Eróticas de la pandemia

Estamos atravesados por dos coordenadas muy fuertes. La pandemia con su impronta de muerte y el confinamiento con su impronta de desolación, de ruptura de lazos, de aislamiento, de pérdida de contacto.

Es difícil hablar de un hecho inédito mientras está sucediendo. Y también tratar de pensar de alguna manera la diversidad que escuchamos desde el comienzo de la pandemia.

Pero trataremos de atrapar la coloratura, el tono, ciertas pinceladas de las vivencias que vivimos y acompañamos en este tiempo de pandemia/cuarentena.

Se hace sentir la ausencia de la presencia. Esos relatos en lugares de trabajo que al hacerse virtuales se ha impedido “compartir la torta que llevaba una vez por mes para comer con mis compañeros, mientras se facilitaban las cosas del trabajo por cruzarte a la gente en la sala de café y que ahora hay que gestionar como un meet agendado”.

Hubo un enorme volcamiento hacia lo virtual. Pero el mundo de lo virtual puro, o exclusivo, o predominante hasta el hartazgo es el mundo de la ciencia ficción de los robots. Es desolado. No hay vida ni erotismo sin los cuerpos.

Puertas adentro, de todo un poco. El erotismo se desgasta con el encierro en las rutinas familiares, la escolaridad de los hijos, las tareas domésticas y el estar 7 x 24 adentro. También hay situaciones diferentes y otras donde las normas no se cumplen.

Hay brotes de vida también, brotes de erotismo y sexualidad. Sobre todo en los jóvenes que saben que no corren tantos riesgos. Incluso en los que se encontraron luego de infectados con ganas de un encuentro posible por los anticuerpos. Aún las parejas que se formaron durante la pandemia inundadas de alegría y deseo, se encuentran de repente con desasosiegos.

Nos parece necesario separar estas dos cosas claramente. La pandemia es esta plaga como otras que han asolado a poblaciones enteras en otros tiempos. Es algo que –salvo teorías conspirativas- viene de la “naturaleza”, un accidente con cuerpo de murciélago.

La cuarentena, en cambio, la hacemos nosotros, los humanos. Los seres parlantes que además hacen política, sanitarismo, investigaciones, protocolos, normas, dictan leyes y deciden muchas cosas sobre el funcionamiento general de las instituciones en todos los niveles de organización humana, globales, nacionales, por países, por regiones, por provincias, por ciudades, etc.

Creemos que la afectación psíquica de cada uno de nosotros se produce a grandes rasgos por los dos  tipos de fenómenos mencionados: la pandemia y el tratamiento que se hizo de ella mediante la cuarentena. Digo afectación psíquica en sentido amplio, pero nosotros nos vamos a ocupar de la erótica de los cuerpos afectados por la pandemia y las modulaciones de la cuarentena.

Una erótica analítica trastocada

En estos tiempos de pandemia el significante amo es la muerte. Pensamos entonces que esto que podemos llamar la amenaza de muerte implicada en el contagio, en todos los sentidos, el propio y el que podemos transmitir a otros, nuestros seres queridos, familiares, amigos, vecinos, otros en general, sumada al encierro produce como si fuera un tono, un coloreado, una clave como en la música que nos pinta la vida  color de duelo. ¡Un duelo de tantas cosas! De lo que éramos, de lo que hacíamos, del simplemente andar por las calles, compartir con familiares, con amigos, colegas, conocidos, abrazarnos, mirarnos, estar cerca, ir al cine, salir a pasear, y todo tipo de actividad compartida con otros que queramos imaginar. Todo eso perdimos por la pandemia y el encierro de esta cuarentena más larga del mundo que nos tiene encerrados hace 6 meses. Además, y en primer lugar los seres queridos perdidos efectivamente por la muerte.

Los cuerpos muertos son los muertos de la muerte más seca de todas, ya habíamos perdido los rituales funerarios, esos tan importantes para acompañar los duelos. Se dice que esta pérdida es solidaria de la muerte de Dios. Bailly: “(...) el hombre no se ha mostrado digno de la destitución de lo divino que ha operado, tuvo miedo de la extensión que se abrió delante suyo… el hombre occidental moderno no ha deseado verdaderamente la muerte de Dios, simplemente perdió a Dios en el camino y tan torpemente que incluso aún no se ha dado cuenta de ello”. (1)

Y como llamar a este salvajismo del que preferentemente no se habla,  en el que desde hace ya 6 meses los infectados por Covid mueren solos, aislados en la asepsia mas total, y que desde que son internados ya no volverán a ver a ninguno de sus seres queridos, ninguno de ellos estará allí para acompañarlos, para despedirlos, para tenerles la mano en ese momento final. ¿En qué nos convertimos cuando hacemos estas cosas? ¿Cuándo dejamos que ocurran?

La clínica nos ha llevado a escuchar de nuestros pacientes bajo todo tipo de variantes ese caerse algo de sí mismos. Por ejemplo, el abandono de los cuidados corporales, la coquetería, la ropa simplemente para estar en casa, al abandono efectivo de intereses hasta estos momentos muy queridos, abulia, desgaste, cansancio insoportable.

Nuestra hipótesis es que los largos 6 meses de pandemia que obligadamente pasamos en cuarentena han producido una conmoción, un trastocamiento de los elementos que intervienen en la constitución subjetiva -S dividido, Falo, objeto a, Otro, S (A tachado)-. Y  una conmoción en el orden de la significación, que sabemos, es del Falo.

Es difícil hacer algo con la cercanía de la muerte. Creemos que en estos meses estamos en una especie particular de duelo. La muerte nos amenaza como muerte propia, y como muerte de seres queridos. Entonces, nombraríamos a esa coloratura, a esa tonalidad en la que nos parece se viene desenvolviendo la pandemia como duelo y como un tiempo de desfalicización. Como si se tratara de una especie de semiduelo, de una caída del Falo, que probablemente sea solidaria de una caída del Otro (los científicos, los gobernantes) y por momentos de la presentificación del S(/A), del agujero en el Otro.

El duelo

Nos serviremos para pensarlo del trabajo que realiza Jean Allouch sobre el análisis de Lacan del duelo de Hamlet. Hay en esta concepción del duelo un sacrificio en dos tiempos. El sacrificio del falo y luego el sacrificio del objeto a.

“El duelo no es solamente perder a alguien (un “objeto”, dice un tanto intempestivamente el psicoanálisis), es perder a alguien perdiendo un trozo de sí. Decimos: “pequeño trozo de sí” para marcar el valor fálico de esa libra de carne; lo que no prejuzga su tamaño que de todas maneras connotará el pequeño”. (2)

Creemos que estamos viviendo en un tiempo  caracterizado por este primer tiempo del duelo, que es la pérdida del falo, una desfalicización.

La posición de Allouch sobre el duelo es que hay duelo cuando lejos de recibir lo que sea del muerto, se suplementa la pérdida sufrida con otra pérdida, la de una parte de sí.” Ese “trozo de sí” que no sería ni de ti, ni de mí, y por lo tanto, de ti y de mí, pero en tanto tu y yo siguen siendo no distinguidos.” (3)  Toma una frase de Antonio de Shakespeare: “My heart is in the coffin there with Caesar” (4). Y el análisis del duelo que realiza se sostiene en dos lecturas posibles de esta frase: “en el duelo,  mi corazón  no está en su lugar porque me ha sido arrancado. Segunda lectura: está en el coffin y lo abandono en ese sitio que ahora lo reconozco, es verdaderamente el suyo. Este es el final del duelo”. (5)

En el análisis de Hamlet que realiza Lacan en el seminario El deseo y su interpretación afirma: (sesión del 22/4/59) (6)

“En otros términos, el agujero en el real provocado por una pérdida, una pérdida verdadera, esa suerte de pérdida intolerable en el ser humano que provoca en él el duelo, ese agujero en el real se halla, por esa misma función, en esa relación que es la inversa a la que promuevo ante ustedes bajo el nombre de Verwerfung. Por lo mismo que “lo que es rechazado del simbólico reaparece en el real”, la Verwerfung, el agujero de la pérdida en el real de algo que es la dimensión hablando propiamente intolerable ofrecida a la experiencia humana (que es no la experiencia de la propia muerte, que nadie tiene, sino la de la muerte de otro que es para nosotros un ser esencial), eso es un agujero en el real… que ofrece el sitio donde se proyecta precisamente ese significante faltante, ese significante esencial para la estructura del Otro, ese significante cuya ausencia vuelve al Otro impotente para darles a ustedes, ese significante que ustedes no pueden pagar más que con su carne y con su sangre, ese significante que es, esencialmente, el falo bajo el velo”.

Hay otras citas que pondremos a continuación que anticipan ese lugar que ocupará el objeto a cuando el falo se negativiza. Pero también nos resulta interesante tomar esa verdad indiscutible de la imposibilidad de tener la experiencia de la propia muerte. Sin embargo, vamos a retener al lado de esta afirmación, cerca, al costado, no de la experiencia, pero sí de la amenaza de muerte que la pandemia implica.

Allouch: “(…) ese llamado al simbólico frente al agujero en el real, ese significante, por supuesto será particular en cada caso, pero más allá de cuál sea esa particularidad, en el duelo, “se tratará siempre del significante fálico (como tal, velado)” (7)

 “Lacan radicaliza la función del duelo: “No hay relación de objeto sin duelo no sólo del objeto sino también de ese suplemento, de esa libra de carne fálica que el sujeto no puede sino sacrificar para tener acceso al objeto”. (8) Una especie de erótica del objeto ha tomado en el duelo como desvanecimiento del brillo fálico, del glamour de los objetos. Que afectaría tanto al objeto como a la imagen de sí.

Y a este duelo lo llamamos desfalicización. Una desfalicización que hace caer el encanto de las cosas que quedaron del otro lado del vidrio, de la ventana, del barbijo, de la máscara, lejos de las miradas, de los gestos, de los abrazos, del encuentro de los cuerpos.

Siempre hay un cierto abuso en las generalizaciones Este duelo/desfalicización quedaría ubicado como a medio camino del duelo real de los muertos añorados, como en una interrupción de ese proceso de duelo conceptualizado por Lacan y la lectura de Allouch que comentamos, que afectaría a la caída fálica, a ese sacrificio del Falo que sin embargo, no se pone en acto en el segundo movimiento de la pérdida del objeto a. Sería el momento después de que Hamlet sacrifica a Ofelia como Falo y antes de estar herido de muerte. Este sería el tiempo intermedio que llamamos la coloratura, el tono de la pandemia/cuarentena.

Poner vida en el horizonte

Queremos retomar la diferencia entre pandemia y cuarentena. En este caso nos basaremos en un artículo “El martillo y la danza”, escrito por Tomas Pueyo.(9) Es un artículo muy conocido y cuyas ideas han  guiado a casi todo el mundo como orientación para manejar la pandemia. Lo que propone el autor es que frente al momento de crecimiento exponencial del contagio y la infección es conveniente aplicar el martillo, que sería aproximadamente 15 días de cuarentena estricta, todo el mundo en sus casas para cortar drásticamente la cadena de contagios. Y sobre todo porque se desconoce dónde está localizado el virus, mientras tanto se prepara el sistema de salud. Luego comienza la danza que es una especie de convivencia inteligente con el virus, habiendo educado a la población sobre las medidas esenciales de cuidados. Y ahí hay que salir a la búsqueda del virus con testeos lo más amplios posibles, el rastreo de los contactos cercanos y su aislamiento. Y de este modo ir abriendo y cerrando barrios, zonas, ciudades, provincias, países, etc. Siempre centrados en localizar al virus y cercarlo.

Me resulta muy interesante tomar no solo el contenido del artículo como forma de lucha inteligente contra la pandemia. Sino también como metáfora de cómo lidiar con la muerte como significante Amo apelando al arte y la belleza. Dice Freud en Lo perecedero: “Un año después vino la guerra y robó al mundo todas sus bellezas” (10). La pandemia no es lo mismo que la guerra. Pero el tratamiento que se le dé a la pandemia hace la diferencia respecto de la desolación y la muerte. Años más tarde Freud, en la carta a Einstein (el porqué de la guerra) le dice: “Nosotros somos pacifistas porque tenemos intolerancia al rebajamiento estético implícito en la guerra” Y habla de dos intolerancias: al rebajamiento estético y a la crueldad. “Por ahora solo podemos decirnos: todo lo que impulse la evolución cultural obra contra la guerra”..(11)

Estamos convencidos que el tratamiento que se haga de la pandemia influye enormemente en la afectación psíquica de los ciudadanos implicados en ella. Porque pensamos que el encierro aporta también su cuota de Tanatos a la pandemia, terror al contagio, a salir a la calle. Cuando en CABA empezaron a abrirse posibilidades de salir a los espacios abiertos, las plazas, las mesitas afuera, etc. Muchos tardaron en hacerlo, y cuando finalmente se fueron decidiendo, lo hicieron con temor o con culpa. Tomaremos algunos ejemplos que nos parecen que trabajan en sentido opuesto a lo mencionado colocando vida en el horizonte.

El 21 de mayo 2020 en el aeropuerto vacío de Stutgart se realizaban conciertos una a una, de dos personas. El espectador elegía el instrumento y el artista, la pieza. En el mismo mes en Berlín la orquesta Filarmónica de Berlín, que dirige Daniel Barenboim cumplía 450 años y decidieron salir a dar conciertos en los patios y terrazas de los edificios. A estos ejemplos les llamamos contrarrestar la muerte poniendo vida en el horizonte. Entre fines de julio y principios de agosto, La Fenice, la Opera de Venecia, decidió prepararse para ofrecer sus obras siguiendo los cuidados indicados en todo el mundo. Realizaron un intercambio entre las plateas y el escenario. Quitaron las butacas de la platea -es un teatro más pequeño que la Opera de París o nuestro Teatro Colón- y colocaron allí a la orquesta manteniendo la distancia. Y el público se distribuyó también con distancia en el escenario y en los palcos. Estos ejemplos, de los que hay muchos más, nos parecen una manera de imaginar un futuro con una vida posible. Es colocar vida en el horizonte. No solo porque son eventos artísticos, sino también porque son una manera viviente de lidiar con el virus. Por eso nos llamó tanto la atención el artículo El martillo y la danza, -no encontramos la figura retórica que pudiera nombrar la ajenidad que las separa, quizás simple ajenidad- porque nos permite lidiar con la carga de muerte que trae la pandemia desde una alternancia vital de pelea contra ella, llamada danza, un arte bellísimo. Además esta estrategia que contrasta tanto estas dos palabras que parecen venir de universos distintos nos hablan de una recomendable alternancia entre Eros y Tánatos.

 

Bibliografía:

(1)  Bailly, J.C.: Adieu. Essai sur la mort des dieux. Citado por Alloouch en Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca. Pag. 377

(2)  Allouch, J.: Erótica del duelo en el tiempo de la muerte seca. Editorial Edelp.1996.pag. 411.

(3)  Allouch, J.:ibídem. pag 10

(4)  Shakespeare, W:  Julio Cesar. III.

(5)  Allouch, J: ibídem, pag 10

(6)  Lacan, J: El deseo y su interpretación, sesión 22/4/59.

(7)  Allouch, J: Ibidem, pag 299

(8)  Allouch, J: ibídem, 307

(9)  Pueyo, Tomas: El martillo y la danza.

(10)  Freud, S: Lo perecedero.1915

(11)  Freud, S: Carta a Einstein. El porqué de la guerra. 1932.