Estudiar en la Universidad con discapacidad auditiva: un camino lleno de desafíos

 

Ezequiel es estudiante de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y posee una discapacidad auditiva. En estas líneas comparte su historia. Cómo afrontó la meta de estudiar una carrera universitaria, el necesario apoyo de familiares, compañeros y docentes.

   

Antes que nada, me presento como estudiante universitario de la UBA. Soy Ezequiel, tengo 21 años, me gusta salir con amigos y estar con mi familia, pero a la vez me agrada la tranquilidad, y no tengo ninguna preferencia en particular. Creo que nosotros conformamos nuestra forma de vivir y que la vida se crea y dibuja delante de nosotros.

Con respecto a mi “discapacidad”, la misma es congénita, el diagnóstico es sordera bilateral profunda. Uso audífonos desde los 2 años para poder desenvolverme en la vida cotidiana. Desde chico me educaron y explicaron los motivos de su uso y las ventajas que traía.

En mi familia, que se conforma por mi papá, mi mamá y mi hermano menor, siempre se conversó el tema y cada vez que hay una duda averiguamos o preguntamos para informarnos. Mis padres son oyentes, pero desde el día en que se enteraron de nuestra discapacidad, se informaron y con el tiempo pasó a ser un aspecto más de nuestras vidas.

En cuanto al ámbito educativo, asistí a una escuela especial un año, hasta que por recomendación de las docentes me llevaron a un preescolar; luego, cursé la primaria y secundaria normalmente. Digo “normal” por lo generalizado del sistema educativo de la población oyente, pero con mi disminución del 70% de la audición se me complicaba seguir las clases o escuchar todo lo que decían o comentaban los demás.

Solo no se logra lo propuesto (siempre aprecio el fundamental apoyo de mis padres, vecinos, parientes, amigos y referentes educacionales), pero se crean mecanismos de andamiaje para abordar dichos límites, como por ejemplo un amigo que durante las clases me explicaba qué estaban comentando, docentes que me hablaban más despacio para que pudiera escuchar y comprender la mayor cantidad de cosas posibles, entre otras cuestiones.

Con maestra recuperadora, y mucho trabajo en mi casa, pude hacer la primaria hasta sexto grado. Luego me cambié de colegio y comencé séptimo grado en una escuela secundaria donde los grupos eran más reducidos y eso mejoró mucho mi aprendizaje.

Mi familia siempre tomó con tranquilidad (esto lo vimos después, al enterarnos que no todas las familias aceptan una discapacidad enseguida) el hecho de que yo no escuchara bien. Al principio, debieron informarse y ponerse al tanto de los roles en una familia con integrantes discapacitados, pero rápidamente se fueron adaptando y siempre están cerca y atentos a lo que sucede, pero al mismo tiempo nos dejan (a mi hermano y a mí) que elijamos con libertad y nos incitan a que tomemos nuestras propias decisiones, siempre que sea posible. A hermano, con la única diferencia que es sordo, también se le ha otorgado toda la libertad posible, pero es una realidad que siempre, seamos discapacitados o no, necesitamos de los demás. El respeto, la honestidad y la libertad de opinión siempre están presentes y esto facilita la interconexión entre los integrantes de mi familia.

La discapacidad auditiva me plantea ciertas limitaciones, por ejemplo el hecho de no poder sentarme en el fondo del aula, tener que mantener al profesor en el campo visual, cosa que no siempre es posible, o la dificultad para seguir conversaciones cuando participan varios interlocutores a la vez, pero siempre trato de compensarlas consultándole a un compañero o preguntándole al profesor al final de la clase, entre otras soluciones.

Ser estudiante universitario no es tarea sencilla para nadie, sea discapacitado o no. El apoyo moral y social debe ser envolvente e integrador para todos los que decidimos capacitarmos en una casa de estudios.

Más de una persona me dijo que la UBA no me convenía porque iba a tener muchos compañeros y muchos profesores, cambiantes e impersonales, que, por el contrario, me convenía otro tipo de facultad o terciario, pero preferí afrontar el reto, y la verdad que no estoy arrepentido de estar estudiando en una universidad pública. Pude ver la libertad de cátedra y la comodidad de poder seleccionar el día y horario (y hasta quizás te queda un día libre por semana, cosa que es bueno para relajar la mente de vez de en cuando).

Mis compañeros y algunos de los profesores saben de mi discapacidad (aclaro que procuro que lo sepan los profesores que no articulan del todo bien o hablan mirando el pizarrón al mismo tiempo que escriben, o cosas similares que, de todas formas, no se dan a menudo) y creo que lo toman bastante bien, pero no soy yo quien deba justificar o argumentar este punto.

El ingreso a la universidad fue tedioso, pero, teniendo en cuenta que en mi primer día en el CBC la primera materia (el lunes a las siete de la mañana) era matemática, puedo decir que me sentí dentro de todo bien, aunque, no lo voy a negar, un poco nervioso. Durante el ingreso y el primer año pasamos por una etapa decisiva, no sólo en lo académico, sino también como ejercicio que nos prepara para el funcionamiento de la UBA: todos los cuatrimestres son materias nuevas, profesores nuevos y temáticas nuevas, que se articulan con las que ya se vieron, se van a articular con nuevas y tienen conexiones subjetivas con la vida cotidiana la persona misma.

Cada día se aprende algo nuevo y nos vamos con nuevas conformaciones y con nuevos interrogantes, lo cual es sumamente sano para el saber; las vivencias personales y prácticas son el factor humano que complementan lo teórico y dan como resultado una enseñanza guiada dialéctica, donde cada uno luego puede profundizar el punto que más curiosidad le causó.

Estoy cursando la carrera Psicología por varios motivos; uno de ellos, es la curiosidad por la persona y su entorno, las relaciones sociales y el interés por las investigaciones que apuntan a mejorar la calidad de vida de aquellas personas a las que se les ha modificado su existencia (ya sea por causas intrapsíquicas como por causas interpsíquicas o ambientales) y tratar siempre de mantener o recuperar su esencia.

A pesar de mi discapacidad, de no poder escuchar bien en algunas ocasiones, siempre trato de entender y seguir la temática y, si no entendí todo, por lo menos saber hacia dónde se apunta con el planteo realizado en clase, para poder seguir más cómodamente las lecturas de apuntes y elaborar mejor el tema a entender. Los demás pueden poner toda la energía, pero hay un momento en que yo tengo que sumar mi voluntad, mis ganas y mis deseos para que las cosas sean posibles. Es vital tanto lo interno como lo externo, y uno no funciona sin el otro.

Otro punto que me gustaría comentar es la importancia, como elemento facilitador de aprendizaje, de las filminas, Power points e incluso del micrófono, aunque muchas veces es preferible una voz natural, clara, con buena articulación y motivada.

En fin, la universidad es una posibilidad más en la vida para poder abrir caminos, pero también de sembrar los campos que están en esos caminos que abrimos y poder disfrutar de ello para beneficio de todos, yo como individuo y nosotros como sociedad.

Como proyección a futuro, puedo planear miles de cosas, como el trabajo, la posibilidad de la vivienda propia, el deseo de formar una familia, pero alguien me dijo una vez: “No podemos tener la vida planeada; sí podemos facilitar y guiar el trayecto, así como también reflexionar en algunas ocasiones, para no perder de vista el rumbo tomado”. Lo importante es sentir que lo realizado día a día es lo que realmente queremos hacer.

De esta manera, presenté, de forma sumamente breve, mi discapacidad en el ámbito académico y cotidiano. Creo que ninguna discapacidad debe limitar las posibilidades de aperturas y esto debe darse el mayor tiempo posible, para cualquier persona que lo desee.

¿Se puede estudiar en la Universidad con Discapacidad auditiva? Si, pero no sin esfuerzo personal. Quizás me cueste un poco más que al resto, porque no hay que negar la diferencia, pero a través del trabajo y esfuerzo personal, uno llega a conseguir sus objetivos. Se trata de una secuencia de renuncias, elecciones y apertura de nuevas puertas. De eso se trata también la vida, de perseguir los objetivos planteados, seleccionando los caminos para llegar a la meta, buscando aquellos apoyos, herramientas o grupos humanos que facilitan la tarea. Para la verdadera inclusión, yo también debo incluirme, ser protagonista y no “dejarme afuera”, pensando en que no voy a poder, o que no me harán lugar.

Concluyo diciendo lo siguiente: No hay que estar a la espera, sino que hay que ser protagonista de nuestra vivencia, disfrutando.