¿Qué nos hace humanos?

 

En este trabajo se busca explorar la idea de empatía como intrínseca al ser humano. Este concepto tomado del mundo del arte por la psicología se fue desarrollando a lo largo del Siglo XX. Las autoras proponen los Proyectos de Emprendimiento Social entre otras propuestas, como aporte para desarrollar la empatía en el aula.

La vida no es de nadie, todos somos la vida -pan de sol para los otros, los otros todos que nosotros somos- soy otro cuando soy, los actos míos son más míos si son también de todos, para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia, no soy, no hay yo, siempre somos nosotros.

En esta cita de Piedra de Sol, Octavio Paz, el gran escritor mexicano, interpela nuestro ser con otros. ¿Podemos pensarnos solos? ¿Pensarnos sin otros? ¿Sin vínculos, sin interacciones? ¿Qué nos constituye? ¿Qué nos hace humanos?

Una anécdota de la antropóloga Margaret Mead, que relata Byock en su libro: La mejor atención posible. La Búsqueda de un médico para transformar la atención hasta el final de la vida, puede comenzar a orientarnos hacia una respuesta al interrogante planteado en el título. Byock cuenta que ante la pregunta de un estudiante acerca de cuál consideraba Mead que era el primer signo de civilización en una cultura, la respuesta esperada era del tipo: una olla, piedras de moler, en fin, algún artefacto. Pero Mead sorprendió a su alumno, diciéndole que el primer signo de civilización en una cultura antigua era un fémur sanado. La antropóloga le aclaró que en el reino animal la rotura de una pierna equivale a la muerte ya que el animal no puede huir del peligro ni buscar comida; ningún animal sobrevive el tiempo necesario para que un hueso sane. Aclaró luego, que el fémur en sociedades sin atención médica tarda aproximadamente 6 semanas de descanso para soldarse. Un fémur sanado muestra que alguien se ocupó de esa persona, le ofreció protección en un lugar seguro y se ocupó de cazar por él hasta tanto sanó. El primer signo de civilización es un fémur sanado, la empatía vista en ayudar a alguien en las dificultades es el punto donde comienza la civilización.

El concepto de empatía, central y constitutivo de nuestra humanidad, data de poco más de un siglo y se originó en el mundo del arte. Se lo utilizó para describir la proyección imaginaria de uno mismo en una obra de arte, como modo de acercarse a la comprensión acerca de por qué el arte nos conmueve.

Fue Theodor Lipps, un filósofo que buscaba comprender el por qué el arte nos afecta de manera tan poderosa, quien propuso una hipótesis considerada radical en su época, afirmando que el poder de su impacto radicaba no en la obra de arte en sí, sino en la síntesis entre el espectador y el acto de mirar. En la tesis de Vischer (1873) Lipps encontró un término adecuado para su idea: einfühlung, literalmente sentir dentro. El psicólogo Edward Titchener lo tradujo al inglés en 1909 como empathy, empatía; derivado del griego empatheia.

Sigmund Freud (1920), quien admiraba a Lipps, avanzó sobre este concepto y recomendó a los psicoanalistas la empatía como herramienta para comprender a sus pacientes. Instaba a sus alumnos a observar a sus pacientes no desde un lugar de juicio, sino de empatía, desplazándose hacia el fondo como órganos receptivos e intentando ponerse en el lugar del otro. Autores como Ferenczi, Adler y Buber, consideran la empatía como una cualidad autónoma del hombre, es decir, una capacidad innata a la raza humana.

Reik (1949), por su parte, apunta que la peculiaridad de la voz o de la mirada revela en muchas ocasiones más que las palabras. Describe una serie de fases en el proceso empático que comienzan con la identificación con el otro, luego incorporando al otro en nuestro interior y asumiendo sus experiencias como propias. Finalmente, el Yo interactúa con el yo del otro, para poder separar y usar la razón ganando distancia. Esto permite realizar un análisis objetivo.

Brené Brown (2010), investigadora en la Universidad de Houston, caracteriza la empatía como el sentir con el otro. Asimismo, ubica a la vulnerabilidad como la raíz de todas las emociones y sentimientos, afirmando que en la raíz de la posibilidad de sentir se encuentra la vulnerabilidad.

Este es un giro interesante, la conexión con la propia vulnerabilidad, actitud que en el mundo de hoy es calificada de manera negativa. ¿Podrán contar los jóvenes entonces con oportunidades de bucear en el interior de la propia fragilidad, instancia que favorece la conexión con las propias emociones y las de los otros? Este camino de vulnerabilidad y aceptación de uno mismo va a permitir la conexión con el otro: la empatía, que se fortalece con la práctica.

Para Carl Rogers (1975), la empatía más profunda y efectiva existe cuando se puede sentir físicamente en nuestro interior lo que le está sucediendo a la otra persona. Plantea la idea movilizadora del cálido encuentro comunicativo entre dos personas que se daría cuando se sienten realmente los sentimientos del otro, aunque no sea en el mismo grado.

Según Goleman (2015), esta competencia es la que permite registrar las emociones, necesidades y deseos de los otros; poniendo foco en el desarrollo de la conciencia de sí: autoconocimiento, ya que la comprensión de los sentimientos de los otros fluye del registro de los propios. En este punto, José A. Marina Torres (2010) va más allá, haciendo una interesante distinción entre el término empatía y compasión. Para este autor la compasión, a diferencia de la empatía, pone en juego un sentimiento de comprensión respecto del dolor ajeno, promoviendo conductas de ayuda. Acordamos plenamente con esta idea de la compasión que necesita de la identificación con el dolor ajeno, pero además moviliza a intentar mitigarlo.

En este recorrido por el desarrollo del término empatía, incluimos a Roman Krznaric, autor de varios libros entre ellos Empathy: Why It Matters, and How to Get It (Empatía: por qué es importante y cómo desarrollarla) porque categoriza los seis hábitos de las personas altamente empáticas, los cuales podrían plantearse como ejes a desarrollar en las aulas.

En sus observaciones constató que las personas altamente empáticas conservan la natural curiosidad de los niños frente a las personas que los rodean y por eso suelen acercarse a conversar con las personas que van encontrando más allá de su círculo de conocidos, por lo cual propone el desafío de mantener una conversación con un extraño cada semana.

Otro punto que destaca es la posibilidad de apreciar individualidades en lugar de generalizar con etiquetas colectivas. ¿Se brindan espacios que promueven el conocimiento de los otros en tanto iguales a la vez que diferentes? ¿Qué lugar adquiere lo diferente? Interrogantes que invitan a repensar el rol y las prácticas en la formación de los niños y adolescentes. Hoy es un aspecto que requiere de una especial mirada. La propuesta es incorporar y valorizar en el trabajo diario con los alumnos espacios en los que se propicie el trabajo del autoconocimiento y del conocimiento del otro. De esta manera se estaría revalorizando el vínculo y el valor que la individualidad y su aporte desde la diferencia hacen al mismo.

Krznaric también plantea como hábito de las personas altamente empáticas, el probar la vida de otras personas. La empatía experiencial es un desafío a superar las propias barreras. En su libro plantea el ejemplo de George Orwell, quien, luego de varios años como oficial inglés en Burma en los años 20, volvió a Inglaterra dispuesto a experimentar la vida de los marginados por lo cual se vistió de vagabundo y vivió entre ellos en las calles de Londres. Narró su experiencia en Vagabundo en París y Londres y pudo cambiar su cosmovisión además de forjar amistades diferentes. Parece una interesante experiencia para trabajar con nuestros alumnos desde el relato o la lectura del libro. Podría servir de disparador para actividades de solidaridad hacia otras comunidades y el trabajo concreto en aprendizaje servicio.

Otro rasgo que menciona este autor es el de la entrega hacia el otro con una buena escucha: el arte de la buena escucha debe acompañarse con una verdadera y genuina apertura, la cual nos hace vulnerables.

Se asume que la empatía se establece a nivel individual pero las personas altamente empáticas entienden que la empatía puede ser también un fenómeno de masas que produzca también cambio social. Por lo cual estas personas altamente empáticas inspiran movimientos masivos y cambio social: movimientos como el abolicionismo en los siglos 18 y 19 se apoyaron en la empatía humana. En el trabajo en el aula se puede pensar en un proyecto para profundizar en estos movimientos, o en algunos contemporáneos como los relativos al cambio climático, por ejemplo. También se puede plantear cómo utilizar las redes sociales para que transmitan no sólo información, sino conexión empática. Actividades a partir del armado de un Facebook, por ejemplo, pensando en un usuario imaginario, sus características y el análisis de sus posteos.

Por último, Krznaric plantea el desarrollar una imaginación ambiciosa: Tendemos a pensar que la empatía debe direccionarse hacia los marginados o sufrientes pero este concepto va un paso más allá y propone extenderla hacia aquellos con los cuales no compartimos valores y cuyas ideas pudieran ser antagónicas a las nuestras. Empatizar con los adversarios es la ruta a la tolerancia social. Ese fue el motor de Gandhi cuando dijo, durante los conflictos entre hindúes y musulmanes en 1947: Soy Musulman, y soy Hindú, y soy Cristiano y Judío.

A la luz de las características de las personas altamente empáticas que se fueron desarrollando, pueden realizarse distintas propuestas a la vez que pensar las propias intervenciones en el aula, abriendo espacios de reflexión frente a situaciones de intolerancia, desvalorización, falta de empatía y agresiones verbales. Si se dejan pasar situaciones, por insignificantes que parezcan, se brinda un mensaje contradictorio; si se pasan por alto pequeñas agresiones se les resta importancia habilitando ese modo de comunicación.

El movimiento de la vida es un proceso de constante devenir; si uno cesa este proceso de llegar a ser, simplemente deja de ser. Esto toma vuelo en la frase de T.S. Eliot: Para llegar a ser lo que no eres, debes tomar el camino en el que no estás.

Una propuesta para aventurarse en este camino puede ser la puesta en acción de los Proyectos de Emprendimiento Social cuyo objetivo es mejorar las condiciones de vida de la comunidad cercana, como manera de desarrollo de lo propiamente humano: la empatía por sobre todo.  

Los Proyectos de Emprendimiento Social se originan a partir de la interpelación de la realidad con la intención de hacer algo para mejorarla. Es a partir de una actitud empática que se llega a comprender dónde está la necesidad. En este proceso el profesor asume el rol de facilitador, establece el marco y proporciona las pistas de aprendizaje a los estudiantes.

Una vez establecido el problema, se plantean posibles soluciones, las cuales se van votando hasta constituir la idea de uno como la idea de todos.

A lo largo de todo el proceso, lo que se hace es un ejercicio de ciudadanía.

Son proyectos de carácter transversal en los cuales participan distintas asignaturas y áreas, siendo los alumnos los que asumen la responsabilidad de la gestión.

Si queremos movernos en dirección a una sociedad más empática y un mundo más compasivo, deberíamos pensar en cómo aumentar nuestra capacidad empática para fortalecer los vínculos entre personas, comunidades, naciones.

Como educadores comprometidos con el desarrollo de lo que nos hace humanos contamos con una llave en este sentido.

 

Referencias Bibliográficas

Byock, I. (2012).  The Best Care Possible: A Physician's Quest to Transform Care through the End of Life, USA, Avery, 2013

Brown, B. (2010). The gifts of imperfection: let go of who you think you’re supposed to be and embrace who you are, Philadelphia, Hazelden, 2010

Freud, S. (1920). Psicología de las masas, Traductor: Luis López Ballesteros, Madrid, Alianza Editorial, 2010

Goleman, D. (2011). El cerebro y la inteligencia emocional, Barcelona, Penguin Random House, 2015

Krznaric, R. (2015). Empathy: Why it matters and how to get it, Nueva York, Perigee, 2015

Marina Torres, J. A. (2010). La educación del talento, Barcelona, Ariel, 2010.

Orwell, G. (2010). Vagabundo en París y Londres, Palencia, Editora Menoscuarto, 2010

Reik,T. (1949)  Listening with the third ear,  Nueva York, Farrar, Strauss & Co, 1949

Rogers, C. (1951) Client Centered Therapy: Its Current Practice, Implications and Theory, Boston, Houghton Mifflin, 1975