Aplicar el corte

  • Agrandar Texto
  • Achicar Texto

*Relato merecedor de una segunda mención en el Concurso MostrArte 2013, organizado por la Dirección de Cultura de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.


Cuando Cata recibió el título de psicóloga, puso su consultorio privado y pasó a llamarse Catherine. Uno de sus primeros pacientes fue Leonardo. Antes de que llegara, anotó con letras grandes en su libreta “Caso L.”. Prendió un incienso y esperó ansiosa.

¡No puedo creer cómo llega L! fueron sus primeras anotaciones. Está sucio, despeinado, tiene agujeros en las zapatillas y se le ven las medias, que están viejas y gastadas. Tiene panza y usa una remera ajustada a rayas. El pantalón, en cambio, es holgado pero tanto que se le cae. No usa mochila, ni bolso, ni maleta, pero cuando se sienta saca tres juegos de llaves de sus bolsillos, billetera, DNI, mapa de la ciudad, un recorte de diario, facturas para pagar, papel higiénico, restos de galletitas… ¿Qué más? Falta que salga un elefante y tres payasos. No, no puedo dar un buen diagnóstico.

A la tercera consulta Catherine se cansó de sus notas minuciosas y consideró que era suficiente. Y mientras L. contaba sus aventuras al ayudar a un ciego en la calle, ella sacó una tijera de su cajonera, se levantó de su sillón y se acercó al paciente.

—¿Qué hace Doctora?

—Voy a hacerle un pequeño corte. Le va a venir bien para terminar con todo esto.

—Pero yo vengo acá para resolver mis problemas hablando. ¿Está segura de que esto me va a ayudar?

—Sí. Es una técnica oriunda de Francia y testeada ampliamente en nuestro país.

La terapeuta procedió con rapidez. Afiló la tijera, puso música, sacó un delantal del perchero e hizo girar el sillón del paciente.

—Ahora sí, cuénteme. ¿Anda buscando un cambio?

—No lo sé, doctora. Creo que un cambio es imposible en este momento, voy del trabajo a la casa de mi madre todos los días, ella está muy sola, no tengo tiempo para cambiar.

—¿Le apetece un Elvis Presley?

—¿Perdón?

—Si no le convence, podríamos probar con un Bob Dylan. Tiene un pelo tan suave… ¿Lo notó alguna vez?

—No lo sé. Yo en verdad quisiera seguir hablando de... —Saca un papel de su bolsillo y lee— Cotización del dólar, tratamiento de la basura, pobreza, guerras, miseria por todos lados.

—¿Y si empezamos por Usted?

—No sé. Haga lo que le parezca mejor.

 

Catherine sacó las dotes de su antiguo trabajo. Al son de Celia Cruz y los sonidos estridentes de las trompetas y las tijeras, empezó a mover las caderas y a cortar cabello. Unas canciones después, dio por concluida la sesión. El obsesivo pagó por el corte y se fue, sintiendo por primera vez el sabor de la confusión, una mezcla de madre y caribe, de salsa y traje etiqueta negra.

Salió del consultorio siendo otro. Caminaba como un dandi, olía a gomina, las mujeres desmayaban al verlo pasar. Al meterse las manos en los bolsillos, se dio cuenta que se había olvidado casi todo pero no le interesó regresar. Vio un cartel que decía “Guachinbailable. Cuarteto norteño. Pedro Águila”. Memorizó la dirección porque también había olvidado su celular. Esa noche, dejó a su madre sola y salió a cumbianchear. Conoció a una morocha caderona que no se acercó ni a las plataformas de su dama ideal pero que lo hizo pasar un buen momento. A partir de ahí, su vida cambió.

Años más tarde, sorprendida del destino de su paciente y de su propia intervención, Catherine presentó el caso en un congreso nacional psicoanalítico. Su ponencia se tituló “Pelu-análisis: nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”. Fue ampliamente criticada por la derecha lacaniana y derivó en una escandalosa excomunión. Sin embargo, ella no dudó en armar su propia rama del psicoanálisis y exportarla a Uganda, aprovechando las exóticas misiones comerciales organizadas por el Gobierno.


Revista Electrónica de la Facultad de Psicología - UBA | 2011 Todos los derechos reservados
ISSN 1853-9793
Dirección: Hipólito Yrigoyen 3242, Piso 3º - (1207) CABA | Teléfonos: 4931-6900 / 4957-1210 | e-mail: intersecciones@psi.uba.ar