Trastorno Límite de la Personalidad: estigma social

Las personas con trastorno límite de la personalidad (TLP) se caracterizan por tener dificultades para reconocer y controlar sus emociones. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición (APA, 2014), el TLP se encuentra caracterizado por un patrón dominante de inestabilidad de las relaciones interpersonales, de la autoimagen y de los afectos, e impulsividad intensa, que comienza en las primeras etapas de la edad adulta y está presente en diversos contextos. Así es como viven las emociones de forma extrema y cambiante. Pueden sentirse deprimidos durante unas horas o días, luego eufóricos porque han experimentado un evento positivo. También tienden a reaccionar de forma violenta o inapropiada. En este sentido, otra característica de este trastorno es la falta de control de los impulsos, que se manifiesta en conductas de riesgo, como gastar demasiado dinero, engullir alimentos, abusar de sustancias. O incluso lesionarse e intentar suicidarse. Muchas veces estos comportamientos aparecen como una necesidad de regulación emocional. También experimentan sentimientos crónicos de vacío. Ellos son los que sufren, como así también quienes los rodean.

En condiciones de estrés severo, las personas con TLP pueden experimentar temporalmente sensaciones o sentimientos que no se basan en la realidad, incluidos síntomas psicóticos, como alucinaciones o delirios, y síntomas de disociación, como distracción injustificada, confusión, problemas de identidad (APA, 2014).

Todo esto les dificulta relacionarse con los demás. Las personas con TLP a menudo tienen un miedo excesivo a ser abandonadas. Por eso tienden a construir relaciones estresantes e inestables. También pueden cambiar de opinión sobre los demás, lo cual refleja su forma extrema e inflexible de ver el mundo.

El TLP es un trastorno en el que la biología parece interactuar de diversas formas con los factores ambientales, produciendo manifestaciones clínicas heterogéneas, por lo que se suele considerar un trastorno polimorfista: algunos pacientes son más impulsivos, otros más deprimidos, otros más retraídos. En los últimos años, se han publicado datos que muestran que las partes del cuerpo de las estructuras cerebrales involucradas en el procesamiento emocional son más pequeñas en los pacientes con TLP. Además, algunas de estas áreas tienden a ser hiperactivas, como la amígdala, un área importante para lidiar con las emociones negativas. Sin embargo, todavía no sabemos si estos son la causa del trastorno o si son el resultado de un trastorno en el cerebro. (Gonda et al., 2011; Tadic et al., 2010; Wagner et al., 2009).

Los trastornos psiquiátricos comórbidos más comunes en el TLP son los trastornos narcisistas y de ansiedad, con una prevalencia de por vida de aproximadamente el 85%, seguidos de los trastornos por uso de sustancias en aproximadamente el 79%. Se han informado tasas de coexistencia de otros trastornos psiquiátricos en el TLP del 1% al 83% para la depresión mayor, del 12% al 39% para las arritmias y del 39% para los trastornos psicóticos narcisistas. (Bateman, O'Connell, Lorenzini, Gardner & Fonagy, 2016).

Existen varios tratamientos que pueden ayudar a las personas con TLP. Predominan las terapias centradas en la regulación emocional. Además, existen alternativas farmacológicas que son útiles para controlar algunos síntomas, como los cambios de humor, la impulsividad o la depresión.

El foco en el trabajo sobre la regulación de las emociones en estos pacientes se funda en el rol central que ocupa la regulación emocional disfuncional en la caracterización de la sintomatología presente en el TLP. Los individuos con TLP muestran una alta sensibilidad a los estímulos emocionales, una elevada intensidad emocional y un lento retorno al estado basal después de un episodio de excitación (Johnson, Hurley, Benkelfat, Herpertz & Taber, 2005).

Los trastornos mentales son una patología en auge en nuestra sociedad. Se estima que 450 millones de personas en todo el mundo padecen un trastorno mental o de comportamiento. (WHO, 2000) A pesar de la alta incidencia, las personas con enfermedad mental a menudo son excluidas y marginadas de la sociedad, afectando a su dignidad y autoestima y a su desempeño social y laboral. (Lee, 2002).

Estas dificultades se reflejan asimismo en el contacto que estas personas establecen con el personal de instituciones de salud. Un estudio (Markham, 2003) demostró que el personal de enfermería presentaba menor rechazo y mayor percepción de peligrosidad ante pacientes con diagnóstico de esquizofrenia que frente aquellos con diagnóstico de TLP. Se demostró en general una mayor negatividad en el abordaje del trabajo terapéutico con los pacientes que son diagnosticados con dicho trastorno.

Tales circunstancias psicosociales provocan que estos pacientes internalicen la estigmatización sufrida, en tanto toman para sí aquellos prejuicios sociales que impactan sobre sus vínculos; al mismo tiempo que perciben con particular sensibilidad el rechazo social de parte de las demás personas (Grambal, Prasko, Kamaradova, Latalova, Holubova, Marackova, Ociskova & Slepecky, 2016).

Como resultado, las personas con trastorno límite de la personalidad se enfrentan a dos tipos de problemas: los problemas que surgen directamente de su trastorno, que a menudo son intermitentes y controlados por intervenciones cada vez más efectivas, y los problemas relacionados con la discriminación que, por el contrario, tienden a ser más permanentes y persistentes, además de difíciles de combatir, convirtiéndose en uno de los principales obstáculos para la recuperación. La lucha contra el estigma se considera una de las prioridades del plan de salud mental para los próximos años. La Declaración de Helsinki de la Organización Mundial de la Salud en la Conferencia Ministerial Europea con el Consejo Internacional de Enfermeras y la Declaración Europea sobre Salud Mental (2000) establecieron la lucha contra el estigma de los trastornos mentales.

Por este motivo, cabe destacar la importancia del Proyecto de Investigación UBACyT 2018-2021, 20020170100279BA, Estrategias terapéuticas implementadas por efectores y usuarios del sistema de salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires frente a la problemática de la depresión, la vulnerabilidad social, psicológica y problemas clínicos asociados, dirigido por Martín Etchevers donde se encuentran dos proyectos de tesis doctoral destinados a estudiar los TLP y sus características centrales, como  la desregulación emocional y la vulnerabilidad social asociada al mismo.

Para finalizar, ambas tesis permitirán pensar estrategias específicas para la población socialmente vulnerable, desarrollar y adecuar dispositivos terapéuticos para que ésta obtenga mejores formas de asistencia que se adecuen a sus necesidades.

Asimismo, la atención de sectores socialmente vulnerables suele ser más movilizante por la escasez de respuestas frente a la magnitud de los problemas y obtener conocimientos concretos a través del Proyecto 20020170100279BA brindaría mayores herramientas a los profesionales de la salud mental.

 

Bibliográfía

American Psychiatric Association., Kupfer, D. J., Regier, D. A., Arango López, C., Ayuso-Mateos, J. L., Vieta Pascual, E., & Bagney Lifante, A. (2014). DSM-5: Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (5a ed.).

Bateman, A. y otros (2016) A randomised controlled trial of mentalization-based treatment versus structured clinical management for patients with comorbid borderline personality disorder and antisocial personality disorder. BMC Psychiatry. doi: 10.1186/s12888-016-1000-9. PMID: 27577562; PMCID: PMC5006360.

Gonda, X., Fountoulakis, K.N., Harro, J., Pompili, M., Akiskal, H.S., Bagdy, G., Rihmer, Z., (2011). The possible contributory role of the S allele of 5-HTTLPR in the emergence of suicidality. J. Psychopharmacol. 25, 857–866. https://doi.org/10.1177/0269881110376693

Grambal, A., Prasko, J., Kamaradova, D., Latalova, K., Holubova, M., Marackova, M., Ociskova, M., & Slepecky, M. (2016). Self-stigma in borderline personality disorder - cross-sectional comparison with schizophrenia spectrum disorder, major depressive disorder, and anxiety disorders. Neuropsychiatric disease and treatment, 12, 2439–2448. https://doi.org/10.2147/NDT.S114671

Johnson, P. A., Hurley, R. A., Benkelfat, C., Herpertz, S. C., & Taber, K. H. (2005). Understanding emotion regulation in borderline personality disorder: Contributions of neuroimaging. Focus, 15(3), 397-483.

Lee, S. (2002). The stigma of schizophrenia: a transcultural problem. Current Opinion in Psychiatry. 15 (1):37-41.

Markham, D. (2003). Attitudes towards patients with a diagnosis of “borderline personality disorder”: Social rejection and dangerousness. Journal of Mental Health, 12(6), 595–612. doi:10.1080/09638230310001627955

Tadic, A., Elsasser, A., Storm, N., Baade, U., Wagner, S., Baskaya, O., Lieb, K., Dahmen, N., (2010). Association analysis between gene variants of the tyrosine hydroxylase and the serotonin transporter in borderline personality disorder. World J. Biol. Psychiatry 11, 45– 58. https://doi.org/10.3109/15622970903406226

Wagner, S., Baskaya, O., Anicker, N.J., Dahmen, N., Lieb, K., Tadic, A., (2010). The catechol o-methyltransferase (COMT) val(158)met polymorphism modulates the association of serious life events (SLE) and impulsive aggression in female patients with borderline personality disorder (BPD). Acta Psychiatr. Scand. 122, 110–117. https://doi.org/10.1111/j.1600-0447.2009.01501.x

WHO International Consortium in Psychiatric Epidemiology, (2000). Cross-national comparisons of the prevalence and correlates of mental disorders. Bulletin of the World Health Organization; 78: 413-414.