ACTUALIDAD DEL CONCEPTO DE MANÍA

Un párrafo en el que J.-A. Miller caracteriza la globalización como un rasgo de la cultura contemporánea y donde articula la actualidad con la lectura de nociones clásicas, nos sirvió de punto de partida para revisitar un concepto que está en el eje de nuestro trabajo de investigación.

“Puede hablarse de manía cada vez que el lenguaje (entendido allí como articulación, como estructura) se encuentra asediado....como lo está por la descomposición científica (...que produce el discurso científico)”[i].

 Ahora bien ¿De qué hablamos cuando hablamos de manía? Lo que hoy entendemos como tal se produce a lo largo de la historia.

Ya Hipócrates (460-370 a. c.) señala en el Corpus a la Eutimia como un estado de “exaltación febril del thymos”; ese lugar indeterminado del sentirse a si mismo, centro de las emociones, de las pasiones, de lo que luego se llamará lo íntimo.

El prefijo Eu, significa alegría o felicidad, por eso se hablaba de eudaimonía, es decir tener un Daimon (demonio, espíritu) favorable y ya allí se la opone a la atimia (abatimiento).

Para Aristóteles (384-322 a.c.) la locura - a la que llama melancolía – es efecto de la mala mezcla de la “bilis negra” y puede manifestarse como Ek-stasis o manía; lo que designa un estado “fuera de sí”. Así, los manikoi eran los enfermos del entusiasmo (tanto por exceso como por defecto).[ii]

La manía tuvo su lugar para Pinel como una de las variantes de la alienación mental y es Esquirol, su alumno, quien toma la idea de delirio parcial para recortar las monomanías; afecciones que se limitaban a una idea, emoción u objeto según sus variantes intelectual, afectiva e instintiva; es sobre esta última se construye la categoría de toxicomanía.

Guislain, Griesinger, Baillarger y Falret preparan el terreno para que Kraepelin, en su Tratado de psiquiatría, delimite la psicosis maníaco-depresiva como un cuadro con estados agudos, no confusionales que no constituyen estados sindrómicos de la demencia precoz. Allí rechaza la manía y la melancolía simples. Los accesos implican siempre más de una fase y están constituidos por tres tipos de perturbaciones fundamentales: el humor (emotividad), la ideación, la voluntad (la psicomotricidad) que pueden asociarse de diferente manera. Ej. Exaltación del humor, fuga de ideas, excitación psicomotriz – manía pura- pero también depresión y excitación, estupor maníaco u otras combinaciones). La flexibilidad de este cuadro le permite a Kraepelin encontrar un lugar en su clasificación para estados delirantes y alucinatorios agudos que no desembocan en un delirio crónico o en un estado deficitario.

Lo más destacable en este punto, a nuestro juicio, es que estas observaciones cuestionan la base de lo que hoy se conoce como espectro bipolar –uno de los síndromes más destacados de la psiquiatría tecnológica actual- entendido como una variación cuantitativa de una función psíquica (el humor) provocadas por variaciones cuantitativas de neurotransmisores; lo cuestionan en su causa exclusivamente orgánica que se manifestaría en la continuidad lineal de los fenómenos. Psiquiatría tecnológica que recientemente ha dado lugar además a la Adictología, terreno de estudio sobre el que podríamos preguntarnos si con su idea de la adicción como efecto de un desbalance hormonal va más lejos que la antigua idea aristotélica.

Kraepelin caracteriza a la manía, además, por la ausencia de productividad de ideas, las cuales son reemplazadas por la repetición monótona de palabras y de asociaciones por consonancia. Se produce una ilusión de dominio de las mismas, pero en realidad es el resultado de la euforia que afecta al paciente. La logorrea marcada, evidencia la falta de unidad interior del curso de las representaciones, pérdida de dominio que tiende a la incoherencia y culmina con la fuga de ideas. También destaca que, si bien hay un incremento de la actividad, el potencial real del trabajo decae notablemente por la falta de perseverancia y la dispersión.

Freud comparte la idea de Kraepelin de una relación estrecha entre manía y melancolía. Si bien escribe algunos textos previos, el primer análisis detallado sobre el tema lo realiza en Duelo y Melancolía. Toma para su trabajo la variedad clínica de la melancolía delirante, ya que realiza el análisis básicamente a través del discurso que caracteriza el delirio melancólico, con sus quejas y autorreproches.

Aunque la psiquiatría había establecido previamente la existencia de melancolías sin delirio, también había observado que cuando surge, el delirio está en continuidad con el humor melancólico.

Allí va a considerar a la melancolía y a la manía en simetría, comparando a la primera con el duelo y la manía con estados de alegría, júbilo o triunfo. Si bien encuentra una semejanza en las condiciones económicas, en los movimientos libidinales, la diferencia entre los estados que toma como referencia y la patología es la relación con el saldo de saber del proceso psíquico. Tanto en la melancolía como en la manía, el yo no sabe lo que ha perdido o sobre lo que ha triunfado y considera al afecto maníaco como efecto del cese del gasto psíquico del trabajo melancólico. Freud retomará el tema después de 1920, para abordarlo desde la segunda tópica y elucidar con más detalle algunos puntos. Así, examina la naturaleza de las identificaciones y la relación entre instancias psíquicas, para plantear que el yo debe plegarse a un conjunto de restricciones, debiendo acomodarse a las exigencias del Ideal con un efecto de tensión y abatimiento. Esto no puede ser soportado de manera permanente, por lo que cada tanto esa distancia queda anulada y el yo se siente fusionado con el ideal, lo que produce la sensación de triunfo, autoarrobamiento, la ausencia de inhibiciones y reproches propios de la manía.

Las especificaciones de Lacan con respecto a la manía, se apoyan en Freud y en la psiquiatría clásica para también tomar distancia de ellas.

La primera de ellas[iii], en la descripción que hace del estadío del espejo, ubica al momento de la visión de la completud corporal como un momento de júbilo y excitación maníacos.

Posteriormente, en El Seminario 10, va a plantear que en la manía “...se trata de la no función de a lo que está en juego, y no simplemente de su desconocimiento (su velamiento bajo la cobertura del i(a). En ella el sujeto no tiene el lastre de ningún a, lo cual lo entrega sin posibilidad alguna a veces de liberarse, a la pura metonimia, infinita y lúdica de la cadena significante” [iv].

El melancólico se identifica con ese objeto en su función de resto, de desecho, en tanto que el maníaco, se desprende de ese lastre y queda entregado al desplazamiento sin freno en la cadena significante. Es decir que el objeto (a) deja de cumplir su función de fijación producto de la operación metafórica y el sujeto queda librado a la metonimia sin punto de detención.

Lacan, en tanto distingue el núcleo de goce detrás de la imagen narcisista, no va a compartir la idea freudiana que considera a la manía como lo inverso de la melancolía. Propone, si, la misma causalidad significante -la forclusión- y el mismo retorno mortífero del goce bajo manifestaciones clínicas diferentes.

Se ubica así, en términos estructurales, lo que los psiquiatras clásicos habían descripto en detalle. La falla del punto de capitón donde se conjugan la anticipación y retracción significantes. Falta de freno que explica la elación y el fenómeno de la fuga de ideas, esa logorrea en la que el sujeto se anula y donde se pierde la intención de significación, como una metonimia infinita que agita el cuerpo y desarticula sus funciones. La no función de (a) imposibilita el pasaje del goce a la contabilidad y tiene como correlato el desenfreno metonímico que atenta contra la reserva libidinal del sujeto.

En el mismo sentido puede tomarse la referencia de Lacan en “Televisión”: “La tristeza, por ejemplo, la califican de depresión, y le dan el alma por soporte (...) Pero no es un estado de ánimo, es simplemente una falta moral, (...) un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral, que se sólo se sitúa en última instancia a partir del pensamiento, es decir, del deber de bien decir o de orientarse en el inconsciente, en la estructura”.

“Y lo que sigue, por poco que esta cobardía, por ser rechazo del inconsciente, vaya a la psicosis, es el retorno en lo real de lo que es rechazado, del lenguaje; es la excitación maníaca por la cual ese retorno se hace mortal”[v].

Lacan toma en primer lugar la tristeza, a la que define como cobardía por ser rechazo del deber del bien decir lo que define “que soy” más allá de yo, rechazo del saber inconsciente, desconexión con el inconsciente. La manía queda definida como una cadena significante funcionando en lo real sin regulación, desarticulada; la consecuencia será la misma: el retorno en lo real de aquello que fue rechazado en lo simbólico.

Si el retorno en lo real tiene como condición la desarticulación de la cadena significante, en la manía ese retorno se manifiesta como el despliegue de una sucesión acelerada de S1 liberada de las determinaciones del fantasma. Esto implica que las pulsiones mismas se emancipan de la articulación gramatical y de la barrera que impone el sentido.

Retomando entonces la cita de J.-A. Miller, “puede hablarse de manía cada vez que el lenguaje se encuentra asediado....como lo está hoy por la descomposición científica”.

¿De qué se trata ese asedio de la ciencia que descompone la articulación que puede efectuar el lenguaje?

La ciencia - autoridad indiscutida en el mundo actual - propone un saber de enunciados unívocos, sin enunciación, que ofrece una versión de la existencia masificante, produciendo un efecto forclusivo de lo más singular de cada uno.

Es justamente la transmisión de una singularidad la función que Lacan atribuye al padre en su última enseñanza, de una versión del goce vivible, su forclusión no es tanto la forclusión de la prohibición paterna como de la posibilidad de una satisfacción singular.

Como efecto lógico del discurso universalizante de la ciencia, el je sui ca (soy eso) situable por el bien decir, se convierte en Ce moi (soy yo) del hombre moderno. La consecuencia es la exigencia de un yo sin fallas, “un yo gestionario con su imperativo de goce inmediato al que el gadget ofrecido por el mercado le responde como una prótesis” [vi].

Entre los gadgets, los fármacos ocupan un lugar preponderante; allí reencontramos una de las hipótesis fundamentales de nuestro trabajo; la toxicomanía es generalizada por el empuje de la ciencia y el mercado.

Como efecto de retorno de la manía, podemos encontrar otra consecuencia del avance de la “descomposición científica”; practicas que encuentran en los gadgets la ocasión para repetirse de modo regular, sin diferencia, iterando las marcas inevitables de un goce que en la desarticulación del lenguaje deviene fijo.

Así la dispersión maníaca y su retorno resultan dos facetas de la descomposición contemporánea de la articulación tradicional del lenguaje. Una tendiendo a un infinito mortífero, la otra siempre 143 igual, sin variación en una fijeza también mortífera.

¿Qué lugar para nuestra práctica entonces en las coordenadas actuales de la civilización?

Podemos ofrecer el lugar para que los sujetos contemporáneos puedan encontrar en su palabra, en sus prácticas, la función de un límite singular, la singularidad de una satisfacción menos mortífera, que les permita un lazo. Es nuestra tarea también, hacerlo saber.

 

NOTAS

[i] Miller, J.-A. Piezas sueltas, Paidós, Bs. As. pág. 33.

[ii] Ramirez, M.E. “La melancolía en Aristóteles”, en VI ENAPOL, hablar con el cuerpo, Grama, Bs.As. 2014.

[iii] Evoca también la referencia a Joyce en el Cap. 1 del Seminario 23.

[iv] Lacan, J. El Seminario, libro 10. Paidos. Pág 363 Sinatra E. Monomanías en el siglo XXI, disponible en http://oimperiodasimagens.com.br/es/faq-items/monomanias-en-el-siglo-xxi-el-goce-cleptomano-y-el-goce-del-juicio-ernesto-sinatra/

[v] Lacan, J. “Televisión”, en Otros Escritos, Paidós, Bs. As.

[vi] Nepomiachi, R. “Alienación”, Scilicet, El Orden simbólico en el siglo XXI, Grama, Bs. As. 2012.

 

BIBLIOGRAFÍA Freud, S. (1915) “Duelo y melancolía”, Obras completas T XIV, Amorrortu, Bs. As. 1984.

Lacan, J. El Seminario, libro 10. Paidos. Bs. As. 2004

Lacan, J. El Seminario, libro 23. Paidos. Bs. As. 2006

Lacan, J. “Televisión”, en Otros Escritos, Paidós, Bs. As.

Mazzuca, R. “Clínica psicoanalítica de la depresión y la melancolía”, en Virtualia, revista digital de la EOL, nro. 14, Bs. As. Captura 25/8/2016. Disponible en http://virtualia.eol.org.ar/014/default.asp?dossier/mazzuca.html#refe

Millas, D. “Angustia e inhibición en las psicosis”, en Virtualia, revista digital de la EOL, nro. 21, Bs. As. Captura 25/8/2016. Disponible en http:// virtualia.eol.org.ar/021/template.asp?Estudios/Angustia-e-inhibicionen-la-psicosis.html

Miller, J.-A. Piezas sueltas, Paidós, Bs. As. 2013.

Naparstek, F. Introducción a clínica de las toxicomanías y el alcoholismo, Grama, Bs. As. 2005

Naparstek, F. Introducción a clínica de las toxicomanías y el alcoholismo III, Grama, Bs. As. 2010

Nepomiachi, R. “Alienación”, Scilicet, El Orden simbólico en el siglo XXI, Grama, Bs. As. 2012.

Ramírez, M.E. “La melancolía en Aristóteles”, en VI ENAPOL, hablar con el cuerpo, Grama, Bs. As. 2014.

Sinatra, E. ¿Todo sobre las drogas?, Grama, Bs. As. 2010

Sinatra, E. Monomanías en el siglo XXI, disponible en http://oimperiodasimagens.com.br/es/faq-items/monomanias-en-el-siglo-xxi-el-gocecleptomano-y-el-goce-del-juicio-ernesto-sinatra/