APROXIMAR AL NIÑO AUTISTA

La Cátedra Clínica del Autismo y de la Psicosis en la Infancia, a cargo de la Dra. Silvia Tendlarz, organizará el próximo 6 de octubre las III Jornadas de Autismo denominadas “La Práctica Analítica con Niños Autistas y Psicóticos”. En el marco de las mismas, compartimos el siguiente trabajo, realizado por la propia Dra. Tendlarz en el Coloquio Affinity Therapy, organizado por la Universidad de Rennes II y tomando como referencia las investigaciones y las prácticas contemporáneas. ¿Cómo aproximar al niño autista? ¿Cómo acercarse, el analista al niño, y cómo acercar el niño al analista? Respetar sus intereses específicos y, como analista, hacer uso de ellos, parece ser la clave para que encuentre su salida singular.

Los niños se presentan usualmente encerrados en sus intereses, en sus movimientos reiterados, en su encapsulamiento, aparentemente desconectados de aquello que sucede a su alrededor. Algunos niños hablan, otros no. Algunos quedan absorbidos por determinados objetos o movimientos, otros por la visión de una imagen determinada. No existe un niño-tipo, tampoco en el autismo. Antes bien, todos son diferentes en su singularidad.

Se suele llamar a los intereses, a las pasiones del niño, obsesiones. ¿Qué lugar darles en un tratamiento y en la vida de un niño? ¿Son obstáculos que hay que corregir o eliminar?

El testimonio de Ron Suskind sobre la manera que logra aproximarse a su hijo, Owen, a través de los dibujos de Disney, respetando su objeto de interés, la pasión de su hijo, da cuenta de un trabajo posible a partir de las invenciones del niño.

Jean-Claude Maleval trabajó sobre los distintos tipo de borde autista que van desde la apoyatura sobre el cuerpo, la creación de un objeto, el borde dinámico, hasta su borramiento. Esto sin duda va en el sentido de la diversidad, que en la actualidad se examina en términos de espectro autista y permite afirmar que, aunque el autismo es un funcionamiento singular que se mantiene estable a lo largo de toda la vida, eso no impide que haya transformaciones en las que se apoya el tratamiento analítico a partir de las invenciones del sujeto.

¿Qué nos enseña la diversidad clínica acerca de las pasiones del niño autista y de su tratamiento?

Entrar en contacto

Cuando Marcos, de 9 años, se encuentra por primera vez con su analista, colega de la cátedra, no entraba en contacto con él. Se violentaba ante el menor intento de acercamiento. Solía llegar a su consultorio con un conjunto de pequeños objetos, en los que se incluía un CD en mal estado. El analista intentó algunas intervenciones alrededor de estos objetos sin lograrlo. Finalmente logró captar su atención cuando puso el CD en la computadora. Desde entonces el niño busca pasar la película en forma reiterada en cada sesión, pero solo le interesan los títulos del inicio y los créditos de los finales. El resto de la película la pasa a gran velocidad. El analista incluyó luego otro objeto, su celular, filmó las partes de la película que le interesaban y le ofreció verlas. Marcos osciló entonces entre la computadora y el celular, y comenzó a interesarse por los movimientos del analista, miró dónde se sentaba, hacia dónde caminaba, lo seguía con la mirada y, en ocasiones, emitió sonidos. Luego se inauguró una serie de intercambios entre el niño y su analista en los que se quitaron, alternadamente, el celular. Marcos se interesó a continuación por escenas de películas de Disney: en una, Lilo y Stich discuten, en otra Pinocho camina cantando. Durante esas escenas se acercó al analista, rió, manipuló su cuerpo, le tomó la cara y lo miró fijamente a los ojos.

Se suele hablar de la ruptura del lazo del autista cuando en realidad se trata de un "lazo sutil" que el niño mantiene de acuerdo a sus posibilidades subjetivas. En la medida en que el analista establece un contacto con el niño a partir de su punto de interés, puede operar de modo tal de producir una apertura hacia nuevos objetos y otros circuitos. La fijeza de la visión del comienzo y del fin de los dibujos animados se mueven hacia otras secuencias, aunque no cambia el punto de interés. El analista se vuelve un doble real en el que Marcos fija su mirada, y al hacerlo, expande su encapsulamiento en un "autismo de a dos".

Dentro de una historieta

Durante el primer encuentro con una niña de diez años, con una entonación particular me hizo entrar en su mundo de dibujos animados en el que todo debía repetir en forma exactamente idéntica, tanto los movimientos como las palabras. Ella me indicaba qué hacer y qué decir. "¡Repite!", me ordenaba, y luego me decía la frase que tenía que repetir. Hablaba usando frases de los dibujos que le permitían comunicarse con su entorno. A través de la copia de los dibujos animados, me encontré yo misma formando parte de ellos. Ninguno de esos dibujos, que variaban de canal de televisión y de horarios, eran conocidos por mí. Pero a través de ellos me relató una y otra vez un accidente que tuvo siendo más pequeña y que produjo un fuerte impacto sobre ella. También organizaba la reproducción de juegos televisivos. Me hacía una pregunta, me daba tres opciones, yo tenía que encontrar una respuesta, y ella exclamaba: "¡Correcto!", con alegría. Poco importaba si las respuestas que yo daba al azar eran verdaderas o falsas, la reproducción misma era lo importante. Junto a los dibujos animados fue incluyendo juegos que exigían la misma repetición y orden que me indicaba. Los cambios se operaban guardando la misma estructura de funcionamiento. Es más, me encontré diciéndole al despedirme "¡Correcto!", con la misma entonación, casi sin pensarlo, frente a algo que ella decía, y recibí de ella una sonrisa, y más tarde un abrazo.

Ser parte de sus dibujos animados, aún sin llegar a conocer más que el fragmento por ella elegido para su repetición, me enseñó muchas cosas. La niña me colocó rápidamente en una posición de doble real en la transferencia. Tenía que imitar sus movimientos de modo tal de borrar toda diferencia, inversión de la ecolalia y de la ecopraxia. Los dibujos animados cobraron vida a través de este encuentro con la paciente y me encontré frente a un guión establecido que ella me dictaba y que no tenía ninguna resonancia ni sentido para mí. El respeto de su invención, el mundo animado por dibujos y frases extraídas de ellas, lograron interactuar con el analista como doble real sin que se volviera intrusivo, de modo tal que experimentara menos angustia. 

Respetar la invención

Un niño de 7 años, diagnosticado como Asperger, tenía un interés específico por los barcos. Se encontraba perfectamente escolarizado y la mayor parte de su tiempo lo dedicaba a dibujar, a armarlos con los legos y a hablar acerca de ellos. En Ushuaia los barcos ocuparon un primer lugar. Los traslados de la familia lo trajeron al gran Buenos Aires, lejos de los barcos pero en un lugar lleno de trenes y subtes (metros) para sus traslados. Sorprendentemente, de la misma manera que se ocupó de los barcos en su primer análisis, su "pasión" recayó sobre los trenes en su análisis conmigo. Conocía todos los recorridos. Los dibujaba en un papel y también marcaba sus conexiones mientras que armaba un mapa. Estaba especialmente atento a los horarios, a los anuncios relacionados con las estaciones y los detalles de los medios de transporte. Con una extraordinaria memoria visual podía describir en detalle las manivelas, los distintos elementos con los que se conecta un vagón con otro y, particularmente, los movimientos mecánicos de esos enganches cuando los vagones se mueven o se separan. Cada sesión el niño me hacía partícipe de su información sobre los trenes. Escuchaba con atención sus descripciones, aunque a veces me  resultaba difícil seguir sus visualizaciones de esos mecanismos. En una ocasión, los padres le compraron libros de historia para que se pudiera ocupar de otras cosas. Trajo sus libros a la sesión y, sin dudarlo, me mostró el mapa que encontró del primer subte en Buenos Aires. Los trenes organizaban su vida, sus rutinas y su aprendizaje, sin una mayor preocupación por los otros. Contento con su análisis, quería mudarse frente al consultorio.

Este niño me enseñó que las llamadas obsesiones o intereses específicos de un niño autista no son un obstáculo para que el niño construya un mundo con otros, tanto por su escolaridad, por su relación familiar o por el lazo transferencial. Por tratarse de un modo de funcionamiento, el niño mismo logró transformar el tema de interés tomando los elementos de su entorno. Podría no haberlo hecho. No es necesario vivir en África para tener miedo a los tigres. Que lo hiciera muestra su posibilidad de desplazarse en el tema de interés pero manteniendo la misma modalidad de relación con aquello que lo "apasiona".

El tratamiento analítico

En un análisis primero se trata de entrar en contacto con el niño autista sin que sea experimentado como invasor, de situarse junto a él, conocer sus "pasiones", su mundo, cuáles son sus intereses y con qué recursos cuenta. No hay que forzarlo a dejar determinadas conductas e intereses en nombre de lo que normalmente tendría que hacer, ni de enseñarle cómo comportarse. La educación forma parte de otro ámbito institucional. Tampoco se trata de arrebatarle el objeto autista para que tome nuevos objetos. El objeto autista, el doble autista y los intereses específicos o islas de competencia son las invenciones que le permiten mantenerse en un mundo de seguridad tal como lo plantea Maleval. Durante el trabajo en transferencia se trata de desplazar el encapsulamiento autista y de construir un espacio lúdico con la inclusión de la metonimia de objetos, de las secuencias reiteradas que el niño va armando y de las palabras utilizadas que terminan formando parte de la lengua privada del niño. Como lo indica Eric Laurent, se trata de lograr desplazamientos en contigüidad, a sabiendas que la inclusión de lo nuevo se acompaña de una cesión de goce que afecta al cuerpo y que disminuye las explosiones de violencia y de automutilación. El analista puede ocupar el lugar de doble real, de destinatario o de una presencia que acompaña su trabajo, a partir del sutil lazo que entabla el niño autista.

Las percepciones laterales y la cadencia de la musicalidad descriptas por Donna Williams; el pensamiento en imágenes, en palabras y la percepción en patrones de Temple Grandin; la captación iterativa de los números y de las letras en lo real de Daniel Tammet; dan cuenta de cómo en el autismo intervienen los registros imaginario, simbólico y real, junto a una topología del espacio que le es propia. A eso se añade el lugar central que ocupa el interés específico del niño.

La diferencia suele inquietar, y no solo en el autismo, genera miedo a lo desconocido e incluso puede conducir a la segregación. Respetar la invención de cada niño, de sus intereses específicos, hacer uso de ellos, permite aproximarse y aproximar al niño autista para que encuentre su salida singular en las mil y una maneras con que se habita el mundo. Desde esta orientación, la terapia de afinidad y el psicoanálisis tienen mucho para decir a sabiendas que cada niño es único.