En mi larga experiencia como psicoanalista, he tenido muchas veces la oportunidad de sentarme ante una mesa redonda. Algunas para degustar una sabrosa polémica con mis colegas. Otras veces, fue para comer con mis colegas. Y no falto ocasión en la que lo que comenzara como una polémica, terminase en una extraña situación gastronómica en la que los colegas querían comerse metafóricamente los unos a los otros, y los otros a los unos.
Eran épocas en las que la mesa, y la sobremesa, daban lugar al intercambio de ideas, conceptos, teorías, de las que los presentes sacaban provechos (aunque a veces por pudor, los ocultaran)
Las horas pasaban placidamente entre palabras eructadas y conceptos regurgitados
Ahora los tiempos corren cada vez más. De hecho, la hora psicoanalítica, que ya se había reducido a 50 minutos, suele, no durar más de 10 o 15, y eso con suerte. Hay analistas que terminan la sesiones apenas comienzan, o incluso, antes de que comiencen.
El psicoanálisis no esta fuera del contexto social que lo circunda, lo rodea, lo circunscribe, y algún otro eufemismo que usaremos para redondear.
Las comunicaciones entre las personas, también adquirieron tal velocidad que terminaron perdiendo identidad. Gracias a la nueva tecnología, uno puede hablar y escuchar a mucha gente a la vez, sin saber con quien, o a quienes lo esta haciendo.
Puede entonces emitir un mensaje determinado, una cantidad de palabras con algún sentido manifiesto o latente, y dejar que el azar informático lo lleve, lo haga fluir, hacia algún receptor que quizás lo recibirá/n con asombro, o, lo mas probable, con la mayor indiferencia, dado que tampoco estará/n prestándole atención.
Así, las personas podemos decir que “estamos cada vez mas comunicadas”, y que el hecho sea totalmente falso, pero adquiera verosimilitud dado que nadie intentará discutirlo, simplemente cliquean un “me gusta”, y ya está
Los jóvenes usan cada vez menos palabras, y los adolescentes han llegado a la síntesis total, utilizan solo dos términos "Obvio” y “Después”
Los avances científicos llegaron también al sexo, al punto tal, que si hoy viviera SIgmund Freud, hablaría del estadio oral, el anal, el genital y el virtual. Muchos satisfacen sus necesidades y deseos por computadora, sin por ello considerarse perversos polimorfos. Incluso el “disculpame mi amor, es la primera vez que me pasa”, pasó a “Se cayó el sistema”. Si todo va bien, aparece un cartel que dice “Guardar como, y si sale mal, dos opciones “reintentar” o “cancelar”
Las emociones ganaron una letra, y ahora son “emoticones”
Y si la comunicación, el sexo y el psicoanálisis se volvieron más veloces, no puede ser menos a la disciplina que les da sentido a las tres mencionadas: la comida
La comida está en el centro o en el borde la vida (y del plato). Dicen que “somos lo que comemos”, Que los tontos son “papafritas”, los buenos “jamón del medio” una mujer hermosa “un budín”, un ser débil “un flan”. Y las lesbianas, “tortas o tortillas”
Aunque eso de “ser lo que uno come” no sea rigurosamente cierto, si lo es la contrapartida: “Si no comemos, no somos” No por nada está tan profundamente arraigado el concepto de “madre nutricia”
ES la madre la que nos nutre el cuerpo, primero con su propia leche, después con sus purés, sus churrascos, sus albóndigas, sus flanes, sus canelones a la Rossini, sus creme brulees, pechuguitas al estragón, sus knishes de papa, y otros síntomas
Y es la que nos nutre el aparato psíquico, con sus traumas, sus culpas, sus angustias, sus ansiedades, sus miedos, sus histerias, sus obsesiones, sus paranoias, sus dudas, sus delirios. Y otros alimentos
La madre es quien nos engorda el inconsciente.
Y si hablamos del inconsciente, hablamos de la lengua. Y si hablamos de la comida., hablamos de la lengua. (Para no seguir una extensa enumeración, hablemos de lo que hablemos, hablamos con la lengua).
La comida tiene sus secretos, como el inconsciente, sus rectas, que hay que seguir al pie de la letra. Y hablamos de comida, letra en lo inconciente, aparece “la sopa de letras”.
El inconsciente entonces está estructurado como la sopa de letras, no lista para servir, sino “incocinada”.
El psicoanálisis se dedicara entonces, a estudiar la sopa. Y estará la escuela inglesa (que estudia la sopa inglesa), y la francesa, que cree que hay una sopa real, una imaginaria y una simbólica, pero todas llevan crema. También podrían pertenecer a esta escuela los textos “EL Caso Parmesano” “topología dela Vidacotidiana y “El fideo como objeto fálico”
Los psicoanalistas del grupo Buffet Freud no se han quedado afuera de esta discusión. Mejor dicho, sí se han quedado afuera, por lo que decidieron reparar la situación compartiendo una mesa redonda, sobre la cual hay, obvio es decirlo, sopa.
Dicho lo antedicho, afirmo ahora que es un placer para mí, introducir esta mesa redonda, y que no les voy a decir nada más, porque si sigo hablando, se va a enfriar
Prof. Karl Psiquembaum.