Resumen
Los seres humanos, tanto en forma individual como colectiva, no aceptan, rechazan sus propios aspectos oscuros, sus partes malditas, como las llamaba Bataille. ¿Cómo se defienden de esto? Pues, se lo atribuyen a otro u otros. El odio hacia sus aspectos oscuros lo desplazan hacia el exterior.
Además, como el otro, siempre tiene un modo de satisfacción diferente al propio, esa extranjería es tomada como hostil. Tomar lo diferente, lo extranjero, “lo que no es como uno”, como enemigo, es el fundamento de la segregación en todas sus formas.
“Proceso de reorganización nacional” llamó la dictadura cívico-militar a lo que desencadenó el 24 de marzo de 1976.
El excelente texto del Doctor en Sociología Daniel Feierstein denominado “El genocidio como práctica social”, va a dar cuenta de lo que él denomina “hacia un análisis del aniquilamiento como reorganizador de las relaciones sociales” (Feierstein 2007).
La lectura de Feierstein va a implicar “observar el genocidio como un modo de destrucción y reorganización de relaciones sociales, y la de trazar una secuencia comparativa entre el genocidio nazi y el genocidio antes y durante la última dictadura militar argentina…” (2007, 14).
Citando a Kiernan, el autor va a ubicar la necesaria construcción del enemigo, bajo las formas étnicas, religiosas, ideológicas, nacionales u otras.
Efectivamente, el tratamiento de lo diferente, como hostil, es la clave de tamaña operación, que a su vez da lugar al modo especular de tratamiento del otro. En nuestro caso: de un lado occidental y cristiano, del otro, judio-bolchevique.
Para Feierstein, “el objetivo de plantear a las prácticas sociales genocidas como una tecnología del poder y al aniquilamiento como un modo de destrucción y reorganización de relaciones sociales, en las sociedades contemporáneas, constituye un intento de dar cuenta de dicho desafío” (2007, 28).
Desde la perspectiva psicoanalítica lacaniana, el desencadenamiento del discurso capitalista, va a implicar que esa “tecnología de poder” implique la irrupción del imperativo superyoico (sin deuda y sin culpa) como una orden inquebrantable de goce. Esa presencia masiva del superyó, que da cuenta de la conjunción intrínseca del imperativo categórico de Kant con la operación sadeana, da cuenta tanto de un modo de goce oscuro como de un intento de desmentir la castración estructural.
Por eso todas las modalidades de atribuir un ser a un colectivo social, obtura el hecho de que, en términos de supuestas identidades, hay un agujero, una hiancia estructural.
La historia de la humanidad enseña que, cada vez que se creyó en que había un ser, sea por religión, por supuesta raza (que no la hay), por tradición, por ideología, la consecuencia fue trágica.
Los seres humanos, tanto en forma individual como colectiva, no aceptan, rechazan sus propios aspectos oscuros, sus partes malditas, como las llamaba Bataille.
¿Cómo se defienden de esto? Pues, se lo atribuyen a otro u otros.
El odio hacia sus aspectos oscuros lo desplazan hacia el exterior.
Además, como el otro, siempre tiene un modo de satisfacción diferente al propio, esa extranjería es tomada como hostil.
Tomar lo diferente, lo extranjero, “lo que no es como uno”, como enemigo, es el fundamento de la segregación en todas sus formas.
Atacar a lo extranjero, odiando lo oscuro propio, desplazado a otro, u otros, le permite a las personas creer tener una imagen unificada y bella de sí misma.
Muy lucidamente Zizek ha denominado a esta operación “violencia del Ello”. Se trata de lo que voy a llamar “guerras fantasmáticas”.
Jorge Luis Borges, en su cuento “Deutsches Requiem” lo dice así: “Ignoro si Jesusalem comprendió que si yo lo destruí, fue para destruir mi piedad. Ante mis ojos, no era un hombre, ni siquiera un judío; se había transformado en el símbolo de una detestada zona de mi alma. Yo agonicé con él, yo morí con él, yo de algún modo me he perdido con él; por eso, fui implacable” (Borges 1949, 252).
J. A. Millerva a dar cuenta de esta operación efecto del tratamiento de lo éxtimo por parte del propio sujeto. Lo éxtimo da cuenta de lo más íntimo (lo más propio) y al mismo tiempo se presenta como lo más exterior, lo más extraño, remitiendo al fundamento del modo del goce del sujeto: “si el problema tiene aspecto de insoluble, es porque el Otro, es Otro dentro de mí mismo. La raíz del racismo, desde esta perspectiva, es el odio al propio goce. No hay otro más que ese. Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio” (Miller 2010, 55).
Es cierto que Freud, pese a despejar la cuestión de que no era la propiedad privada la causa de la agresión, va a considerar que las sociedades basadas en la explotación de sus mayorías no iban a sostenerse por largo tiempo, ni se lo merecían.
Pero… pero… parece que advertidas de la satisfacción masoquista del fantasma “pegan a un niño”, logran no solo sostenerse, sino que también producen que aquellos que son explotados, resuelvan la crisis de su propia voracidad.
El llamado “hundimiento de la ficción simbólica moderna”, “el declive del programa institucional”, revela que en su núcleo habitaba “la vocación gozante del Superyó”.
Pero no solamente. También, como lo formula Zizek, la violencia del Ello en la segregación contemporánea.
Esta violencia del Ello, propia de la segunda modernidad (a la que los lacanianos llamamos “decadencia de la imago paterna”), en donde los semblantes se van desdibujando y, en los términos de Roberto Espósito, se asiste a una superposición más inmediata entre Bios y Política.
Se forman desde el poder grupos de “vecinos” (entre comillas) en Italia, para perseguir a los inmigrantes; se desnuda y se castiga a campesinos en Santa Cruz, Bolivia.
Se trata de los argumentos inmunitarios, como se expresaron los pensadores nazis, al servicio de una pasión de lo real según la fórmula de Alain Badiu.
No se trata, desde el pensamiento de Aleman en el libro “Para una izquierda lacaniana” (2013), de considerar la perspectiva de izquierda como “alma bella” o al denunciante de la “ley del corazón”, “el ejercicio infatuado”, el ejercicio del rebelde que quiere hacer valer en su acción, sólo una imagen de sí. Esta posición ha llevado y llevará a la promoción del héroe sacrificado
La tragedia que nos viene de Grecia, el sacrificio del hijo, aquello que no sucede en la obra de Pirandello “Seis personajes en busca de un autor”, tal como lo lee François Regnault.
No hay tragedia porque el hijo le dice “no” al sacrificio.
Ese “no”, solo es posible cuando el hiato entre acontecimiento político y estructura política se sostiene.
El éxito momentáneo del neoliberalismo en esta época del capitalismo tardío, se sostiene en el sacrificio de los llamados improductivos para conservar y aumentar el plus de goce. Ese sacrificio se expresa en “nuevos campos de concentración”.
El imperativo de goce de la ley de mercado como dios oscuro, se presenta como correlativo de la inexistencia del Otro, de la era de la globalización.
Más velado, pero más eficaz que el amo fascista. Bajo la barra, en el lugar de la verdad, con el semblante de democracia liberal.
Lento exterminio del ciudadano y rechazo del sujeto.
Los “procesos de reorganización nacional” que implicaron tanto la shoa como la dictadura argentina, fueron la articulación de un simbólico e imaginario al servicio de un goce oscuro, tanto en la operación genocida, como en la sociedad que buscaba instalar.
La pretendida sociedad occidental y cristiana, que se pretendía, liquidaba el Estado y todas sus instituciones, para garantizar el goce de una minoría respecto a una mayoría que se necesitaba aterrada.
Aterrada para explotarla, y para gozar de ese terror, los denominados grupos de tareas, los torturadores y los apropiadores de niños, mostraron sin velos la pasión del mal.
Referencias bibliográficas
- Aleman, J. (2013) Para una izquierda lacaniana. Buenos Aires, Grama, 2013.
- Borges, J. L. (1949) El Aleph. Buenos Aires, Sudamericana, 2011.
- Delgado O. Comp. (2015) Consecuencias subjetivas del terrorismo de Estado. Buenos Aires, Grama, 2015.
- Feierstein, D. (2007) El genocidio como práctica social. Entre el nazismo y la experiencia argentina. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2011.
- Miller, J.A. (2010) Extimidad. Buenos Aires, Paidós, 2010.