DE LA HUELLA A LA LETRA

  • Agrandar Texto
  • Achicar Texto

Un grupo de colegas quiso homenajear a Ricardo Rodríguez Ponte, quien marcó para la Argentina y Latinoamérica una forma de acercarse al psicoanálisis lacaniano y, en este caso, también fue cercano a algunos de los participantes.

¿Cómo llevar a cabo este homenaje a Rodríguez Ponte? En principio, recordamos que la rigurosidad por el texto y el enigma de las traducciones fueron su pasión y el lugar en el que se posicionó muchas veces para transmitir el psicoanálisis. La consigna, entonces, fue tomar un punto de partida textual, a partir del que cada quien elaboraría un escrito. En este caso: “La transferencia. Clínica y fundamentos”, de su autoría, que dialoga con “Sobre la dinámica de la transferencia”, de Freud. Subrayemos que hacer circular la palabra de alguien puede abrir la posibilidad de ponerlas a trabajar según las resonancias de cada quien, y se distingue, así, de la repetición dogmática, que exige permanecer intocada. A continuación, lo que fue mi aporte.

¿De qué se trata la transferencia? Nos interroga Rodríguez Ponte en “La transferencia. Clínica y fundamentos” (1998, 117). Dice primero que es: “el tiempo de espera de una interpretación” (Ídem). Luego, esto implica: la transferencia es el tiempo de espera de una respuesta ante algo que se presenta como opaco. Aclarando que esa respuesta es, como tal, un saber por venir. Por último, esta propuesta acerca de la manera de entender la transferencia está directamente ligada a que el inconsciente, según Lacan, depende del diálogo, de la relación al Otro.

Ahora, a partir de un juego que le propongo, lector, nos serviremos de un breve pasaje de “Portrait of an artist as a Young man”[1] para intentar cernir aquello que Rodríguez Ponte ubica como punto problemático de la transferencia con el que se encuentra Freud: su doble función, en tanto posibilitadora del trabajo analítico y mayor obstáculo. Luego, nos asomaremos a pensar la solución que propone Lacan.

Propongo en un juego de imaginación, decía, cierta flexibilidad de los elementos dispuestos en escena. Leve alteración que supone sostener que a partir de esos elementos es posible imaginar una situación analítica, sin traicionar demasiado las coordenadas del texto. Tendremos entonces alguien que se dirige a su analista, habla de sí y de algunas elecciones que intenta sostener. Hasta que, en cierto punto de su relato, se presenta una ocurrencia relativa a la figura de su oyente, analista. Comencemos…

[El joven Stephen Dedalus], de educación fuertemente religiosa, se encamina a la formación de artista que empieza a revelársele como su vocación. Esto no fue sin consecuencias, ya que implicó rechazar el ofrecimiento de la vocación religiosa, con el consecuente rechazo de su padre.

Se dirige caminando al nuevo instituto, luego de una escena en la que el enojo de su padre quedara evidenciado, recibiendo el sarcasmo de Stephen como respuesta, un enojo, entonces, de impotencia. En el camino, reflexiona, en un diálogo interior, acerca de un amigo que “hace las veces de confesor” [le hago la señal al lector para que ubiquemos aquí, a la figura del analista en el lugar de la de un “amigo” que hace las veces de confesor]. A él le contaba las inquietudes que se agitaban en el interior de su alma. “Día tras día, noche tras noche”, solamente para ser respondido por el “escuchar silencioso de su amigo”. Le llama la atención que, de entre sus colegas, sea del único que no logra reconstruir más que su rostro, un rostro que, además, se le propone con aspecto de Pastor: “Era el rostro de un Pastor que no tenía el poder de absolver pecados tan graves”. Al recordarlo, sentía, otra vez, “la mirada de sus oscuros ojos femeninos” [dark womenish eyes]. Las traducciones y palabras entre corchetes son mías.

Supongamos, decía, que se trata de palabras dirigidas por Stephen a su analista, en lugar de un amigo. “Me pasó que iba caminando y pensé en usted que…”. Momento en que se interrumpe la asociación de ideas. Subrayemos algunas cuestiones:

I)             Escucha silenciosa: esa escucha es, funciona como, es recibida por él, como una respuesta;

II)            Esa respuesta, le dice algo.

III)           Le dice algo sobre quien escucha: es como un Pastor que no tiene el poder de absolver.

IV)          Ese algo, dialoga con otro elemento: “lo que él le cuenta”: eso que cuenta, entonces, tiene el valor de “pecados graves”.

V)           Además de III y IV, dice algo acerca de la mirada de su amigo: “sentí la mirada de sus dark womenish eyes”.

VI)          Introduzcamos, siguiendo con el juego, la posible lectura/respuesta del analista: ¿Dark women?

Notemos que en castellano no podríamos haber hecho esta lectura (interpretación). No está, como tal, “oscuras mujeres” en la frase: “sentía la mirada de sus oscuros ojos femeninos”. No depende del sentido de las palabras, sino de la materialidad sonora de algo que funciona, se localiza, como letra.

Freud, en “Sobre la dinámica de la transferencia”, intenta dar cuenta del problema de la doble función de la transferencia, en tanto mayor recurso y mayor obstáculo, al cumplimiento de la regla fundamental.

“Ante ti no me avergüenzo, puedo decírtelo todo”, entonces, se pregunta: “uno no comprende por qué obstaculiza” (a la confesión).

La respuesta que se da Freud es vía la noción de transferencia positiva y negativa, directamente ligado a la noción de persona del médico. Entonces, continuando con el juego propuesto, donde Stephen se dirige a su analista, digamos que podría interpretarse como un reclamo hacia la persona del analista, que aparece en el lugar del cumplimiento de la regla fundamental: “usted siempre se queda callado, no me dice nada” y, detrás de esa idea: “no me dice nada porque no es capaz para absolver esto tan grave que le cuento”. ¿De qué forma podemos leer la escena, siguiendo el planteo de Freud? Una posibilidad sería entonces la transferencia negativa. De ahí, el analista podría interpretar la transferencia, tal vez, de este modo: “Usted dirige contra mí [mi persona] un reclamo que en realidad va dirigido a otro”, en virtud de algo que aconteció en su infancia, por ejemplo, y que definió a las condiciones de amor para el resto de sus objetos. Inclusive: ¿será un reclamo al padre?

Nos dice Rodríguez Ponte:

“Y si el origen de esa huella, a pesar de todo, no es posible localizarlo, digamos, en la experiencia propia de ese sujeto, entonces Freud remite el acontecimiento inscriptor de la huella a la historia de la especie. ¿Por qué el hombre nace culpable, antes de cometer cualquier crimen, antes incluso de cualquier deseo criminal o criminoso?”.

Retomemos el planteo inicial de que el inconsciente freudiano implica el diálogo. ¿El diálogo entre qué y qué? La noción de huella nos lleva a pensar la transferencia como un encuentro y un diálogo entre personas. Por el contrario, la respuesta de Lacan implica, en el lugar de esa huella, una sonoridad localizada, una letra en el sentido de la lógica (como cuando decimos en lógica “a, entonces b” y podemos trabajar con esas letras sin necesidad de darles una significación definida). Esto nos permite un salto: pasamos de un diálogo entre personas a interrogar la función de la letra en Lacan y, desde la interpretación de la transferencia, a una interpretación en transferencia[2]. Esa dificultad que Freud encontró -mayor obstáculo y motor- pasa a re-ubicarse en función de la letra en psicoanálisis. Avancemos solo un poco más para desarrollar esto último, siguiendo a Rodríguez Ponte.

¿Diálogo, entonces, entre qué y qué? ¿Tal vez dialogan “pecado” con “dark women” -tomándolas ahora como dos letras, a y b, por ejemplo-? A condición de que la lectura del analista sea recibida como viniendo desde un lugar Otro, podremos decir que, en vez de una persona analista, que tiene una mirada que al paciente le resulta femenina, hay un “dark women” que, distinguiéndose en el mar de enunciados al ganar su opacidad enigmática, tiene algo para decir.

Bibliografía

  1. Allouch, J., (1984), Letra por letra. Traducir, transcribir, transliterar. Buenos Aires: Ed. École Lacanienne de Psychanalyse.
  2. Freud, S., (1912), “Sobre la dinámica de la transferencia”. En Obras Completas V. XII. Buenos Aires: Amorrortu Editores. 2007.
  3. Joyce, J., (1977), Portrait of the artist as a Young man. Gran Bretaña: Panther Books. 1984
  4. Lacan, J., (1953), “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”. En Escritos 1. Buenos Aires: Paidós.
  5. Lacan, J., (1969-70), El Seminario 17: El reverso del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. 2013.
  6. Lacan, J., (1976), El Seminario 24: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre. Inédito.
  7. Rodríguez Ponte, R., (1998), La transferencia. Clínica y fundamentos. Buenos Aires: Red de seminarios. Escuela Freudiana de Buenos Aires. Circulación interna.
  8. Sauval, M., (2005), Reportaje a Ricardo Rodríguez Ponte. En Acheronta. Revista de Psicoanálisis y Cultura Nº 22. Recuperado de: http://www.acheronta.org/rodriguezponte22.htm


[1] Joyce, J., (19..), Portrait of an artist as a young man. Buenos Aires, Argentina: Ed.

[2] Está claro que en Freud también es posible encontrar ejemplos de interpretación en transferencia, pero estamos siguiendo el recorte que hace Lacan, que es aquello que Rodríguez Ponte intenta señalar.

Revista Electrónica de la Facultad de Psicología - UBA | 2011 Todos los derechos reservados
ISSN 1853-9793
Dirección: Hipólito Yrigoyen 3242, Piso 3º - (1207) CABA | Teléfonos: 4931-6900 / 4957-1210 | e-mail: intersecciones@psi.uba.ar