Suicidios en situaciones de encierro

Locos

Un paciente con quien trabajaba, hace no mucho, me prestaba un grato libro. En el mismo se encuentran líneas que representan algo por comunicar en la charla “Suicidios en situación de encierro”. En el escrito se da cuenta de una voz que habla en plural para comunicar un nosotros:

-Nos encierran porque molestamos- dice una de las líneas.

-Porque somos incapaces de hacer algo bueno dentro de la sociedad- continúa la voz.

A pesar de las acusaciones que se denuncian, quien viene hablando se posiciona para reivindicarse con respecto a las acusaciones, ahora, va a sellar que los locos son los últimos realistas que enfrentan sus demonios. No obstante, por dar batalla terminan en un neuropsiquiátrico, gritando de forma aislada por las noches, con el único fin de no morir de miedo[1].

Tal vez, se pueda pensar que de alguna manera, Mariano, no tuvo más que ceder en aquella guerra de temores nombrada por el personaje de la novela.

Testimonio intelectual

Se sabe que no hay significación para la muerte, pero es necesario transmitir lo que Echávarri y otros (2015) sostienen, en cuanto a la importancia de indagar sobre los significados socioculturales y procesos psicológicos que subyacen al acto suicida. Concluyen que en pacientes hospitalizados por este tipo de conductas, es  primordial  “una buena red de apoyo como factor protector, debido a la contribución que esto otorga a la percepción del sujeto de sentirse protegido en momentos de dificultad” (p.9).

Berenchtein Netto (2014), plantea el interrogante siguiente: ¿qué hacer frente a la problemática suicida? Y se responde que “el ‘prevenir’ al suicidio debería considerar la urgente necesidad de dar condiciones a los individuos de reflexionar sobre la realidad, sobre sus vidas y más que eso, que comprendieran que la realidad no es estática” (p. 35). Asimismo, sostiene que nuestra sociedad se encuentra en constante movimiento. Sin embargo, las tareas de dar dirección al movimiento de la realidad y tomar el control de la propia vida son tareas prioritariamente colectivas y requieren organización.

Con estas líneas sería fácil seguir nombrando propuestas de diferentes investigaciones, y de esta manera hablar hoy de “El suicidio” de Durkheim (1897/2012), como de “Vigilar y castigar” (1975/2014) o “Historia de la locura en la época clásica” (1964/1998) de Foucault, la serie nos puede llevar a “Internados” de Goffman (1961/2001), mas ello ¿tiene horizonte?

Parece de mayor relevancia plantear algunas preguntas tales como: ¿Qué es el encierro? o ¿Cómo generar una apertura para no quedar atrapados en un simple testimonio intelectual?

Suicidios y encierro

A pesar de que se deba esperar la investigación que se desarrolla en los casos de suicidios en instituciones públicas, bien podemos entender que es inadjudicable la responsabilidad a la trabajadora que se encontraba a cargo de los pacientes de todo el Neuropsiquiátrico Provincial ese día. La soledad de la trabajadora no difiere del aislamiento en el que se encuentra el edificio, como tampoco de la situación de la Salud Mental en Córdoba.

Respecto a esto podríamos realizar una indagación, ¿cómo han respondido los gobernantes a la situación que ha sucedido en estos días? Tal vez, no sea diferente de la forma en que vienen reaccionando:

1) “Visita al hospital del horror”. Noticia del 11 de abril de 2013: Denuncia penal por las pésimas condiciones en un psiquiátrico de Córdoba. Se denuncia que algunos pacientes están desnudos, “encerrados en celdas malolientes, donde orinan y defecan en el piso” (p.1). Acusan al gobernador y a autoridades sanitarias del delito de abandono de persona.

2) “Represión, gas pimienta y balas de goma en el Borda” (Ruchansky, 2013). Noticia del 27 de abril de 2013: la policía metropolitana cargó brutalmente en el neuropsiquiátrico contra médicos, psicólogos, pacientes, legisladores y periodistas. Ante la resistencia, hubo una represión indiscriminada. El gobernador de la Ciudad de Buenos Aires justificó el accionar policial.

3) Comienzos del 2015: hostigamientos a trabajadoras del Hospital Neuropsiquiátrico de Córdoba, lo cual se observa en intentos de traslados de las mismas, sin otros justificativos más que los políticos.

Por otro lado, en una charla con colegas sobre el suicidio de Mariano, uno de ellos me hizo reflexionar sobre otra perspectiva. Aquella llamada privada, diferente a la pública del Neuro, él me recordaba que uno de los sanatorios que atiende problemáticas de salud mental de Córdoba tiene, por ejemplo, salas VIP.

¿Por qué el paciente que se quitó la vida no fue a parar a este tipo de salas? ¿En estas salas no sucede nada? ¿Cuál es el precio para ser VIP? ¿Cuál es la fachada de esa institución con este tipo de salas y cuál es la del Neuro? Sin ir más lejos, ¿cómo luce el Buen Pastor o el shopping Patio Olmos y cómo se ve el Neuropsiquiátrico?

Tal igualación no es azarosa y es una de las tantas por realizar, parte del Borda se quiso tirar abajo por razones que se relacionan con estas comparaciones. Por lo tanto, podríamos concebir que una  gran parte del todo social se inclina a que el Olmos brille como lo hace, antes que se parezca al patíbulo del Neuro, y esa es una verdad que conlleva escasa hipocresía. Esto es un signo más, de que lo social no se escinde de lo individual.

En pocas palabras, el fallecimiento por mano propia por parte del cordobés marca un malestar cultural que se vive puertas adentro de la institución, tanto como hacia fuera. Aquí, lo traumático marca el síntoma que impide un funcionamiento en óptimas condiciones del Neuropsiquiátrico Provincial. En otras palabras, falta personal, faltan medicamentos, faltan condiciones edilicias, falta de la implementación de Ley Nacional y Provincial de Salud Mental. Faltas relevantes si las hay.

Aún con el presente panorama no se puede ignorar que para prevenir conductas suicidas la Organización Mundial de la Salud (2014) recomienda a los países una respuesta integral: “Es preciso un compromiso de alto nivel, no sólo en el sector sanitario, sino también en los departamentos de educación, empleo, bienestar social y justicia” (p.1).

¿Juventud suicida?

Con tristeza se puede indicar que la muerte del joven va en concordancia con datos epidemiológicos que muestran la gran proporción de suicidios de varones adolescentes y jóvenes que se producen en la actualidad. Por ejemplo, la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones (2014)  indica que en el año 2013 el grupo de adolescente y jóvenes han sido los que más se han quitado la vida en el país. En la misma línea,  la Organización Mundial de la Salud (2014) revela que el suicidio es la segunda causa de defunción en el grupo etario de 15 a 29 años en todo el mundo. Entonces, ¿qué estamos haciendo como sociedad para que esto suceda?

La pregunta me lleva a pensar en una persona. Hace tiempo investigo en la temática y el primero que me vino a la cabeza cuando recapacitaba en la sociedad, suicidios y encierros era el siguiente, el de Federico:

De él se escucha que nunca tuvo amor por parte de su familia de origen, hombre de veintipocos años, quien sentía el dolor de la soledad hasta el límite de la necesidad de un acompañamiento full time por parte de su esposa.

En su último tiempo se encontraba con un andar de aire nervioso, fumaba mucho y dormía poco. Tenía deudas atrasadas, debe decirse que el sujeto residía en un barrio de sector urbano-marginal o popular de la ciudad de Formosa. Era oficial policial de la provincia. Tenía problemas con los hermanos, como también con su padre y madre. De esta última se dice que no recibió afecto, quizás, el lugar de madre después lo ocupó su suegra, con quien en una relación de gran calidez podía hablar por largas horas y ser contenido, no por nada deja a ella una carta de despedida.

Con su esposa era celoso, a ella controlaba los horarios del boleto de colectivo, realizaba el cálculo del horario de salida del trabajo y el horario de subida al transporte. Hacía escándalos en el supermercado donde ella trabajaba, debido a que desconfiaba de un compañero de trabajo de la misma.

Como si fuera poco, el hombre era infiel a su esposa. Motivo para desear irse de la casa donde convivían con él, lo cual fue interrumpido con una fuerte agresión: amenaza de homicidio para ella y sus dos hijos, posterior amenaza de suicidio y una trompada que la derribó hasta el sueño.

Una vez despierta no volvió a donde era su hogar. Días después Federico pide ayuda a familiares y uno de ellos recomienda no ver a un profesional de la salud mental, debido a que si lo hacía podía perder el trabajo.

Al poco tiempo, una mañana después de saludar a su suegra, se quitaría la vida de un balazo.

¿Acaso Federico no se encontraba encerrado en sí mismo? ¿No padecía su mujer una situación semejante a la de un encierro hasta que al fin pudo salir de aquella casa en donde era violentada?

Cito el caso de Federico para no olvidarme de él, como no olvido a Nicolás, quien estuvo en Complejo Esperanza y allí falleció el año pasado en el mayo de las razzias policiales[2].

Hoy en día, aún se debe realizar un esfuerzo (poco lógico) para dar a entender que estas personas y sus historias no son desechables, no son cifras y no se encuentran dentro de factores de riesgo. Son nosotros.

Lo dicho viene de la mano con lo que escribe Homene (2016):

Me pregunto cuánto de esta actualidad en la que se suceden sin parar los despidos, la descalificación del otro, la impiedad, la ruptura de los lazos sociales, los aumentos escandalosos de impuestos, servicios, transporte, la eliminación de planes sociales destinados a incluir a estos chicos en la vida escolar y social, el deterioro de los sistemas públicos de salud que cada vez tienen menos recursos para brindar atención a quienes carecen de una obra social o prepaga, cuánto de todo esto agudiza el dolor de la existencia de quienes se ven en su presente tormentoso y sin futuro y los lanzan a un pasaje al acto suicida ante la mirada impotente de quienes de alguna u otra manera intentamos reparar tanto daño. (p.1)

Conclusiones

Quedan atrás las conceptualizaciones que plantean de si fue o no un pasaje al acto el del joven del Neuro; de si es el suicidio es un acto de libertad o no; o si con ello se intenta comunicar un mensaje. Todo esto se aparta para dar lugar a la puesta de fuerzas en la acción de no hacer borrón y cuenta nueva del fallecimiento de este chico que pudo recibir una ayuda.

Una ayuda que no debía quedar encerrada en una sala de contención con tiras de cubrecamas para llevar a cabo un seguro e ingenioso ahorcamiento.

La muerte del joven Mariano puede dar lugar al nacimiento de algo que se encuentra entre nuestras manos. Podríamos ver esta catástrofe como la posibilidad de abrazarnos (tal como lo hicieron muchas personas por estos días)[3] con el fin de entablar redes, apoyar las luchas que se llevan a cabo en nuestro ámbito (el de la salud mental en especial), dar dirección al movimiento de la realidad de manera colectiva, indagar  los significados socioculturales y procesos psicológicos que subyacen al acto suicida, generar una buena red de apoyo en este tipo de momentos de dificultad, insistir tanto en la atención especializada en personas que se encuentran internadas y se han querido quitar la vida como también a personas que tuvieron un familiar o allegado que se suicidó. No es menor dar espacios de formación profesional en la temática de los suicidios, generar un registro de estos casos para que no sean borrados por ninguna administración. Proponernos los ejes de la solidaridad, de la superación, de no dejar pasar el tiempo, no sólo para nuestro presente sino para el futuro. 

Por todo lo anterior se concluye que, tal vez, haya que ser un loco perteneciente a ese clan de los últimos realistas, para gritar acerca de nuestros demonios e izar que a nuestros sueños no los pueden encerrar. Aún menos, suicidar.

Bibliografía:

Abrazo con reclamo en el Neuropsiquiátrico. (11 de mayo de 2016). Sitio virtual del diario Día a Día.

Berenchtein Netto, N. (2014). Suicidio, trabajo y sociedad: la “muerte voluntaria” en el modo de producción capitalista. Revista Salud de los trabajadores. (Maracay), 22 (1), 29-37.

Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones. (2014). Mortalidad por suicidios en Argentina 2000-2013. Buenos Aires: Ministerio de Salud de la Nación.

Durkheim, E. (2012). EL Suicidio: estudio de sociología y otros textos complementarios. Buenos Aires: Miño y Dábila. Trabajo original publicado en 1897.

Echávarri, O., Morales, S., Bedregal, P., Barros, J., Maino, M., Fischman, R.,…Moya, C. (2015). ¿Por qué no me suicidaría? Comparación entre pacientes hospitalizados en un servicio de psiquiatría con distinta conducta suicida. Revista Psykhe, 24 (1), 1-11.

Foucault, M. (1998). Historia de la locura en la época clásica. Tomo 1. Colombia: Fondo de cultura económica. Publicado originalmente en 1964.  

Foucault, M. (2014). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno. Trabajo original publicado en 1975.

Goffman, E. (2001). Internados. Buenos Aires: Amorrortu. Publicado originalmente en 1961.

Homene, A. (2016). El suicidio de Román. Sitio virtual del diario Página 12.

Ley 26.657. Ley Nacional de Salud Mental.

Ley 9.848. Régimen de la protección de la salud mental en la provincia de Córdoba.

Organización Mundial de la Salud. (2014). Primer informe de la OMS sobre prevención del suicidio. Sitio virtual de la Organización Mundial de la Salud: http://www.who.int/mediacentre/news/releases/2014/suicide-prevention-report/es/

Raid policial en Córdoba (5 de mayo de 2015). Sitio virtual del diario Página 12.

Ruchansky, E. (27 de abril de 2013). Represión, gas pimienta y balas de goma en el Borda. Sitio virtual del diario Página 12.

Saguerela, L. (2006). El diablo desnudo. Buenos Aires: Yamal.

Visita al hospital del horror. (1 de abril de 2013). Sitio virtual del diario Página 12.

[1] El libro de referencia es “El Diablo Desnudo" de Saguerela (2006) psicólogo, escritor y trabajador del Borda.

[2] Ver: Raid policial en Córdoba (5 de mayo de 2015). Sitio virtual del diario Página 12.

[3] Abrazo con reclamo en el Neuropsiquiátrico. (11 de mayo de 2016). Sitio virtual del diario Día a Día.


Leandro Ezequiel Ferreyra. Licenciado y Profesor en Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Becario del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Doctorando en Psicología (UNC). Integrante del Centro de Investigación de la Facultad de Psicología (CIPSI –UNC).

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