Hoy: La interpretación del apoliyo. Por el Licencioso Sigmundo Rivero (conferencia)

Prologo de Karl Psiquembaum

En mis largos años[1] de trayectoria como psicoanalista he tenido la oportunidad de escuchar el discurso inconsciente de gran cantidad de pacientes, y en algunos casos, lo hice. Puedo decirles, tal vez incluso confesarles, que escuchar el inconsciente de un paciente no es tarea fácil, si uno es psicoanalista,  y es tarea inútil si uno es plomero.

El psicoanalista, a pesar de las dificultades que significa escuchar  a un paciente que dice “lo que él mismo no reconoce estar diciendo”, cuenta con algunas herramientas sumamente eficaces a la hora de ejercer su profesión. En este sentido sí se parece al plomero, que también tiene herramientas, aunque no han de ser las mismas, Digamos que el analista cuenta, a su favor, con los “códigos”, conjuntos de símbolos y reglas a ,los que convencionalmente se les otorga determinado sentido, aunque no siempre el mismo.. Es cierto que los mismos códigos que sirven para algunas ocasiones, son inútiles para otras. Por ejemplo, el código de la Omertá  ( guardar silencio), sirven para preservar la propia vida si uno es mafioso, pero no sirve para mucho si uno es paciente en psicoanálisis.

Uno de los códigos más conocidos y frecuentados por la especie “homo divans” es el idioma. Como suponemos que cualquiera de nuestros lectores sabe lo qué es un idioma, no entraremos en detalles al respecto. Pero sí diremos, porque quizás el lector no lo sepa, que es muy útil para el psicoanálisis, que analista y paciente hablen y escuchen en el mismo idioma, para ser más claro: los dos en el mismo idioma. Digo: No sirve que uno “hable y escuche en ingles” y el otro en ruso, ni tampoco que ambos escuchen en inglés y hablen en ruso.

Si algún lector no termina de entender la necesidad de esta convención, lo ilustraremos con un ejemplo: la palabra “capó” en castellano es la parte que cubre el baúl del auto y sirve para guardar cosas, mientras que en italiano es “jefe, capo, hombre importante”, y en francés “preservativo, forro”. De modo que si un paciente dice “mi padre es un capo”, probablemente este diciendo que es un hombre importante, pero podría estar diciendo que en realidad oculta cosas en su auto, o, más en el inconsciente, que es un forro. O peor aún, que es muy importante guardar los forros en su auto.

Cierto es que se acepta de diferente manera, pero también, que en lo inconsciente los acentos sólo son símbolos fálicos sin más importancia

En la superficie de cualquier idioma, suele haber dialectos, o sea, maneras de hablar ese mismo idioma entre un grupo de gente. El francés tiene el argot, el inglés el slang, el portugués el girio, el psicoanálisis el lacanés, el castellano que se habla en Argentina, tiene el lunfardo.

Y es justamente el lunfardo, el idioma es el que se expresa nuestro autor invitado de este trabajo, le licencioso Sigmundo Rivero, que tratará en su “idioma” de explicarnos el significado de los sueños

 

La interpretación del apoliyo

Otarios y naifas: Chas gracias por apropincuarse desde sus respectivos cotorros y orejear mi parla. Perdonenme que los increpe de este modo, pero voy a tardar menos de lo que canta un gallo en mi chamuyo, se lo juro por ésta.

No me amuren, no se espianten, Mányense estás ideas que están buenas

En los tiempos del miriñaque, el taita Freud se avispó de que mientras uno apoliyaba el inconsciente seguía laburando, seguía en el yugo, me captan?  ¡¡¡Uno produce mientras torra!!! - opinaba  y sostenía.

 Y una vez que se avivó de eso, quiso relojear el dofón de la sesera, y se peguntó si los sueños buchoneaban o no los contenidos inconscientes, lo que  las personas se traían escondido en la piojosa. El tipo estaba más que rechiflado por junar los matetes que hay adentro del mate de un coso o de una fulana y escarcharlos definitivamente. ¡Por más que sus colegas le pedían que no avivara a los giles, que no chimentara, ¡que un hombre para ser hombre no debe ser batidor!

El gringo se la sabía lunga en esto de meterse en el bocho ajeno,  decía ¡las histéricas me engrupen, DR Fliess!  Pero  una cosa es tratar a una percanta que te amura en lo mejor del deseo sin caer como un chorlito, o a un chabón que chamuya al cuete y a la hora de los bifes se espianta como el peor, y otra cosa es, despuntar esta parada  de los sueños ¡era cosa e mandinga! ¡Y miren que el frate pelechó tupido con el bocho ajeno!

 Orejiemos de que la va el tema de los sueños: ustedes seguro manyan que los otarios del tiempo de ñaupa ya barruntaban que “algo hay en el torre profundo”, y lo usaban para escolasear. No hace falta ser bochólogo para saber que si uno soñó con una niña bonita hay que jugarle al 15, aunque si después sale el 69, es porque uno en realidad reprimió lo que hizo con la niña bonita, en ese sueño.

Pero como siempre, todo se resuelve con un tango. Y además, el tango, es como el psicoanálisis: para bailarlo, se necesitan dos,

Si Freud hubiera  cantado “¡Adiós  Austria mía”  y se hubiera rajado a mi Buenos Aires querido, hubiera pispiado lo que cualquier chorlito lerdo fachatosta que no termina de salir del biorsi  agarra aunque más no sea de coteleté.  “en el gotán está todo lo que uno tiene que saber!” ¡Y nadie mejor que un psicoanalista, para interpretarlo!

Junemos un cachito: “uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias”,  no hace falta arrumbrarse en la catrera y liberar tus mishiaduras para pescar que un sueño “promete un camino al ansia”. Como decía Freud en “el malestar en la cultura”, no es fácil bancarse a ese Ello hinchabolas que no para de exigirle al yo”. Entonces, ¿de qué la van los sueños? De pararle un cacho la mano a las ansias  ( deseos) inconscientes , y ofrecerles un camino más aceptable por la cultura. O sea, encanutar un deseo, y ofrecerle un camino. Después “El sueño del pibe”, claramente, se trata de un deseo de purrete. Sigue con: “sueño de juventud: donde dice: lírico amor primero” ¡cual es ese “amor primero” sino el amor a la viejita, a la santa madre, la primera persona que uno quiere en la vida.

Pero si alguna duda queda, si a alguno le sigue carburando la piojosa, recuerden que en la esquina de Corrientes y Florida “cualquier cacatúa sueña, con la pinta de Carlos Gardel”. ¡Ahí está la posta de todo, muchachos!  Y quizás Freud podría haberse apiolado y parado la mano: “¿para qué quiere un cacatúa soñar con la pinta de Gardel? ¡Obvio, para levantarse minitas presumiendo del parecido! Para  “hacerse pasar por” como todo neurótico  con mas de tres sesiones manya. “no soy Gardel, no tengo la gola de Carlitos, pero soy lo mejor que hizo mi vieja”

Acá ya podría empezar a maliciar que “esta imagen algo se las trae”, no es solo “ paica, venite pal bulín y todo a media luz”, tener la pinta de Gardel hace  que “mi vieja esté orgullosa de mí, aunque lo demás me salga todo como el tujes”

Porque Gardel es un tipo que les gusta a todas las minas, incluso a las viejas… De ahí a desayunarse que “cuando un cacatúa sueña con pinta de Gardel lo que busca es gustarle a las viejas, o sea, a “su vieja”… no hay más que un paso. Claro que el inconsciente tiene su propio chamuyo, que la parla difícil, que no es para giles, eso hay que reconocerlo. Entonces métanle al bocho, carburen carburen.,. ,  ¿Quien es el que se desvive por agradarle a la vieja? Todos. Veamos por qué el chorro, el cafiolo,  el esquenún, el choborra, el malevo  (que borraron sus hazañas los anhelos de tu vieja), el que vive en la impostura y el que afana en su ambición, guardan, en el hondo bajo fondo, ese sentimiento de cariño y culpa hacia la viejita que tanto idolatró…” pobre mi madre querida, cuantos disgustos le he dao” dice el tango. Cualquier psicoanalista acodado en un farol, cualquier lacaniano que fuma, fuma y fuma sentado en el umbral  se los puede decir: Es porque la vieja les recuerda cuando uno era pibe y con un beso, un café con leche y una ensaimada todo se arreglaba

Pueden maliciar entonces, que todo sueño no es otra cosa que un deseo sexual infantil reprimido  ¿la manyan?

Chas gracias

 

[1] En realidad mis años de trayectoria como analista no son más largos que los demás, duran 365 días, salvo alguno, que es bisiesto.