La construcción y la diferencia: psicoanálisis y género

Por Mirta La Tessa

EL DEBATE SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE LA DIFERENCIA DE LOS SEXOS:

PSICOANÁLISIS Y GÉNERO

Introducción

El psicoanálisis irrumpe en el comienzo mismo del siglo XX con la subversión freudiana del descubrimiento del inconsciente y la ampliación del concepto de sexualidad. Así se construye el concepto de sexualidad tal como la entendemos hoy. Fue tan fuerte y escandaloso que tiñó todo el movimiento cultural de la primera mitad del siglo, el arte –por ejemplo el surrealismo- y todas las que hoy llamamos ciencias conjeturales.

La presencia de la cibernética, el desarrollo de los computadoras a partir de los 50, ha iniciado una revolución impredecible que no sólo cambió y seguirá cambiando el arte del siglo XXI, sino también los modos de percibir y de vivir.

A grandes rasgos podemos decir que a partir de la segunda mitad del siglo XX el posmodernismo abre un debate criticando los postulados de la modernidad. Ésta se caracterizaba por una concepción racional del mundo, el avance del pensamiento científico, el iluminismo, los autores románticos y los grandes pensadores como Descartes, Kant y Hegel.

El posmodernismo, surgido a partir de la segunda guerra mundial, implica un cambio paradigmático que pone en cuestión lo deseable de la modernización, considerando que el modelo utópico de las vanguardias y su proyecto fue condenado al fracaso El posmodernismo incorpora fuertemente lo histórico, la pluralidad internacional, es globalizado.

Se han desarrollado corrientes de pensamiento dentro de las ciencias sociales y el arte que cuestionan los modos de racionalidad de la modernidad, el pensamiento universal, el patriarcado y la norma heterosexual, y toman en cuenta las modificaciones producidas en el seno de la institución familiar: familias monoparentales, adopción por parejas de homosexuales, legalización de parejas no heterosexuales, nuevas formas de reproducción, etc.

Los que toman en gran medida estas cuestiones son los autores de los estudios de género, dentro de los cuales encontramos las feministas, los estudios de gays y lesbianas, los teóricos queers, etc.

El debate sobre la construcción de la diferencia de los sexos se ubica en el centro de estos cuestionamientos que abrió la posmodernidad y se expresa a través de distintas corrientes del pensamiento.

Obviamente, los psicoanalistas estamos profundamente concernidos en este debate, ya que la invención del inconciente y la ampliación del concepto de sexualidad tal como hoy lo conocemos, son los pilares del psicoanálisis creado por Freud.

Los estudios de género

Los estudios de género se desarrollan a partir de la operación de separar el sexo del género, que muchos autores atribuyen a Stoller, quien en 1968 escribió un texto llamado Sex and Gender. Si bien ésta es una verdad histórica que da cuenta de la proliferación de estos estudios en la segunda mitad del siglo XX, no queremos dejar de señalar el movimiento inicial que produjo la operación de separación de estos dos órdenes. Nos gustaría citar el reconocimiento que realiza Bersani, un importante teórico queer a Freud: «El primer gran intento teórico de desexualizar el placer no fue la “Historia de la sexualidad" de Foucault, sino “Tres ensayos de una teoría sexual” de Freud, unos setenta años antes. Es esta obra la que planteó por primera vez la posibilidad de disolver toda la noción de sexo en una reorganización de los placeres corporales.”(...) la originalidad de su pensamiento esta centrada en la “apropiación de la noción de sexualidad para ciertos fenómenos que fue el primero en describir y que tenían poco que ver con lo que, hasta él, se había entendido como específicamente sexual».

Esto no nos impide valorar en toda su importancia el gesto de Stoller. Al contrario, en una cultura –la americana- en la cual el psicoanálisis había decidido sucumbir en la adaptación al stablishment, al yo, a la norma, la posición de Stoller se destaca aún más, como una especie de renovación del gesto freudiano.

A partir de los distintos autores que trabajan esta problemática podríamos establecer esta diferenciación de conceptos tomando sexo para el orden biológico, género para el socio-cultural y sexualidad-sexuación para la concepción del psicoanálisis.

La presencia –tanto social, sexual como política- de lo que hoy preferimos llamar “nuevas presencias de la sexualidad”: gays, lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales, transgéneros, etc. plantea la necesidad de revisar las viejas categorías con las cuales venían siendo pensadas en el siglo pasado.

Se trata de una presencia social y política de grupos de sujetos que reivindican sus derechos respecto de nuevas prácticas sociales, políticas y sexuales y que por esa vía defienden una “identidad” específica, como pueden ser los agrupamientos de género mas diversos: mujeres, feminismos, homosexuales, queers, lesbianas, gays, transexuales, travestis, transgéneros, nuevas masculinidades, etc. Estos agrupamientos, además, defienden para sí el derecho a constituir cualquiera de las tradicionales instituciones como parejas y/o familias.

El debate sobre la construcción de la diferencia de los sexos

Respecto de las incidencias que este debate abierto por la posmodernidad pudiera tener sobre el psicoanálisis, son pocos los autores que lo toman en cuenta y participan en él. Y creemos importante hacerlo.

Es curioso ver como muchos psicoanalistas terminan defendiendo lo que Foucault llamó los aparatos disciplinarios; horrorizados por las consecuencias que tendrá para los niños ser adoptados en una relación monoparental, ser adoptados por una pareja de gays o lesbianas y ni que decir por travestis o transexuales. En muchos casos se argumenta que el futuro de esos niños será un desastre, que no ingresarán al orden simbólico, que implicará la disolución del Nombre del padre, etc.

Creemos que pensar de este modo es confundir el orden simbólico impuesto por el lenguaje, que define la constitución del sujeto humano como parlêtre y el orden socio-cultural con sus leyes, sus normas y prohibiciones, que es histórico y relativamente contingente. Tanto Freud como Lacan, cada uno a su manera y por qué no decirlo, a la manera de su tiempo, defendieron al psicoanálisis de la ideología “familiarista” y también de la religiosa.

La diferencia de los sexos en el psicoanálisis a partir de Freud se fundamenta en la oposición Falo-Castración. Hay un solo principio del sexo en el inconciente: el falo. Es alrededor de esta oposición que se organiza la sexualidad dentro del campo abierto por Freud, produciendo una clara ruptura con el orden biológico.

Para el psicoanálisis, la diferencia de los sexos no es un dato de entrada, sino que es el resultado de un complejo proceso articulado alrededor de identificaciones, fijaciones de goces y, fundamentalmente, de la operatoria de la castración.

Lacan con el desarrollo de las fórmulas de la sexuación, que realiza en el Seminario Encore, aporta un tratamiento totalmente novedoso de la diferencia de los sexos, planteada en términos de una diferencia entre goces: el goce totalmente fálico y el goce no totalmente fálico.

Con la lógica de las fórmulas de la sexuación, Lacan trabaja los límites de la función fálica para significar el goce. Así, entonces, vemos desarrollar en las fórmulas, a grandes rasgos, el goce fálico y lo que estaría mas allá del goce fálico, un otro goce nombrado como goce del cuerpo, goce femenino, goce de los místicos, o los límites de la función fálica para significar el goce sexual.

La castración queda planteada como el efecto del vaciamiento de goce producido por la inserción del ser hablante en el mundo del lenguaje.

En este mismo seminario Lacan postula la imposibilidad de la escritura de la relación/proporción sexual. Es decir, plantea la imposibilidad de que pueda articularse como saber.

Este punto de imposibilidad será lo real de la sexualidad. Es decir, que hay algo en el campo de la sexualidad que no es coextensivo al campo de lo simbólico.

Esta imposibilidad de la escritura de la relación/proporción sexual quedará planteada como un axioma en el campo del psicoanálisis.

Este axioma se plantea como ahistórico, como el fundamento que concierne a nuestra especie en tanto se humaniza por la inserción de su organismo en el lenguaje, desnaturalizando cualquier instinto sexual.

En otros términos, la afirmación de no hay relación sexual significa que no se puede escribir lógicamente la relación. Lo real del psicoanálisis es esto, la ausencia de esa escritura de la relación sexual y las consecuencias de esto para cada uno.

Es este mismo axioma el que nos impide ser prescriptivos en cuanto a cualquier tipo de normatividad sexual. Las posiciones sexuadas son maneras diferentes de hacer con la castración.

Cada sujeto enfrenta el objeto de su fantasma, y las formas que esto asume para cada uno son múltiples y varían históricamente. No hay acto sexual que funde lo sexual como relación. Se apela al acto sexual a falta de esa relación que no hay, y frente a eso, como vemos en la clínica, cada quién vé cómo se arregla. 

Respecto del mencionado debate sobre la diferencia de los sexos, señalaríamos que intentamos pensar la diversidad sexual actual como Freud toma el caso del fetichismo, para aprender qué nos enseña sobre la sexualidad del sujeto parlante y no, en cambio, apresurarnos a encerrarlos en categorías psicopatológicas incapaces de alojar un verdadero despliegue de la subjetividad. Ya que se corre el riesgo de que el diagnóstico, la entidad sea un reservorio explicativo y causal, invirtiendo lo mas rico del surco abierto por Freud. Como dice Lacan en la Introducción a la edición alemana del primer volumen de los escritos: “ Freud lo dijo antes que yo: en un análisis hay que acoger todo como si por otra parte nada estuviera establecido. “

Por último, una novedad radical que nos ha presentado la ciencia en estos últimos años es que por la vía de la clonación existe por primera vez en la historia de la humanidad la posibilidad de la reproducción de la especie sin pasar por la cópula sexual. Si bien esta posibilidad se plantea como una ruptura mas radical con el orden biológico, al mismo tiempo, deslocaliza a la sexualidad del lugar de soporte de la “reproducción sexuada” en el que estaba enclavada hasta ahora. Creo que todavía nos resta pensar las consecuencias que esto puede implicar en general y para nuestro campo, en particular.

El presente artículo forma parte de una investigación de Doctorado, Facultad de Psicología, UBA.

Mirta La Tessa es Profesora Adjunta de Clínica de Adultos I. Titular de la Materia Optativa: Nuevas Presencias de la Sexualidad. También es Docente de Posgrado y Docente de la Maestría en Psicoanálisis de la Facultad de Psicología, UBA. Tiene un Doctorado en curso en la Facultad de Psicología, UBA.

 

Adaptado a normas y publicado por: Victoria Melieni.