Adversidad y resiliencia en adolescentes

El objetivo del presente trabajo es presentar algunas reflexiones sobre los factores de riesgo y protectores en adolescentes frente a las vivencias de adversidad, teniendo en cuenta la situación del contexto actual. Los adolescentes frente a la adversidad, son sujetos especialmente “vulnerables” y proclives a múltiples posibilidades de riesgo. Sin embargo, los factores protectores se constituyen en un conjunto de capacidades que favorecen la resiliencia. La familia, la escuela y los grupos de pares durante la adolescencia propician espacios de contención facilitando las habilidades que transforman los sucesos desfavorables en situaciones de fortalecimiento del autoconcepto, la autonomía y la inclusión social.

La adolescencia es uno de los períodos más críticos para el desarrollo de una persona. Por tanto, es importante preparar a la familia y a las instituciones educativas para poder afrontar situaciones de riesgo o adversidad, propios de esta etapa y crear recursos protectores, de ajuste psicológico y social en los adolescentes.

Las situaciones de adversidad en la adolescencia, involucran distintos procesos, tales como: angustias, dudas y temores que van insistiendo en su desarrollo, posibilitando la capacidad de enfrentar o superar dichos obstáculos en virtud de la construcción propia de una identidad más madura. Las respuestas de distintos adolescentes a la misma situación adversa muestran las diferencias en el complejo entramado de su identidad y el contexto que lo precede. (Melillo, 2001).

La vivencia de adversidad por parte de los adolescentes, es una situación bastante común, en función a las exigencias de esta etapa evolutiva, en la que los sentimientos y pensamientos se sobredimensionan producto de factores biológicos, psicológicos y sociales. La adolescencia como fase intermedia entre la niñez y la adultez coloca al sujeto frente a un conjunto de desafíos que en muchas oportunidades sobrepasan las posibilidades del mismo. Los adolescentes frente a la adversidad, son sujetos especialmente “vulnerables” y proclives a múltiples posibilidades de riesgo. Sin embargo, la historia personal de los adolescentes, con situaciones favorables o adversas, va dando cuenta de las distintas formas de adaptación a circunstancias conflictivas, lo que muestra que cada adolescente elabora de forma diferente una experiencia similar. (Gómez de Giraudo, 2000).

Asimismo, en ciertas circunstancias los eventos desfavorables y potencialmente peligrosos pueden fortalecer a los adolescentes frente a eventos similares. Es importante considerar que ciertas experiencias desagradables que deben enfrentar, son fundamentales para desarrollar las capacidades necesarias para superar otros obstáculos. Estas experiencias facilitan la flexibilidad, fortalecen y preparan para superar conflictos propios de la historia de vida, puesto que los adultos no estarán siempre para ellos, ni tampoco pueden asumir la capacidad de controlar o evitarles determinadas situaciones. Los jóvenes deben creer y confiar en sus propias fortalezas, para lo cual deben primero percibirlas y reconocerlas, de modo de poder hacer cambios que los conduzcan a efectos adaptativos en su identidad y, a su vez, en su conducta. La auto-percepción de la superación es de suma importancia, porque esto implica la incorporación de una fortaleza en el concepto personal. Es posible que esas elaboraciones los lleven a una movilización y a un cuestionamiento de sus necesidades y los concientizar los recursos que tienen para enfrentar diversas situaciones de la vida. (Rutter, en Kotliarenco et. al. 1997).

Cuando se habla de posibilidades o factores de riesgo, se hace referencia a todo evento o situación de tipo hereditario, congénito, personal, familiar o social, donde la ausencia, presencia, el déficit o exceso, facilitan o aumentan la probabilidad de generar un daño en el desarrollo de una persona. El riesgo implica la probabilidad de que la presencia de uno o más factores, incrementen la aparición de consecuencias adversas para la salud, el proyecto de vida y la supervivencia personal o de otros. (Mesías, en Melillo 2001).

Pero del mismo modo, es importante señalar una serie de factores protectores que serían los que interactúan previniendo la exposición al riesgo en los adolescentes. Esos factores se centran generalmente en la competencia social (habilidad para manejarse, comunicación, empatía, solidaridad y pertenencia grupal), en la resolución de dificultades (capacidad para buscar alternativas, flexibilidad, no agobiarse ante las circunstancias difíciles y pensar que cada problema tiene su solución), en la autonomía (desarrollo de sí mismo como persona) y capacidad de planificación del futuro. (Brañas, 2001).

Siguiendo esta línea, se puede señalar a la resiliencia, que nace de la constatación de que algunas personas resisten mejor que otras situaciones de alto riesgo, que se desarrollan psicológicamente sanos y con buenas tendencias a la adaptación. (Rutter, en Kotliarenco, et, al, 1997).

Se ha demostrado que esta capacidad es resultado de las interacciones entre el individuo, sus semejantes, sus condiciones de vida y su ambiente vital. También se la ha definido como la capacidad humana, para enfrentar, sobreponerse y salir fortalecido o transformado por experiencias de adversidad. (Melillo, A., 2001).

Según Barudy y Dantagan (2005), la resiliencia es la capacidad de una persona para seguir proyectándose en el futuro a pesar de los acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves, teniendo una aplicación social, educativa y psicoterapéutica.

El concepto de resiliencia es un proceso y abarca algunos componentes relevantes como son: la flexibilidad, la habilidad para manejar las emociones, la identificación del antecedente y el consecuente, la autonomía e independencia, la capacidad de cooperación y la percepción de los factores de riesgo. (Peker, Rosenfeld, 2007).

En la actualidad la sociedad está atravesada por una serie de factores ligados a la destrucción y la muerte. La actual pandemia ha puesto a la humanidad frente a una adversidad impensada, provocando miedo, ansiedad y distanciamiento social. Para los jóvenes, el prolongado aislamiento ha incidido, en una gran mayoría de casos, sentimientos ligados a la fragilidad, depresión y ansiedad. La ausencia de lugares de encuentro con pares en la escuela o de recreación a través de los deportes o bailes aumentaron los sentimientos de vulnerabilidad y baja autoestima. Los recursos tecnológicos en muchos casos ayudaron a mantener los vínculos, pero no superaron la calidad del contacto personal y del ritmo de vida habitual. Sin embargo, la habilidad de los jóvenes para transformar las situaciones dolorosas a través de los intercambios con sus grupos de pares y con sus familias, contribuirían a la superación de la adversidad.

¿Pero, es posible propiciar capacidades resilientes en los adolescentes frente a estas nuevas adversidades? El enfoque de la resiliencia señala que es de suma importancia “promover” el desarrollo de las potencialidades de las personas en situaciones de adversidad. Este enfoque se refiere a que, en cualquier situación, es posible promover procesos resilientes, siendo necesario identificar aquellas características positivas que se encuentran presentes.

Los proyectos relacionados con la capacidad de planificar favorecen el desarrollo de la resiliencia. Es un recurso interno que actúa como factor protector que depende de la libertad y autonomía para enfrentar la adversidad. (Garmezy y Masten,1991).

La resiliencia nos incita a considerar no solo a la persona, sino también a su red de relaciones sociales, ya que la resiliencia se desarrolla en un contexto social determinado.

Barudy y Dantagnan (2005), señalan que, para promover la resiliencia, tanto desde las familias como desde las instituciones, deberían trabajar favoreciendo: una vinculación afectiva segura y continua con un adulto significativo que pertenezca a la red familiar; espacios de reflexión en el área de la educación, deportiva y recreativa, la habilitación de vínculos con pares que permitan dar sentido o significado a las experiencias; apoyos psicosociales en base a las nuevas redes de comunicación; y el acercamiento a experiencias placenteras, creativas y artísticas.

Finalmente, el objetivo de la promoción de resiliencia es lograr personas y comunidades que puedan ganar en autonomía y en integración, así como en sus posibilidades de crítica y transformación, respecto de las adversidades con las que lidian. (Llobet y Wegsman, 2004).

 

Referencias bibliográficas

Barudy, J. y Dantagnan, M. (2005). Los Buenos Tratos a la Infancia: Parentalidad, Apego y Resiliencia. Ed. Gedisa. Barcelona. España.

Brañas, P. (2001) La 'resiliencia' es una cualidad que previene actitudes de riesgos juveniles. [Fecha de consulta: 22 de abril 2017] Disponible en: http://www.diariomedico.com/entorno/ent220501com.html

Garmezy, N. y Masten, AS (1991). “El papel protector de los indicadores de competencia en niños en situación de riesgo”. En EM Cummings, AL Greene y KH Karraker (Eds.), Psicología del desarrollo a lo largo de la vida: perspectivas sobre el estrés y el afrontamiento. Hillsdale, Nueva Jersey: Lawrence Erlbaum

Gómez De Giraudo, M.T. (2000). Adolescencia y Prevención: conducta de riesgo y resiliencia. II Jornadas de Formación: Niñez y Adolescencia en Situación de Riesgo. Facultad de Psicología y Psicopedagogía. Universidad del Salvador. [Fecha de consulta: 11 de julio 2016] Disponible en: http://www.salvador.edu.ar/ua1-9pub01-4-03.htm

Kotliarenco, M. A. y otros. (1997). “Resiliencia, Construyendo en Adversidad”. CEANIM. Chile.

Llobet, V. Y Wegsman, S. (2004). “El Enfoque de Resiliencia en los Proyectos Sociales: Perspectivas Y Desafíos”. Rev. de Psicología Universidad de Chile. Vol. XIII N° 1.

Melillo, A. (2001). Descubriendo las Propias Fortalezas. Ed. Paidós. Tramas sociales. Buenos Aires. Argentina.

Peker, G; Rosenfeld, N. (2007) “Hallazgo de factores protectores en adolescentes resilientes mediante una técnica proyectiva de evaluación psicológica”. Adolescencia y Resiliencia. Munist, M. et al 2007. Ed. Paidos. Buenos Aires. Argentina.