SOBRE CAPERUCITA, EL LOBO, LA ABUELITA, EL ANALISTA Y LA LECTORA

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Apuntes sobre el cuento infantil en la Argentina post-dictadura, la perversión y la ética del analista en un escenario judicial.

Cuentan que cuando un silencio aparecía entre dos

era que pasaba un ángel que les robaba la voz

y hubo tal silencio el día que nos tocaba olvidar

que de tal suerte yo todavía no terminé de callar……….

Ahora comprendo cuál era el ángel que entre nosotros pasó

era el más terrible                    

el implacable

el más feroz……..”

                                                        Silvio Rodríguez, “Ángel para un final”

Consideraciones teórico-clínicas

En este escrito intentaré desarrollar algunas de las particularidades del rol y el lugar que el psicoanalista tiene en la institución judicial.

Lacan nos alerta sobre  las características del discurso jurídico mientras que alienta a los analistas a pensar éste, transitando textos como  "La ciencia y la verdad", "Introducción teórica de las funciones del psicoanálisis en criminología" y "Los complejos familiares".

Deseo compartir el cuestionamiento ético como psicoanalista en el escenario judicial desde el rol del perito, parte integrante de la plantilla estatal, sosteniendo que toda intervención analítica produce un sujeto responsable extraído de la masa y de la sociedad, mediante la necesaria operación del deseo del analista.

Es necesario diferenciar ese deseo en un acto analítico donde encontramos un lazo transferencial entre el analista y el analizante, de una intervención en el marco del discurso judicial.

Esta diferencia parte de que en el dispositivo jurídico, el analista no ocupa el lugar de sujeto supuesto saber del analizante sino del juez, quien  representa a la institución, la que debe tenerse en cuenta para  su interpretación.

Alertados de este particular contexto el rol del analista se dará en la confrontación de discursos, las anécdotas, los actos y el recorrido de un sujeto con su goce.

En la demanda institucional se nos convoca a escuchar a sujetos portantes de síntomas sociales, pero queda del lado del analista la subversión de éstos en representaciones subjetivas.

Desde el discurso jurídico familiar se le solicita al perito la enunciación de una solución del conflicto que lleva adelante la carátula de un expediente y la evaluación del sujeto.

Es desde la ética del analista desde donde debe pensarse esa delegación implícita del poder del representante de la Ley para no responder a esa demanda que puede conducir a des-responsabilizar al juez y al sujeto a peritar.

El caso de Caperucita

Breve introducción para comentar la experiencia que puso en juego en un escenario judicial, la ética del analista, la dinámica y el diagnostico de los protagonistas.

Para adentrarlos en la conflictiva desarrollaré una viñeta clínica, tomando como marco el cuento infantil de Caperucita Roja.

Teniendo en cuenta la capacidad del discurso jurídico en la construcción de eficaces imaginarios, un mañana cualquiera me presentaron a una abuelita que acudió a un tribunal de familia para solicitar un régimen de visitas con su nietita, a la que su malvada hija influenciada por el poder maligno de un hombre, no le permitía ver.

La impronta de la Abuelita sedujo a los intervinientes agentes judiciales.

Afable, cariñosa, con un discurso afectivo y una imagen que se asemejaba a la típica abuela de los cuentos.

Su motivo aparente es el deseo de ver a su nieta quien luego de la mudanza de su hija, no había vuelto a encontrar desde hace 6 años, edad que hoy tiene la niña.

La Abuelita dice que la separación se dio por un capricho de Caperucita.

Esta Abuelita realiza tareas solidarias en su barrio, colaborando en un comedor comunitario y en un centro de jubilados.

Cuando realizo la primera entrevista con la  Abuelita relata su vida de manera generosa sin ahorrar detalles.

En su derrotero sentimental menciona que su padre falleció a los 38 años de una aparente intoxicación luego de una comida familiar, del que él fue el único perjudicado, "se murió envenenado" dice, sin preguntarse más al respecto.

Su primera pareja fue un bohemio jugador de fútbol con quien tuvo un hijo, para quien ella siempre soñó la carrera militar.

Se separa de este hombre por el mismo motivo que se sintió atraída, el estilo de vida del jugador, de quien refiere que como muestra de amor hacia ella renunció a su carrera deportiva.

"Los hombres hacen cada cosa por amor" dijo.

Este hombre está fallecido, pero nunca le perdonó que no hubiese dado la autorización para que su hijo hiciese la carrera militar.

Esta negativa del padre, postergó al primogénito a una escala menor en la jerarquía militar, a donde hoy pertenece.

Tiempo después, la Abuelita conoce al que sería el padre de Caperucita, quien entre los fines de los años 60 y comienzos de los 70, adhería a la militancia política y gremial.

Nuevamente lo que le atrajo de ese hombre sería el motivo que los separó: "se pasa el día militando y no me tenía en cuenta", dijo.

La relación comienza signada por un rechazo, la madre del Militante Social (padre de Caperucita) nunca aceptó esa pareja ni a su hijo.

La Abuelita pudo más que la madre y, para comenzar "una nueva vida", se mudaron a otra aldea a 400 kilómetros de distancia.

En reparación por la perdida, la Abuelita le concede un deseo al Militante Social, una hija.

Mientras tanto, en el país, la violencia se adueñaba de las calles, las instituciones, los sueños, las palabras, de la vida misma.

Todo era blanco o negro, azul o rojo, patria o muerte, había grupos que se creyeron dueños de la vida de la gente, dioses vestidos de fajina, enemigos de la Patria, de Dios, de la Familia.

La sangre comenzó a ser un perfume habitual en las calles y el miedo dejó de sobrevolar la aldea para convertirse en un tatuaje en cada uno de sus habitantes.

El Militante Social abandonó su tarea sindical y se recluyó como albañil, buscando cuidar a su familia y su vida.

La violencia no respetó límite alguno.

A sus 8 años Caperucita es abusada sexualmente por un compañero de trabajo de su padre.

El drama llega a oídos de la Abuelita quien, según su relato, se dirige al lugar de trabajo para intentar apuñalar al canalla (¿Qué dientes tan grandes tienes, Abuelita?),

Impedida de cometer la venganza, busca en la policía la realización de la misma.

En una comisaría le dice a un oficial," Usted debe hacer con ese tipo lo que haría si mi hija fuese su hija, sólo eso espero de usted".

¿Debería llamar la atención que ni el padre ni la justicia hayan sido convocados a la tramitación del drama de Caperucita?   

Un día caminando por la aldea, meses después de lo relatado, la Abuelita se encuentra con el policía, el que le dice "vio que no apareció más ese tipo, quédese tranquila que ese no jode más a nadie".

La venganza había sido concretada mientras que la justicia nunca había visitado a Caperucita, quien iba a convivir con ese fantasma sin saber, sin tramitar, padeciendo sintomatologías que la visitan hasta el presente (¿Qué ojos tan grandes tienes Abuelita?).

La  Abuelita continuaba sintiendo que su pareja no le daba la atención suficiente y que la militancia social era una amante con la que ella no podía competir.

Por ese entonces, el Militante Social había tomada la decisión de comprometerse con la lucha armada.

De niño me preguntaba cómo era posible que Caperucita no pudiese reconocer que la Abuelita, que le daba tantas pistas, era en realidad el Lobo.

La  Abuelita decidió nuevamente reescribir el cuento (¿Los lobos saben escribir?).

Se pone en contacto con un familiar que trabajaba en un organismo estatal encargado de buscar quienes eran los enemigos, los malos, los que debían correr con la suerte de los dioses locales, el servicio de inteligencia del estado (¿Qué orejas tan grandes tienes Abuelita?).

El burócrata de la muerte toma cartas en el asunto y le indica que debe abandonar la aldea y llevarse con ella a sus hijos (¿Qué uñas tan grandes tienes Abuelita?)

La Abuelita obediente se muda mientras que el Militante Social desaparece.

¿Dónde se van los personajes de los cuentos entrañables cuando nos arrancan las páginas de los libros?

¿Cómo se desaparece?

La Abuelita le contó a Caperucita que el papá la había abandonado y ella lo esperó pacientemente hasta que cumplió 15 años, día-ceremonia que pensó que su madre tenía razón (“...los desaparecidos son eso, desaparecidos, no están ni vivos ni muertos, están  desaparecidos....” extractado de la conferencia de prensa de Videla 14 de diciembre de 1979).

Así vivió Caperucita mirando todos los días a la Abuelita que tenía cara de lobo, dientes de lobo, cola de lobo, olía y se la escuchaba como tal, golpeaba y ofendía como una fiera, pero Caperucita seguía viendo una dulce y tierna madre.

Para la mirada de la Abuelita, el orgullo estaba destinado a su hijo, que como un príncipe lucía su traje de militar, mientras que para Caperucita, el papel de Cenicienta le sentaba justo.

La vida fue transcurriendo hasta que un día llegó un Leñador a la aldea.

Este hombre se enamoró de Caperucita y ella hizo lo mismo con él.

Con el Leñador, Caperucita fue mujer y tuvieron una hija, a la que voy a llamar la Lectora.

Esto fue demasiado para el Lobo.

A partir del momento que Caperucita queda embarazada, la violencia se incrementó física y verbalmente por parte del Lobo; pero esta vez estaba el Leñador.

Este con sus recursos y atributos decidió poner a salvo a su familia del peligro, ya que fue el primero que vio al personaje que se ocultaba bajo el disfraz de Abuelita, y estableció una distancia efectiva que el Lobo nunca pudo acortar, (“Tu papá no te abandonó” le refirió a Caperucita en una de las entrevistas. Tenemos que buscarlo” dijo).

Este cuento no termina así, porque en mi país, el Lobo pierde el pelo o la careta pero no las mañas.

Nuevamente muñido de su disfraz de Abuelita, el Lobo se presenta en un Tribunal de Familia para solicitar, Constitución Nacional en mano y abogado en el bolsillo, sus derechos como abuela.

Es en ese momento, estimados lectores, que la justicia en la figura del Juez, convoca la escucha y la intervención de un psicoanalista en la nominación institucional del perito psicólogo.

Las entrevistas se fueron dando con la Abuelita, en primera instancia siendo la actora del expediente judicial, para luego escuchar a Caperucita y al Leñador.

Teniendo toda la información que antecede este escrito, la primera intervención fue dejar por fuera de este cuento a la niña, para convertirla en la Lectora, a quien dedico este relato.

Había una vez….

La Abuelita, por intermedio de su abogada, agotó todas las instancias jurídicas como si en ellas buscase que algo sea dicho e inscripto de una vez, definitivamente, para arribar a la pericia a la que se condujo junto a Caperucita y al Leñador.

En las entrevistas con la Abuelita, para mi sorpresa, me encontré con que ella decidió mostrarse como Lobo.

En varias oportunidades le pregunté si sabía en qué contexto estaba expresando estas afirmaciones a lo que su respuesta fue siempre positiva.

Alertado por las implicancias del contenido de la escucha, el Lobo plasmó en técnicas proyectivas y verbales la contundencia de sus actos.

Aconsejado por la lectura de Lacan en referencia de asentarse en la responsabilidad del sujeto donde se manifiesta contrario a que el psicoanálisis utilice elementos del Edipo freudiano como aporte a una psicopatología clasificatoria del criminal, y teniendo en cuenta que la contribución del psicoanálisis deberá ir más allá de éstas, sostuve esta advertencia para no ser funcional  como  puede ser el discurso del perito pseudo científico.

Desde este posicionamiento desarrollé en la pericia el mecanismo de defensa predominante en la Abuelita, la desmentida.

Remarqué que éste tiene una relación muy particular con la ley, en la que la trasgresión es la regla por excelencia, hipótesis que me ayudó a pensar desde donde la Abuelita se mostraba como Lobo, justo en el escenario judicial.

La ley común a todos, como ese elemento tercero y externo que ordena la vida en sociedad, en el caso de la Abuelita, funcionó haciendo las veces de respeto mientras que la única ley que respeta es la de su deseo.

La Abuelita siempre se manejó en la concreción de pactos, acuerdo entre dos personas, de carácter ilegal evitando la terciaridad de la ley y sus consecuencias.

Ejemplo de esto es su estratagema con el policía en el abuso de su hija, solicitando el ejercicio de "la justicia por mano propia" para no seguir adelante con la demanda pertinente que le permitiría a Caperucita tramitar su drama con la intervención de un juez que podría sancionar a su abusador habilitando el proceso psíquico de elaboración subjetivo de la niña.

Otro ejemplo es la "consulta-denuncia" con su familiar funcionario de la SIDE con respecto a las actividades políticas del padre de Caperucita, teniendo absoluta conciencia que en ese período político-social de nuestra sociedad esto traería la posibilidad cierta de su muerte. (“Yo siempre supe que el padre estaba muerto y bien muerto está" dijo durante la entrevista).

Un segundo aspecto de la desmentida es la relación con el otro, en la que éste tiene una sola función, la de servir como objeto de satisfacción, lo que hace del otro no un semejante, sino un otro desechable.

La ejemplificación de este punto pudo observarse en la conceptualización que la Abuelita tiene de los hombres y de su hija.

Su primogénito militar posee un valor positivo, porque llevó adelante la carrera que ella siempre deseó para él y porque eligió una mujer que a ella "no le llega ni a los tobillos". Refiere que cuando conoció a la novia de su hijo le dijo "si vos lo vas ayudar a ser el hombre que él tiene que ser, me tendrás de aliada, si no, vas a conocer la fiera que vive en mí y te recomiendo, por tu bien, que no vas a salir bien parada". Comentó la anécdota sonriendo.

En la toma de los Test de Familia Kinésica y de Familia Kinésica Prospectiva, la Abuelita es el único miembro de la familia actual y extendida que no se dibuja en la producción gráfica.

En su verbalización se dirige a los miembros de la familia relatando "son todos iguales, que aburridos, que infantiles", "no le pongo pantalones porque se supone que son hombres", "no se le hace esto a una abuela que quiere ver a su nieta para salir a pasear", "sólo confío en Dios, no en la justicia, es lenta".

Como tercera condición de la desmentida agregué la referencia a la relación con el saber.

En este no hay saber que lo preceda porque el saber que cuenta para ella es el que pone al servicio de su goce.

Ejemplificó conceptualizando su idea del tribunal, refiriéndose como quién va a ser un buen juez, sólo en la medida en que le otorgue lo que pide, si no, dejaría mucho que desear.

Un posicionamiento que atravesó todas las entrevistas fue el de la seducción de la Abuelita hacia la persona del analista.

En la toma del dibujo libre dibujó al perito interviniente escribiendo en el mismo: "Mi presente dibujó a un hombre sensible que me ha tratado con todo respeto y le agradezco su amabilidad. Perdón por el dibujo. Gracias. Es usted".

La carrera universitaria que había deseado para Caperucita era la licenciatura en psicología.

Destaco que en toda la producción gráfica de técnicas administradas nunca se dibujó a sí misma. Consultada sobre este punto dice: "Usted me descubrió".

Nunca se dibujó mientras que se inculpó en actos muy difíciles de escuchar para este analista.

Jacques Lacan sostiene en "Los escritos técnicos de Freud" que "la perversión es una experiencia que permite profundizar lo que puede llamarse en su sentido pleno la pasión humana, es decir eso por lo cual el hombre está abierto a esa división consigo mismo que estructura lo imaginario, la relación especular. La relación intersubjetiva que subyace al deseo perverso sólo se sostiene en el anonadamiento, ya sea del deseo del otro, ya del sujeto. El otro sujeto se reduce a no ser más que instrumento del primero, que es el único que permanece sujeto como tal, pero reduciéndose él mismo a no ser sino un ídolo ofrecido al deseo del otro. El deseo perverso se apoya en el ideal de un objeto inanimado, pero no se contenta con su realización pues, si sucede en ese momento mismo pierde su objeto cuando lo alcanza".

En la administración del TRO (Test de Relaciones Objetales) refiere que "Caperucita es una almeja que no se entera de nada de lo que está pasando".

En este punto la decisión de la continuación del trámite judicial conducirá a que Caperucita se encuentre con una verdad que ella no buscó, ya que no se la cuestiona ni en su espacio terapéutico ni familiar, pero que por efecto del proceso en ciernes se encontrará.

Al momento de la entrevista, Caperucita se encontraba concurriendo a una terapia grupal para víctimas de violencia familiar.

Colorín, Colorado, este cuento ¿se ha terminado?

La conclusión pericial fue la inconveniencia de propiciar el encuentro entre la Abuelita y su nieta, sugiriendo que la conflictiva se encuentra entre Caperucita y el Lobo/Abuelita.

La dinámica familiar de la pareja de Caperucita-Leñador desde el discurso y las pruebas administradas, se muestra armónica en su devenir, sólo amenazada por la sombra proyectada sobre los efectos que el Lobo podría ocasionarle a ésta y a sus miembros.

La descripción de datos clínicos aportados invita a pensar que nos encontramos frente a una conflictiva de orden trágica, ya que es la muerte, la desaparición forzada de persona, la mentira, el ocultamiento lo que sobrevuela silenciosa y amenazante en la historia familiar y, ha estructurado a estas tres mujeres: Caperucita, la Abuelita y la Lectora.

Hay una dinámica familiar que debe ser escrita y una conflictiva subjetiva a tramitar.

Para acceder al relato y a la  constitución  de ésta, la verdad debe advenir.

No será de un ser superior de donde el juicio provenga, ni siquiera de la resolución de un expediente judicial, como enuncia el Lobo, sino de la tramitación que Caperucita pueda hacer sobre el rol de su madre, el destino de su padre y el cuestionamiento de su subjetividad, para que una vez que pueda elaborarlo, tejer con su hija (La Lectora) su propia historia familiar y adjudicarle a cada uno el rol que ellas, desde su juicio de valor y del afecto, le asignen.

La verdad, la libertad, el respeto de sus tiempos y sus decisiones pueden ser herramientas en la tramitación del psiquismo como sujeto, y en la realización como mujer, que tanto la Lectora como Caperucita pueden obtener de esta historia familiar.

Para terminar quiero compartir la verbalización de la producción gráfica del HTP de Caperucita: "Había una vez una niña que escuchaba en la televisión de su casa que existían pájaros que cantaban. Pero la niña no salía de su casa. Una mañana se vistió y quiso saber si era verdad lo que había escuchado en la televisión. Abrió la puerta y simplemente vio un gran árbol que se balanceaba con el viento, se acercó y miró pero no vio nada, cerró los ojos y por fin escuchó el piar, el cantar de los pájaros y dicen que dicen por ahí, que todas las mañanas todos los pájaros cantan para que ella los escuche una vez", se sorprendió al asociar a la niña del relato con ella.

Según los dichos de Caperucita, una vez concluida la demanda judicial, la pericia fue presentada en la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP).  

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