LOS LÍMITES DE LA TERAPÉUTICA

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El vacío no aparece como un espacio neutral (...)

Es el punto nodal tejido con lo virtual y el devenir,

donde se encuentran la falta y la plenitud,

lo mismo y lo otro. (F. Cheng)

 

En el presente trabajo nos proponemos, inicialmente, realizar la distinción entre sugestión y psicoanálisis tomando como eje ineludible la consideración del factor cuantitativo y su papel tanto en la formación de los síntomas como en la dirección del tratamiento.

Nos basaremos en los textos técnicos de Freud y en los de Metapsicología para desarrollar el concepto de abreacción articulado a la transferencia, lo que nos llevará a especificar lo propio de la operatoria analítica.

Consideramos dos vías de abordaje respecto a dicha cantidad: una lleva a la infinitización del tratamiento de los síntomas, y otra a modificar el modo de satisfacción pulsional. Ambas vías se encuentran en el abordaje freudiano, intentaremos situar sus alcances y sus límites en la terapéutica propuesta por él.

Finalmente, a partir de la lectura lacaniana, extraeremos las consecuencias que surgen de la noción de analista encuerpo y sus efectos sobre el tratamiento de dicho factor cuantitativo. De este modo nos proponemos retomar las elaboraciones freudianas ensayando su lectura a partir de los conceptos de agujero y vacío en la última enseñanza de Lacan.

Límites de la terapéutica.

 Freud ha situado desde el inicio de su enseñanza que el trabajo con las neurosis se dirige al levantamiento de las represiones para, a partir de allí, permitir al analizante el acceso a un saber no sabido. De esta manera, la apuesta es que en el encuentro con aquello que en la infancia resultó inconciliable, una nueva elección posibilite elaborar las represiones y dar curso a lo pulsional de una manera inédita. A través de estas palabras, estamos situando que para Freud el trabajo con las representaciones reprimidas tuvo siempre como trasfondo la importancia del quantum pulsional y sus tratamientos posibles.

Una de los textos freudianos que mejor nos permite emprender este recorrido es “Recordar, repetir y reelaborar”, allí nos habla de la necesidad de la reelaboración en el límite que traza la posibilidad del recuerdo. Si bien sustenta que el análisis y el esclarecimiento de las resistencias permitiría su levantamiento, llega a un punto donde la operación que se impone es de otro orden: se trata de la abreacción. “En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y una prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo. En teoría se la puede equiparar a lade los montos de afecto estrangulados por la represión…” (FREUD 1914: 157). Esta cita ya ubica en primer plano que la cuestión central no es en sí el contenido del recuerdo sino más bien los afectos estrangulados. Así la lógica de la cura cambiará su norte: se produce el pasaje de llenar las lagunas mnémicas a la propuesta de actualizar las mociones afectivas que fueron reprimidas, esto último sería sólo posible en el marco del encuentro con un analista.

A su vez, la cita nos permite conectar, tal como lo hace Freud, el concepto inicial de abreacción al de reelaboración. Si bien lo encontramos en el título mismo de este escrito solemos poner el acento en la dupla recordar-repetir; nuestro propósito será desentrañar lo que allí se define como “reelaborar”.

Es en “Inhibición, síntoma y angustia” que Freud retoma la noción recién mencionada y la articula con las resistencias del Ello. Allí sostiene que debemos llamar “reelaboración” al trabajo que implica resignar dichas resistencias: “Tras cancelar las resistencia yoica es preciso superar todavía la compulsión de repetición, la atracción de los arquetipos inconscientes sobre el proceso pulsional reprimido, y nada habría que objetar si se quisiese designar a ese factor como resistencia de lo inconsciente” (FREUD 1926: 149).

En “Análisis terminable e interminable” vuelve sobre esta cuestión ubicando algo central: el análisis permite abrir nuevos caminos a la moción pulsional, punto en el cual suele verificarse la “inercia psí- quica”. Esta resistencia es situada aquí claramente como una resistencia del Ello. Freud se ve llevado a dejar en manos de la azarosa mezcla o desmezcla de las pulsiones el desenlace de estos casos. Nos resulta interesante también la referencia que hace a la sugestión en la cita que tomamos al inicio, tema que trabaja también en la conferencia 27, titulada “La transferencia”. En ambos textos propone que el psicoanálisis tiene permitido apelar a la sugestión pero sólo si es bien utilizada, por decir así. ¿Cómo puede interpretarse 33 esto? Sugestión como sinónimo de la transferencia positiva que mientras sea tal, marcha silenciosa.

Creemos que Freud no está tan preocupado por la sugestión porque sabe de los límites de su alcance; está al tanto de que los obstáculos aparecerán de todos modos, en la medida en que la libido comience a movilizarse en relación al psicoanalista como único objeto. Además el límite a la sugestión se presentará inevitablemente toda vez que quien dirija la cura sostenga su posición de analista y resulte capaz de soportar el embate de los demonios del Averno. ¿Hacia dónde nos dirigimos? A sostener con Freud que la sugestión encuentra su límite a nivel de la fijación de la pulsión caracterizada por la viscosidad de la libido de la que habla en “Análisis terminable e interminable”, condición de lo pulsional que antes situamos en relación a las resistencias del Ello. El autor señala genialmente que la neurosis sólo revisa sus argumentos si son presentados por una persona amada. Ya lo había vislumbrado en “Sobre la dinámica de la transferencia”: ...“es innegable que domeñar los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y manifiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie.” (Freud. 1912: 105).

Ahora bien, retomemos “Análisis terminable e interminable” y la problemática de la viscosidad libidinal, dice Freud: “... ¿es posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional patógena dirigida al yo?” (Freud. 1937: 225).

Es interesante entonces seguir este hilo que ubica en el centro el punto problemático. Si la pulsión es esa fuerza constante que puja por satisfacerse en detrimento de la homeostasis; más allá del principio del placer, surge la duda de si la cura analítica puede hacer algo duradero con eso. Avanzando en el capítulo dirá: “no es por cierto que se la haga desaparecer (a la exigencia pulsional) de suerte que nunca más dé noticias de ella. Esto es en general imposible y tampoco sería deseable. No, queremos significar otra cosa, que en términos aproximados se puede designar como el domeñamiento de la pulsión: esto quiere decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, es asequible a toda clase de influjos por las otras aspiraciones que hay en el interior del yo, y ya no sigue más su camino propio hacia la satisfacción”. (Freud. 1937:228).

Aquí encontramos una clave: domeñamiento de la pulsión. Siguiendo a Osvaldo Delgado podemos echar luz sobre el término, afirma que dicho concepto no apunta a domesticar a la pulsión, sino que aspira a ligar pulsión de muerte y pulsión de vida. A su vez, Freud aclara que la pulsión domeñada será admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, y donde el Ello era el Yo debe advenir.

Considera en este mismo texto que “el trabajo analítico abre caminos nuevos a la moción pulsional.” (Freud. 1937: 243.) Indica que es deseable abreviar la duración de la cura analítica, pero el modo de lograr nuestro propósito terapéutico sólo pasa por el robustecimiento del auxilio que pretendemos aportar con el análisis al yo, al punto tal de afirmar que la cura deberá crear las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del yo; con ello quedaría tramitada su tarea.

Al continuar con la lectura del texto advierte sobre el hecho de que él mismo, al estar todo el tiempo escuchando pacientes, podría correr el riesgo de que sus exigencias pulsionales aumentasen. Es así como arriba a la sugerencia de que el analista vuelva cada cinco años a realizar análisis. Una suerte de “service” que eventualmente trabajaría en aras de domeñar el empuje de dichas exigencias.

Entonces, podríamos preguntarle al mentor del psicoanálisis ¿cómo sería: habría o no fin de análisis? ¿Se llegaría a la anhelada ligazón de pulsión de vida y pulsión de muerte? De lo que puede deducirse de su enunciación quedaría claro que el trabajo analítico apunta al fortalecimiento del yo en vistas de emprender semejante batalla con el quantum pulsional.

Sin embargo, Freud también advierte lo siguiente: “… y semejante inclinación al conflicto, que aparece de manera independiente, difícilmente se pueda reducir a otra cosa, que a la injerencia de un fragmento de agresión libre”. (Freud. 1937: 246). Delgado afirma en su texto Dar el paso interminablemente que dicha inclinación al conflicto no tiene que ver con conflictos de instancias ni con un sentido inconsciente a descifrar; tampoco con una significación fantasmática. Es el híperpoder del factor cuantitativo pulsional, fuera de sentido, e ineliminable. Dirá que esa cantidad, ese fragmento no ligado, es lo incurable mismo.

Pareciera entonces que la misma modalidad de la pulsión hace de límite a la sugestión, pero también a la abreacción radical de los afectos estrangulados en tanto resta lo incurable… ¿qué vueltas o propuestas llegan de la mano de Jacques Lacan?

Ciñendo el vacío

Con Freud advertimos los límites de la terapéutica en tanto algo de lo pulsional resta inconmovible. También el fundador de un nuevo discurso como es el psicoanálisis pone en el centro de la cura a la transferencia. Ahondaremos a continuación en el seminario XIX para ubicar el aporte lacaniano a esta problemática.

El seminario “...O Peor” representa el anhelo de Lacan por lograr que los analistas se acerquen a la Lógica. No se trata de capricho, sino del intento por especificar una vuelta más a la formalización de la invención lacaniana: el objeto a.

A los fines de nuestro trabajo, interesa que el autor ubica que el analista va precisamente al lugar del a, en tanto semblante. “El analista ocupa legítimamente la posición de semblante porque no hay otra posición sostenible con respecto al goce tal como debe captarlo en las palabras de aquel a quien, a título de analizante, avala en su enunciación de sujeto.” (Lacan. 1972: 170). Por otra parte, afirma: “… a partir del discurso Freud hizo surgir que lo que se producía en el nivel del soporte tenía relación con lo que se articulaba mediante el discurso. El soporto es el cuerpo.”. (Lacan. 1972: 220).

A su vez le interesa la siguiente pregunta que ordena el problema: “... se plantea la cuestión de cómo ha logrado ese discurso atrapar los cuerpos”. (Lacan. 1972: 222). A la luz de estas citas se vislumbra la clara orientación que Lacan propone: la tensión y las influencias recíprocas entre discurso y cuerpo. Interesa destacar que el cuerpo es soporte.

Entonces si con Freud ubicamos la viscosidad de la libido y los puntos donde el domeñamiento total es más bien un imposible, con Lacan avanzamos destacando una dimensión del cuerpo diversa; dirá: “... ese cuerpo que los representa aquí y al cual, en tanto analista, me dirijo, porque cuando alguien viene a verme a mi consultorio, por primera vez, y yo escando nuestra entrada en el asunto mediante algunas entrevistas previas, lo importante es eso, es esa confrontación de los cuerpos. Es justamente porque de ahí parte, ese encuentro de los cuerpos, que cuando se entra en el discurso analítico ya no será más cuestión de eso.” (Lacan. 1972: 224).

Confrontación de cuerpos de entrada, soporte del encuentro; algo de un orden diverso al discurso acontece en los inicios. Luego, entrada en el discurso… los cuerpos quedarían, pareciera, atrapados. Sin embargo, algo resta: “Entre el cuerpo y el discurso está eso con que los analistas se relamen llamándolo pretenciosamente los 34 “afectos”. Es evidente que estamos afectados en un análisis”. (Lacan. 1972: 224) Cabe destacar que Lacan sitúa la importancia de no simplificar el asunto hablado desde el discurso del amo de los buenos sentimientos; los afectos no quedan subsumidos a eso. La cuestión será entonces cómo hacer entrar en la dirección de la cura al cuerpo. La clave está indudablemente en que algo resta de esta aprehensión que el discurso hace sobre el soporte. El giro propuesto por el francés será el analista en cuerpo.

El amor es vacío

“Todo discurso tiene un efecto de sugestión. Es hipnótico (...). Un discurso es siempre adormecedor, salvo cuando uno no lo comprende — entonces despierta” (Lacan.1977: 38).

Intentaremos desplegar cuál sería la variante que despierte… Sigue Lacan: “Si ustedes son psicoanalistas verán que es el forzamiento por donde un psicoanalista puede hacer sonar otra cosa que el sentido. El sentido es lo que resuena con la ayuda del significante. Pero lo que resuena, eso no llega lejos (...) El sentido, eso tapona. Pero con la ayuda de lo que se llama la escritura poética, ustedes pueden tener la dimensión de lo que podría ser la interpretación analítica. Es cierto que la escritura no es eso por lo cual la poesía, la resonancia del cuerpo, se expresa. Pero es sorprendente que los poetas chinos se expresen por la escritura. (...) Hay algo que da el sentimiento de que no están reducidos a eso, es que ellos canturrean. (Lacan.1977: 38)

Lacan se sirve de la referencia a la poesía china, no tanto por la dimensión de lo escrito- aclara que eso ineludiblemente tapona de sentido- sino más bien porque se canturrea. Los poetas chinos introducen el tono que no es sin la resonancia. El alcance de este empréstito de oriente es tal que Lacan acerca la interpretación analítica a este hacer artístico. Ahora bien ¿por qué?: “¿Cómo el poeta puede realizar esta hazaña, de hacer que un sentido esté ausente? Reemplazándolo, a este sentido ausente, por la significación. La significación no es lo que un vano pueblo cree. Es un término vacío.” (Lacan.1977: 38).

Llegamos así a la referencia al vacío. Francois Cheng nos regala esta explicación: “Lenguaje abierto, estallado (...) Para los poetas sólo este lenguaje, movido por el vacío, es capaz de generar la palabra en la que circula el “aliento” y por consiguiente sólo él es capaz de transescribir lo indecible”. (Cheng, 1977. Pg. 68).

Nótese la sutileza con la que vacío y cuerpo se enlazan en el aliento dando chance a que lo indecible se presente.

Es este puente el que le ayuda a Lacan a aspirar a lo siguiente: “Un significante nuevo que no tendría ninguna especie de sentido, eso quizá sería lo que nos abriría a lo que, de mis no palurdos (53), yo llamo lo real.” (Lacan 1977: 43)

Hacer que el aliento circule nos orienta respecto de lo dicho previamente acerca de la confrontación de cuerpos… el analista en cuerpo, con tonos, habilita que los afectos irrumpan, embatan, modo freudiano de desestrangular aquello no abreaccionado.

BIBLIOGRAFÍA

Cheng, F. Vacío y Plenitud, Siruela, Madrid 7ma edición, 2016.

Freud, S. (1914) “Recordar, repetir y reelaborar”. En Obras Completas, Tomo XII, Amorrortu Editores,Buenos Aires, 1996.

Freud, S. “Inhibición, síntoma y angustia”. En Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu Editores,Buenos Aires, 2010.

Freud, S. “Análisis terminable e interminable”. En Obras Completas, Tomo XXIII, AE, Buenos Aires, 1989.

Lacan, J. (1971-72): El Seminario, Libro 19: “O peor”, Paidós, Buenos Aires, 2013.

Lacan, J. (1972-73): El Seminario, Libro 20: “Aún”, Paidós, Barcelona, 1981.

Lacan, J. El Seminario, Libro 24: L’ Insu…, inédito o “El fracaso del Undesliz es el amor”, Editorial Artefactos, México, 2008

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