Prácticas en discapacidad, autismo y psicosis infantiles en estos tiempos.

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Entre el derecho a la igualdad y la diferencia transitamos por lo que la diversidad en el desarrollo biológico, psicológico y social de la subjetividad nunca podrá disociarse de las condiciones de una época, el contexto familiar, educativo, económico, histórico y cultural. La recreación de diversas prácticas con bebes, niños/as y jóvenes y, por ende, con sus familias, en los últimos meses más que nunca viene haciendo su experiencia cuyas marcas en alcance y extensión hoy desconocemos. Me voy a referir en esta ocasión particularmente a las que estamos llevando adelante en tiempos y espacios singulares para niños, niños y jóvenes con discapacidad temporal o permanente y/o diversas problemáticas en el desarrollo del orden del autismo y/o psicosis infantiles.

 

Cada invitación es un nuevo desafío, en el que intentamos propiciar un encuentro singular, desde factores protectores, condiciones estructurantes y flexibles que permitan dar lugar al sujeto y el deseo que motoriza su desarrollo.

Ahora, en tiempos de pandemia por el Covid 19, tuvimos que "virtualizar" la universidad, la escuela, el consultorio, la juegoteca hospitalaria o barrial, el centro de acción familiar, y tantos otros dispositivos del área educacional, la salud pública o privada, el trabajo social comunitario y otras que no ha dejado caer su finalidad o principios.

Nos vamos encontrando con innumerables desafíos a la hora de seguir garantizando el derecho que tiene todo/a niño/a, adolescente y joven al acceso a la educación, salud, abordajes social comunitarios u otras modalidades, dentro de todos los niveles o modalidades. 

Si podemos hacer de lo vivido investigación habremos logrado aprehender algo y hacer experiencia. Veremos luego su poder y alcance de transformación en los tiempos pos pandémicos.

Comenzamos a recortar e identificar una serie de aspectos comunes al amplio abanico de prácticas del quehacer e incumbencia en este campo. Me gustaría en este artículo acentuar dos de ellos:

1) Nuestra forma de relacionarnos y acceder a ellos/as y, por ende, sus implicancias en nuestro rol y/o función.

2)  La necesaria mediación de los padres más que nunca y de manera directa para el acceso “en casa “.

1- El primero de los aspectos, está vinculado a nuestra forma de relacionarnos y acceder a ellos/as y nuestro rol y/o función. A poco de andar esta nueva senda, descubrimos que nuestro llamado, nuestra intervención a través de videos, mensajes de WhatsApp o video llamadas, u otras posibilidades que nos brinda la tecnología a partir de distintos contenidos, empezó a funcionar como un corte, una marca, una escansión en un continuum en que parecía haberse convertido su día a día, donde en muchos casos las coordenadas que definen los tiempos diarios parecen haberse desdibujado y las subjetividades se resienten en su fragilidad.

Al mismo tiempo, y como segundo aspecto, en la mayoría de los casos, nuestro acceso a los niños/as o jóvenes estaba indefectiblemente mediado, más que nunca, por sus padres. Y todo esto, mientras nos preguntamos, ¿cómo seguir jugando?, ¿cómo seguir invitando a estos niños a jugar y a ponerse en juego para encontrarse jugando con un otro, en este nuevo escenario virtual?[1]

Los aspectos señalados ¿son formaciones “novedosas “producidas por la pandemia?

Ambos son preexistentes no creadas por la pandemia pero acentuadas más que nunca por ella y a reconsiderar seriamente para las prácticas en “pos pandemia “.

El primer aspecto pone el acento en el hecho de que una de las funciones que tienen las diversas prácticas con orientación psicoanalítica en tiempos y espacios singulares de la infancia y adolescencia, es la creación y sostenimiento de un ritmo.

Es más, diría que la cotidianeidad no imprime su ritmo al sujeto sino al revés, es la creación y sostenimiento del ritmo el que crea por efecto una cotidianeidad habitada por el sujeto humano. Pienso el ritmo por cuyo efecto hay cotidianeidad subjetiva como los modos particulares de organizarse dinámicamente, la palabra del sujeto en el lenguaje para otro.

Entonces las prácticas educativas y / o educativas terapéuticas o psicoterapéuticas con orientación psicoanalítica (desde sus diferentes disciplinas) o las psicoanalíticas interdisciplinarias tempranas oportunas permiten la creación de un sujeto del ritmo sujetado a una cierta historicidad singular no individual, sino social y atravesado por la época.

Cabe aquí la pregunta a seguir investigando acerca de las consecuencias psíquicas y para el desarrollo de los diferentes modos en que se pudo (o no) reconstruir o recrear o construir el sujeto del ritmo.

¿A cuál ritmo me refiero? Por cierto, no al que surge de establecer y proponer una serie de rutinas o programas con ejercitaciones o inducir ciertos hábitos que organicen el tiempo y espacio público común compartido, o aquel otro de la intimidad al que denominamos “cotidianeidad”. Aunque pueda incluirlos no son estos los que hacen función ritmo para los sujetos humanos

A poco andar en terrenos de lo que se da por llamar como “cotidianeidad” nos damos cuenta que su organización y dinámica no es sin el sujeto que la vivencia como tal por un lado y por otro, esta requiere alguna otra categoría de alternancia con que oponerla y diferenciarla de la “extraordineidad “[2].

Cuando pienso en la función del ritmo me remito a la “teoría del ritmo “de Henri Meschonnic, (2007) quien lo define como  “La organización particular del movimiento de la palabra en el lenguaje “ [3]

Según este autor es el ritmo el que crea la organización particular del movimiento de la palabra y la lengua en el lenguaje y no al revés.  El ritmo tiene voz y es oralidad. El sujeto del ritmo habla y escribe.

De allí la enorme importancia que cobra sostener la función en estos tiempos más que nunca de la educación y el ámbito terapéutico (con orientación psicoanalítica) y sus intervenciones tempranas, oportunas e interdisciplinarias con los recursos a nuestra disposición.

La virtualidad no es imaginaria. Apelar a la tecnología en este momento es hacer uso de un recurso simbólico, real e imaginario, necesario, con efectos en lo real del espacio y del tiempo del sujeto. La puesta en marcha de la función ritmo posibilitaría en estos tiempos que haya una espacialidad y temporalidad posible para el sujeto y su dimensión ficcional

Como organización particular del movimiento de la palabra en el lenguaje el ritmo tiene como función poner en marcha la poética del lenguaje al ser indisociable del acento. Acentuar, actividad de lectura y escucha confiere una gramática al movimiento de la palabra para que pueda ser sentido.

El término Acento, proviene del hebreo bíblico antiguo, (taam) “el gusto de lo que se tiene en la boca”, “el sabor de la lengua”. Así, el ritmo hecho de lenguaje, sin embargo, no puede traducirse en palabras. Más allá de ellas, es indecible e imposible de traducir .

La voz del ritmo es materialidad oral, escrita y/o hablada, no es sonora necesariamente por eso consuena y resuena en los orificios del cuerpo, en los agujeros del juego y en los vacíos del Otro decíamos ya hace tiempo a propósito del ritmo del juego y sus acentos. [4]

En estos tiempos aprendimos que la voz de la educación y de los profesionales de la salud (hablada o escrita) sostiene el ritmo de la vida humana y pone el acento en su humanidad. Es uno de los sentidos posibles que le otorgo al decir de Meschonnic, H (2007) cuando dice que “el acento es parábola de la relación cuerpo- lenguaje” [5]

Tomaré ahora la segunda de las observaciones.

2- La necesaria mediación de los padres más que nunca y de manera directa para el acceso “en casa “.

Nos reencontramos con otro saber preexistente acentuado por esta pandemia y que ahora se hace visible más que nunca de una manera innegable. Esto es, el lugar decisivo que tienen los padres y madres para que puedan llevarse adelante los distintos procesos constitutivos del sujeto en infancia y adolescencia y en el desarrollo de sus hijos e hijas.

La participación necesaria de los padres y las madres en los procesos primordiales simbólicos, imaginarios y reales de los hijos tiene una dinámica particular en cada familia y convoca a una escucha y lectura diferencial para cada una de las prácticas y disciplinas.

En un artículo anterior en esta misma revista escribí:

“Para que nazca un niño o niña bastaría la cópula de un hombre y una mujer, pero para el nacimiento de un hijo es preciso, además, que sea hablado por los padres y que ya antes de nacer tenga un lugar en ese deseo. La función materna nombra y da existencia, otorgándole un ser y un mundo Otro donde vivir. El hijo, ante el poder de la palabra, quedará sometido a la demanda por donde la Función Paterna -función de corte y diferencia- instaurará la ley de un decir que no se agote, posibilitando otros nuevos decires y saberes.  Si la función materna es necesaria para estar inserto en un mundo de lenguaje, sin la función paterna vivir como creación, riesgo e incertidumbre, sería imposible. No hay padre ni hijo de entrada. Es decir, Padre, Madre, Hijo, y Deseo son a construir “.[6]

Y este es, según mi propio punto de vista, uno de los aspectos más importantes para acentuar en la actualidad ya que cada vez más padres y madres se presentan perdidos, buscando orientación, cargando con un bagaje enorme de informaciones y datos sueltos sin significación que represente a su hijo/a para ellos/as. 

Trastornos del espectro autista, trastorno generalizado del desarrollo, espectro, conductas, estimulación, programas, tareas, ejercicios, manuales…nadie los escuchó, no hubo tiempo para su palabra. Las primeras entrevistas con el psicoanalista, en su trivialidad aparente, es un encuentro verdaderamente excepcional que sitúa la especificidad de la escucha analítica y la diferencia de cualquier otra pues se espera que ella haga surgir una palabra verdadera. La condición para esto: los padres tienen que sentirse seguros de ser escuchados. [7]

La relación del niño/a al juego y deseo de jugar definirá la niñez, y solo luego de haber podido viajar y virar de dirección unas cuantas sucesivas y simultáneas, pero fundamentales veces, todas las que haga falta y necesarias para errar errando “de jugando” y sin peligro real. El marco del juego es protector del sujeto en la infancia.

Esta dimensión no surge de manera espontánea como tal, su surgimiento y sostén no dependen de la dotación biológica genética sino de una serie de condiciones necesarias creadas a partir del campo del Otro y sus representantes a las cuales poder “engarzarse “para seguir viaje.

Si bien no hay que confundir ni homologar el campo del Otro con mayúsculas y su función con los padres y madres son en la mayoría de las familias quienes están en posición de representar, o no, dicho orden, y quienes crean condiciones de posibilidad para que el guardián de la infancia haga su obra y cuente su historia.

La pandemia por Covid 19 más que nunca ha visibilizado esta cuestión para quienes de una u otra manera practican, en distintos ámbitos, la ética del psicoanálisis en tiempos y espacios singulares de la infancia y adolescencia.

 



[1] Extracto de mi participación en el conversatorio “Familias a la escucha en la escuela “, organizado por el equipo del CENTES NO 3. Centro educativo terapéutico para niños, niñas y jóvenes en tiempos y espacios singulares. GCBA el día 26 de agosto 2020 .

[2] Neologismo de mi invención para este artículo.

[3] Meschonnic, H (2007) La poética como critica del sentido. Mármol izquierdo. Buenos Aires

[4] Norma Bruner (2008) Duelos en Juego Letra Viva. Buenos Aires. cap. 8. El juego y sus acentos. El ritmo del juego y sus resonancias. 5ta edic 2019.

[5] Ídem anterior.

[6] Bruner, N (2019) La demanda parental en la actualidad y sus relaciones a la historia de la infancia. INTERSECCIONESPSI No 31. Revista electrónica de la Facultad de Psicología. Universidad de Buenos Aires disponible en http://intersecciones.psi.uba.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=769:la-demanda-parental-en-la-actualidad-y-su-relacion-con-la-historia-de-la-infancia&catid=9:perspectivas&Itemid=1

[7] Norma Bruner, (2020) Padres a la escucha en psicoanálisis, Bebes, niños y adolescentes. Lugar editorial. Buenos Aires

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