HISTORIA DE LAS DROGAS Y SUS USOS

A primera vista, pareciera ser que el uso de drogas es tan antiguo como la humanidad. Es necesario indagar cómo fue variando la utilización de sustancias, qué significación se les atribuía y qué actores y prácticas sociales involucraban. De esta manera, podemos distinguir tres períodos que conviven, pero en los cuales la ingesta de drogas adquiere una significación peculiar: un momento de uso religioso, otro de índole medicinal, y otro de utilización social y cotidiana.

Línea de uso religioso y chamánico

El escritor británico Robert Graves señala que las antiguas culturas de Europa y América solían consumir hongos alucinógenos para provocarse estados excepcionales, con fines adivinatorios. Menciona las drogas inhalantes, las hierbas como el cannabis (que aparece tempranamente citado en textos antiguos dela Biblia, por ejemplo en la tumba del rey Salomón), el tabaco y el peyote como drogas presentes en las culturas americanas. También en la secta árabe de los hashashins –los asesinos– utilizaban el hashish de manera ritual, para provocarse estados especiales de éxtasis religioso y bélico.

En cuanto a las culturas europeas clásicas, como la griega, se puede mencionar la aspiración de sulfuros –presente por ejemplo en el oráculo de Delfos–, con la que sibilas y sacerdotisas buscaban provocarse alucinaciones para interpretar el material onírico y proveer anticipaciones de futuro. Se trataba de un saber de los dioses sobre el futuro, sobre el destino. Las sibilas aspiraban para tener alucinaciones e interpretar los sueños que los consultantes les llevaban. Estos “oniroi” eran mensajes que los dioses dejaban a los humanos anticipando el futuro, eran imágenes anticipatorias del sueño, desancladas del cuerpo y la percepción. Las “hipnias”, en cambio, refieren al cuerpo y son materia de interpretación médica. Así los trabajó Artemidoro en su “Interpretación de los sueños” del siglo IV. Los augures romanos siguieron en esta línea.

El trance casi bordea la muerte. El modelo es el sueño, la creencia de que cuando el alma se independiza del cuerpo, viaja. En esta línea, los egipcios consideraban la muerte como viaje o transmigración de las almas, como reaparece en los mitos de Orfeo.

Es interesante reparar además en la sensorialidad involucrada. Originariamente, se apelaba a los sentidos primitivos: el olfato y el gusto. A través del olfato, la aspiración de humos, y sulfuros; con el gusto, la ingestión de hongos. El fumar combina ambos. Vista y oído, generalmente sentidos centrales, quedaban desplazados en su importancia. El tacto (tatuajes) tiene una importancia intermedia, aunque la carpathognosia (conocimiento a través del tacto) de los griegos muestra que parece tan primitiva como el olfato.

Uso medicinal

Antigua y originariamente imbricada a la línea religiosa, aparece el uso medicinal. De la medicina babilónica (5000 A.C.) datan tempranas referencias al uso anestésico del láudano y el opio, prescripto en tablillas de arcilla para soportar intervenciones quirúrgicas. Se conectan religión, astrología, alquimia y medicina: los mapas astrológicos del cielo, los supralunares, con los cinco elementos alquímicos y sus sustancias, improntan simultáneamente los grabados médicos del cuerpo, vigentes hastala EdadMediatardía.

En Egipto, medicina y teología también formaban un saber único, organizadas ambas en torno a la preocupación por la muerte, la que concebida como viaje, obligaba a la momificación del cuerpo para el regreso. Vencer la muerte en el cuerpo, invitaba a provocarla. La cultura egipcia es famosa por su especialización en venenos. Producía sofisticados destilados de sustancias puras: venenos, medicamentos, pócimas y elixires. La producción de sustancias-drogas generó una industria-pharmacopea basada en los herbolarios, que sistematizan las especies vegetales según sus usos y efectos. El más famoso, el Pharmaton del griego Dioscórides, tiene 3000 años y clasificó 500 especies vegetales claves para la medicina griega, como el eléboro, la belladona, la mandrágora.

Si bien Hipócrates inicia la tradición de la medicina drásticamente naturalista y definitivamente separada de lo sobrenatural, también se caracterizó por la prescripción de medicinas. En sus dietas destacó a la nutrición y al aire que se respira como aspectos decisivos. El vino era la medicina griega por excelencia: graduado, medido, combinado. Como hallazgos dietarios se recomendaba la sopa-agua hervida y una receta aún vigente: la tisana de hidromiel y vino caliente para combatir la ptisis o resfrío.

Hipócrates, al ser naturalista, no distinguía entre lo psíquico y lo físico. La manía, melancolía, frenitis y delirio eran para él formas de exaltación de la sensibilidad, cuyas causas naturales eran los humores (bilis amarilla, bilis negra, flema) y sus características (frío-cálido / húmedo-seco, agrega Galeno). Los estados psicopatológicos básicos concebidos según la teoría humoral, se trataban con recursos “farmacológicos” provistos por la pharmacopea. Para tratar la locura, médicos como Herófilo utilizaban el eléboro blanco o negro, un temible vomitivo violento, que a veces curaba y otras, mataba. Su uso estaba fundamentado en la idea de “expeler” lo “tóxico”, a través de la provocación de vómitos y purgas.

El uso y abuso de drogas llegó a ser considerado peligroso y la medicina griega debatió la cuestión entre dos extremos: la dieta de Hipócrates y el abuso de Herófilo. Hay quienes como Asceplio consideraron a los fármacos verdaderos venenos, en reacción al uso agresivo y abusivo que hacían médicos como Celso, quien al referirse al tratamiento de la manía menciona el uso de fármacos para “domar, debilitar o traumatizar al paciente”, así como el recurso de la oscuridad y ayuno para suavizar, dulcificar “hasta la bestia más salvaje”. Provocaba vómitos con eléboro negro para evacuar la bilis negra y eléboro blanco para evacuar la bilis amarilla, inducía el sueño profundo, o causaba estupores con la mandrágora. Trató la melancolía embriagando al paciente para provocar deliberadamente manía o follia furiosa.

En Roma, Galeno cuantificó el uso de “drogas”. Andrómaco –médico de Nerón– fundió la tradición egipcia y la griega en complejas recetas de hasta 600 ingredientes que aún figuran en libros de Pharmacopea del siglo XIX. Los saberes druidas de los celtas, expertos en pócimas y ungüentos de vegetales, convivieron con la medicina galena durantela Edad Media. 

Los jardines antiguos y medievales tenían rincones ocupados con hierbas que se usaban para cocinar, para preparar infusiones o para curar. Funcionaban como proveedurías o almacenes vivientes, no demasiado diferenciados de la huerta y los frutales, como aún hoy muestran los Jardines del Cluny, en París.

La línea alquímica de origen egipcio y la tradición galénica de la medicina latina siguieron decursos separados de la medicina árabe, hasta que se fusionaron al reentrar en Occidente, a partir de 1300 con Arnaud de Villanova, quien en sus frecuentes viajes de Valencia, Barcelona y Montpellier, introdujo el alcohol como desinfectante y la interpretación de los sueños para los diagnósticos médicos.

Los usos sociales

Al puntuar las costumbres de la vida cotidiana con respecto al uso de drogas, no se registran casos como los actuales, pero sí las recomendaciones médicas griegas para eludir la melancolía. La eutimia se lograba festejando con amigos, la receta era vida social y vino. El vino, adjudicado a Dionisio –de origen Fenicio, o hindú según otros–, y la máquina de cerveza en la tumba de Tutankamen que inspira la actual Tooth, revelan que ambas bebidas celebratorias son tan antiguas como la humanidad.

El vino era el centro de las fiestas dionisíacas, donde festejar significaba tomar en exceso (dosificado y mezclado tenía uso medicinal). En las reuniones de hombres, los grupos de guerreros se organizaban alrededor del vino. Este ayudaba a vencer el miedo, a desafiar al rival, con él aparecían iniciativas y actos heroicos impensables. Nuevos espacios sociales, las Tabernas, dieron sede a reuniones para comer alrededor de una mesa latina, costumbre que se prolongó enla EdadMedia.

El Renacimiento muestra una serie de usos sociales cotidianos que se van abriendo paso en la cultura. Según cuenta Skakespeare en sus obras, en las tabernas renacentistas se servía cerveza tibia con mandrágora rayada. De esa época data la novela de N. Macchiavello, “La Mandrágora”, una comedia de enredos y de engaños, donde esta hierba muestra su popularidad pero también sus efectos.La Julietade Shakespeare acude al monje franciscano –quien parece manejar el pharmacon– y de su huerta extrae las especias para preparar una pócima capaz de producir una catalepsia controlada; el ingrediente principal es la mandrágora, o droga de la muerte simulada, peligrosísima por la cantidad de atropina que contiene. La belladona, su droga próxima, se vende hoy como té.

Enla EdadMedia, pueblos enteros quedaban afectados por el cornezuelo de centeno, un hongo alucinógeno que provocaba fenómenos masivos. Elixires, pócimas, brebajes y filtros “de amor” como el de Tristán e Isolda mostraban las prácticas druidas; las tradiciones populares se diferenciaban de las médicas –galénica clásica y alquímica árabe.

En el siglo XVII, los jesuitas retomaron en los hospitales el tratamiento de las enfermedades según las patologías griegas (manía, melancolía, histeria) y su pharmacon –enriquecido con la herboristería americana–. En el siglo XVIII, la ciencia médica, en psicopatología, incorporó y profundizó esta perspectiva.

A fines del siglo XIX, en París, se perfiló una nueva escena que focalizaba el estudio y exploración de estados subliminales-infraconscientes: “hipnias” o “hipnosis”, sueños, angustias extremas, histeria. Propiciaban estos estados como posibilidad de búsqueda, esbozando nuevos hábitos sociales, que reflejaban estas inquietudes. El Café parisino reunía esas tendencias exóticas y ofrecía en sus mesas café, hashish, canela, chocolate y cocaína, como parte social cultural.

Repensando el material desde sus posibilidades de uso, se puede caracterizar a las drogas como sustancias capaces de provocar deliberadamente estados psíquicos excepcionales respecto de fenómenos psicológicos “normales” como el sueño. Un grupo provoca distorsión de imágenes, visualizaciones, cenestesias y alucinaciones. Otro grupo provoca efectos atenuantes, de adormecimiento de actos o sensaciones y anestesia del dolor: Orfeo y Morfeo, respectivamente. Otro grupo provoca un efecto opuesto euforizante.

Estos estados pasajeros, deliberadamente buscados y provocados en forma controlada se muestran casi indiferenciables de los estados psicopatológicos instalados, no controlables e irreversibles que la psicopatología describe: alucinaciones, depresión, manía.

Según la droga elegida y el efecto buscado, se deduce la posición subjetiva del que busca y el estado a neutralizar. Estimulantes, para un sujeto que busca desdibujar cansancio y depresión, y atenuantes para la manía. El deseo de amplificar estos efectos atenuantes y estimulantes, ha llevado a la potenciación de las drogas naturales..

El marco que se esboza, va desde el uso de sustancias para provocar estados excepcionales (antiguo como la humanidad, referido a experiencias religiosas extraordinarias y de uso limitado a los intermediarios, sacerdotes y chamanes); al uso médico natural griego en psicopatología, que medica, trata e interviene con drogas. El Pharmacon es quien provee las drogas naturales que se utilizan para las enfermedades mentales.

La popularización de las drogas generó nuevos usos culturales: para el amor, para resolver conflictos, para exploraciones subjetivas, como búsqueda deliberada de nuevos espacios sensoriales, alucinaciones, la avidez de provocar estados especiales. Se abren nuevas necesidades y espacios sociales: según el efecto buscado, la sustancia elegida. La cocaína energiza y prolonga la actividad laboral; la marihuana y alucinógenos sirven para evadir. El fenómeno de la drogadicción actual es un fenómeno tardío del siglo XIX, masivo a partir de la Guerra del Opio, que pasiviza y pone a dormir poblaciones enteras, como preanuncio del uso político de las drogas.

Lo expuesto parece indicar una tendencia propia del sujeto a buscar y propiciar ciertos estados excepcionales de goce orgánico o psicológico-psicopatológico: la somnolencia o atenuamiento como el sueño del opio, hipersensorialidad o alucinaciones, exaltación en la manía y la melancolía. Se recurre espontánea o intuitivamente a sustancias psicoactivas; a veces para provocar estados, otras, para neutralizarlos. En la adicción el deseo se compulsiviza. Hay una repetición que tiende a ligar pero que es fallida y perentoria en la conminación de realización. ¿Cuántas veces el nieto de Freud arrojó el carretel fuera de la cuna en lo que formalizó como el fort-da o primera máquina de simbolizar? Muchísimas. Compulsión a la repetición.

El artículo anterior fue presentado en las Jornadas de Prácticas Políticas e Instituciones, en el Honorable Senado de la Nación (julio 2011), Secretaría de Extensión , Facultad de Psicología, UBA.