Envejecimiento activo y saludable: Factores psicosociales e intervenciones para su promoción

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Ante el aumento de la población adulta mayor es preciso el diseño de programas para promover el bienestar y la calidad de vida en esta etapa vital. El conocimiento de los determinantes que contribuyen al envejecimiento activo y saludable representa así una tarea de importancia. En este estudio se analizan los factores psicosociales que la investigación científica ha evidenciado como centrales para un envejecimiento activo. Asimismo, se discuten intervenciones que pueden desarrollarse a través de la presentación y caracterización del Programa “Envejecimiento Saludable” que se desarrolla en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires. El envejecimiento activo es un proceso integral y holístico que reconoce múltiples determinantes y requiere del desarrollo de entornos que fomenten la participación social y la autonomía de los adultos mayores.

Introducción

Debido a la disminución de la natalidad y al aumento de la esperanza de vida, la mayoría de los países del mundo están experimentando un crecimiento significativo en el número de adultos mayores (OMS, 2022). Para el año 2050, se espera que la población mundial de adultos mayores aumente aproximadamente un 20,6%, lo que dará como resultado aproximadamente 2 mil millones de adultos mayores en todo el mundo. Las regiones con el mayor porcentaje de población de 65 años o por encima en 2050 serán Europa (28,1%), seguida de América del Norte (22,6%) y América Latina (18%).

En virtud de esta rápida transición demográfica, resulta esencial desarrollar estrategias mediante las cuales las personas mayores puedan participar activamente para promover su bienestar y calidad de vida. A diferencia de estudios previos que consideran el envejecimiento como un proceso caracterizado por el deterioro y el declive de funciones en las personas, se adopta en este trabajo un enfoque integral para examinar la asociación entre los determinantes del envejecimiento activo y la calidad de vida. Esta perspectiva más amplia proporciona información valiosa para los programas y políticas de intervención temprana destinados a mejorar la vida de los adultos mayores.

En línea con ello, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha designado al período comprendido entre el 2020-2030 como la década del envejecimiento activo y saludable. El mismo se define como el proceso de optimizar las oportunidades de salud, participación y seguridad para mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen. Se trata de envejecer de manera activa, evitando o retrasando la aparición de enfermedades crónicas y discapacidades, y manteniendo la capacidad funcional y la independencia el mayor tiempo posible. Para la OMS (2015), la capacidad funcional está determinada por la capacidad intrínseca de la persona, que se compone de muchos factores como, por ejemplo, los cambios fisiológicos, los comportamientos respecto de la salud y la presencia o no de enfermedad. A su vez, depende del entorno en el que la persona vive y de los recursos sociales y económicos disponibles, los cuales inciden en su capacidad para tomar decisiones saludables.

La estrategia de la OMS para el envejecimiento saludable se basa en tres pilares principales:

Promoción de la salud: Fomentar estilos de vida saludables desde la juventud y a lo largo de toda la vida, incluyendo una alimentación adecuada, la prevención del consumo de alcohol y tabaco, la práctica regular de ejercicio físico y el manejo del estrés.

Prevención y control de enfermedades: Detectar y tratar de manera temprana las enfermedades crónicas y otras afecciones relacionadas con la edad, así como proporcionar acceso equitativo a servicios de atención médica preventiva y curativa.

Creación de entornos favorables para el envejecimiento: Diseñar comunidades y sistemas de apoyo que permitan a las personas mayores mantener su independencia, participar en la vida social y cultural, y recibir cuidados adecuados cuando sea necesario.

La OMS también promueve la investigación sobre el envejecimiento y la difusión de buenas prácticas en políticas y programas de salud pública dirigidos a la población adulta mayor. Para ello es de vital importancia conocer los principales factores que empíricamente se han detectado como determinantes de la salud y el bienestar en esta etapa vital.

Desde este marco nos preguntamos ¿cuáles son los factores que contribuyen al envejecimiento activo y saludable?, ¿qué evidencias, desde la investigación científica, se han obtenido en los últimos años sobre tales factores?, ¿cómo potenciar, a partir de los mismos, el envejecimiento activo?

Objetivos

Los objetivos que consecuentemente guían el presente estudio comprenden: a) detectar los principales factores que la investigación científica ha identificado como determinantes del envejecimiento activo y saludable; y b) presentar intervenciones que pueden desarrollarse para potenciarlo. Particularmente, se pondrá foco en el Programa de Extensión “Envejecimiento Saludable” que se desarrolla en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires desde el año 2019.

Factores que contribuyen al Envejecimiento Activo

Diversos estudios de metaanálisis realizados en los últimos años sobre los determinantes del envejecimiento activo plantean la existencia de modelos multidimensionales en el que se incluyen variables biológicas, psicológicas, sociales y espirituales (Abud et al., 2022). La extensión de este artículo nos impide referirnos a todas ellas, por lo que seleccionaremos aquellos determinantes psicosociales que han recibido mayor consenso en diversas investigaciones y constituyen la base de posibles intervenciones en este campo.

Bienestar psicológico, sentido de vida y satisfacción vital

Entre los principales determinantes del envejecimiento activo se ha constatado el importante papel que el bienestar psicológico tiene en esta etapa vital. Este constructo se ha definido desde dos enfoques principales: el eudaimónico, que lo asocia con la capacidad de las personas para identificar significados de vida, proponerse metas y orientarse a ellas (Ryff, 2014). Y el hedónico, que define el bienestar psicológico a partir de la presencia de un alto nivel de afecto positivo y de satisfacción vital (Diener & Lucas, 1999).

Investigaciones realizadas con adultos mayores han puesto en evidencia que el bienestar psicológico reduce la incidencia de varias afecciones relacionadas con la edad, como la enfermedad pulmonar, la cardiovascular y el deterioro cognitivo. También se ha detectado que correlaciona negativamente con el declive de la función física (Gawronski et al., 2016; Kim et al., 2019; Kubzansky et al., 2018; Oh et al., 2020; Ryff, 2014; VanderWeele et al., 2020).

Asimismo, distintos metaanálisis han demostrado que el bienestar psicológico y el sentido de vida están asociados con un riesgo reducido de mortalidad (Cohen et al., 2016; Martín-María et al., 2017) y con mayor potencial resiliente, el cual incluye la presencia de respuestas de afrontamiento activas y alto optimismo (Cuello & Grasso, 2021; Kubzansky et al., 2018; Ortiz Rodríguez et al., 2021).

Otros estudios han mostrado que diferentes variables sociales y emocionales predicen la satisfacción vital en los adultos mayores, favoreciendo, a través de esta relación, un envejecimiento más saludable. Por ejemplo, en un estudio realizado por Mikulic, Crespi y Stazone (2023) se analizó la capacidad predictiva de un conjunto de variables socioemocionales sobre la satisfacción vital experimentada por 239 adultos mayores de 60 años de la Argentina. Los dominios de emociones positivas, autoestima, ingresos, recreación, vivienda y relaciones sociales, explicaron el mayor porcentaje de varianza de la satisfacción vital global. Niveles altos de satisfacción en estos dominios incidieron positivamente en el bienestar de los adultos mayores, constituyendo este uno de los indicadores centrales del envejecimiento saludable.

Competencias Socioemocionales

Las competencias socioemocionales se refieren a un conjunto de conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para gestionar eficazmente las emociones propias y mantener relaciones interpersonales adecuadas (Bisquerra Alzina & Pérez Escoda, 2007; Mayer et al. 2008). La evidencia empírica en este dominio ha mostrado que las competencias asociadas a percepción emocional, regulación de las emociones, optimismo y autoeficacia contribuyen al envejecimiento saludable (Friederike et al. 2021; Joseph & Newman, 2010; Mikulic et al., 2014). Es importante destacar que muchas de estas competencias mejoran con la edad y, por tanto, representan fortalezas potenciales de los adultos mayores (Anwar, 2010; Crespi et al., 2022; Mikulic et al., 2014).

Actividad física, alimentación saludable y recreación

Revisiones sistemáticas recientes han revelado que los adultos mayores que participan en alguna actividad física regular reportan mayor bienestar, mantenimiento de un peso saludable, niveles más altos de energía, menor deterioro cognitivo y menores probabilidades de enfermedades crónicas (Belachew et al. 2024; Daskalopoulou et al., 2017; Moreno-Agostino et al., 2020; Szychowska & Drygas, 2022). También hay evidencias sólidas de que el ejercicio físico como bailar, caminar o practicar yoga, puede ayudar a reducir la depresión y la ansiedad, así como mejorar la función cognitiva (Lin et al.,2020). Otros predictores comprenden el estilo de vida, en el que se incluyen el consumo moderado de alcohol, la realización de actividad física y la dieta (Dahany et al., 2014; Fernández-Ballesteros et al., 2010; Pruchno et al., 2010).

De manera similar, investigaciones anteriores han informado que las personas mayores que participan en actividades recreativas presentan mejor salud física y psicológica y niveles altos de bienestar (Baron et al., 2019; Puspitasari et al., 2021; Yang et al., 2017).

El apoyo y la participación social

El apoyo social, tanto en lo que respecta al tamaño de la red de apoyo (número de personas significativas existentes), como a la calidad de las relaciones y del sistema de apoyo, constituye uno de los principales determinantes del envejecimiento saludable.

La interacción social y el apoyo están relacionados con la satisfacción con la vida y con el bienestar físico y mental de las personas mayores (Aday et al., 2019).

Hablar frecuentemente con amigos y familiares podría reducir la prevalencia de síntomas depresivos, aislamiento y soledad (Holt-Lunstad, 2018). Contrariamente, la investigación ha documentado que bajos niveles de apoyo social, reducidas interacciones sociales y alta percepción de soledad en adultos mayores, se asocian con mayor incidencia de enfermedades físicas y mentales y con mayor riesgo de mortalidad (Aday et al., 2019; Hewson et al., 2018; Kim & Kim, 2021; Lara et al., 2019).

La participación social, entendida como la integración de las personas a actividades de la comunidad que genera interacciones sociales con otros individuos, constituye otro de los predictores centrales del envejecimiento activo. Particularmente, se ha evidenciado la relación positiva que la participación social tiene con el sentido de vida, los sentimientos de ser estimulados y necesitados por los demás, la ampliación de redes de apoyo y la autoeficacia (Aday et al., 2019; Laird et al., 2017; Orellana et al., 2020).

Factores socioeconómicos

Los hallazgos reportados en diversas revisiones sistemáticas señalan que las personas mayores que poseen vivienda propia y reportan altos ingresos tienen más probabilidades de presentar un envejecimiento saludable (Friederike et al., 2021; Wagg et al., 2021; Zhang et al., 2022). Contrariamente, condiciones de vivienda inadecuadas e ingresos que limitan el acceso a la salud atención y servicios, tienen efectos nocivos sobre la capacidad de las personas para envejecer sanamente (Zhang et al., 2022).

Intervenciones promotoras de Envejecimiento Saludable

Considerando que la población mundial y local seguirá envejeciendo, este aspecto se reflejará en la sociedad en general, en los mercados laborales, la educación, la salud y también incidirá en la estructura familiar y las relaciones entre generaciones. Por ello, se hace necesario el desarrollo de proyectos que estén dirigidos a personas mayores, y que impulsen el incremento de los factores protectores asociados al envejecimiento saludable.

Si bien hay diversos programas en la Argentina que buscan potenciar el bienestar y la autonomía de esta población, la mayoría de ellos están dirigidos al mantenimiento o estimulación de funciones cognitivas (Borrego Ruiz & Bustillo López, 2024). Otros buscan el desarrollo de actividades de ocio como talleres de manualidades, viajes grupales, programas de voluntariado, aunque no contemplan una mirada integral del envejecimiento activo.

Programa Ubanex: Envejecimiento Saludable

El Programa se desarrolla desde el año 2019 en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y está dirigido a la comunidad de adultos mayores de 65 años, residentes en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Gran Buenos Aires.

Constituye un dispositivo de intervención preventivo que pretende brindar un espacio para trabajar los factores de riegos modificables de esta edad, como puede ser la falta de estimulación cognitiva, así como potenciar varios de los factores identificados como determinantes del envejecimiento activo.

Concretamente se plantean como objetivos de este dispositivo:

- Lograr una mejora en el estado funcional general de los adultos mayores.

- Proporcionar herramientas para que los adultos mayores sean capaces de entrenar el cerebro una vez concluidos los talleres.

- Desarrollar competencias emocionales en esta población.

- Proporcionar información sobre alimentación saludable y la importancia de la actividad física en la tercera edad.

- Fomentar la participación en actividades sociales y potenciar las redes de apoyo.

- Concientizar sobre la importancia del envejecimiento saludable.

Metodología

El Programa parte de una metodología participativa, a partir de la cual se busca promover que los participantes se apropien de las temáticas trabajadas, contribuyendo con sus experiencias y conocimientos de una manera constructiva e integrando los distintos puntos de vista.

El dispositivo se desarrolla a través de 16 encuentros con una frecuencia semanal de 2 horas y actividades virtuales semanales para trabajar en el hogar. Consta de 5 módulos centrales:

1- Habilidades Cognitivas: las actividades tienen el objetivo de promover la estimulación de diversas habilidades cognitivas: atención, memoria, funciones ejecutivas y cognición social.

2- Educación Emocional: se trabaja el desarrollo de competencias socioemocionales como autonomía, optimismo, autoeficacia, percepción, comprensión y regulación emocional.

3- Arteterapia y recreación: se fomenta la socialización y comunicación entre participantes desde el encuadre particular que propicia la creación y discusión de objetos artísticos. Asimismo, se impulsa el uso del tiempo libre en actividades que resulten placenteras para el adulto mayor.

4- Nuevas tecnologías: se promueve el acercamiento a los nuevos fenómenos que van surgiendo en la sociedad (inclusión social) aprovechando las facilidades que brindan las TICs (tecnologías de la información y la comunicación).

5- Nutrición: Se apunta a la toma de conciencia sobre la importancia de una alimentación saludable y su incidencia sobre la cognición y la emoción.

6- Actividad física: La finalidad es transmitir y concientizar sobre los beneficios de la actividad física para la salud corporal y mental.

Alcances del Programa

El programa cuenta con una evaluación pre y post intervención que se realiza con el fin de conocer su eficacia en lo que respecta al logro de objetivos propuestos, y con el propósito de registrar, desde una perspectiva más cualitativa, las apreciaciones de los participantes con relación a las actividades y resultados percibidos.

Del análisis de la experiencia se aprecia que tiene efectos positivos en múltiples niveles:

a) Contribuye a reflexionar sobre el envejecimiento activo, favoreciendo la toma de conciencia de que se puede mejorar la calidad de vida a cualquier edad;

b) Favorece el desarrollo de competencias socioemocionales importantes, especialmente de la conciencia y regulación de emociones propias de esta etapa vital; c) Entrena en diversas funciones cognitivas como la atención, las funciones ejecutivas y la memoria y, centralmente, aporta herramientas de estimulación para aplicar en la vida cotidiana;

d) El uso de nuevas tecnologías es uno de los aspectos más valorados por los participantes. El acceso a las mismas reduce el distanciamiento generacional y favorece los sentimientos de inclusión social, las interacciones sociales y la autoestima;

e) Conjuntamente con el uso de las TICs, las interacciones sociales que se establecen a través de los talleres constituyen otros de los factores positivos percibidos por los adultos mayores. Se señala la ampliación de la propia red de apoyo y la satisfacción de necesidades de escucha e intercambio de experiencias;

f) Un último aspecto identificado por los participantes refiere a la mejora en la propia autonomía, un aumento de emociones positivas (alegría, motivación) y la percepción de mayor autoeficacia. Estos aspectos se vieron favorecidos por la participación en las actividades propuestas y por las interacciones sociales con otros participantes y los profesionales a cargo.

Conclusiones

En el presente trabajo se propuso analizar los factores psicosociales que influyen en el envejecimiento activo y pueden ser considerados en el desarrollo de programas e intervenciones basadas en la evidencia, que busquen potenciar los factores de protección y reducir los de riesgo.

A la luz de los resultados, se puede señalar que el envejecimiento activo es un proceso integral y holístico, que reconoce múltiples determinantes (físicos, psicológicos y sociales) y requiere de la acción conjunta de la promoción de la salud, la prevención de enfermedades y la creación de entornos favorables para que las personas mayores puedan vivir de manera autónoma.

El envejecimiento saludable implica no solo la ausencia de enfermedad, sino también la promoción del bienestar en todos los aspectos de la vida (OMS, 2015). Esto comprende mantener un estilo de vida saludable que incluya una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio físico, el cuidado de la salud mental y emocional, y la participación en actividades sociales y recreativas. Asimismo, los sistemas de apoyo psicológico y social, el control de hábitos poco saludables y la inversión en mejores sistemas de salud, entre otros, son indispensables para el propósito señalado.

Tomando en cuenta el caudal de evidencia empírica disponible y los importantes beneficios que propuestas de intervención como la presentada tienen en el bienestar de los adultos mayores, resulta necesario potenciar este tipo de experiencias. Ha quedado demostrada la importancia que la participación y las interacciones sociales tienen en esta etapa vital como fuentes centrales de autoestima e integración social. De este modo, con un apoyo integral y desde un modelo centrado en el envejecimiento activo, es posible no solo compensar las limitaciones específicas de la vejez, sino centralmente, procurar una mayor autonomía y calidad de vida en esa etapa vital.

 

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