Ensayo sobre el goce. Todavía, otra vez y aún el goce (Encore la jouissance)

Existe una causa última de toda actividad que Freud denomina desde el principio de su investigación, pulsión. Sus trazos se inscriben en un lazo misterioso entre cuerpo y aparato psíquico. Lo que Freud teoriza será llamado más tarde por Lacan, goce. El título del artículo utiliza la palabra “encore” en francés. Este término es muy interesante porque admite esa triple traducción: todavía, otra vez y aún. Como significante, nos acerca a una caracterización de esa fuerza silenciosa opaca y obstinada que se manifiesta como goce. El presente artículo constituye en parte una síntesis de mi tesis de maestría. Mi contribución es simple y tiene la intención de realizar principalmente una lectura de los aportes de diferentes autores que escribieron sobre el concepto de goce en un intento de definir un campo extenso y complejo de la enseñanza lacaniana.

La experiencia humana es una experiencia interna, del cuerpo. El goce siendo una de ellas, y como cualquier sensación o emoción, es irreductible al campo de la palabra y del lenguaje. De manera general, el goce se asocia con la pérdida de un estado de homeostasis, a la idea del Mal, de un exceso insoportable más allá del límite del placer. A lo largo de su enseñanza, Lacan hace de la noción de goce un campo. Un campo dinámico y en movimiento. El concepto cambia, se multiplica y se reinventa. En este ensayo, se encuentran diferentes definiciones del término que permiten construir un campo de sus diferentes variantes.

El diccionario de psicoanálisis propone la siguiente definición: “diferentes relaciones a la satisfacción a las que un sujeto de deseo y hablante puede acceder y experimentar en el uso de un objeto deseado”. (2009, p. 294). En su libro “La Jouissance”, Jean Luc Nancy lo define como “solitario, una experiencia irreductible al otro (…) una experiencia de aislamiento. No-compartible (2014, p. 39) donde el sujeto se encuentra “sujetado”. Lo describe también como un exceso que comporta una dimensión de destrucción que va hasta la muerte.

Según Jadin et Ritter,1 la elaboración de la noción de goce se efectúa en cuatro momentos teóricos marcados por textos fundamentales en cada etapa y puesto en relación con un concepto fundamental del psicoanálisis.

En los años cincuenta, la noción de goce hace su aparición asociada al concepto de deseo. Esto corresponde a los seminarios La relación de objeto, Las formaciones del inconsciente y El deseo y su interpretación. Es en la lección del 05 de marzo de 1958 que Lacan introduce el concepto de goce (él mismo dirá en La lógica del fantasma [30/05/1967] que se trata de un nuevo significante o de un significante introducido en lo real). El concepto es presentado como opuesto al de deseo. Durante este período, el deseo y el placer serán siempre de una cierta manera “barrera contra el goce” (Chemama, 2007, p. 24). Esta idea es fundamental en la construcción del concepto y será mantenida durante toda la enseñanza de Lacan. Más tarde, se enriquecerá de otros conceptos como la repetición, el objeto a y el cuerpo. Este primer tiempo de elaboración corresponde al 2do paradigma propuesto por Miller: la significantisation del goce. (En el primer paradigma: la imaginarisation, el goce se sitúa en el nivel del registro imaginario. La satisfacción imaginaria no está en relación con el sujeto sino con el yo). El goce mortificado por el hecho de pasar por el significante: al mismo tiempo que el significante anula el goce de la vida, lo restituye bajo otra forma. El goce fálico es el correlato del deseo significado.

Un segundo momento consiste en la formalización del concepto. Ella debuta con el seminario La ética del psicoanálisis, incluyendo un texto fundamental como Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano, hasta el seminario La Angustia. En el seminario La ética, Lacan afirma que el goce es el mal. Desarrollando, sobre todo, el goce en su calidad de prohibición, es decir, de Das Ding, la Cosa. La Cosa aquí siendo el Otro del Otro en referencia al “Otro prehistórico e inolvidable” de la Carta 52 de Freud. La madre viene en el lugar de das Ding por el Edipo. En el 3er paradigma: el goce imposible, Miller propone una discontinuidad y una ruptura con respecto a los dos primeros. El término imposible debe ser comprendido como sinónimo de real ya que este goce es fuera de lo simbólico y fuera de lo imaginario. Según Miller, el paradigma pone en valor la oposición entre significante y goce, pero también entre placer y goce: “El principio de placer aparece en alguna manera como barrera natural al goce, y entonces la oposición se establece entre la homeostasis del placer y los excesos constitutivos del goce” (1999, p.9).

En el tercer momento, en los años sesenta y setenta, Lacan desarrolla la noción de goce en su relación al cuerpo. Un texto esencial ilustra esta relación, se trata de la conferencia y debate del colegio de medicina en La Salpetrière intitulada El lugar del psicoanálisis en la medicina. Varias definiciones presentan la relación estrecha entre cuerpo y goce: “(…) un cuerpo es algo hecho para gozar, gozar de sí mismo (…)” (1966, p.772).

El goce concierne el cuerpo. Y en ese sentido, una definición incluye los términos de tensión y forzaje: “(…) lo que llamo goce en el sentido que el cuerpo es afectado, es siempre del orden de la tensión, del forzaje, del desgaste, hasta de la hazaña. Existe incontestablemente goce en un nivel donde comienza a aparecer el dolor, (…) en el nivel del dolor puede sentirse toda la dimensión del organismo que de otra forma queda velada.” (1966, p. 769). Una definición hermosa y simple se encuentra en el seminario El saber del psicoanalista: “el goce es la relación del ser-hablante al cuerpo” (02 diciembre 1971).

Miller propone su 4to paradigma en cuanto a su análisis del seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis: el goce fragmentado (en pequeños objetos a) o normal. Según Miller, Lacan contesta la separación fundamental entre significante y goce por los mecanismos de alienación y separación. A diferencia del paradigma anterior, una alianza se establece entre significante y goce gracias al objeto a en tanto elemento lógico esencial del lacanismo. Y en lugar de aparecer irreductible a lo simbólico, puede a la vez ser distinguida e inscripta en un sistema. Por los mecanismos de alienación y separación, el goce se fragmenta ya que la Cosa es elementarista. El objeto a es “una instancia mucho más modesta, reducida, y más manipulable que la cosa” (Miller, 1999, p. 11). La alienación es una operación de división del sujeto en el Otro donde la elección comporta una pérdida. El objeto a es un elemento de esta pérdida, y así un elemento de goce del hecho de la inscripción del sujeto en el orden simbólico: “Podemos entonces introducir los objetos de la pulsión como reparando, rellenando esta pérdida de vida. En el Seminario XI, “el goce aparece respondiendo a la alienación significante del sujeto bajo la forma del objeto, y es lo que Lacan llama separación” (1999, p. 12).

A partir de Radiofonía, y teniendo como seminario principal de este momento teórico Aún-Todavía, Lacan continua a articular la noción de goce con la de cuerpo. De manera general, la define como “(…) lo que no sirve para nada (…)” (1972-73, p. 7). Situando también el súper-yo como imperativo del goce: Gocen! sería el mandamiento super-yoico. Lacan desarrolla también la relación del goce al discurso. Todo discurso implica un saber y un poder, en una relación estrecha entonces, la posibilidad de gozar de ese saber. Este período debe ponerse en relación con el 5to y 6to paradigma de Miller denominados respectivamente goce discursivo y la no-relación. Según Miller, la definición de discurso reenvía a las nociones de alienación y de separación unificadas. De esta manera, con la noción de discurso, Lacan establece una relación originaria de los significantes al goce, del saber al goce. Esta relación está presente en todo discurso. La lectura de Miller, consiste en pensar que la relación primitiva se manifiesta de manera doble: en primer lugar, hay una des-perdición de goce por el hecho de entrar en el orden simbólico, el efecto del significante sobre el ser viviente es de mortificación del goce: “Es la pura y simple repetición que vale como repetición de goce” (p. 15). El goce es situado en la vertiente de la insistencia de lo simbólico. Luego, el objeto pequeño a como plus-de-gozar viene a ocupar el lugar de suplemento de goce en la economía subjetiva. El goce como das Ding es un goce imposible porque es fuera de lo simbólico. El goce recuperado por el objeto a como plus-de-gozar implica una lista de objetos que vienen al lugar de la falta: “La noción de plus-de-gozar en Lacan tiene por función de extender el registro de objetitos a (…) a todos los objetos de la industria, de la cultura, de la sublimación, es decir a todo lo que puede venir a colmar el menos phi, sin lograr hacerlo de manera exhaustiva” (p. 16). Si este paradigma es conceptualizado sobre la relación entre el significante al goce y al saber, el último, al contrario, es concebido en la no-relación: entre significante y significado, entre goce y Otro, y por supuesto entre hombre y mujer. No hay relación sexual porque hay goce escribe Miller: “No hay relación sexual quiere decir que el goce es en el fondo solitario e idiota” (p.21). El goce es goce Uno, quiere decir que no está en relación al otro. Miller distingue tres formas de goce Uno. La primera figura del Un-goce es el cuerpo propio como lugar de goce. La segunda versión es el goce fálico como goce masturbatorio del idiota. La tercera modalidad es el goce de la palabra en el sentido peyorativo del blablablá: “El lugar del goce es siempre el mismo, el cuerpo. Se puede gozar haciéndose una paja o simplemente hablando. Por el hecho que habla, el cuerpo no está sin embargo en lazo al Otro. Solo está atado a su propio goce, a su goce Uno” (p. 20)

Según Jadin y Ritter, en un cuarto momento de elaboración, la noción de goce se establece desde una perspectiva nodal. Los seminarios en juego en esta topología del nudo borromeo son R.S.I (197’-1975) y El Sinthoma (1975-1976). En este último seminario, Lacan propone una definición: “el goce es de lo real (…) el Goce de lo real comporta -es de lo que Freud se apercibió- comporta el masoquismo (…). El masoquismo que es el mayor del goce que da lo Real” (p. 52) Un texto fundamental marca este momento: la conferencia La Tercera (1974) para J-M Jadin, se trata de un momento de elaboración donde la topología del nudo borromeo permite a Lacan de afinar y redefinir el concepto reduciendo el gran abanico de formas de goce en dos: fálico y del Otro (2012, p. 460).

En una pluralidad de goces: el goce del cuerpo

En un campo conceptual vasto y complicado, las variantes nominativas del goce se multiplican: goce Uno, real, mítico, fundamental, puro, absoluto, del cuerpo (propio o del Otro sexo), de la imagen del cuerpo, de la vida, primero, pleno, fálico, sexual, semiótico, parasitario, de la palabra, de la parodia, del significante, lenguajero, del idiota, solitario, go-sentido (o goce-ntido?), del fantasma, sublimatorio, del ser (sexuado o de la significancia), del Otro (genitivo subjetivo o objetivo), de la Cosa, mortal, posible o imposible, asexuado o sexuado, obtenido o esperado.

Néstor Braunstein y Colette Soler interpretan tres formas de goce a partir de la enseñanza de Lacan. Braunstein propone que el goce representa un objetivo de la pulsión, definiéndola como la satisfacción de la pulsión de muerte (2005, p. 134). Como Jadin y Ritter, este autor considera también el goce como un campo sin homogeneidad y subordinado al campo de la palabra y del lenguaje. El autor propone la apelación de goce pre-verbal describiendo así un goce como innombrable y mítico por el hecho de habitar siempre y por siempre el lenguaje. El goce verbal es fálico y entonces subordinado a la castración. Por último, el goce post-verbal está más allá de la regulación del Nombre-del-Padre. Según este autor, este goce está fuera de la ley y merece también ser denominado goce del Otro o femenino.

En su libro “La jouissance, un concept lacanien” (Eres, 2009) Braunstein propone que el goce fálico, lenguajero y fuera-del-cuerpo permiten una separación entre dos goces corporales y fuera-del-lenguaje: un goce mítico, del ser o de la Cosa caracterizado por el hecho de estar perdido por efecto de la castración y el goce del Otro como goce femenino (p. 124-125).

Colette Soler propone tres formas de goce según su lectura de la Conferencia de Roma. El goce del Otro, haciendo irrupción en lo imaginario del cuerpo, fuera de lo simbólico. El goce fálico, fuera del cuerpo: “maquinado por el significante y como éste fragmentado, que va del goce del órgano a todas las formas de poder” (2011, p. 26). En fin, le go-sentido (joui- sens en francés) “el mas mental”, con origen en las representaciones y poniendo en juego lo imaginario del cuerpo.

El final de su artículo, JAM simplifica el complejo campo de elaboración del concepto. Según el autor, el goce es el Un-goce ya que Lacan establece conexiones entre los goces, los opone o los define uno en relación a otro. El Un-goce es el goce del cuerpo propio y no se “relaciona al Otro” (1999, p. 20) siendo también el goce de lo real. Esto, explica el autor, transforma en problemática la construcción teórica del goce del Otro hasta dudar de su existencia siendo del orden del goce sexual, del cuerpo del otro sexo al contrario del goce Uno asexuado y solitario. Parece que Miller no toma en cuenta la noción de Otro como lugar del significante para pensar el goce del Otro, que sería simplemente un goce sexual y femenino. Marcel Ritter indica que Lacan reducirá el campo de los goces a partir del seminario Encore (Aún - Otra vez - Todavía) y de La Tercera en dos formas: el goce fálico como suplencia en relación al goce del Otro. Este autor propone siete proposiciones nominativas o aspectos del goce:

El goce de la imagen del cuerpo en relación a la imagen especular del petit a o del doble como manera de introducir lo imaginario del cuerpo en la economía del goce. El goce del Otro que toma diferentes nominaciones en la enseñanza de Lacan. Al nivel del seminario La ética del psicoanálisis del goce de la Cosa. Como ha sido señalado anteriormente, el lugar de la Cosa esta ocupado por la madre como prohibida. La Cosa esta asimilada al mal, a la destrucción y a la pulsión de muerte. Entonces este goce de la Cosa puede ser llamado también goce mortal o fundamental. El goce del Otro corresponde también al Otro como lugar del significante, denominado en el seminario La Angustia como goce del ser de la significancia por su articulación con el lenguaje. Este designa también el goce Otro con respecto al goce femenino, lo cual puede ser comprendido como un goce que escapa a la regulación del falo. Lo que complejiza esta variante del goce es también el de (genitivo objetivo o subjetivo) abriendo la noción a dos vertientes: el sentido del genitivo subjetivo (es el Otro que goza) a ser articulado con el goce del cuerpo como lugar del Otro y con el goce femenino, Otro goce. El sentido del genitivo objetivo, caracterizado por la imposibilidad y la prohibición (el sujeto goza en/o del Otro) y se articula con la inexistencia de la relación sexual (Ritter, 2012, p. 497). Se trata del goce imposible del cuerpo del Otro.

El goce fálico o semiótico es contabilizable y parasita los otros goces. Puede relacionarse con el goce sexual como goce del ser sexuado ya que “en segundo plano es la inexistencia de la relación sexual. Y concierne el ser en relación al falo” (p. 28). El goce fálico se manifiesta a través de la significación fálica donde el lenguaje es puesto en juego y en su representación del lazo social. Esta forma de goce es posible pero limitada por la inscripción del Nombre del Padre, viniendo en suplencia del goce imposible del Otro.

El goce de la vida está en relación al goce del cuerpo. El goce aquí es entendido como una función del cuerpo real, teniendo en cuenta los aportes de Psicoanálisis y Medicina (Lacan, 1966) donde el goce es definido como una tensión que encuentra sus raíces en el cuerpo. Antes de ser captado por lo simbólico, el organismo viviente es una “sustancia gozante” (Lacan, 1972-1973, p. 24-26). Pero para el hablantser (parlêtre en francés) este periodo supuesto pre-simbólico no existe. Siempre capturado por los significantes del Otro, el sujeto no va a cesar de intentar recuperar este goce de la vida, también denominado goce mítico o puro, por la vía de afectos o síntomas como modo de gozar. Si el concepto de goce de la vida puede ser asimilado al de goce del cuerpo es porque el cuerpo es designado como un cuerpo “al natural”. El goce del cuerpo es propiedad de “toda vida” y “la única variedad de goce que es accesible a la experiencia” (p. 436).

En La Tercera Lacan indica: “(…) el goce del cuerpo en tanto es goce de la vida, (…) este objeto a, separa este goce del cuerpo del goce fálico” (1975, p. 190). En el texto, el goce del cuerpo es asimilado al goce de la vida, mientras que el goce fálico comporta una dimensión de parásito en la vida psíquica. Esta así atribuyendo al objeto a una función de separación porque a través de la regulación del falo el goce lenguajero se vuelve accesible. Pero más allá del blablabla, queda un goce imposible a simbolizar: el goce Otro.

Para Lacan, a partir del Seminario Aún - Otra vez, todo lo que afecta el cuerpo puede ser pensado como un modo de goce. Hay modalidades de goce más lenguajeras o más somáticas pero un lazo singular entre cuerpo y lenguaje puede siempre establecerse. Las inscripciones simbólicas se hacen en el cuerpo como lugar del Otro. La marca del significante se inscribe en el cuerpo: “Podemos pensar que el cuerpo simbólico se incorpora, no sabemos cómo, en el cuerpo orgánico” (Jadin, 2012, p. 257). Es así como podemos leer en el Seminario Aún, la introducción de la terminología cuerpo-hablante para dar cuenta de la relación del cuerpo con el registro simbólico. El cuerpo no es nunca el cuerpo al natural pero su sustrato es inevitablemente lo real del cuerpo. Está tocado por el significante, es el cuerpo como lugar del Otro. Una primera cita resume esta idea: “un cuerpo se goza de corporizarlo de manera significante” (Lacan, 1972-1973, p. 26).

El goce Uno es siempre goce del cuerpo propio, solitario, idiota porque el goce del Uno es imposible. El goce como mal, no hace lazo con el Otro social. Sin embargo, es inseparable del anudamiento entre cuerpo y lenguaje. El Otro como tesoro de los significantes es un lugar en el sujeto. Una segunda cita permite resumir la noción de goce: “El goce del cuerpo…del Otro que lo simboliza” (p. 8). En esta frase, el goce del cuerpo se presenta anclado en lo fisiológico, pleno, perdido. Ese cuerpo es simbolizado por el Otro. De esta forma un goce imposible, el del cuerpo del Otro puede ser recuperado en el propio cuerpo por efecto de la simbolización. El propio cuerpo es un cuerpo del Otro.

 

1 Jadin et Ritter (2012). La jouissance au fil de l’enseignement de Lacan. Toulouse : Eres.

 

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