TRANSEXUALISMO: UN CASO DE “EMPUJE AL HOMBRE”

Trabajo presentado en el VIII Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología.

Nota aclaratoria del autor:

El género en psicoanálisis remite a una triple elección inconsciente: a nivel de las identificaciones, a nivel de la inscripción de los modos de goce, y a nivel electivo. Como psicoanalistas, no nos compete incidir en esa elección, ni aplicar al género una dimensión de patología. Sólo nos compete responder del mejor modo posible cuando alguien nos pide ayuda para su sufrimiento, si es que algo en su vida (tenga o no relación con su género) lo haga sufrir. Es ese el objetivo de nuestra investigación.


Este trabajo se inscribe dentro de la investigación sobre transexualismo que realizamos en el Observatorio de Género y biopolítica de la Escuela Una.

La casuística a la que accedimos es de 13 transexuales que recibieron tratamiento psicoanalítico. 11 de ellos se verificaron como psicosis, 1 como neurosis, y 1 como perversión.
Para los casos de psicosis, nos ha parecido central la indicación de Lacan sobre el concepto del empuje a La mujer, quien plantea en L´Etourdit que en la medida en que el cuantor de la excepción paterna no se escribe del lado hombre, se produce un forzamiento a inscribir del lado derecho otra excepción, la excepción de La mujer. Ese forzamiento puede deslocalizar el goce, en la medida que es un efecto estructural de que no está inscripto el goce fálico. Pero si logra inscribirse como excepción, tendrá la función de localizar el goce. Y dado que La mujer sin barrar no existe, se trata de una excepción que cada uno debe inventar.
Así, la diferencia entre lo que desanuda o anuda, será si se logra inscribir La mujer como modo de localizar el goce.
En la paranoia, la excepción de La mujer se localiza en el Otro, como en Aimeé, o en la celotipia masculina donde es la esposa quien goza de todos los hombres.
En la esquizofrenia se localiza en el cuerpo propio, como en Schreber, o también la señora P. de Freud.
Y también la observamos en los 11 casos de transexuales psicóticos. En ellos, hemos podido ubicar la inscripción de la excepción en tres tiempos lógicos posibles:
· antes del desencadenamiento, impidiéndolo.
· en el momento de iniciarse el desencadenamiento, logrando una inscripción que permite anudar el fenómeno elemental inicial.
· luego del desencadenamiento, anudando los tres registros.
Los dos primeros son semejantes: la certeza de tener un cuerpo equivocado como respuesta anticipada a la forclusión, logra inscribir la excepción de un goce que no es fálico, e impide el desencadenamiento. El tercer modo es el de Schreber.
Relataremos un caso donde se produce el segundo modo:
Es una paciente de 15 años a quien vi pocas entrevistas hace varios años. Sus padres estaban muy preocupados porque su hija quería reasignar su sexo y operarse. Rechazaban totalmente esto en su hija, quien había cambiado desde que se desarrolló, luego de un período de timidez extrema.
Desde un primer momento me dice que se llama Cacho y me pide que lo llame así. Dice “soy varón pero no es así mi cuerpo por ahora”. Le pregunto más: “no sé, nací con cuerpo de mujer, pero en poco tiempo me voy a operar”.
Sus estrategias para ocultarse: usa el pelo corto, hace pesas para tener músculos, usa ropa amplia para ocultar sus pechos, se fabricó una prótesis para simular un pene y testículos que remarca mediante pantalones apretados. De ese modo, y forzando su voz de modo masculino, ha logrado algunas conquistas, pero dice: “Nos dimos besos, nada más, porque no quiero que se den cuenta que tengo cuerpo de mujer”
Sólo para ir al colegio se viste de mujer: eso lo enoja, dice “yo no soy esa”. Cuando vuelve del colegio se viste con su “verdadera ropa” y se encuentra con su grupo de amigos que lo llaman Cacho y le hacen gancho con las chicas.
Le gusta una que se llama V., casualmente su propio nombre, y se pregunta cómo hacer para que ella no se dé cuenta. Luego dice una frase clave: “Si ella estuviera conmigo, la podría entender como ningún hombre, porque yo se cómo sienten las mujeres”.
Conservaba dudas en cuanto a la estructura clínica, hasta que una vez quiso contarme algo: “cuando tenía 5 o 6 años mi hermano me mostró el pito, él tenía 13 o 14, lo tenía parado, y me dijo que se lo chupe. Yo no se lo chupé pero se lo agarré. Y me sentí como él”. Le digo que no entiendo y me dice: “y, como él”. Insisto en qué dato le hizo sentir que era como él y dice: “por lo duro que tenía el pito”. En esa sesión dice que a veces siente algo duro entre las piernas que a veces llega a molestarla, que a veces aprieta o frota las piernas y se le pasa, o no. No hay una articulación temporal de esto que siente con la escena con el hermano. Intervengo afirmando que están bien sus procedimientos para sacarse esa molestia, con lo que, tranquilizándose, vuelve a narrar sus aventuras de seducción. Activamente no vuelvo a interrogar ni por la escena infantil ni por la molestia: la presencia del fenómeno elemental en el cuerpo, más la certeza de la identificación con el hermano, rubrican el diagnóstico de psicosis, y a partir de un control, orientan mi intervención: en las sesiones siguientes sólo hablamos de sus aventuras y sus proyectos de operarse. La intervención de alojar esos proyectos le produce un notable efecto de pacificación.
En esta breve observación podemos ubicar la escena del desencadenamiento y su solución: la presencia del goce, no recubierto por el falo, produce una inmediata respuesta anticipada, la identificación transitiva en el registro de la certeza: “me sentí como él”. El fenómeno elemental muestra cómo el empuje a La mujer no es necesariamente una transformación en mujer, sino que en su caso, ser un hombre es su modo de inscribir a La mujer excepcional por el que sólo ella podría entender a una mujer como ningún hombre, al modo de un Tiresias moderno. Esta inscripción -a diferencia del delirio de Schreber- es sólo una certeza, pero que anuda los registros.
A nivel simbólico es una nominación, Cacho, que le permite la camaradería con los hombres y la seducción con las mujeres, supliendo la significación fálica ausente. En lo imaginario, realizar la imagen masculina le permite hacerse un cuerpo, supliendo lo que se desenganchó en el trauma infantil. A nivel de lo real logra una regulación del goce mediante la asíntota: será en el futuro La mujer que entiende a las mujeres.
Así inscribe su excepción mediante un trabajo de elaboración permanente: la nominación, el trabajo constante de vestir su cuerpo, y la promesa de la operación.
Pero algo no está suficientemente regulado a nivel del cuerpo: la molestia en sus piernas, eso duro que siente, marcan que este anudamiento no termina de ser efectivo. Por esa razón mi intervención fue alojar su trabajo, dado que el tratamiento del goce no es lo suficientemente consistente para considerarlo un sinthome.
Este caso nos ha permitido ilustrar un punto: de los 11 casos de psicosis, 5 podian considerarse extraordinarias y 6 ordinarias. Lo que observamos, es que lo que distingue a unas de otras es que la certeza temprana impide el desencadenamiento. Ya sea que la certeza se ubique en el tiempo anterior al desencadenamiento, o bien, como en este caso, que se instale en el momento mismo del desencadenamiento, ella permite un posible anudamiento: la excepción de La mujer logra recubrir el fenómeno elemental y ordinarizar la psicosis. Esto nos sirve como orientación: la prudencia en nuestras intervenciones sobre la reasignación de sexo, teniendo en cuenta el valor de invención que en algunos casos tiene esa certeza.

Reflexión final:

Queremos aclarar que este texto es un breve recorte de una investigación en curso, que incluye a pacientes tratados psicoanalíticamente por distintos profesionales, en los que se ha podido verificar en transferencia el diagnóstico de estructura. En el momento en que se expuso este trabajo disponíamos de un menor número de casos, luego la casuística que tenemos aumentó, y están en juego en ella todas las estructuras tal como las entiende el psicoanálisis: principalmente, neurosis y psicosis.
De ningún modo la investigación pretende hacer un paralelismo entre una estructura determinada y el transexualismo -tal como se verifica en la diversidad de estructuras mencionadas-, así como de ningún modo se patologíza el género, cuestión que hemos resaltado en otros textos. Lo que se intenta es ubicar qué herramientas teóricas y clínicas permiten un mejor tratamiento de los pacientes cuando éstos piden ayuda. 
En este texto en particular, nuestra intención es ubicar en qué medida un concepto de Lacan -el empuje a La mujer- nos permite ayudar al paciente a que logre una estabilización que lo pacifique. Por esa razón, el texto inicia diciendo: "para los casos de psicosis, nos ha parecido central la indicación…”, es decir, esa conceptualización sólo aplica a los casos donde se verificó una estructura psicótica. En la investigación tenemos también muchos casos de transexuales neuróticos, y nos hacemos la misma pregunta: cuáles son nuestras herramientas teóricas y clínicas para lograr un buen tratamiento analítico.

BIBLIOGRAFÍA
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