Algunas consideraciones sobre el objeto en el autismo

En el marco de una investigación sobre el fenómeno del autismo que ya lleva varios años, me convoca en estos momentos la pregunta en relación a lo que sirve de soporte para los niños autistas, a falta de un armado simbólico que organice un modo de goce. 

En principio me interesa profundizar lo que Frances Tustin formula como los objetos de sensación patológicos y las figuras de sensación, tratando de cernir lo que Eric Laurent marca como el objeto autista.

Tustin ubica como sobresaliente de estos objetos, que no son utilizados para la función para la que fueron creados, en cambio se utilizan a modo idiosincrático para cada niño en particular. Desde el punto de vista realista estos objetos son utilizados de una manera inútil y sin sentido. Desde el punto de vista del niño son absolutamente esenciales.
Otra característica que señala Tustin es que pueden no estar asociados a fantasías, o estarlo a fantasías poco elaboradas que son muy cercanas a sensaciones corporales. Para ella el autismo es un estado dominado por las sensaciones como resultado de la pobreza de las fantasías con ellos. En el juego de fantaseo hay una cualidad de hacer como si y una percatación de que se está corporalmente separado del objeto, ambas cualidades faltan en el uso de los objetos autistas.
En los sujetos con autismo son el resultado de círculos viciosos de actividad que se van invadiendo y conducen a ellos. En el autismo que Tustin denominó “psicógeno” dominado por las sensaciones, los objetos autistas son pura sensación, en ausencia del fantaseo se los utiliza de forma canalizada y repetitiva, son estáticos y no tienen cualidades de apertura que conducirían al desarrollo de nuevas redes sociales.
Para Tustin el autismo es un trastorno severo del desarrollo que aparece como una defensa, ella reserva este término para los estados encapsulados, y considera que si un objeto autista desaparece es experimentado como parte de su propio cuerpo, y no pérdida de la madre y de su pecho, esto es lo que lleva a la utilización obsesiva de objetos que se experimentan como partes del propio cuerpo.
El estado dominado por las sensaciones significa que estos viven en un mundo aprehendido y la función no se tiene en cuenta.
Otro factor a considerar es que las modalidades sensoriales no siempre están claramente diferenciadas unas de otras. Con frecuencia ver y escuchar son para el niño una misma forma táctil de ser tocados por el objeto, esto es lo que se denomina naturaleza concreta de la experiencia psicótica infantil.
Maleval precisa que la voz en el sentido de objeto pulsional, no es la entonación, ni algo del registro sonoro, sino algo que esta fuera de sentido. Al igual que la mirada es soporte de lo que falta en el campo de la visión, la voz encarna la falta verbal. La voz precisa Jacques Alain Miller es esa parte de la cadena significante inasumible por el sujeto como Yo y asignada subjetivamente al Otro. A los sujetos autistas la voz les provoca un gran estado de angustia, de allí su horror cuando escuchan manifestarse en un imperativo que se le escapa, o cuando otro le habla afirmando su presencia enunciativa.
Para Tustin la utilización de los objetos autistas está dirigida a la supervivencia corporal. Aportan una satisfacción casi instantánea e impiden la demora entre anticipación y realización, la cual, cuando el suspenso puede soportarse, conduce a actividades simbólicas como fantasías, recuerdos y pensamiento, de este modo el niño continua viviendo de una manera corporal pero su desarrollo mental queda masivamente restringido, es por eso que muchos niños parecen deficientes mentales.
La utilización patológica de determinados objetos perpetúa la falta de confianza básica del niño, porque impide tener experiencias de que sus necesidades son satisfechas por otras personas que pueden reconocer que están fuera de él. Sólo cuando el cuidado comprensivo logra penetrarlo adquiere la capacidad de ir dejando de lado estos objetos.
La autora también señala la dureza como otro rasgo característico de los objetos autistas eso les procura un sentimiento de que lo mantienen a salvo.
Para Frances Tustin los niños autistas perseveran en el uso de ciertos objetos, peculiares para cada niño individual, según modalidades dominadas por la sensación, esto impediría el desarrollo intelectual, y emocional, los denomina objetos autistas de sensación. La frustración del desengaño insoportable significa que en lugar de crear ilusiones y alucinaciones remediadoras, inductoras de sueños, fantasías y representaciones, el infante empieza a manipular objetos autistas de una manera excesiva. Como estos son tangibles, están dominados por la sensación y siempre presentes, es así que mantienen al niño atascado en un nivel primitivo de funcionamiento mental hiper-concretista. Los objetos materiales cobran excesiva importancia porque estimulan sensaciones corporales de trance. Se desarrollan objetos autistas que dan trámite a esa frustración inevitable pero impiden el desarrollo de pensamientos, rememoraciones e imaginaciones que, en el desarrollo normal en cierta medida, compensan la inevitable falta de satisfacción completa que es lo propio del ser humano.
Otra consecuencia es que los mismos niños quedan expuestos a ser manipulados a su vez como objetos autistas por su entorno, en vez de recibir trato de seres humanos.
Uno de los casos emblemáticos de Tustin es el del niño llamado Juan, aquí Tustin va a teorizar sobre el dolor experimentado por el niño frente a la ruptura del lazo primigenio con la madre, a esta ruptura, Juan va a nombrarlo botón. Va a decir que el botón a la vez que ata, facilita la comunicación entre la madre y el bebé. Para Tustin, Juan le dio a entender que la experiencia del “agujero negro” era el resultado de su descubrimiento, de cuando era todavía un bebé, de que el pezón del pecho, o la tetina del biberón, el “botón” según lo llamó el niño, no era parte de su boca, sino que estaba separado de estas y, por lo tanto, él no los gobernaba. Juan sintió que eso había sido arrancado y se había perdido de una manera traumática, convirtiendo su boca en un “agujero negro con un pinche feo”. Esta reacción traumática ante la conciencia de la separación física de la madre era un descubrimiento para Tustin, ya que no se encuadraba dentro de la teoría kleiniana, pero que Winnicott ya había empezado a teorizar llamando a la experiencia infantil intolerable de separación física con la madre “depresión psicótica”.
Al comenzar el tratamiento con Juan, Tustin no conocía las teorizaciones de Mahler ni de Winnicott, por lo tanto, cuando accede a ellas se da cuenta de que el botón de Juan es lo que Mahler denominó objeto amoroso simbiótico. Ella postula la simbiosis madre-bebé como condición de la primera infancia y dice que ese objeto es la fusión del sí mismo y las representaciones objetales. El botón parece surgir de una pauta innata de búsqueda del pezón. Esto parece revestir un significado básico en las actividades de búsqueda del pecho. Para Tustin la representación mental del objeto simbiótico se hallaba fijada de manera sumamente rígida y permanente a la representación primitiva del sí mismo. Agrega que es en el curso del proceso de maduración en que el Yo se ve enfrentado con el hecho incontrovertible de la separación. Las representaciones simbióticas de sí mismo y objeto no dan lugar a un proceso en pos de la individuación.
El botón de Juan cuya pérdida provoca dolor, parece ser una ilusión omnipotente, surgida de la confusión existente entre la madre y el bebé en función de partes y sustancias del cuerpo que guardan cierta similitud con el pezón. Winnicott dice: “Psicológicamente, el bebé toma algo de un seno que es parte de sí mismo y la madre da su leche a un bebé que es parte de ella misma.”
Por lo tanto el pezón es percibido como parte del mismo cuerpo y esto es desplazado a otras partes, como lengua, saliva, pene, heces. Es decir, que se pueden equiparar y por lo tanto, son equivalentes, estas ecuaciones que sin modificar, llevan a un estado de confusión física y metal. En una oportunidad Juan se había golpeado la cabeza. Parecía lleno de pánico y de furia. Dijo: “El botón rojo se fue, se cayó y se hizo un chichón.” “Tengo una cabeza sobre los hombros, no se me puede caer. Me crece sobre los hombros.” “Fue la vereda mala, me golpeó”. Tustin interpreta los temores de Juan de perder alguna parte de su cuerpo, de la misma manera que había perdido el botón.
En el caso David, Tustin explica que sujeto y objeto se encontraban tan estrechamente interconectados, que se hacía muy difícil seguir el material del caso, e incluso escribir al respecto. En David era notorio como el niño encontraba analogías entre diversos objetos que para el observador agudo se hacía muy difícil de encontrarlas. Esta característica es habitual encontrarla en sujetos autistas. Para David una pelota, una caldera y un seno, tenían una misma identidad, esto sucedía así ya que el niño las agrupaba en función de sus sensaciones físicas, la percepción de las diferencias existentes parecían diluirse en él. Tustin narra la experiencia del niño al acercarse el período de vacaciones, época que será vivenciada como una separación de Tustin. Dice la autora “David procuró vivir alentando la ilusión de que él y yo nos hallábamos unidos por un cordón umbilical siempre presente, que nos mantenía en contacto siempre permanente. Dicho cordón era parte de un teléfono de plastilina que había hecho, y que representaba la comunicación física que salvaba la brecha existente entre nosotros.
El derrotero teórico y clínico de Frances Tustin es un aporte fundamental para la investigación y para el acercamiento a una clínica del autismo en plena ebullición. Ubicar que tiene la categoría de objeto para cada niño en particular nos permitirá un modo de acceso a aquello que se hurta incansablemente, siendo nuestro hilo de Ariadna en el caso por caso, y de este modo aislar lo que tiene de singular cada sujeto.

María Claudia Torrea es ayudante de la cátedra Clínica del  Autismo y de la Psicosis en la infancia, en la Universidad de Buenos Aires.  

Bibliografía
Autismo y psicosis infantiles, Frances Tustin. Editorial Paidos, 1972
El cascarón protector en niños y adultos. Frances Tustin. Amorrortu editores, 1992.
Casos clásicos del psicoanálisis sobre autismo y psicosis en la infancia. JCE Ediciones, año 2015. Silvia Elena Tendlarz, compiladora.

 

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