La música en el tratamiento de las discapacidades

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En diálogo con Intersecciones Psi, el musicoterapeuta y docente de la Facultad de Psicología, Mauricio Ruiz, habló sobre la función que cumple la música en la habilitación de los derechos de las personas con discapacidad. “Hay una representación de que la discapacidad es una cuestión de vulnerabilidad e imposibilidad y que los derechos no son propios del sujeto, sino que hay otros que se los tienen que dar”, dijo Ruiz, quien aseguró que la música conecta a la persona con lo propio, con su historia personal y su identidad.


¿Cuál es el papel que juega la musicoterapia en el tratamiento de una discapacidad?

La musicoterapia tiene una amplia tradición dentro del campo de la salud: en psicosis, autismo, discapacidades intelectuales, psicomotrices, etc. Al iniciarse la carrera, en el año 1966, ya había materias que se dedicaban a la temática de la rehabilitación de personas con problemáticas sensoriales o discapacidades motrices. La aparición de la carrera en la UBA y otras universidades, se da en paralelo el surgimiento en nuestro país de las Leyes de Discapacidad. Si bien desde la musicoterapia se venía trabajando en ciertas cuestiones, éstas no estaban nominadas como discapacidad; fue tras la sanción de estas leyes que surgió más formalmente la formación en esta área para musicoterapeutas, psicólogos, etc. Todavía falta mucho por hacer, pero un gran número de estudiantes avanzados y profesionales, que comenzaron a trabajar en los noventa, tomaron esta nueva perspectiva, que tiene como principal referente a España; se trata de una mirada que no pone el énfasis en el déficit, sino en las barreras sociales y culturales.

¿Cómo se trabaja desde esta nueva perspectiva?

Se trabaja habilitando derechos y ofreciendo apoyos para salvar las desventajas que cada situación pueda requerir. Yo trabajo desde el 85 en discapacidad, cuando junto a un grupo de personas fundé el CPI (Centro de Psicoterapias Integradas), una institución dedicada a lo que se llama discapacidad psicosocial. Trabajamos con personas con psicosis residuales, a quienes las alternativas que se les ofrecían, hasta no hace mucho, resultaban ser el manicomio, las calles, o lo que muchas veces llamo "el hospital de dìa familiar", un encierro nocivo para el sujeto y su familia. En estos últimos casos, como toda respuesta, había una visita al psiquiatra una vez por semana y, a lo sumo, algún tipo de acompañamiento. Estas situaciones eran sobrellevadas por la familia hasta que el sujeto hacía una nueva crisis. Lo que vinieron a señalar las leyes referidas a la temática de discapacidad, y en especial la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, fue el cambio de pensar a la persona como portadora de alguna discapacidad que debe ser rehabilitada desde la perspectiva de un modelo médico-céntrico, a la perspectiva de derechos que ofrece el modelo social o nuevo paradigma social.

Quienes trabajamos en el área de discapacidad psicosocial, donde se ve que a consecuencia de la enfermedad mental se producen efectos discapacitantes (aislamiento, falta de circulación social, disminución de hábitos sociales, etc.), que se traducen en las serias dificultades para el lazo social, el sostenimiento de proyectos laborales, educativos, etc., lo hacemos desde una perspectiva de rehabilitación, pero con una mirada puesta en la inclusión y la integración, en el vínculo de los concurrentes con sus las familias y su medio. Es más que una cuestión meramente rehabilitante, ya que trabajamos para reaprender ciertas cuestiones de lo vincular, abarcando el medio, para una inclusión o integración más directa.

¿Qué intervenciones concretas puede realizar un musicoterapeuta para mejorar la calidad de vida de un paciente?

Desde esta perspectiva, la Musicoterapia invita a trabajar dimensiones del ser escuchado pero también el escuchar a los otros. El reconocer en las elecciones musicales o de materiales (instrumentos) las particularidades propias, gustos, intereses e historias particulares que hablan de la singularidad y de cierta identidad, pero también el reconocer esto mismo en los otros. En ese trabajo de expresión y de conexión, muchas veces con emociones particulares, se ensayan formas de coexistencia y de relación con los otros.

Otra parte, además del trabajo que aportan las distintas disciplinas que ofrecen talleres con diversas propuestas, centradas en los intereses del usuario, es el trabajo sobre el equipo y la familia, intercambiar con otras instituciones y colegas, porque es muy difícil modificar la mirada cuando se viene de la hegemonía de ciertas profesiones, que diagnostican, intervienen y deciden cursos de acción sobre la situación de las personas. Hay una parte que tiene que ver con esto y otra que tiene que ver más con lo social, lo cultural y con la falta de información, acerca de por qué a esa persona no se le habilitan sus derechos.

¿Qué piensa de la tendencia a infantilizar a las personas que tienen una discapacidad y no tener en cuenta que también son adolescentes y adultos?

Con respecto a esto te cuento una cosa. Siempre que nosotros vamos y decimos que queremos participar de alguna actividad nos dicen “¿por qué no los traen a los chicos?”, y nosotros decimos: “¿los chicos?”. Son jóvenes y adultos y viajan en transporte público. Hay una representación de que la discapacidad es una cuestión de vulnerabilidad e imposibilidad y que los derechos no son propios del sujeto, sino que hay otros que se los tienen que dar. Entonces, hay una tarea muy grande, más conceptual, de trabajar con la familia, con el medio social, al interior de las instituciones y la formación de los profesionales y también con los usuarios, en el sentido de decirles “vos tenés derechos, reclamalos”. Hay que habilitar hasta donde la persona pueda, acompañando, ayudando a que pueda sostener sus derechos. No un “yo te voy a decir lo que tenés que hacer y  cómo lo tenés que hacer”, este es el cambio más importante.

¿Qué función cumple la música?

La música tiene una función cultural, social, histórica, entonces, cada persona tiene su vínculo particular con ella, que depende, por ejemplo, de su región. Recuperar la música de su historia no sólo conecta a la persona con una posibilidad de revisar, conocer, sino que tiene que ver con su identidad, forma parte de su patrimonio personal. Poder tener el derecho de desarrollarlo y darlo a conocer, que la gente lo reconozca como un producto, es algo muy importante para habilitar derechos. Se trabaja mucho, dentro de las posibilidades, con la participación y las elecciones, inclusive a descubrir las particularidades. Tiene, también, la función de un lenguaje que no sólo cuenta historias (las de la letra de la canción, del contexto sociohistorico a la que pertenece), sino que la circulación del material con otros permite reinterpretaciones, apropiaciones, y en ello describe y descubre particularidades que siempre permiten, si pueden ser reconocidas, potenciales cambios.

¿Cómo se lleva adelante la rehabilitación de personas con discapacidades adquiridas, por ejemplo, producto de un accidente cerebrovascular?

Hay mucha gente que está trabajando en el campo de discapacidad en lo que se llama neurorehabilitación, entonces, se tienen en cuenta todos los avances científicos. Se trata de la posibilidad de trabajar con música y promover que la persona se conecte con recuerdos, movimientos, posibilidades de asociación, en relación a lo que ofrece el descubrimiento de la neuroplasticidad. Esto se hace teniendo en cuenta la historia particular de cada persona: de dónde viene, qué le pasó, cuál es la limitación. En un congreso en Rosario me tocó compartir mesa con una colega que presentó un trabajo sobre neurorehabilitación en un hombre que era rugbier, que tenía una banda de música y a raíz de un golpe sufrido en la cabeza tuvo limitaciones a nivel de funcionamiento neurológico, de movimiento, Había algo que lo convocaba, pero que lo frustraba mucho, porque era músico. Por eso, es importante al momento de la rehabilitación, tener en cuenta el tipo de intervención y de propuesta que se da en cada caso, en principio, en sostenimiento de una continuidad en el tratamiento; eso hay que trabajarlo mucho con el paciente, con la familia, para que se genere cierta posibilidad de trabajo, cierta transferencia hacia el profesional. Allí hay un saber y un proyecto, en donde tanto paciente en rehabilitación como musicoterapeuta se embarcan y se comprometen. Muchos cambios y progresos en este hombre se lograron cuando declinó su posición de encierro y resignación, y gracias a la voluntad de la musicoterapeuta, que le insistía y le proponía, pese a la decepción que también se manifestaba en la familia.

¿Cuál es el aporte de la musicoterapia al campo de la discapacidad?

Lo que creo que es el aporte de la musicoterapia a este campo es que, en tanto nace del trabajo en rehabilitación con personas con traumatismos de guerra, con discapacidades provocadas por la pérdida de miembros (en esto comparte cierto recorrido con la terapia ocupacional), ofrece una alternativa distinta a sólo la palabra en el trabajo de, por ejemplo, aquellas problemáticas de la constitución subjetiva y aporta alternativas a que esos niños, jóvenes y adultos puedan hacer un recorrido, plantear algo, decir de algún modo algo que los represente o construir un espacio de intercambio con otros. En esto juega lo sonoro, pero también algo del cuerpo y el intercambio con el otro; no sólo está la música como objeto intermediario, sino la comunicación en un plano no verbal, incluso cuerpo a cuerpo, ofreciendo la posibilidad de un recorrido, desde este aislamiento y limitación a poder construir un intercambio con los otros. En la clínica de enfermedades mentales crónicas, uno ve que a veces hay establecidas ciertas cuestiones muy cerradas, y la posibilidad del plano de la creación y la expresión ofrece no sólo un reconocimiento de lo propio, sino también tener cierta plasticidad en movimientos; esto también permite descubrir otras alternativas a la respuesta absoluta de alguien que dice qué tenés que hacer, dónde tenés que estar, otra respuesta ante el “yo no puedo”. Es un ejercicio de derechos, de poder probar, jugar, intercambiar con otros. En esa zona trabaja un musicoterapeuta.

¿Cómo es el intercambio con otras disciplinas?

El intercambio es bueno, es de aprendizaje y colaboración. Especialmente porque la temática de discapacidad plantea situaciones de mucha dificultad, entonces hay que trabajar mucho en y con los equipos, para fortalecer y entender por qué uno está empastado en cierta posición o en cierta mirada acerca de los grupos, los pacientes y las familias. Es bueno que haya otros que proponen otras cosas, que facilitan acciones, continuidades o cambios. Siempre algún otro nos rescata de ciertas posiciones, o ayuda a que nos actualicemos en distintos temas.

¿Cuál es la respuesta de las familias ante un tratamiento?

Nosotros hacemos reuniones multifamiliares mensuales porque las temáticas de las familias son importantes. Los familiares a veces están muy desgastados, frustrados. Las familias responden, algunos con continuidades y otros con discontinuidades, que también tienen que ver con las mejorías o desmejoras del familiar y con tener que conectarse con temáticas muy presentes; uno ve que un tema puntual moviliza de cierta manera al familiar, entonces éste se ausenta una o dos reuniones.

 ¿Cómo ve la formación hoy del musicoterapeuta?

Si bien los que están en el ámbito de trabajo de la discapacidad van aprendiendo, por experiencia propia e intercambio en los equipos, en general hay un hueco muy grande entre la salida de la universidad y el ejercicio real. Esto también les pasa a los psicólogos. De la formación se trae un discurso más teórico, un posicionamiento al que después hay que hacerle adaptaciones y modificaciones en relación al medio, para entender la complejidad y para aprender a trabajar con otros, que es todo un desafío, porque si bien hay mucha información teórica respecto al trabajo en equipo interdisciplinario, ¿dónde se aprende a trabajar en un equipo interdisciplinario? Se puede tener una aproximación antes, en instancia de pasantía, pero se aprende trabajando. La idea es que el psicólogo aprenda del musicoterapeuta, el musicoterapeuta del psicólogo y el terapista ocupacional, y viceversa; que cada uno reciba algo del otro, que se puedan armar construcciones conjuntas. Se tienen formaciones muy importantes, reconocidas y consistentes, pero es importante un acercamiento a la interdisciplina. En este sentido, el ámbito de extensión universitaria es un espacio muy importante.

¿Hay algo que crea que se debería trabajar más?

Los musicoterapeutas deberíamos trabajar más sobre nuestra práctica vivencial, porque quizás no lo tenemos lo suficientemente trabajado desde la esfera personal, si bien la gran mayoría hace terapia, no es lo mismo que hacer una experiencia con continuidad, en grupo o individual, con la voz, con el cuerpo. Pienso que los musicoterapeutas deberían atravesar un tratamiento individual, o al menos experiencias grupales desde la Musicoterapia, para descubrir sus propias cuestiones con la expresión, con la creatividad desde lo musical, lo sonoro, lo corporal y, especialmente, para despejar ciertas preguntas que pueden aparecer a la hora de la clínica, ya que siempre aparecen situaciones que hay que revisar y ver los indicadores de por qué, por ejemplo, tenemos cierta postura rígida ante determinadas cuestiones o ciertas incomodidades, las plasticidades que se ponen o no en juego.


Mauricio Ruiz
es musicoterapeuta, profesor adjunto interino de la materia Teoría y Técnica de Grupos (Licenciatura en Musicoterapia - UBA) y codirector del Centro de Psicoterapias Integradas.

 

 


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