consiguiendo que se prepondere aquella por sobre las necesidades básicas. Es decir, el extremismo psicológico opera socavando u obstaculizando la realización de otros comportamientos o preocupaciones y, dicho solapamiento, sucede tanto en las esferas motivacionales como cognitivas, conductuales, afectivas y sociales. Estos pertenecen a una variedad de diferentes extremismos que comparten el mismo núcleo psicológico: dietas extremas, deportes extremos, encaprichamientos extremos, adicciones diversas, así como extremismo violento. La moderación, al contrario, distribuye equitativamente las motivaciones del individuo en las distintas esferas, mientras que el extremismo refleja una dependencia hacia un objeto/ideal único (la estética del cuerpo, una relación, un video juego, un deporte, el arte, el alcohol, la religión, etc.). Ahora bien, los autores (Kruglanski, et al, 2020) advierten que el constructo psicológico del extremismo no debe ser interpretado como la consecuencia de actos inmorales, sino que se debe atender a su carácter únicamente psicológico. Si bien desarrollos independientes al propósito de este modelo han profundizado en la relación entre el extremismo y la violencia (Kruglanski, 2006; Kruglanski, et al, 2014; 2017; 2018; Trujillo, 2009), el objetivo del presente trabajo es describir las características del modelo extremista genérico.

A partir de esta distinción el constructo es plausible a ser interpretado de dos maneras: como la magnitud de un proceso (calor extremo, hambre extrema, esfuerzo extremo) o como algo marginal que denota una inusualidad en la mayoría de la gente (Kruglanski, et al., 2021). A su vez, la antes nombrada “moderación” refiere a una tendencia central, una moda o una mediana en términos estadísticos. De manera que el extremismo como constructo psicológico se vincula con acontecimientos extremos de poca frecuencia cuya rareza es producto de una intensidad pronunciada de una motivación subyacente. Dichos parámetros son representados y construidos culturalmente, consiguiendo que el fenómeno extremista escape de una definición objetiva y universal (Pacheco, 2020).

         El presente modelo teórico propuesto (Kruglanski, et al, 2021) parte de la proposición de que todos los seres humanos tienen un conjunto de necesidades básicas, algunas biológicas como por ejemplo la nutrición, la hidratación (Cannon, 1932), y otras psicológicas como el sentimiento de autonomía, las relaciones interpersonales, el significado (Deci & Ryan, 2000). Higgins (2012) propuso las necesidades de verdad, valor y control. Fiske (2010) introdujo como necesidades fundamentales la pertenencia, la comprensión, el control y la confianza. Ahora bien, la satisfacción de estas necesidades conduce a un estado de bienestar duradero. Por lo tanto, las personas suelen esforzarse en satisfacer sus necesidades básicas. El éxito de esa tarea promueve un estado de equilibrio motivacional producto de una moderación cognitiva que resuelve equitativamente sus necesidades. Sin embargo, existe la posibilidad, en ocasiones, de que el equilibrio motivacional se incline, es decir, cuando una necesidad se convierte en imperativa para el individuo desplazando todas las demás necesidades básicas y generando un desequilibrio motivacional (Kruglanski, et al, 2021).

El extremismo motivacional se expresa de diferentes maneras, siendo una de ellas la violencia, caracterizada por actos terroristas (Webber, et al, 2017), pero también existen encaprichamientos extremistas no vinculados con la violencia como las dietas extremas, la necesidad excesiva de verse bien, las adicciones, etc. Resulta ser un constructo complejo y multidimensional donde numerosas variables psicosociales pueden estar implicadas (Moyano & Trujillo, 2018).

Necesidades básicas y temporalidad del desequilibrio

Un supuesto básico dentro del modelo teórico del extremismo sostiene que existen necesidades humanas universales y que su satisfacción genera, al igual que los mecanismos internos del organismo humano, un estado de homeostasis o equilibrio motivacional (Jaume, et al., 2015; Kruglanski, et al, 2021; Maslow, 1943). Ahora bien, independientemente de la taxonomía de las necesidades básicas, las mismas son comunes a todos, aunque en diferentes magnitudes. Es decir, algunos individuos pueden tener una mayor autonomía que otros, o mayor competencia o dependencia frente a otros. Dichas irregularidades que presenta el ser humano con relación a sus magnitudes frente a las necesidades básicas revelan que existe un factor motivacional que sirve a una o más de las necesidades básicas. Dicha motivación puede ocasionar, en algunos casos, que se genere un desequilibrio o una desproporcionalidad frente a las demás necesidades, siendo ambas definiciones el germen de lo que los autores denominan una actividad extremista (Kruglanski, et al., 2020). Un caso que refleja dicha inclinación motivacional es el de la adicción, caracterizada por un impulso constante de buscar dicha necesidad, aunque el precio sea denegar otras en pos de la ansiada.

Ahora bien, los picos momentáneos de las magnitudes de las necesidades dan lugar a deseos temporales en los que se dejan de lado momentáneamente las preocupaciones en pos de otras necesidades importantes (por ejemplo, dejar todo para atender una emergencia) dentro de la jerarquía de valores del individuo. De esta manera, el desequilibrio motivacional, es decir, el extremismo, anula situacionalmente a otras en base a la necesidad actual. Normalmente las personas se apresuran a restablecer el equilibrio motivacional atendiendo a los asuntos momentáneamente descuidados. Por eso se habla de extremismo, sobre todo cuando el desequilibrio motivacional es duradero. En base a eso, los estados de desequilibrio motivacional son a menudo esenciales para el progreso de objetivos, como cuando se necesita priorizar una tarea por sobre otras. En cambio, actitudes duraderas, desequilibrios estáticos, representan ejemplos de extremismo como el uso excesivo y prolongado de drogas, actividades violentas, obsesiones con determinadas actividades. De esta manera el extremismo es referido a la magnitud exagerada de una necesidad determinada, una infrecuencia general del comportamiento de la población (Kruglanski, et al., 2021). Ahora bien, la temporalidad de los desequilibrios motivacionales puede estar influenciada por diferentes narrativas convincentes.

Consecuencias sociales

La desatención de las necesidades básicas que conlleva el desequilibrio motivacional es generalmente difícil de mantener (Kruglanski, et al, 2021). Como consecuencia, sólo una pequeña minoría de personas deberían exhibir un comportamiento extremo de duración apreciable. Por ejemplo, la prevalencia de la actividad delictiva alcanza su apogeo en la adolescencia y disminuye a principios de los 20 años. Las creencias que los individuos generan para organizar y predecir la realidad compartida no siempre son construidas individualmente, sino que encontramos que la interacción con grupos y sujetos legitimados ofrecen una vía rápida y segura para la adquisición del conocimiento (Kruglanski, 1989, 1990). Kruglanski, et al. (2005) refiere a estos agentes externos bajo el nombre de autoridades epistémicas y menciona cómo cualquier institución y/o agente externo puede afectar e influir en la opinión y/o percepción de los individuos. De este modo, se construye una realidad compartida en la que el desequilibrio motivacional se prolonga. Por ejemplo, una narrativa que habla de la virtud de la violencia contra un enemigo puede generar en el grupo un sentimiento extremista frente a dicha creencia (como dar su vida por la causa) (Kruglanski, 2021).

Consecuencias cognitivas

Como se desarrolló anteriormente, el desequilibrio motivacional genera un impacto en diversas esferas (cognitivo, conductual y social). Dentro de las consecuencias cognitivas se observa que el desequilibrio motivacional signa los procesos atencionales dirigiéndolos pronunciadamente hacia las necesidades prioritarias, o en otras palabras, extremistas. Como también, cuanto mayor sea la magnitud del desequilibrio el individuo tenderá a preocuparse de mayor manera frente a las necesidades focales con relación a las necesidades alternativas. La necesidad canaliza la mayoría de los pensamientos direccionándolos hacia la meta, que siempre es satisfacer la necesidad prioritaria. Por otro lado, se produce un fenómeno de proyección en base a la magnitud del desequilibrio, lo que genera que la percepción de los demás esté impregnada por la propia necesidad prioritaria. Por último, la expansión de la elección refiere al desplazamiento de las restricciones que imposibilitan la satisfacción de la necesidad prioritaria, generando que los comportamientos alternativos estén al servicio de las necesidades dominantes, como sucede en casos de hambruna extrema y de cómo los medios de alimentación se ensanchan desesperadamente para satisfacer dicha necesidad (kruglanski, 2020).

Consecuencias conductuales

Una de las consecuencias conductuales del desequilibrio motivacional apunta a una tendencia del individuo a seleccionar y aplicar medios que conduzcan a la satisfacción de esa necesidad focal. Casos de moderación revelan una inclinación a abstenerse de dichos medios extremos, es decir, medios que exigen el sacrificio de caminos alternativos para la obtención del fin. Sin embargo, los individuos con desequilibrios motivacionales, en los que una necesidad suprime a las demás, son más libres de las limitaciones de estas y justifican sus medios extremos en pos del peso de la necesidad.

La supresión de los medios alternativos genera en el individuo una pasión obsesiva por una determinada idea, lo que conlleva a descartar o desconocer, a veces, asuntos del orden moral (Priego, 2018). De ahí que existan individuos dispuestos a dañar a otros por una causa. El desequilibrio motivacional empuja a los individuos a comportarse de manera canalizada unidireccionalmente, metáfora que ilustra la impermeabilidad de las personas a tomar un camino (canal) diferente para llegar a su meta. La tendencia a promulgar comportamientos contrarios a las necesidades humanas básicas es común a diferentes tipos de extremismo. La investigación sobre los trastornos alimentarios muestra, por ejemplo, que mientras que las dietas moderadas incluyen regímenes saludables, como la reducción de calorías, dietas equilibradas, mayor consumo de frutas y verduras, variedad nutricional y ejercicio, las dietas extremas (impulsadas por necesidades de importancia) suelen implicar el uso de métodos poco saludables y potencialmente peligrosos.  Podríamos ubicar a la abnegación como elemento subyacente a los efectos del desequilibrio motivacional, puesto que la misma requiere un compromiso total con la causa (Kruglanski, et al; 2020).

Discusión

A partir de lo expuesto, se concluye con la teorización de un modelo teórico que explica las variables psicológicas subyacentes al comportamiento extremista, siendo este último el resultado de un desbalance motivacional. Dicho modelo otorga gran protagonismo a las variables sociales, conductuales y cognitivas que participan del constructo. A diferencia de anteriores explicaciones hacia el extremismo, el modelo parte de una conceptualización cotidiana del mismo, advirtiendo la posibilidad de ser estudiada en contextos más ecológicos. Ofrece un marco sobre el cual diversas conductas pueden ser estudiadas, independientemente de su manifestación, debido a que lo que se estudia es el desbalance motivacional y no ciertas conductas específicas. De esta manera se abre camino una nueva óptica para interpretar e investigar las conductas que gobiernan la cotidianeidad de los individuos, revelando, a partir del socavamiento de las necesidades básicas, la presencia de una conducta extremista. 

 

 

Referencias

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