EMBARAZO Y MATERNIDAD EN LA ADOLESCENCIA

Los embarazos en la adolescencia marcan el inicio de la conformación de una familia: ¿planificada?, ¿deseada? Este trabajo propone pensar, por un lado, en los condicionamientos de género que determinan embarazos en la adolescencia y, por otro, en el rol del psicoanalista en los equipos interdisciplinarios que trabajan con adolescentes.

Comencemos con dos preguntas: ¿Los embarazos en la adolescencia son deseados? ¿Las adolescentes que quedan embarazadas están buscando ser madres y formar una familia?

El embarazo en la adolescencia puede tomarse como indicador de acceso a la salud en tanto suele concentrarse en las poblaciones más pobres, con condiciones inadecuadas de nutrición y salud de las embarazadas. Hace años que las investigaciones sobre el tema nos muestran que los embarazos en la adolescencia están determinados por los condicionamientos de género que definen a la identidad femenina en función de la maternidad y las tareas domésticas. Este estereotipo social y cultural también determina el acceso a la salud sexual y reproductiva (SSyR). 

Deseo de embarazo

Retomemos la pregunta por el deseo: Los embarazos en la adolescencia suelen no ser planificados o buscados concientemente, pero eso no significa que no sean deseados en la mayoría de los casos. El deseo es algo complejo de definir, pero ya sea que se lo defina conceptualmente desde el psicoanálisis, se utilice la definición de diccionario o se piense en el uso cotidiano de la palabra, no se refiere a una acción voluntaria, planificada, a algo que necesariamente se busque en forma conciente. Entonces, un embarazo no buscado o no planificado no puede definirse como deseado o no deseado sólo por el hecho de no haber sido buscado concientemente.

Los medios masivos de comunicación y muchos profesionales de la salud hablan de “embarazos no deseados” sin tener en cuenta que un embarazo que no ha sido planificado o buscado puede ser de todas maneras un embarazo deseado. Incluso un embarazo que termine en aborto provocado podría haber sido deseado, pero la mujer (adolescente o adulta) no haber podido afrontar la situación o defendido su deseo por sobre la decisión de su familia (pareja y/o padres), que no quería que ese embarazo siguiera su curso.

Si pensamos a los embarazos en la adolescencia sólo como embarazos no deseados dejamos de lado los condicionamientos sociales y culturales, especialmente de género, que contribuyen a “construir” el deseo de embarazo. Los roles que la sociedad supone para las mujeres, como madres, esposas y amas de casa, condicionan la ocurrencia de embarazos en la adolescencia en la medida en que esa es la única manera en que muchas de estas adolescentes sienten que se realizan como mujeres y son reconocidas socialmente como tales.

Perspectiva de género

Si bien muchas veces se utiliza el término género para hablar de las mujeres y la reivindicación de sus derechos, es importante tomar esta perspectiva como aquella que se centra en las relaciones entre los sujetos, determinadas por la construcción de sus identidades de género, las que van armando acerca de su ser hombre y su ser mujer a partir de patrones culturales.

Si pensamos que el ejercicio de la sexualidad suele verse condicionado por la posición subordinada de la mujer y muchas veces por la definición de la identidad femenina asociada a la maternidad, debemos considerar las posibilidades de cada mujer para apropiarse de herramientas que le permitan reflexionar acerca de esos condicionamientos y elegir la manera de actuar frente a ellos.

Tradicionalmente, se atribuyen a las mujeres roles pasivos, de cuidado de los otros, de mayor sensibilidad; se espera que sean madres y esposas y se remitan al ámbito de lo privado. Mientras que a los hombres se les atribuye la actividad, el poder, la fuerza y el rol de proveedores y se les otorga el ámbito de lo público. Estas atribuciones de mujeres y hombres, de lo que se espera de la femineidad y la masculinidad de cada uno, han sido sostenidas por hombres y mujeres a lo largo de la historia y son cuestionadas por los estudios de mujeres y luego por los estudios de género debido a las desigualdades sociales que implican, especialmente la desigualdad de las mujeres como sujetos de derecho. El cuestionamiento se refiere también a la definición de la femineidad y la masculinidad como conceptos cerrados, que responden a roles determinados, que a su vez dependerían del sexo biológico.

Hablar de lo masculino y lo femenino desde una perspectiva de género implica sostener que cada cultura construye su forma de “ser mujer” y de “ser varón” y que además cada sujeto construye su manera particular de ser mujer u hombre.

Entonces, la construcción acerca de la feminidad y la masculinidad se realiza en un entrecruzamiento entre diferentes aspectos: socioculturales, históricos, políticos, económicos, familiares. Y también subjetivos, singulares de cada sujeto. Además de tener en cuenta las diferencias de género como inequidades sociales entre hombres y mujeres, es necesario pensarlas en su relación con las diferencias de clase social, edad, condiciones materiales de vida.

La construcción de las subjetividades femeninas y masculinas determina formas de vivir, de enfermar, de padecer, de buscar placer y de ejercer la sexualidad. Esas construcciones, si bien responden a modelos generales o universales, encuentran características particulares en cada población, grupo etáreo y grupo social.

Tener en cuenta la perspectiva de género al abordar la temática de los embarazos en la adolescencia implica prestar atención al posicionamiento subjetivo que cada uno o cada una puede tomar con respecto a los roles de género, los condicionamientos de las relaciones entre hombres y mujeres y también los condicionamientos con respecto a la salud, especialmente la salud sexual y reproductiva.

Si tomamos como ejemplo la situación de las adolescentes de Villa 20, nos encontramos con que estas chicas piensan que ser mujer es ser madre y sienten que son mujeres si son madres. También piensan que la sociedad las reconoce como mujeres y las respeta sólo si son madres. Para ellas es “natural” que los hombres quieran tener relaciones sexuales. Ellas sólo pueden decir “sí” o “no”, en caso de que sea una propuesta; pero en general sienten que son presionadas y no pueden elegir. Para estas chicas, la iniciación sexual aparece asociada al embarazo como una consecuencia inevitable, a pesar de los cuidados anticonceptivos (Perrotta, 2007).

El psicoanalista en el equipo interdisciplinario

Al hablar del psicoanalista en el equipo de salud nos interesa particularmente evitar la oposición y la exclusión que suele plantearse en el ámbito universitario, especialmente, entre el Psicoanálisis y la Psicología de la salud o cualquier rama profesional que sostenga la posibilidad del trabajo interdisciplinario (Perrotta 2005, 2006 y 2011).

Sostenemos, por otro lado, que el modelo médico hegemónico, el saber ubicado del lado del profesional de la salud y la objetivación del paciente/sujeto no son posicionesexclusivas de los médicos dentro del sistema de salud.

La posición crítica del psicoanalista en el equipo de salud permite poner en evidencia que los sujetos hablan a través de sus cuerpos y sus síntomas y que escuchar al sujeto en su singularidad posibilita, al menos, hacer lugar a los padecimientos subjetivos en lugar de sólo ponerles rótulo con un diagnóstico.

También pensamos que la perspectiva de género y el reconocimiento de los estereotipos que determinan una regulación histórica de los cuerpos, permite abrir una puerta, en el ámbito médico, a la escucha de las mujeres y de cada mujer en su singularidad, al tener en cuenta determinaciones sociales y culturales que se imprimen en la subjetividad de cada una. Nuestra perspectiva sostiene que el psicoanalista en el equipo de salud favorece esa puerta de entrada al introducir una posición crítica al interior del equipo.

Reflexiones

La construcción social y cultural acerca de la femineidad y la maternidad tienen un peso muy importante en la construcción de la subjetividad. Esto se pondrá en juego en las adolescentes de acuerdo a sus diferencias subjetivas al tomar decisiones con respecto a su salud sexual y reproductiva. Cuando hablamos de decisiones no nos referimos sólo a las decisiones voluntarias, conscientes, razonadas; también estamos hablando de las decisiones tomadas inconscientemente, entre ellas, la manera en la que ejercen su sexualidad, que lleva a veces a embarazos no buscados. Los discursos y mandatos familiares —sobre todo maternos—, aunque no sean siempre explícitos e incluso sean paradojales, también tienen un rol importante que determina a las hijas y sus actitudes y decisiones (Perrotta, 2010).

Los embarazos adolescentes, si bien muchas veces no son planeados ni buscados, suelen responder a los mandatos con respecto al rol de la mujer como madre, esposa y ama de casa, mandatos que hacen que las adolescentes de algunos sectores sociales no tomen precauciones (o no las tomen correcta y sistemáticamente) para evitar embarazos tempranos. Esos embarazos no buscados, en general, son de todas maneras aceptados y muchas veces bien recibidos porque se presentan como esperables frente a la conformación de una pareja, una familia y al rol de la mujer en la sociedad y la cultura.

Las condiciones de vida de estas adolescentes y los roles estereotipados que asignan a mujeres y varones, contribuyen a que su constitución subjetiva las lleve a veces a ser lo único que sienten que pueden ser: madres y esposas. Esto, sumado al conocimiento errado (o desconocimiento) con respecto a sus cuerpos y al uso de métodos anticonceptivos, provoca frecuentemente embarazos no buscados.

Prestar atención a las características de las adolescentes de sectores populares y a los condicionamientos de género para diseñar una estrategia de promoción de la SSyR para ellas, debe dejar lugar a las singularidades de cada una y a crear otros espacios donde esas singularidades sean escuchadas. En esta tarea, el psicoanalista tiene un rol fundamental en el equipo interdisciplinario.

Referencias Bibliográficas

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PERROTTA, G., 2008, Los profesionales de salud mental y la perspectiva de género en el acceso de adolescentes a la salud sexual y reproductiva, en Trimboli, A. et al. (comp.), Modernidad, Tecnología y Síntomas Contemporáneos. Perspectivas clínicas, políticas, sociales y filosóficas, AASM, Serie Conexiones, Bs. As., Argentina, págs. 744/746.

PERROTTA, G., 2010, La perspectiva de género en salud sexual y reproductiva, en Memorias del II Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, XVII Jornadas de Investigación y Sexto Encuentro de Investigadores del MERCOSUR: “Clínica e Investigación. Contribuciones a las Problemáticas Sociales".Facultad de Psicología. UBA. Secretaría de Investigaciones. Argentina. ISSN: 1667-6750. Págs. 289/290.

PERROTTA, G., 2011, Concepciones de Sujeto, Cuerpo y Síntoma en Medicina y Psicoanálisis, en Memorias del III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, XVIII Jornadas de Investigación y Séptimo Encuentro de Investigadores del MERCOSUR: Clínica e Investigación. Contribuciones a las Problemáticas Sociales". Facultad de Psicología. UBA. Secretaría de Investigaciones. Argentina. ISSN: 1667-6750. Págs. 164/168.