Artículo presentado en el: VIIIº Congres International et Interdisciplinaire "Sciences savoirs et politique: Alexander v. Humboldt et Aimé Bonpland entre Europe et Amerique Latine " Sciences Po/ IHEAL Paris; 4-7 julliet 2016.
El proyecto de Bonpland se inicia en la Argentina independentista en la época post-napoleónica en 1817. Cuando el naturalista Caldas, colega de A. Von Humboldt, es ejecutado en Venezuela, Bonpland decide aceptar la invitación que Rivadavia y Belgrano le hicieran, aunque Bolívar hubiera ofrecido la mitad de su fortuna para atraerlo. Lo cierto es que es recibido por el Cónsul de Francia: M. Antoine Leloir y el gobernador Sarratea. Bonpland es un naturalista, botánico, farmacéutico quirurgo o médico práctico pero sobre todo está imbuido de los criterios económicos y políticos del iluminismo: la botánica, ciencia económica propone relevar, cuantificar, comercializar y contribuir en agricultura práctica. Se crea un conservatorio de plantas -con las 150 especies que trae de Francia y especímenes nativos a cargo de jardineros expertos en aclimatación, que lo acompañan; tendrá sede en el Hueco de Sauce, quinta de betlemitas destinada a crear un jardín botánico de plantas indígenas- según dispone el Director Pueyrredón.
Plenamente integrado y valorado por la sociedad porteña logra ser nombrado profesor de Historia Natural de las Provincias Unidas el Río de la Plata. Al interesarse por la yerba mate, y descubrir que los especímenes de la Isla Martín García son estériles; se traslada a Corrientes con el objetivo de rescatar los antíguos yerbatales. Se instala en La Candelaria con la venia del caudillo Francisco Ramírez de la República Entrerriana. En medio de las tensiones políticas es capturado por el caudillo paraguayo Rodríguez de Francia por la competencia en el comercio de yerba mate; permanece prisionero de 1921 a 1831. Se convierte en un ícono político: Bolívar habla de "invadir Paraguay para su rescate"; Francia, Inglaterra, Brasil y los científicos de toda Europa claman por su libertad. Al proteccionismo económico de Rodríguez de Francia se suma su pretensión de que Europa reconociera a Paraguay como estado. El gobierno de Francia se niega por su pacto con España y Bonpland es el rehén perfecto.
Esto tendrá consecuencias: Saint Hilaire -biólogo inglés contratado por Brasil- se adelanta en registrar la yerba mate en las sociedades científicas europeas. Estos detalles muestran el entretelón de tensiones que prefiguran conflictos. En la época de Juan Manuel de Rosas; el levantamiento y desenlace de Berón de Astrada queda testimoniado en una carta dirigida amigablemente, con gratitud, a Bonpland en 1838 ya que al día siguiente es derrotado por Rosas y fusilado. Bonpland también fue prisionero. El precio fue que le “cuatrerean” su estancia y lo despojaran de su ganado. La polarización y el destino de las rebeliones a Rosas culmina en el bloqueo anglo-francés en el que actúa de intermediario. Estas circunstancias muestran a un Bonpland visualizado como espía francés cercano a los unitarios que han huido a Montevideo; lugar al que Bonpland acude mensualmente a cobrar su pensión francesa ya que Francia lo reconoce como observador y nunca le suelta la mano. Fue médico de campaña, además, de Berón de Astrada, de su sucesor Ferré y del general Paz (De Asúa, 2009).
Aunque se trata de un botánico especialista en aclimatación de plantas tropicales, la Botánica, desde Rousseau era considerada la "ciencia revolucionaria, democrática y romántica" (De Asua, 2009). En esa época la botánica era un arma política. Como consta en la “Encyclopedie” de Diderot -circa 1780- primer compilado que reúne todos los saberes laicos de la ilustración y el iluminismo. Recién para esa época se esboza la geografía como va a ser trabajada matemáticamente por Humboldt en su estudio sobre Cuba; los textos vegetales, de 1805 con las sistematizaciones de Linneo. Recordemos la competencia entre la Encyclopedie y los jesuitas: piden al Papa su prohibición: y lo logran. La primera edición es avalada por el Rey de Francia, las siguientes pierden su aval; provienen de Ginebra. Los jesuitas eran avanzados en este saber; pero se oponían a su difusión, publicación y divulgación. Era para ellos un arma política.
Pero ¿cómo es el puente?
El mate; hecho con yerba mate, es un descubrimiento jesuita: se trata de una planta amazónica, elegida entre otras para el consumo en las Misiones guaraníticas. Los indígenas la usaban como emético antes de combatir. Fue incorporada por los jesuitas al Pharmacon del Dioscórides enriquecido con ejemplares misioneros relevados de los chamanes guaraníes por la medicina jesuita. El autor, el padre jesuita Montenegro, le atribuye funciones medicinales efectivas en línea con las gnosografías psicopatológicas griegas, en el tratamiento de la melancolía. En el Pharmacon, al estilo griego, figura el dibujo o descripción de la planta; sus condiciones de cultivo, su utilidad alimentaria y sus efectos medicinales; la forma de preparación del remedio y la posología del tratamiento posterior al diagnóstico.
La preparan como infusión -tradición griega hipocrática- en un cuenco o mate de calabaza que le da el nombre, el agua caliente y su aporte original: la bombilla. Este uso notoriamente reemplaza al uso indígena primitivo de su masticado directo, como los pueblos andinos hacen con la coca. Su preparación se convierte en un sofisticado ritual. En los momentos de descanso, encuentro y ocio, el mate se constituye en un organizador social. Se suscita una polémica: para algunos -sobre todo para los ingleses- es un vicio que interfiere en el hábito del trabajo y promueve la vagancia; propiciador de grupos, cantos y conversaciones. Sin embargo encontramos en 1630 que una Madre Superiora de una orden religiosa, cercana a los jesuitas, indica la hora para tomar mate a las novicias de su convento: 15.30 a 16 horas.
Los jesuitas hacen de este uso social una estrategia para mantener la gente en las misiones. Se vuelve tan popular su uso que la yerba mate se comercializa, no solo se consume en la vasta red de misiones guaraníticas, su uso se expande al sur de Brasil, Uruguay, Paraguay y la Pampa argentina, convirtiéndose en parte de los hábitos colectivos más acendrados de los gaúchos brasileños, uruguayos y argentinos. Así, Misiones, Córdoba, Cuyo y Santiago de Chile (provincia jesuita) forman la herradura de influencia jesuita, compiten en el intercambio de hierbas, vino y sobre todo yerba, con el eje comercial del norte argentino y el Virreynato del Perú.
Otro uso de preservación social se inaugura con su cultivo: accesible en las inmediaciones de las misiones, en plantaciones sistematizadas, los jesuitas desalientan y desactivan la peligrosa costumbre de ir a la selva a podar las especies naturales, trabajo esclavo, peligroso e inhumano: munidos de machete y bolsa se internan en la selva a talar arbustos, salvo el ábside superior para asegurar su crecimiento. La explotación de los indios, por los bandeirantes portugueses o los encomenderos criollos paraguayos implica alta mortandad de esclavitud y crueldad del sistema de "mensúes" muestran su arraigo en vestigios presentes (“Las aguas bajan turbias" las denuncias de Juan B. Justo en la década del 30’ hasta mediados del siglo XX). Cuando las misiones son abandonadas, los indios vuelven a la selva y reaparecen antiguas formas de explotación cuyos vestigios presentes en la típica extracción y molienda del arbusto salvaje, aún presente en la tradición paraguaya, brasileña y uruguaya actual de tratamiento de la yerba mate.
El concepto clave es que los jesuitas al ser expulsados se llevan con ellos el secreto del cultivo de este arbusto díscolo para ser cultivado de semilla: la yerba mate. El comercio continúa. Se dice que un hijo de Artigas con una india comercializaba la yerba mate en la zona del norte del río Cuareim.
En esta coyuntura llega Bonpland, aclimatador de plantas tropicales en los invernaderos de la Malmaison de Josephine, amigo personal y naturalista socio en numerosas expediciones con A. Von Humboldt (entre 1800 y 1804 recorren el Orinoco, la cuenca del Amazonas, Cuba, Guayaquil y Méjico). Cuando arriba al Rio de la Plata lo hace como corresponsal francés que reporta las novedades fitogeográficas exóticas, según consta en un diploma oficial del Musée des Sciences Naturelles de 1839. Se propone recuperar el secreto de esa tradición perdida y trata además de estudiar su eventual comercialización.
El cultivo sistemático se vuelve estratégico por que su consumo originariamente propiciado y convertido en hábito y hasta “vicio” por los jesuitas como infusión, con mate y bombilla, sus modalidades de consumo: frío tererè o caliente. Consultado Gustavo Giberti, curador del Museo de Farmacobotánica de la facultad de farmacia y Bioquímica; emite cafeína; desde caliente hasta en las formas heladas del tereé refrescante. Por eso se convierte en un hábito social acendrado: propicia la socialización, la reunión y charla en grupo que abre, acompaña y cierra el día; y “engaña al estómago y mata el hambre”, verdadero compañero de camino, muestra su imbricación en el comportamiento social cotidiano. Es desayuno, almuerzo y cena. “Ni yerba de ayer, secándose al sol”: dice un tango del siglo XX refiriéndose a la pobreza. Su consumo -devenido estratégico para esa época se ha extendido significativamente a toda el área sur del continente: Paraguay, Uruguay, Río Grande do Sul y la Pampa- hereda toda el área de influencia de las misiones jesuíticas y la gran provincia jesuítica: Mesopotamia, Córdoba, Cuyo en Argentina hasta Santiago de Chile (recordemos que un Loyola, el hermano de Ignacio, es asesinado en Chile) ese público consumidor motoriza el comercio de vino y yerba que posiblemente haya competido peligrosamente por su éxito con el del Norte: Salta, Alto Perú y Perú.
Para la época en que arriba Bonpland al Río de la Plata había entonces un mercado consumidor ávido de yerba mate, producto política y económicamente estratégico cuyo cultivo es clave. La expulsión de los jesuitas, implica el regreso de los indios a la selva, y su exposición, a formas sociales de explotación: exfoliación directa a mano, de la selva y muestra lo que los jesuitas habían evitado cuidadosamente para protección de los indígenas: ir a la selva significa la eventualidad tanto de la esclavitud de los bandeirantes portugueses como de la explotación de los encomenderos criollos.
Los jesuitas tenían el secreto del cultivo del arbusto; como prueba ya la existencia de gran cantidad de ejemplares (de a miles) que Bonpland registra sistemáticamente en todas las misiones. Bonpland encuentra significativas las plantaciones presentes en los bordes exteriores de absolutamente todas las misiones jesuíticas. Releva la cantidad de ejemplares en las misiones abandonadas, conjeturando el triple o cuádruple de cantidad de arbustos en las plantaciones originarias. De esto se deduce que su uso rompe la frontera medicinal específica y se convierte en un hábito social de encuentro, de conversación de grupo alrededor del mate que comparte y que pasa de mano en mano. Su preparación se convierte en un sofisticado ritual con alguien que ceba, cuida la temperatura del agua y administra. En los momentos de descanso, encuentro y ocio, el mate es el organizador social a punto tal que se convierte en centro de una polémica: algunos lo consideran un vicio que interfiere en los hábitos de trabajo y promueve la vagancia; propiciador de grupos, cantos y conversaciones (especialmente los ingleses que denostaban competitivamente todo hallazgo jesuita. La yerba mate y la quinina, ambas eran consideradas desde esta perspectiva: eméticas (vomitivas), y ese era el uso original de los guerreros guaraníes, en la boca como las hojas de coca, la saliva transporta la cafeína directamente. Con la quinina, abortiva, “ambas eran romanas católicas heréticas” como dijo O. Cromwell, quien se oponía a ser tratado con quinina por su médico para la malaria. Las opiniones se dividen; pero es una costumbre de fuerte arraigo.
Los jesuitas hacen de este uso social una estrategia para mantener la gente en las misiones, además de dar un carácter comercial a la yerba mate: no sólo se consume en la vasta red de misiones guaraníticas, se expande su uso al sur de Brasil, Uruguay, Paraguay y la Pampa argentina, convirtiéndose en parte de los usos colectivos más acendrados de los gaúchos brasileños, uruguayos y argentinos.
Otro uso social de preservación se inaugura con su cultivo. Al estar accesible en las inmediaciones de las misiones, los jesuitas desalientan y desactivan ir a la selva a podar las especies naturales, un trabajo esclavo, peligroso e inhumano: con machete y bolsa se envía a indios esclavos bandeirantes paraguayos a talar produciendo mortandad, esclavitud y crueldad propia del sistema de "mensúes", arraigado hasta mediados del siglo XX.
Posteriormente se descubren los cinco tiempos de maduración que requiere el embrión de la semilla, estrategia natural que vuelve prácticamente imposible su siembra directa por semilla y su cultivo sistematizado. Minuciosos y sistemáticos relevamientos mapean la localización precisa, y cantidad de ejemplares, y muestran su presencia en todos los asentamientos jesuitas precisamente en la periferia y alrededores de todas las misiones.
Esto revela la decidida intencionalidad estratégica jesuita de usar la proximidad y accesibilidad de yerba arbusto para retener la población en la misión y desalentar los peligros de su recolección adentrándose en la selva para procurarla. De 1856 data un manuscrito en el Museo de Farmacobotánica de Farmacia y Bioquímica de UBA “Instrucción para recoger y conservar semillas de Yerba mate”.
Estos dos movimientos: la investigación para desentrañar los secretos de su cultivo sistemático y el estudio y relevamiento de los yerbatales sistemáticamente cuidados en los alrededores de las misiones muestran que las investigaciones de A. Bonpland constituyen un eslabón intermedio entre la tradición propiciada por los jesuitas y perdida con su expulsión y el emprendimiento del Estado Argentino que patenta a principios de siglo su cultivo, procesamiento, estacionamiento, ahumado y comercialización en los famosos emprendimientos misioneros: los yerbatales.
Al irse los jesuitas, con el abandono de las misiones, las formas de explotación reaparecen y quedan presentes en la típica recolección y molienda de arbusto salvaje, hoy presente en la tradición paraguaya, brasileña y uruguaya. No acontece así con el caso argentino: los relevamientos de Bonpland y sus esfuerzos por desentrañar los secretos de su cultivo sistemático logran convertirlo en empresa y de este modo, surgen las empresas yerbatales.
Bibliografía
Museo de Farmacobotánica Facultad de Farmacia y Bioquímica, UBA.
Archivo Bonpland.
De Asúa,M; Penchaszadeh,P (2009) “Aimé Bonpland en Sudamérica” Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, Conicet.