Familia y Homosexualidad

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Por Déborah Fleischer

 

Transformaciones familiares con relación a la homosexualidad

La aparición en la década de los ochenta de familias homosexuales que reclamaban sus derechos civiles trajo polémicas internas en el movimiento gay-lésbico,[i] cuya existencia data desde hace unos treinta años. Este movimiento se caracteriza por tomar preferentemente el problema de la identidad sexual. Algunas obras representativas de este movimiento son: André Gide et le débat sur l’homosexualité. De L’ Inmoraliste (1902) a Si le Grain ne meurt (1926) de Eva Ahlstedt ; The Homosexualization of America. The Americanisation of Homosexual, de Dennis Altman; Les Unions du même sexe dans l’Europe antique et mediévale y Christianisme sociale et homosexualité. Les homosexuels en Europe occidentale des débuts de l’ère au XIV siècle, ambos de John Boswell; El recto es una tumba, y Homos, de Leo Bersani. Me referiré a este último.

Leo Bersani, autor de Homos (1998), es uno de los más importantes críticos culturales contemporáneos de Estados Unidos. Puede ubicarse como un autor que se opone a la familia proverbial –con la peculiaridad de que se trata de la constitución de la familia “tradicional” gay–, familia que para los defensores de la familia, no sería aceptada como tal. Es una paradoja que tiene que ver con los cambios ocurridos en estos últimos años. Defensor de la identidad homosexual como resistencia social, Bersani denuncia en la comunidad gay la asimilación a estructuras sociales ya conocidas. Para este autor esas nuevas familias, más que “perversión de la familia tradicional”, serían un retorno a la familia. En contraposición, rechaza la asimilación y postula una actitud de resistencia. En este punto su propuesta se asemeja al planteo de Foucault –habiendo este último, por su parte, rechazado la historia de la sexualidad como historia de las prohibiciones–. Bersani considera que la resignificación no puede destruir y que representa los valores dominantes. Considera que se debe cuestionar el valor de comunidad y que, si bien hubo un progreso en aceptar a la comunidad gay en Estados Unidos, han quedado intactas estructuras sociales opresivas, razón por la cual él (se incluye entre los gays) querría cultivar los impulsos anticomunitarios inherentes a la homicidad.

Las defensas homosexuales de la persistencia de la familia

Judith Butler (1956)

Filósofa, crítica y teórica, es profesora de Ciencias Humanas en la Universidad de Johns Hopkins. J. Butler pertenece al movimiento gay-lésbico, y entre sus obras se pueden mencionar: Gender Trouble, Feminist and the Subversion of Identity, de 1990, y Bodies that Matter, on the Discursive Limits of “Sex”, de 1993. En “Imitación e insubordinación de género” (Butler, 2000), la autora analiza, en relación con las familias homosexuales, el parentesco que se establece en las diversas “casas” a las que pertenecen las reinas travestis y extrae de ahí una lección para todos los que viven fuera de la familia heterosexual. Aunque no piense que se trate de una versión mejorada de la familia, su descripción de las casas, que cobijan maternalmente, cuidan, etc., es un catálogo de los valores familiares ideales. Estos hombres son “madres” uno para los otros, se “cobijan”, se “abrigan” y la resignificación de la familia a través de estos términos no es una imitación vana e inútil sino el edificio social y discursivo de la comunidad. Se trata de una reelaboración cultural del parentesco para los que están al margen del privilegio de la familia heterosexual; de una apropiación de la dominación –dice Butler– que les asigna un futuro más formativo. Ubico a esta autora entre los defensores de la familia –si bien la familia que defiende sería cuestionada por otros defensores de la familia –, ya que es discutida por otros autores que consideran que su posición, al inscribirse en las coordenadas del modelo familiar imperante, no es subversiva. Los críticos de Butler, Leo Bersani, citado anteriormente, entre ellos, sostienen que este modelo debe ser destruido.

Leo Bersani en su libro Homos (1998) indica que actualmente se trata de distinguir al gay del queer: El primero es el que pretende ser buen padre, buen ciudadano, incluso buen analista. Se busca una legitimidad de la homosexualidad.

Ubicará en el capítulo “La presencia gay” las básculas entre ambas posiciones indicando que fue el SIDA el que ha hecho más visibles a los hombres gay.

Los derechos de los homosexuales fueron debatidos en EE.UU. y aceptados a partir del fallo Romer versus Evans. Diez años antes un fallo había determinado que la sodomía era un delito.

Después de aprobar la no discriminación homosexual, se vota otra ley que va contra matrimonios gay (same sex union). Se debate en 1996 el matrimonio gay, aduciendo que un matrimonio no sólo se dedica a criar niños (en caso contrario, parejas estériles o mujeres menopáusicas no podrían casarse). Browning, en La Culture du désir, menciona el hecho de que los gays ya han inventado las familias extendidas (citado en Allouch, 1999, p. 177).

Se estudia así la historia del matrimonio desde la adopción romana, modo de transmisión del patrimonio aun en detrimento de los hijos. Boswell (1992) defiende los lazos afectivos y ve cómo en los sonetos de Shakespeare se trata de la heterosexualidad como disfraz.

En 1996 se produce una discusión en las fuerzas armadas argentinas. Se trata de no preguntar ni de decir. Se ataca la libertad de expresión. Derecho a la discreción. Esta discusión ha tenido ecos en nuestro país. El general Balza propone no dar de baja a los militares que mantengan relaciones homosexuales en su vida privada. Esto se suma a que no se pregunta a ningún aspirante sobre sus tendencias políticas, religiosas o sexuales. La defensora del pueblo en 1999, Alicia Olivera, felicitó al general Balza por dejar de lado la hipocresía afirmando: “esto simplemente es aceptar la verdad: los homosexuales existen” (Clarín, 25/8/1999).

Eric Laurent comentará que en Francia ya hace muchos años, hay un boleto para familias numerosas donde las concubinas homosexuales están incluidas.

Leo Bersani critica la “comunidad” homosexual. No acepta la homosexualidad como un nuevo standard. Se trata para él de un sujeto que rechaza la diferencia. Piensa la imposibilidad de la homosexualidad de ser igual a sí misma. Laurent (1999b) señala que Leo Bersani reivindica la diferencia de la homosexualidad: el inmoralismo de Gide, el gusto por la traición de Genet y, en Proust, la búsqueda de marca que busca una contra-sociedad. Los tres rechazan la conformidad identificatoria. Miller (1999b) dirá que Bersani es el envés del Buen Ciudadano. Bersani defiende la perversión: Goce ante todo.

A su vez, Bersani no homologa esta falta de conformidad identificatoria en estos tres escritores, y señala diferencias. Así en El inmoralista de Gide señala a gays plenamente socializados a quienes se puede convocar para servir al Estado. Michel, el protagonista, vive muy cómodamente en esa sociedad cuyos valores rechaza. Tiene además una preferencia sexual sin sexo. Es un pederasta pero eso no tiene consecuencias sexuales. Todas sus conductas sexuales son heterosexuales (se acuesta una vez con su esposa, otra con su amante). Para Bersani, la homosexualidad gideana es indistinguible de un rechazo homofóbico del sexo gay. Consideraba que los invertidos a quienes les gustaba ser penetrados por el ano estaban moralmente o intelectualmente deformados. Por otra parte, señala que Proust considera antinatural que los invertidos sexuales lleguen al orgasmo al mismo tiempo. Los invertidos proustianos son una raza, no una comunidad. Bersani considera que la aversión de los invertidos hacia la sociedad de los invertidos pudo ser el fundamento para una nueva comunidad de la inversión. Proust cuestiona a la homosexualidad como atracción de un varón por otro varón, porque, según la noción popular que este escritor parece aceptar, son hombres con alma de mujer. Esto excluye el deseo por el mismo sexo, lo que parece un anhelo de un hombre por otro hombre es en realidad una mujer que anhela el sexo con un varón. Bersani dirá entonces que la homosexualidad proustiana está heterosexualizada. La heterosexualización condena al homosexual a una vida sin amor dado que se enamora de hombres que no tienen nada de femenino y no puede corresponder por lo tanto a su amor. Es decir, el deseo proustiano es ontológicamente heterosexual. Finalmente, Genet, por ejemplo en Pompas fúnebres, elige el coito anal, y el ano le permitirá el paso privilegiado a sus más elevadas sublimaciones. Plantea una alternancia entre los imperativos del goce y las seducciones del amor. Se transforma en un agujero para cualquier falo, haciéndose sodomizar, estar lleno de un pene grande y en permanente erección. Genet dice: “lo que soportaba sobre mis riñones tensos cuando Villeroy me penetraba era el peso de toda la virilidad del mundo” (citado por Bersani, 1998, p. 96).

La descripción de estos tres tipos que hace Bersani no se reduce a estos tres autores. Son variaciones que escuchamos en la clínica y que nos demuestran lo heterogéneo de la homosexualidad que nos obliga, como siempre, a romper con la idea de standard y a considerar cada caso en su particularidad.

Encontramos también en nuestro continente la literatura de la experiencia homosexual. El escritor cubano Severo Sarduy (De donde son los cantares, Cobra) y el argentino Manuel Puig (El beso de la mujer araña) escriben libros fundamentales que despliegan la experiencia proscripta por la moral tradicional ansiosa de “invisibilizar lo que no comprende” (Monsiváis, 2000, p. 31). La tolerancia que no se había percibido se concreta en una producción novelística. Como dice Monsiváis (2000): “Hay más cosas bajo el cielo y la tierra que las que sueña el Registro Civil” (p. 31).

La película “Mis gloriosos hermanos”

La película, en castellano (no en su título original) lleva el mismo nombre que un conocido libro de Howard Fast, libro que es un canto a la libertad del pueblo judío. En el libro, los cinco "gloriosos hermanos" encabezan la rebelión contra las tropas sirio-griegas a las órdenes de Antíoco, un monarca que pretendía gobernar Judea según los esquemas helenísticos, y que había abolido la tradicional teocracia que permitía a los judíos gozar de una relativa autonomía. Una lucha larga y dura que pondrá a prueba la unidad de todo un pueblo, y que por primera vez en su larga historia estará a punto de provocar la desaparición del judaísmo. Howar Fast dice que fue la primera lucha moderna por la libertad.

No hay ninguna referencia al libro en la película, pero podemos preguntarnos si quien le puso ese título, en español, interpretó que hay también acá un canto a la libertad de elección.

La llegada del pequeño Zac al seno de una familia de clase media de Montreal, el día de Navidad de 1960, parece llena de portentos para su devota madre católica, quien está convencida de que Jesús lo ha salvado no en una sino en dos ocasiones para que comparta su particular don con el resto del mundo. O por lo menos –piensa ella– con el resto del vecindario.
Nace el 25 de diciembre, cuarto de cinco hermanos. Vive en el seno de una familia aparentemente muy tranquila, con una madre afectuosa y un padre un poco huraño, pero orgulloso de sus chicos. Es el principio de una aparentemente bonita infancia en la que se suceden las navidades y los cumpleaños, con el eterno solo del padre cantando (“Llévame al fin del mundo”, de Aznavour), las sesiones de lavado del coche al aire libre y las visitas a un merendero con Zac, el favorito de su padre. Así empieza "C.R.A.Z.Y.", el relato de un niño, y luego el de un adolescente diferente, quien parece, renegará de su naturaleza más profunda para no perder el amor de su padre. Mientras crece, se siente atrapado entre la obligación de no decepcionar a sus padres, las peleas con uno de sus hermanos, y el deseo de encontrarse a sí mismo. Para sobrellevar su estado de ansiedad y búsqueda, Zachary (en cuyo nombre también están las letras de crazy, más la h,) intenta encontrar algo de inspiración en la música de David Bowie y también en la rebeldía.

Es un retrato de familia que describe la vida a menudo “extraordinaria de gente ordinaria”, en búsqueda de la felicidad. De 1960 a 1980, rodeado de sus hermanos, de Pink Floyd y los Rolling Stones, entre las vueltas en moto para impresionar a las chicas, los porros fumados a escondidas, las grandes y pequeñas discusiones y, sobre todo, un padre al que intenta volver a encontrar con desesperación, Zac nos cuenta su historia... Del padre podemos decir, que si bien cambia en su estética, permanece inalterable en otros sentidos, tratando de prevalecer y borrando las particularidades de sus hijos. Por ejemplo, cuando Zac, en una fiesta, espera que se escuche una música que grabó y, nuevamente, el padre copa la escena, cantando una vez más la misma música de siempre.

El problema es que, pese a los esfuerzos del padre, Zac empieza a tomarle el gustito a vestirse con las ropas de su madre y jugar "a la mamá". Papá, claro, por más abierto que parezca en su estilo "educativo", cuando descubre que a Zac le gustan los chicos (algo que ni el propio Zac reconoce), ocasiona que la relación entre en una tremenda crisis, y el término mariquita aparezca como marca inalterable, que el padre hace aparecer e intenta hacer desaparecer cada vez que retorna en los dichos de amigos e hijos.

Zac trata de "enderezar" su camino saliendo con chicas y entrando en relación conflictiva con sus hermanos, especialmente con el mayor, un adicto a las drogas con sus propios conflictos familiares por resolver. Va y viene, mostrando interés por su prima, pero también por el partenaire de su prima y por una vecina, con la cual mantiene una relación un tiempo, tiempo en el que aparentemente deja de lado la aspiración de un inhalador, aparentemente, porque en momentos de vacilación se lo ve de nuevo aspirando.
El resto del filme se centra en el reconocimiento sexual del propio Zac y el intento de reconciliación familiar. Nacer un 25 de diciembre tiene una connotación bastante especial, pero hacerlo en la década del "60, en plena efervescencia de la cultura pop, es un hecho relevante”. Esa fecha deja marcado al protagonista. Son una familia “normal”, los padres se ocupan de los hijos y, los que son adolescentes, transitan por esa etapa en que la rebeldía y las drogas son dos de los elementos más complicados con los que lidiar.

Zachary es bastante especial; le gusta la música, siempre está cerca de su padre y mantiene con éste un código particular de comunicación, lo mismo que con su hermano mayor. Va construyendo una identidad que le hace confesar a sus padres su marcada ambigüedad sexual. Esta confesión es puesta en escena en un acting out, que un analista interpreta, interpretación que va contra las enseñanzas de Lacan, quien dice que un acting llama a la interpretación, es un llamado, pero que el analista no debe interpretarlo. Esa escena recuerda el caso de la joven homosexual, paseándose por la ciudad con la mujer deseada, a la vista del padre. La puesta en escena termina convirtiéndolo en un ser errante, viajando a Palestina, tras los pasos de Cristo. Allí, siguiendo el oráculo de una adivina, encuentra al mismo tiempo una nueva apertura de su vacilación, y un disco de su padre, que él había roto; al comprarlo y llevarlo nuevamente frente al padre, el disco simboliza lo fallido del intento de arreglar lo que se ha partido entre los dos.

La historia de Christian, Raymond, Antoine, Zachary e Yvan, es la historia de amor del padre hacia ellos y del amor que el número cuatro, Zac, le profesa a él; es un amor tan grande que lo conduce a ocultar sus sentimientos más íntimos para no perder su aprobación, y también a esforzarse, cuando empieza a sentirse diferente, por vivir una vida tan normal como la de sus hermanos.
El director, nacido en 1963, partió, según dicen comentadores de la película, de una historia personal relatada por su amigo François Boulay, cuya homosexualidad lo había alejado de la familia. Boulay tenía cuatro hermanos, uno de los cuales se suicidó. Cuando su padre lo vio en el funeral, lo abrazó por primera y única vez; esta fue la manera que el hombre, un tipo bastante hosco, encontró para decirle que lo aceptaba, que lo querría tal como era, antes de correr el riesgo de perder otro hijo. Esta escena, de alguna manera, se reproduce al final del film.


La religión tiene un papel importante en el film: su madre le adjudica dones sobrenaturales para curar a la gente y otros rasgos que lo vinculan con Jesús. Pero más decisivo todavía es el papel de la música, porque es una presencia constante en la casa (el jefe de familia es un irreductible fanático de Patsy Cline); no sólo marca el transcurrir de los años –la historia atraviesa las décadas del 60, 70 y 80–, sino que aparece estrechamente ligada a los estados de ánimo de los personajes. Presley, Aznavour, los Rolling Stones y Pink Floyd, traen aparejados los grandes cambios que se avecinan.

En conclusión, podemos plantear que, si bien existe actualmente una aceptación de la homosexualidad, es evidente (y se lo ve en la clínica) la decepción que esta elección significa para los padres. A la inversa, también hay decepción y signos traumáticos, para llamarlos de alguna manera, cuando los hijos descubren una homosexualidad tardíamente reconocida en sus padres. Están la aceptación de la época y están los ideales que los padres depositan en sus hijos, ideales que no son ajenos a deseos inconscientes, porque podemos preguntarnos si los padres de Zac no desearon una hija, hecho que no aparece insinuado en la película.
Para Zac, la marca “mariquita”, inscripta por el padre y sostenida por la madre y los hermanos, pone en juego la vacilación de su elección sexual, vacilación que lleva a controversias sobre la misma. Intentaremos, fallidamente, no hacer psicoanálisis aplicado para decir que algunos lo ven en una posición histérica, en la que se ve que el deseo es el deseo del Otro (la mirada entre Zac, su prima y el novio); otros, toman más la vacilación obsesiva, en la que se detecta que Zac quiere ser un hombre para complacer a su padre, pero duda si lo es; y, finalmente, algunos consideran que esas marcas ya han inscripto la homosexualidad (rechazada en él por amor al padre).

En la película quedan abiertas cuestiones sobre el hermano, que paga con su muerte la declinación del padre. Podemos ver como los cinco hijos siguen un destino diferente, con lo cual queda demostrado, una vez más, que no hay una relación directa entre causa y efecto y que se trata del uso que se hace del padre, en el caso por caso.

Actualidad en Argentina

Con respecto a la formalización de las parejas homosexuales, acuerdo con J.-A. Miller (1999b) cuando señala que el sexo no conduce a ninguno de nosotros hacia el partenaire natural. La prueba de esto se puede encontrar, entre otras, en las actuales legislaciones que aceptan la legalidad de los derechos consagrados de parejas homosexuales, aceptando uniones de hecho y de derecho, reconociendo beneficios sociales a estas parejas. Miller mismo admite como homenaje a Foucault haber firmado un manifiesto para que las parejas homosexuales puedan obtener beneficios que se otorgan a las parejas casadas, antes de la admisión del matrimonio en las parejas homosexuales

Vemos que, al mismo tiempo que algunos alegan la extinción del matrimonio, hay otros que reivindican estas uniones como nuevos semblantes. Pero una cuestión es firmar un manifiesto, y otra distinta la posición del analista, que suspende su juicio en cuanto a la elección sexual del sujeto. Creo que al igual que en el caso del adulterio y del derecho al origen, se trata de saber que son semblantes que responden a la falta en el origen y a la ausencia de la relación sexual en lo real.

Al final de un análisis se verá cómo el sujeto consiguió regular la cuestión del partenaire. Puede haberlo regulado por el lado del amor, de la distancia, de la resignación, de la rebeldía, de la separación. En fin, como siempre, al hablar del padre, el psicoanálisis responderá, como señalé, con el caso por caso, más allá de la aceptación social en general.

 

Déborah Fleischer es profesora adjunta de la materia “Psicoanálisis: Escuela Inglesa” en la Facultad de Psicología – UBA.

 

Referencias bibliográficas

Allouch, J. (1999). Acoger los gay and lesbian studies. Revista Litoral, 27, 171-183.

Bersani, L. (1998). Homos. Buenos Aires: Manantial.

Butler, Judith (2000). Imitación e insubordinación de género. En Grafias de Eros (pp. 46-52). Buenos Aires: Edelp.

Fleischer, Deborah Clinica de las transformaciones familiares ,Grama, 2003, reedición 2004.

Foucault, M. (1979). La historia de la sexualidad. México: Siglo XXI.

Miller, J.-A. (1993). Cosas de familia en el inconsciente. Lapsus, 3, 33-43.

 

[1] Véanse J. Butler (2000) y J. Allouch (1999).

 

Adaptado a normas y publicado por: Victoria Melieni.

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