Principios para una cartografía crítica de las instituciones

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El presente escrito constituye una de las coordenadas de análisis del proyecto de investigación propuesto para la Programación 2013-2015 del programa de fomento a la investigación científica de la Facultad de Psicología de la UBA (PROINPSI), “Instituciones y Procesos de Subjetivación contemporáneos desde la Perspectiva de la Psicología Institucional. Los desafíos del poshumanismo”. Las investigaciones realizadas han posibilitado establecer una genealogía de la Psicología Institucional, especialmente en la región argentina. Esta necesidad surge a partir de una serie de obstáculos epistémicos relevados, que permiten considerar un conjunto de problemáticas inéditas para esta especialidad de la psicología. 

Los mismos permiten conformar dos vectores de análisis interconectados. Por una parte, la Psicología Institucional y el Institucionalismo producen sus discursos, prácticas y objetos a través de una multiplicidad de corrientes caracterizadas por su diversidad y heterogeneidad. Por otra parte, sin embargo, todas ellas comparten un acuerdo implícito y una carencia paradojal. El acuerdo consiste en asumir que las instituciones, las organizaciones y las prácticas sociales constituyen el producto de devenires histórico-sociales que las atraviesan y determinan. La carencia se observa en las escasas investigaciones rigurosas y exhaustivas que permitan establecer las condiciones histórico-culturales y sociopolíticas contemporáneas que han posibilitado una serie de mutaciones y transformaciones inéditas del campo institucional. Lo dicho se sustenta en dos movimientos reactivos que se articulan y refuerzan mutuamente. Uno de naturaleza centrífuga, que produce un efecto de omnipotencia explicativa y analítica de todo acontecimiento y que refracta cualquier perspectiva exterior a sus dispositivos. Otro de carácter centrípeto, que consiste en la incorporación y anexión de todo componente que resulte funcional para sostener una ficción multidisciplinaria, previa inmunización de sus aspectos revulsivos o desestabilizantes. Movimientos que instauran una axiomatización de la Psicología Institucional, imposibilitando un auténtico enriquecimiento y relegándola a una mera ideología instrumentalizada.

Estas resistencias a lo nuevo, la burocratización de los procesos y la politización de las estrategias de investigación formarían parte de un instinto de autopreservación de las instituciones. La propuesta del trabajo a compartir consiste en una perspectiva crítica de los dispositivos instituidos de la Psicología Institucional, rescatando el espíritu experimentalista de sus fundadores, para reformularlo en las prácticas actuales. Se trata pues de una problemática epistemológica, pero también como se señalará e intentará demostrar, de una cuestión política.

   

Desarrollo

La composición del texto que sigue puede definirse como una de las efectuaciones de un conjunto de experiencias grupales de investigación autogestionada. El campo de análisis de sus tareas se ha centrado en las mutaciones institucionales contemporáneas, los procesos de subjetivación que aquellas posibilitan o bloquean, y la revisión de los dispositivos conceptuales y metodólogicos de la Psicología Institucional. Dicho grupo ha sufrido un conjunto de variaciones y devenires múltiples, tanto en la configuración de sus integrantes como en sus diagramas y vectores de análisis. Quizá sean estas mismas mutaciones las que han otorgado a este agrupamiento una potencia productiva y un pensamiento autocrítico que ha enriquecido sus procesos de singularización.

En este sentido, los marcos de referencia y los segmentos de pertenencia institucionales —la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Psicología y la cátedra II de Psicología Institucional, la Secretaría de Ciencia y Técnica, para citar solo las líneas más visibles—han actuado menos como determinaciones que como posibilitadores de un encuentro y un campo de afectaciones y afinidades, sin los cuales toda producción de subjetividad de grupo no consiste más que en una ficción utilitarista.

Y si de afinidades y afectaciones se trata, nuestro grupo fundó su encuentro a través de una serie de intuiciones y convicciones —compuestas a través de la docencia, la investigación y la lectura más o menos sistematizadas— que posibilitaron la composición de algunas hipótesis preliminares. Las mismas han conformado cuatro vectores de análisis que consisten brevemente en:

- La consideración del actual momento histórico como una fase crepuscular o de transición, donde los paradigmas de la Modernidad se revelan como perimidos, caducos o en franco retroceso frente a la emergencia de acontecimientos disruptivos en el campo social. Los mismos habrían inaugurado una fase de mutaciones históricas, dando cuenta de un devenir histórico caracterizado por la incertidumbre y la contingencia, procesos inmanentes a una dinámica de la fluidez y a la licuefacción de las garantías de previsibilidad que ofrecían los postulados sólidos de la Modernidad.    

- La globalización como factor determinante del ocaso de la Modernidad como fase histórica. El crecimiento progresivo del capital financiero transnacional en desmedro de la producción industrial regida por los Estados nacionales ha transformado la economía mundial. Estas mutaciones históricas marcan el ocaso de las sociedades disciplinarias de la Modernidad, dando paso a las sociedades de control o Capitalismo Mundial Integrado, si se resalta el carácter planetario del control sobre todas las actividades humanas. Oportuno es señalar que dicha transición fue anunciada por Foucault, planteando la progresiva hegemonía de los dispositivos de control biopolítico de las poblaciones y el cuerpo como especie sobre los anatomopolíticos de los cuerpos individuados. 

- Los desarrollos tecnológicos atravesando el campo social. La Cibernética, la Informática, la Robótica, la Genética, entre otras prácticas en proceso de reconocimiento disciplinar, ya no son consideradas como meras técnicas auxiliares de las disciplinas clásicas. No se trataría de una mera adición de “nuevas disciplinas” que son incluidas en el campo de la ciencia, sino de una reconfiguración estructural de las epistemologías, los discursos y las prácticas científicas y de investigación. Las mismas no restringen sus efectos solo al interior de sus prácticas sino que atraviesan el campo social en su conjunto, afectando entre otras a las formas de trabajo y su consecuente estratificación clásica de la sociedad en términos de clases sociales sobredeterminadas por la economía. El trabajo inmaterial o trabajo afectivo remodela el proletariado, posibilitando el devenir del cognitariado, una subjetividad posfordista inmune a los dispositivos clásicos de análisis sociopolítico. Del mismo modo, asistimos a transformaciones en la organización del tiempo y el espacio que han generado redes vinculares, sociales, comunitarias y culturales inéditas y nuevas modalidades de consumo e información a través de los aparatos de propagación global. 

- Las identidades proliferantes. La sentencia de Foucault decretando “la muerte del Hombre” (1966) ha desplegado una multiplicidad de estudios críticos acerca de la noción de identidad, concebida como la esencia inmutable del ser que define lo humano. Si el Hombre es menos origen que efectuación de una multiplicidad de discursos y prácticas que lo conforman como tal, sus atributos responderán igualmente a la construcción de matrices de inteligibilidad, legitimadas por el discurso científico. Diversos estudios críticos de la categoría de género retoman la sentencia foucaultiana inaugurando otros modos de pensar lo humano y la producción de subjetividad. En esta línea surge la noción de sujetos nómades sugerida por Braidotti, abrevando en los desarrollos deleuzianos acerca de los procesos de subjetivación rizomáticos y las apuestas radicales de Haraway, planteando la disolución e hibridación de lo humano a través de la cyborgización de la subjetividad.   

Se observará que cada uno de los vectores de análisis resulta susceptible de conformar a su vez un diagrama de investigación propio, sin perjuicio de continuar estableciendo conexiones y articulaciones múltiples entre cada una de sus producciones específicas. En este sentido, es posible advertir que los conceptos de institución y subjetivación atraviesan continuamente cada campo de análisis, justificando no solo su abordaje desde la Psicología Institucional, sino revelando la necesidad de revisar, profundizar y reconfigurar sus marcos conceptuales y sus herramientas metodológicas, para implementar un análisis consistente, productivo y enriquecedor de las modelizaciones institucionales contemporáneas y de sus procesos de subjetivación, inmanentes al devenir histórico en el cual aquellas se materializan. 

El escrito que sigue transitará entonces sobre un conjunto de coordenadas de análisis crítico de los objetos construidos por el discurso y las prácticas de la Psicología Institucional. La presentación del concepto de institución planteará los primeros inconvenientes, principalmente de naturaleza epistemológica. Cabe pues partir de la siguiente pregunta: ¿qué dice la Psicología Institucional respecto de los objetos que su discurso produce?

En primer lugar, no formula una respuesta consistente ni argumentos que permitan validar una especificidad en sus objetos de abordaje. Pareciera que la institución está dada de antemano, como una forma exterior a su discurso, un objeto considerado a priori que merecería un abordaje riguroso por una disciplina específica. No se trata sin embargo de una reducción inductivista de la Psicología Institucional, sino de la naturalización de un conjunto de presupuestos exteriores a su discurso. Al definir a la institución como una formación heterogénea y compleja, no hace más que condensar en dos atributos la diversidad de perspectivas, análisis y disciplinas que se han ocupado de las instituciones desde los inicios del pensamiento occidental. En otras palabras, si cabe admitir a la heterogeneidad y la complejidad como dos atributos de las instituciones, no será porque la Psicología Institucional lo descubra ni lo produzca desde una lógica y una racionalidad propias. Por el contrario, se trata de una doble operación de condensación e invisibilización, un discurso más bien crepuscular que a través de una sencilla replicación conceptual legitima la necesidad de un pensamiento interdisciplinario para el abordaje de las conformaciones institucionales. Recaída narcisista de la Psicología Institucional: dice lo que ha sido dicho como si se lo dijera por primera vez, cuando no se trataría más que de un mero aplicacionismo.

Una segunda definición habitual de la institución remite a su función subjetivante antes que a sus atributos. Se dirá pues que las instituciones nos preceden, nos preexisten y nos constituyen, revelando a primera vista la misma falta de especificidad conceptual. Pues si la heterogeneidad y la complejidad valen como atributos de las instituciones —pero también para una molécula de carbono, una manada de antílopes o para una pintura de Dalí—, el carácter preexistente y constitutivo de las instituciones para la especie humana vale también para el cosmos, el agua o las mitocondrias.

Los vectores de análisis más atractivos consisten por el contrario en lo que la Psicología Institucional no termina de decir, tanto para su campo de análisis como para el pensamiento disciplinar instituido. Se trata de abordar las producciones institucionales como un conjunto de dispositivos de homogeneización de las subjetividades y de normalización de las corporeidades, a través de una multiplicidad de prácticas y discursos que apelan a la deshistorización, la despolitización y la naturalización como estrategias privilegiadas de captura del deseo. Definir a las instituciones como producciones sociopolíticas o histórico culturales no hace más que confirmar casi tautológicamente su carácter heterogéneo y complejo, pero no alcanza para interpelar críticamente sus dispositivos.

Quizá resulte más apropiado dejar de preguntarse por el ser de las instituciones y apostar a una exploración que permita dar cuenta de sus modos de producción y funcionamiento. Sus formas de materialización en los territorios organizacionales, sus diversas articulaciones y acoplamientos, así como las singularidades y atribuciones de sus componentes. Será necesario pues establecer un principio básico de ruptura para una cartografía crítica de las instituciones, que puede llamarse Principio funcionalista o preontológico; no importa ya decir lo que las instituciones son, sino establecer qué hacen, para qué, cómo funcionan para producir sus objetos, a través de cuáles dispositivos y maquinaciones.

Resultará pues ineludible una primera tarea de composición de un plan de organización, que incluya conceptos y metodologías específicas. Un diagrama de análisis con sus propias herramientas, que contemple a su vez la necesidad de un posicionamiento situacionista de la Psicología Institucional. No hay institución sin historia, pero tampoco sin un devenir propio, inmanente a sus procesos de singularización. De allí la pertinencia de un segundo principio epistémico-metodológico, cuyo atributo distintivo justifica su nominación como Principio paradojal: la necesidad de un encuadre o modelo de organización para la Psicología Institucional no debe perder su carácter inmanente a cada situación de consulta, exploración, intervención o investigación de los territorios institucionales. Pues si existe un atributo diferencial de las instituciones es su paradójica composición como máquinas de hacer creer: se les reconoce una historia, pero su origen deviene mítico y su eventual disolución resulta impensable. Su funcionamiento resulta de un conjunto de operaciones sociales y culturales, pero las sociedades se vinculan con ellas desde la ajenidad de una imposición inlocalizable y la naturalización de lo cultural. Resultan inmunes a cualquier enfoque simplificador y a todo discurso unificante, pero no dejan de producir dogmatizaciones y homogeneizaciones discursivas, prácticas, corporales y afectivas. Se materializan en aparatos de captura del deseo, pero simultáneamente se componen como maquinaciones de deseo de intensidades variables.

Este componente paradójico que define la dinámica institucional justifica la necesidad y la pertinencia de un diagrama de análisis abierto, móvil, y en constante mutación y recreación. Lo dicho no contradice la posibilidad de composición de algunos principios ordenadores de las tareas para la Psicología Institucional. Se trata más bien de apostar a una lógica de la contingencia, la incertidumbre y el devenir, pero sobre todo a la disolución del pensamiento binario instituido, “pues aún no hemos podido preguntarnos hasta qué punto nuestras teorías —en la medida en que son nuestras, en que son de nosotros y no en la medida en que se refieren a un objeto— resultan de la operatoria estatal instalada en su momento en nosotros como máquina de pensamiento”. La sentencia que Lewcowicz atribuye a lo estatal —noción ésta que justificaría diferenciar y que desborda quizá la concepción clásica del Estado— es asimilable a lo que aquí se plantea como lo institucional.

Lo institucional entonces puede ser abordado desde una máquina de pensamiento que prescinda del pensamiento instituido. Para ello pueden resultar de utilidad los principios de análisis detallados a continuación:

Principio de individuación: no hay institución simple, pero sobre todo no hay la institución. Lo Uno institucional no es más que una de las efectuaciones de su eficacia como máquina de hacer creer. La temporalidad en la producción debe ser entonces invertida: no hay instituciones dadas, más o menos proclives a establecer entre sí vinculaciones o articulaciones múltiples. Lo institucional se compone como la individuación de materiales previamente no formados, partículas del socius de intensidades variables y diferente naturaleza. Los procesos de individuación institucionales que acontecen a través de conexiones y mixturas entre componentes indeterminados posibilitan su delimitación sólo como formaciones discretas a posteriori.    

Principio de multiplicidad conectiva: la ficcionalidad del Uno institucional se refuerza con su par de oposición binaria. Lo múltiple termina de componer un plano sobre el cual un conjunto determinado de instituciones dadas y en estado puro se vincularían entre sí, generando el entramado que cumpliría la función de sostén de la identidad, la cultura y la sociedad. Pero si la individuación permite disolver la unidad mítica de la institución, la multiplicidad termina por desmontar tanto la raíz originaria del Uno institucional como la lógica arborescente de sus articulaciones múltiples. “Una multiplicidad no tiene ni sujeto ni objeto, sino únicamente determinaciones, tamaños, dimensiones que no pueden aumentar sin que ella cambie de naturaleza” (Deleuze & Guattari, 1980). Será la multiplicidad de articulaciones, acoplamientos y conexiones la que conformará un plano de fuerzas como condición de posibilidad de lo institucional, y no a la inversa. Las instituciones se hacen rizomáticamente,  a través de sus relaciones.        

Principio de materialización: así como la individuación y la multiplicidad funcionan en presuposición recíproca para la composición de lo institucional, cabe decir que estas operaciones responden a su devenir material. Los procesos de materialización de las instituciones acontecen siempre en un territorio específico, sea el de los equipamientos organizacionales clásicos o los de algunas formaciones virtualizadas que doblan las dimensiones típicamente lineales de lo espaciotemporal. Lo institucional territorializado favorece su vocación por la permanencia y la estabilidad, a través de la intensificación de sus líneas más duras y sobrecodificadas. Sin embargo, los territorios institucionales se componen a su vez en relación a un exterior, estableciendo así un plano de fuerzas activas y líneas de fuga descodificantes. Una multiplicidad de conexiones entre líneas rígidas, flexibles y de fuga producirá los entramados específicos de cada paisaje institucional, así como su materialización en territorios más o menos habitables, más o menos estratificados. 

Principio de replicación: lo institucional no puede funcionar más que a través de dispositivos de propagación replicante. La vocación expansionista de las instituciones procede por desplazamientos continuos de sus límites territoriales, evitando así el repliegue sobre sí mismas y la posibilidad de la autodisolución. La replicación se distingue de la copia, la cual remite al Uno en tanto opus originario, pero sobre todo se materializa como un dispositivo de bloqueo de las potencias de singularización. La réplica puede considerarse como calco, y su propagación como una forma de calcomanía. Las instituciones calcan sus territorialidades incesantemente, las unas sobre las otras, posibilitando una serie de mapeos que permitan establecer la producción de diferencia que no cesa de fugar de cada proceso de replicación.           

Principio de segmentación biopolítica: los paisajes institucionales no devienen formas materiales solamente en los espacios visibles de las organizaciones. La territorialización institucional de mayor determinación y menor visibilidad acontece sobre las corporalidades humanas y animales, sobre el cuerpo de la tierra y sus ondulaciones y elevaciones, sus líneas acuíferas y sus estratificaciones minerales, sobre la selva y el desierto, el bosque y la estepa. En este sentido, las instituciones cumplen una función primordial vinculada con la producción de Vida, antes que una mera función represiva de las pulsiones de una formación subjetiva humana individual. De allí que la noción de Naturaleza, usualmente ignorada por las disciplinas sociales, pueda ser reformulada como una de las producciones institucionales de la Cultura. La multiplicidad de las formas de vida sufre un proceso de segmentación y jerarquización que se replica en la dinámica de funcionamiento de las instituciones. Sus dispositivos exceden la composición de procesos de subjetivación y de maquinaciones de deseo. Si la institución cumple una función productiva antes que represiva, aquella se extiende a la producción de corporalidades y de formas de vida que desbordan lo humano, y quizá también lo terrestre.

Esta serie de principios resultan no solo indisociables, sino susceptibles de vincularse con otras axiomáticas en proceso de conformación. Se abre pues la posibilidad de composición de un diagrama de análisis abierto para la Psicología Institucional, que permita fugar tanto de la lógica disciplinar como de una epistemología antropocéntrica. A la vez, teniendo en cuenta que dichos principios guardan una profunda afinidad con el concepto de agenciamiento planteado por el esquizoanálisis, cabe revisar la actualidad de la versión instituida del concepto de institución, así como las tareas de la Psicología Institucional. Solo como epílogo que quizá resulte prólogo de un encuentro posible, cabe decir que el esquizoanálisis pudiera consistir en la composición de un conjunto de tareas que posibiliten procesos de desubjetivación, inmanentes a una lógica posidentitaria y transcultural, a través de prácticas de contrapoder microfísica y molecular.          

 

Referencias bibliográficas

BRAIDOTTI, R. (2000) Sujetos nómades. Paidós.

DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (1988) Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. España Pre-Textos.

DELEUZE, G. (1995) Conversaciones. Pre-Textos.

FOUCAULT, M. (1977) Historia de la sexualidad. Tomo I. La voluntad de saber. Siglo XXI.

HARAWAY, D. (1995) Ciencia, cyborgs y mujeres. Madrid. Cátedra.

LEWKOWICZ, I. (2004) Pensar sin Estado. La subjetividad en la era de la fluidez. Paidós.

SIMONDON, G. (2009) La individuación. La Cebra y Cactus.



Gustavo Melera es licenciado en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Profesor adjunto de la II cátedra de Psicología Institucional (UBA). Investigador Categorizado por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación. Consultor Institucional. Esquizoanalista. Investiga y escribe acerca de los procesos de subjetivación y los equipamientos institucionales contemporáneos.

 


 


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