De amor y odio

 

 

El presente artículo aborda el surgimiento de los colectivos sociales como respuesta a los actos violentos (femicidios, racismo), actos que siguiendo los desarrollos freudianos son expresión de la pulsión de muerte, de la satisfacción de la agresión a expensas del semejante. En la eterna lucha entre Eros y Tanátos, los colectivos sociales (“ni una menos” “Black lives matters”), evidencian el amor como poder, el lazo social como trasformador de la realidad.

 

“Que el mundo fue y será una porquería, ya los sé” comienza el gran tango “Cambalache” y confronta con aquella frase, que denota cierta esperanza, con la cual Freud concluye “El malestar en la cultura”. Allí sostiene que el destino de la especie humana dependerá de que el desarrollo cultural logre dominar los problemas de la convivencia producto de la pulsión de muerte. Lo mismo no encuentra asidero en la realidad: violencia, explotación, discriminación, segregación siguen tan presentes en los vínculos de hoy como en los años del nacimiento del psicoanálisis. Se erigen, así como perennes los desarrollos freudianos respecto a las dificultades en las relaciones sociales en tanto las personas intentan satisfacer la necesidad de agresión a expensas del prójimo, y dado que la inclinación agresiva es una disposición originaria del ser humano fue y es necesaria la coerción externa, la creación de un ordenamiento tanto jurídico como religioso para regular los vínculos entre los individuos.

Pero la agresión no es sin el amor. El amor no en su versión sacrificial como la que esgrime Freud: la mujer abnegada por sus hijos junto a un hombre que solo la quiere como objeto de satisfacción sexual. Tampoco en el sentido de un amor universal, amor a todos por igual, tan sacrificial como el anterior. Sino el amor como “poder”, Eros en tanto fuerza de cohesión cuya función radica en unir a los individuos. El amor como respuesta a los actos violentos como el femicidio o los vinculados al racismo, solo por mencionar algunos. En este sentido, frente a la expresión del goce oscuro que violenta y aniquila el cuerpo o la subjetividad del otro, nos aunamos: “Ni una menos”, “Black lives matters” (las vidas negras importan) y muchos otros movimientos sociales que “protestan” frente a la injusticia y manifiestan la desilusión ante la monstruosidad de las acciones de las personas y los Estados.

Y así en estas “protestas”, en una sociedad caracterizada por el individualismo y la fragmentación florecen “colectivos sociales” que expresan la organización y acción conjunta en pos de una re-configuración social alternativa: una sociedad más justa, más democrática que inhiba la satisfacción directa de las pulsiones (Delgado, 2015)

Frente a la imposibilidad de erradicar la pulsión de muerte estos “colectivos” evidencian el esfuerzo del Eros por afianzarse en esa lucha contra Tánatos, modo de dar batalla a la hostilidad y la violencia, a la supremacía del goce de unos sobre otros. A partir del horror habilitan un lugar de encuentro, posibilitando lazos solidarios y de compañerismo.

Nacen así colectivos que evidencian el amor como poder: los lazos como transformadores de la realidad.

¿Quién puede prever el desenlace de la lucha entre Eros y Tánatos? se pregunta Freud a modo de cierre en “El Malestar en la Cultura”, contestándose en la misma frase al caracterizar a los contrincantes como “eterno” e “inmortal”: lucha inclaudicable en tanto el goce no es eliminable… pero el amor tampoco. Solo resta con nuestros actos, como individuos, grupos, sociedades torcer la balanza a favor de uno u otro.

 

Bibliografía

 

1- Delgado, O (2015) “La indignidad del estado terrorista argentina” En Conjeturas psicoanalíticas, O Delgado (Comp.). Buenos Aires Grama editores.

2- Freud, S. (1929) “El malestar en la cultura”. En Obras Completas, Buenos Aires Amorrontu editores, XXI.