El exceso en la violencia contemporánea

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La violencia en la actualidad adquiere características particulares. Si bien persisten hoy prácticas relacionadas con una violencia explícita, a diferencia de épocas pasadas, la violencia contemporánea actúa también de manera sutil y silenciosa, sin necesidad de coacción por parte de algún agente externo. Tomando como referencia un comentario de Lacan, podemos asociar a la violencia con un exceso del sujeto; aquello que causa la crispación es un exceso cometido por otro que coincide con un exceso en uno mismo. La sociedad actual, que empuja a la obtención de satisfacciones inmediatas, hace proliferar los excesos y, con ellos, la violencia.

Tenemos en claro que la violencia existe desde tiempos inmemoriales, sin embargo, se distingue como un síntoma de la época, a partir de la circunscripción relativamente reciente de ciertas violencias como problemáticas. Violencias que hoy son sancionadas, antaño no lo eran o estaban contempladas dentro de las convenciones sociales.

Ahora bien, aunque la violencia ha existido siempre, es cierto que no siempre tuvo las mismas características. Nos preguntamos, entonces ¿Qué características adquiere en nuestros tiempos?

Para aproximarnos a una reflexión sobre la violencia contemporánea, tomaremos en esta oportunidad el término “exceso”, convocados por un comentario que Lacan realiza al comienzo de su Seminario 17 “El reverso del psicoanálisis”:

Aprovecho rápidamente para librarme aquí de un escrúpulo que me quedó por una especie de acogida -que pensándolo bien fue poco amable- que di a cierta persona, no porque yo lo quisiera, pero de hecho así fue.
Un día, alguien que tal vez esté aquí y que sin duda no se hará notar, me abordó en la calle cuando iba a subir a un taxi. Paró su pequeño ciclomotor y me dijo - ¿Es usted el doctor Lacan? - Pues sí, le dije, ¿por qué? - ¿Va a reemprender su seminario? - Pues sí, pronto. - ¿Dónde? Y entonces, y sin duda tenía mis razones, espero que me crea, le respondí - Ya se enterará. Dicho esto, se fue en su pequeño ciclomotor, que había puesto en marcha con tal rapidez que me quedé con la palabra en la boca y lleno de remordimientos. Hoy he querido expresar aquí estos remordimientos y presentarle mis excusas, si está aquí, para que me perdone.
En verdad es una buena ocasión para observar que, en cualquier caso, si nos mostramos crispados, aunque lo sea en apariencia, nunca es por un exceso cometido por otro. Siempre es porque ese exceso coincide con un exceso en uno mismo. Si me manifesté así, de una forma que enseguida me pareció intempestiva, es porque en aquel momento me hallaba en un estado que suponía un exceso de preocupación. (Lacan, 1969-1970/2008, pp. 9-10)[1]

Con este pedido de disculpas a una persona interesada en su Seminario, Lacan nos ofrece una explicación de la crispación, que haremos extensiva a otros modos de proceder con violencia (aquí Lacan habla también, por ejemplo, de no ser amable, de manifestarse de forma intempestiva).

La crispación, entonces, nunca es causada por un exceso cometido por el otro, sino porque ese exceso coincide con uno propio.

Esta premisa no sólo es por demás interesante desde el punto de vista teórico o clínico, sino que, podríamos pensar que adquiere además el valor de una enseñanza también para la vida cotidiana. Difícil de aprehender y poner en práctica, nos habla de ubicar la causa de la propia violencia en nuestro fuero íntimo. Nos conmina, por lo tanto, a realizar un trabajo de asunción de la propia responsabilidad sobre nuestro acto.

Intentemos a continuación tratar de echar algo de luz sobre esta idea que coloca al propio exceso en el centro de la crispación.

¿Qué es un exceso?

La definición del diccionario nos habla del exceso como aquello que va más allá de la regla o la medida, una cosa que sale en cualquier línea de los límites de lo ordinario o de lo lícito.

Desde el punto de vista psicoanalítico, hablamos, por lo general, cuando nos referimos al exceso, de un exceso de goce. Precisar qué es el goce no sólo sería (valga la redundancia) una pretensión excesiva en este caso, sino que además representaría una tarea inagotable. El goce, como tal, presenta una dificultad en su definición (Lacan lo emplea de diversas formas, en variados contextos, a lo largo de su enseñanza); dificultad que es necesario preservar, puesto que hace alusión a algo del orden de lo imposible.

Pero, podemos aproximar alguna idea que esclarezca el concepto. Así, muchos psicoanalistas vinculan al goce con la satisfacción de la pulsión de muerte, pulsión a la que Freud (1920/1992) atribuyó la meta de conducir sin rodeos a lo vivo al estado inorgánico. Otros psicoanalistas remiten el goce a la satisfacción paradojal que porta el síntoma, que es sentida como padecimiento.

Un exceso de goce sería, entonces, un exceso de satisfacción paradojal, algo que lleva a la obtención de placer en el displacer, más allá del límite.

Manifestaciones clínicas del exceso

¿Quién no se ha excedido alguna vez? Asociado a la pulsión, el exceso es característico del ser humano. Sin embargo, en la clínica actual lo que encontramos y nos preocupa no son esos excesos ocasionales, puntuales, sino otro tipo de exceso: aquel que afecta de manera más amplia la vida, que puede incluso tornarla insoportable. Esos excesos pueden a veces ser sintomáticos, causar sufrimiento al sujeto y conducirlo a manifestar un pedido de ayuda. Otras veces, el exceso no representa un síntoma, puede ser parte de un estilo de vida, estar en sintonía con el yo.

Tal vez, lo que marca la diferencia y circunscribe lo que se podría llamar una “clínica del exceso” es el empuje, la compulsión, lo imposible de frenar, la fijeza. En este sentido el exceso remite a algo que no se puede dejar de hacer. En algunos casos se puede volver mortífero y llevar al sujeto a situaciones límite. Pensamos que esta distinción, que relacionamos con el penar de más, es lo que, como analistas, nos autoriza a intervenir.

Entre las manifestaciones sintomáticas relacionadas con el exceso podemos ubicar a las adicciones, los excesos relacionados con la alimentación (delgadez o gordura extrema), la violencia.

Podemos pensar que todos estos excesos representan una forma de violencia, dirigida contra la propia persona.

En Topología de la violencia (2018) Byung-Chul Han distingue dos dimensiones de la violencia: una negativa y otra positiva. La violencia que se presenta como negatividad es la que establece una relación de diferenciación entre el yo y el otro, el adentro y el afuera, el amigo y el enemigo. Esta violencia es expresiva, explosiva y material. A veces se manifiesta de forma explícita, como en el caso de la muerte, la tortura, el terrorismo. Otras veces es más sutil, como la violencia verbal, que promueve la difamación, la denigración, la desacreditación.

Para Han, la sociedad actual evita cada vez más este tipo de violencia y da paso, por consiguiente, a una violencia más positiva, que se ejercita sin necesidad de enemigos o dominación. Esta violencia es más invisible y tiene menos publicidad que la violencia negativa, lo que la torna más difícil de identificar y, por lo tanto, hace que sea más difícil también defenderse de ella. Es la violencia de la superproducción, la hiperatención e hiperactividad, una violencia que provoca infartos, depresión y burn out, como fenómenos de la época. Estos fenómenos tienen las características de la autoagresión. Ante la ausencia de enemigos externos.

El yo se combate a sí mismo, emprende una guerra contra sí mismo. La sociedad de la positividad, que cree haberse liberado de todas las fuerzas ajenas, se somete a las fuerzas destructivas propias (…) En lugar de una violencia de causa externa, aparece una violencia autogenerada, que es mucho peor que cualquier otra, puesto que la víctima de esa violencia se cree libre. (p. 62)

Siguiendo esta línea, podemos pensar que, aunque las formas clínicas “del exceso” no sean nuevas, es probable que el contexto social tenga alguna incidencia en su prevalencia actual.

Sociedad del exceso

Éric Laurent (2008) ha descripto a la civilización actual como una civilización que se constituye como un sistema que genera excesos y exclusión.

De esta manera, encontramos en la actualidad una tendencia social a librarnos a los excesos. Excesos que se producen al nivel del consumo, de información y comunicación, de vigilancia, exceso de pantallas, de estímulos audio visuales, de publicidad, de redes sociales. La proliferación de los objetos tecnológicos ofrece posibilidades de obtención de placer inmediato, on demand.

Sin embargo, el exceso no se vincula únicamente con el empleo de la tecnología. Retomando los planteos de Byung-Chul Han, podemos situar también el exceso al nivel del trabajo. Para Han, este es el signo de la sociedad actual, a la que denomina sociedad del rendimiento. El modo de producción capitalista promueve la autoexplotación, puesto que ésta es mucho más eficiente que la explotación del otro. La autoexplotación tiene aparejado un sentimiento de libertad, ya que el sujeto no obedece a nadie, ni siquiera a sí mismo, sino que actúa con libertad. El imperativo superyoico postulado por Lacan ¡goza! se traduce en un sujeto que rinde hasta “quedar quemado” y la autoagresividad en no pocas ocasiones termina en suicidio.

La violencia actual (de la Modernidad tardía), a diferencia de la de la sociedad antigua o moderna, implica que el sujeto ya no se someta ni al otro ni a sí mismo. De nada valen ya las mortificaciones de la conciencia moral, porque ya ni siquiera se trata de un sujeto.

El sujeto de rendimiento de la Modernidad tardía no está sometido a nadie. De hecho ya no es un sujeto, pues ha dejado de serle inherente cualquier tipo de sujeción. Se positiviza, se libera a un proyecto. La transformación de sujeto a proyecto no hace que la violencia desaparezca. En lugar de una coacción externa, aparece una coacción interna, que se ofrece como libertad. (p. 21)

Comparando la sociedad contemporánea con la de los tiempos de Freud, Han sostiene que, si el verbo modal de estos últimos era “deber”, el actual es “poder”, lo que comporta una reestructuración interior. A diferencia del sujeto freudiano, al que Han hace coincidir en este punto con el sujeto de la moral kantiana, el sujeto de rendimiento de la Modernidad tardía no se dedica al trabajo por obligación. El sujeto de rendimiento se auto explota, no es un sujeto al que una instancia interior (superyó, conciencia moral) le da órdenes, sino que sus máximas son la libertad, el placer y el entretenimiento. Es un empresario de sí mismo, narcisista, que, al no tener vínculos con otro, tampoco obtiene gratificación por su trabajo, por lo que se ve obligado a producir un rendimiento cada vez mayor.

La autoexplotación es entonces otra de las formas del exceso que promueve la sociedad actual. Aunque las máximas del sujeto de rendimiento sean la libertad, el placer y el entretenimiento, llevar las cosas más allá de los límites produce sufrimiento.

Si bien Han sitúa a la violencia dirigida contra la propia persona como un efecto de la sociedad del rendimiento, es asimismo posible situar que la violencia actual, no sólo la autodirigida, sino también otras formas de violencia, tienen un nexo con el exceso. Ciberbullying, acoso, abuso infantil, violencia contra el cuerpo de una mujer, pero también violencias más sutiles y cotidianas, en los lazos entre los sujetos, en los vínculos familiares, dan cuenta de las características de una época. Época en la que, como en muchas otras, prolifera la violencia, aunque con características particulares, que responden a cierta lógica y dinámica social.

Para finalizar: exceso y violencia

Luego de este breve recorrido, retomando nuestros planteos iniciales sobre la relación que Lacan sitúa entre la crispación y el exceso propio, nos interesa plantear algunas preguntas.

Si la violencia, desde el punto de vista en que la trabajamos en esta oportunidad, se asocia con el exceso y el exceso es la marca de muchas de las presentaciones clínicas más frecuentes hoy en día ¿Podemos asociar los fenómenos actuales de violencia a los excesos que promueve nuestra civilización? ¿Será que la sociedad actual, que promueve el exceso, favorece también la crispación?

Pablo Fridman (2018), señala que el Ideal que antiguamente cohesionaba a sujetos con ideas y objetivos similares, en nuestros tiempos es reemplazado por la exigencia de mayor satisfacción posible por cualquier vía sin miramiento por ningún otro. La lógica del mercado y el individualismo imponen a los sujetos un empuje al exceso. Este exceso puede ser de diversos tipos, en el caso que comentamos de Lacan, él sitúa un exceso de preocupación.

En cualquier caso, aventuramos como respuesta a las preguntas planteadas, si seguimos lo expuesto sobre la crispación, que el exceso efectivamente puede traducirse en violencia y que, por lo tanto, en una sociedad que promueve el exceso, serán también frecuentes los fenómenos de violencia.

 

Bibliografía

Freud, S. (1992) Más allá del principio del placer. En J. Strachey (ed.) y J. L. Etcheverry (trad.), Obras Completas (Vol. 18, pp. 1-62). Amorrortu Editores. (Trabajo original publicado en 1920).

Fridman, P. (18 de enero de 2018). El otro hostil/ Entrevistado junto a Osvaldo Delgado por Oscar Ranzani. Página 12. https://www.pagina12.com.ar/89864-el-otro-hostil

Han, B-C. (2018). Topología de la violencia. Herder.

Lacan, J. (2008). El Seminario 17: El reverso del psicoanálisis, 1969-1970. En J. Granica, (ed.) y E. Berenguer y M. Bassols (trad.), El seminario de Jacques Lacan. Paidós.

Laurent, E. (2008). Hemos transformado el cuerpo humano en un nuevo dios/Entrevistado por La Nación. La Nación. https://www.lanacion.com.ar/cultura/hemos-transformado-el-cuerpo-humano-en-un-nuevo-dios-nid1028654/



[1] El resaltado es nuestro.

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ISSN 1853-9793
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