COLGADO DE LA VIDA: ANÁLISIS DE UN CASO DE PSICOSIS

1.RESUMEN:

El dispositivo de presentación de enfermos puede ser un importante recurso utilizado por el psicoanalista cuando se presenta un obstáculo en el transcurso del tratamiento. Trataremos de abordar aquí, desde la perspectiva lacaniana,  el  análisis de un caso de psicosis, llevado a este dispositivo.

2. INTRODUCCIÓN:

El presente trabajo tratase del análisis de un caso presentado el 10 de mayo de 2018 en el dispositivo de Presentación de Enfermos del Hospital Borda en Buenos Aires. Llamaremos al caso, de Caso Darío. La presentación de este caso fue solicitada por la analista quien encontraba dificultades de establecer un diagnóstico y así trazar un camino hacia la dirección de la cura.

Una situación posible que se puede presentar cuando un analista recurre al dispositivo de presentación de enfermos, es que el paciente no quiera, por distintas razones, presentarse. Fue lo que ocurrió en el caso que será trabajado a seguir, pero igualmente el caso fue presentado por su analista y analizado junto al Profesor Gabriel Lombardi. Entonces, ¿Por qué hablar de un caso vinculado al dispositivo de presentación de enfermos, si el paciente no se presentó? La respuesta se debe a que pudimos observar que el hecho de no presentarse al dispositivo, al cual el propio paciente había anteriormente demostrado gran interés en participar, estaba nítidamente vinculado a su síntoma, a su propio padecer, lo que arroja luz a la interpretación de que, al no estar físicamente presente en el dispositivo, el enfermo de alguna forma estaba mostrándose, estaba hablando con su acto, con su ausencia.

El sujeto es un hombre de 31 años que fue internado en el Borda en 2011 por intento de suicidio. En  total, 5 intentos entre 2011 y 1012, generalmente colgándose en un árbol que está en su casa y siendo rescatado por la madre. Posteriormente las internaciones se dieron por consumo de alcohol y drogas. Está medicalizado y asiste a cada 15 días al Borda, pero muchas veces no va y no logra seguir un tratamiento continuado. Su principal síntoma es que no logra sostener nada de lo que hace, según las palabras de su analista: “se cae”. No hubo más intentos de suicidio pero tampoco ha encontrado sentido en nada. A lo largo del informe serán presentadas viñetas articuladas al material teórico.

Al contar el caso, la analista habla de su dificultad para llegar a un diagnóstico. Darío fue diagnosticado en el hospital como un caso de “Trastorno límite de la personalidad con base orgánica y epilepsia, pero la analista insiste que es un caso de Psicosis, a pesar que “no sé cómo justificar”, dice ella. Lombardi, en su texto Notas sobre los diagnósticos difíciles en psicoanálisis, dice que “son usuales los casos en que el diagnóstico es difícil para el analista, y en que las referencias dejadas por Freud y Lacan parecen insuficientes, o no se sabe como emplear.” Lombardi toma lo enseñado de Lacan, de que “el síntoma bien situado, define la estructura subjetiva” y de ahí argumenta que “debemos someter el síntoma a la prueba del encuentro con el analista”, que el analista debe preguntarse: “¿Cuál es la posición del sujeto ante la castración?”

El caso de Darío fue interpretado por el profesor Lombardi como un caso de melancolía, y tomando como marco teórico a Jacques Lacan, quien ubica la melancolía entre las psicosis, intentaremos responder a la pregunta propuesta por Lombardi, a saber, en el caso Darío: ¿Cuál es la posición del sujeto ante la castración? Para tanto, será pertinente un recorrido por el concepto de “Nombre del Padre” en la obra de Lacan a la vez que buscamos en el relato del caso establecer el nexo que llevó a Lombardi a tal diagnóstico. Luego podremos ver el lugar del analista en la psicosis y las propuestas de dirección de la cura para este caso.

 3. CASO DARÍO:

Ya desde Freud y su concepto de Complejo de Edipo, vimos que en la formación subjetiva del sujeto en un momento mítico, se arma un triangulo, compuesto por la madre, el padre y el niño. Al hablar de madre y de padre estamos hablando de significantes, de una metáfora, no del padre o madre biológicos, no se trata de una persona, de un sujeto, se trata de una función. Vimos con Freud que en el triángulo hace falta que alguien ponga la ley, que ponga un orden y eso es dado por la función paterna, que es lo que Lacan va a llamar de “el nombre del padre”.

El nombre del padre puede darse incluso si el padre biológico no está presente. El nombre del padre es un significante, pero un nombre nunca es un significante como los otros. Es un significante que Lacan va a describir como “una carretera”. Es un significante que abre caminos, establece un lazo y direcciona el sujeto a determinados puntos. Ordena la relación con el semejante, la relación del sujeto con el otro. La relación entre el niño y el padre está gobernada por el temor a la castración, pues la ley del padre está impuesta bajo la amenaza de la castración, la castración del falo. El falo ocupa un lugar de objeto central en la teoría freudiana. La función fundamental del falo es permitir que el sujeto se identifique imaginariamente. Es por la inscripción del significante del nombre del padre que el deseo de la madre queda tachado, porque la operación paterna separa al sujeto de un goce del cuerpo. En la psicosis no se ha inscripto el nombre del padre, o sea, el nombre del padre fue forcluido, quedó afuera en la constitución subjetiva, por lo tanto, no hay metáfora paterna, y el goce está desregulado, en exceso.

Darío es un claro ejemplo donde no ha operado la metáfora paterna. Vimos en su historial que su padre es un hombre ausente de la familia, de la vida de Darío y de sus hermanos, un hombre dedicado en exceso al trabajo. En eso podemos destacar dos palabras: ausencia y exceso. Al no inscribirse el nombre del padre en este sujeto, dos otros significantes fueron inscriptos: la ausencia y los excesos. La analista cuenta que el padre de Darío lo ha invitado a que trabaje con él en la metalúrgica, pero a la vez le da “exceso de trabajo”, lo hace hacer horas extras. “Darío no logra frenar a ese padre” nos cuenta la analista. ¿Qué hace Darío entonces? Algo le cae y Darío se lastima, algo pasa que Darío se enferma y no puede responder a los excesos que le impone el padre. También sería pertinente destacar aquí otro significante: cae. En la vida de Darío algo siempre cae. Tomaba cerveza hasta caer, trabajaba hasta que algo se le caía y lo lastimaba. Así, vemos cómo esos tres significantes: ausencia, excesos y cae, que fueron inscriptos en el sujeto hablan de la ausencia de la significación fálica, del exceso de goce y de la falta de algo que lo sostenga, propios del psicótico. Los significantes no hacen metáfora y de lo real retornan. ¿Cómo retornan? Retornan en las constantes ausencias de Darío, en los excesos de consumo, o sea, en los síntomas. ¿Y cómo Darío logra responder a su angustia? En el acting.  Colgado del árbol, pone en escena su propia existencia: colgado de la vida.

Darío no logra seguir en un trabajo, no logra seguir el tratamiento psicoanalítico, no logra nada a que se propone por sus constantes ausencias, y aún actualmente donde ya hace un período de tiempo que no toma y no presenta más intentos de suicidio, hay ausencias cuanto al sentido, “como que está la nada misma”, dice la analista.

Los excesos retornan en los consumos, que según Darío es una forma de tener amigos. “… los motivos de las internaciones posteriores cambiaron - dice la analista - ahora era que todo tenía que ver con el exceso de alcohol, llegó a tomar cierta vez 26 cerveza y consume desde sus 13 años.” Como el nombre del padre está forcluído, el goce está en exceso y sobre el propio cuerpo. En la psicosis por no operar el nombre del padre, no hay separación entre goce y cuerpo, lo que hay es un retorno específico del goce en la palabra y en el cuerpo. Vemos eso muy claramente cuando la analista dice: “El paciente manifiesta que cuando conoce a Laura (su novia) nunca más se sintió solo…En otra sesión le muestra a la analista sus brazos…

A – Ah…estás lastimado!

P – No, son tatuajes, que me hacía yo mismo, estando con ella, demostrándole mi amor pero cuando me peleaba, me la borraba con agua oxigenada…

Para Lacan, el lenguaje no es solamente aquello que ordena y pacifica, sino que lleva también a un goce que se impone afectando al cuerpo. El hecho de que Darío escriba en el propio cuerpo, no una escritura cualquiera al modo de agarrarse un bolígrafo e yescribir algo, pero una escritura que más allá de algo que se  “escribe” quiere más bien, “inscribir” algo. ¿Qué quiere inscribir Darío en su cuerpo?

Vimos con Lacan que lo forcluído arroja a los significante en lo real, desde donde retorna en el síntoma. Aquí el síntoma no se pone en palabras, el síntoma se inscribe y se inscribe en el propio cuerpo. Lacan hablaba del cuerpo psicótico como una “sustancia gozante”, ¿Serían las marcas en Darío el intento de la producción de un cuerpo recortado de la sustancia gozante, un cuerpo que pueda ser habitado por el sujeto?

Vimos en la viñeta que el significante “lastimadura” de la analista, se contrapone al significante “tatuajes” del sujeto. Lombardi dice que “lo que cuenta es que cada significante que interviene en un síntoma, en un sueño, en un lapsus, o en la asociación libre, cada significante representa al sujeto y no representa a nada más que a él.” (1993, p.39)

 ¿Qué es lo que cae en Darío? El propio sujeto se cae, no logra sostener a nada, no logra sostener a su propio deseo (cuando por ejemplo, no logra presentarse al dispositivo, como era su deseo, al revés, opera otra vez la ausencia). Darío se cae todo el tiempo, está colgado, colgado de la vida.

En las palabras de su analista: “…todo que le propongo se cae…si le propongo que traiga lo que escribe (porque Darío escribe en su casa), para trabajar, él se cae, se le propongo internación se cae y dice que no puede dejar a su mamá…de hecho él fue el que pidió hacer la presentación, porque según él, quería ayuda”. Ahí vemos un sujeto que está “suelto”, no hay en que sostenerse, está “colgando”. En las palabras de Lombardi: “Está todo el tiempo invocando a la forclusión”.

Aparece entonces el acting out y vemos a Darío literalmente colgado, está colgado de un árbol en el patio de su propia casa. No una ni dos veces, varias veces y en el mismo árbol. La escena se termina cuando llega su madre y lo saca de ahí. ¿No sería un claro caso de lo que Lacan llama de acting out? La escena está dirigida a la madre y es sobre ella hablaremos ahora. La madre de Darío es la única persona que lo acompaña al Borda, a pesar de que no lo hace últimamente. Tiene una relación muy cercana a Darío, llegando a pasar todo el tiempo juntos. La angustia es lo que queda en el lugar del objeto que falta, falta el fantasma, el que marca que vela la castración en el otro. La angustia es el afecto por excelencia y siempre se presenta ante algo, se produce cuando falta la función del fantasma. En el acting out vemos que un mensaje, está presente en una escena, la palabra que no se sabe como decir está reemplazada en la acción, hay algo que está afuera de las palabras. Está también la mirada del otro. Posiblemente al colgarse en un árbol, Darío está respondiendo a su propia angustia, está dando respuesta a lo imposible de decirse, a lo real, y a la vez lo está haciendo en acto para un sujeto, su madre. ¿De qué lugar Darío quiere ser sacado? En el discurso del propio paciente encontramos una posible respuesta a esta pregunta: “… estaba solo y no me importaba nada… (ahora habla enojado) y te parece que un pibe de 12, 13  años este toda la noche solo, tomando, drogándose, y a tu mamá no le importe nada”? “Claro que no”.

 4. EL LUGAR DEL ANALISTA EN LA PSICOSIS:

De Freud escuchamos que no hay lugar para el tratamiento del paciente psicótico desde su método psicoanalítico, pero de Lacan también escuchamos que no hay que retroceder frente a la psicosis, y más, que hay que creer en el psicótico, pues habla desde lo real. Freud no veía forma de establecer la transferencia en la psicosis, requisito fundamental para que se dé el dispositivo psicoanalítico, y por lo tanto no habría cómo darse un tratamiento analítico. Al leer Collette Soler (1988), vemos que en su trabajo con psicóticos hay una puesta en la transferencia.  Soler dice que es posible lograr una estabilización del paciente bajo transferencia. Y ahí nos preguntamos: ¿Cómo eso es posible? Soler responde: Por medio de la destitución  subjetiva, propia de la posición del analista, y prestándose al lugar de objeto de goce. El analista no puede recorrer al recurso de la interpretación, como lo hace en las neurosis, pero debe ponerse en el lugar donde puede ser gozado por el otro. Como en la psicosis no hay el otro, el analista toma ese lugar de otro, durante el dispositivo. Soler dice que el analista es “llamado a suplir con sus predicaciones, el vacío súbitamente percibido de la forclusión”. Pero el analista no predica con su ser, al revés, al negarse a predicar con su ser, el analista deja espacio para la construcción del delirio. Aún no hayan delirios en Darío, podríamos decir que si, necesita un espacio para que pueda transformar su síntoma en palabras. Ese es el lugar del analista como orientador de goce. Y por último, argumenta Soler, que el analista debe apuntar a acotar el exceso de goce.

 5. CONCLUSIÓN:

Frente al caso Darío, concluimos que se trate de un ejemplo de cómo operan las consecuencias clínicas de la forclusión del nombre del padre y que como es posible trazar el camino de un tratamiento psicoanalítico, orientado de lo real a lo simbólico de suplencia, para que el paciente arme metáfora de suplencia.

 6. BIBLIOGRAFIA:

Alomo, M.; Zaffore, C.; López, G. (2012). La presentación de enfermos considerada como un dispositivo analítico. En AUN. Publicación de Psicoanálisis, año 4, N° 6. Buenos Aires: Letra Viva.

Lacan, J. (1958). De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis. Capítulo V. En Escritos 2. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Lombardi, G. (2009). Nota sobre los diagnósticos difíciles en psicoanálisis. En Singular, particular, singular. La función del diagnóstico en psicoanálisis. Buenos Aires: JVE.

Lombardi, G. (1993). La clínica del psicoanálisis 3: Las psicosis. Buenos Aires: Atuel.

Soler, C. (1988). ¿Qué lugar para el analista?, El trabajo de la psicosis y El sujeto psicótico en el psicoanálisis. En Estudios sobre la psicosis. Buenos Aires: Manantial