Compulsión y angustia en la neurosis obsesiva

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Este artículo tratará de la relación entre compulsión y angustia en la Neurosis Obsesiva como entidad clínica forjada por Freud y desde el marco teórico lacaniano como una estructura subjetiva.

 

Según Mazzuca (2014, p.113):

El término estructura condensa varios sentidos, por una parte, designa que no se trata del nivel descriptivo de la clínica; esto, es decir, que un mismo rasgo de estructura se puede traducir en manifestaciones muy diversas en el registro de las conductas de un sujeto. Por otra parte, indica que sus diferentes componentes no se definen aisladamente, sino que están relacionados entre sí.

 

La neurosis obsesiva está presente en la obra de Freud desde sus inicios, y aparece en su primera nosología, juntamente con la histeria como resultado del mecanismo psíquico de la represión. Por medio de este mecanismo de defensa, el aparato psíquico reprime las representaciones inconciliables al yo, ocasionadas por una vivencia traumática de índole sexual, separándolas del monto de afecto y formando la instancia inconsciente del aparato. Como lo reprimido siempre vuelve, sea en actos fallidos, sueños, lapsus, chistes, o síntomas, lo que va a distinguir el síntoma histérico del síntoma obsesivo es el lugar donde se van a inscribir esos síntomas.

Distinto de la histeria, que el monto de afecto pasaría por conversión al cuerpo, delimitándolo, en la neurosis obsesiva pasaría por desplazamiento a los pensamientos, estos pensamientos serían representaciones conciliables al yo, que se tornarían obsesivos. El yo obsesivo tiene dificultad de controlar los impulsivos pulsionales, dando al síntoma neurótico el rasgo de carácter compulsivo.

En la Conferencia 17 “El sentido de los Síntomas”, Freud (1917, p.236) va a decir que los pensamientos son el lugar donde se ubican los síntomas del neurótico obsesivo, ideas obsesivas y extrañas de las cuales el sujeto huye horrorizado y se protege de ellas con restricciones y prohibiciones que le hacen la vida casi imposible:

Los impulsos que siente en el interior de sí pueden igualmente hacer una impresión infantil y disparatada, pero casi siempre tienen el más espantable contenido, como tentaciones a cometer graves crímenes, de suerte que el enfermo no sólo los desmiente como ajenos, sino que huye de ellos, horrorizado, y se protege de ejecutarlos mediante prohibiciones, renuncias y restricciones de su libertad. Pero, con todo eso, jamás, nunca realmente, llegan esos impulsos a ejecutarse; el resultado es siempre el triunfo de la huida y la precaución. Lo que el enfermo en realidad ejecuta, las llamadas acciones obsesivas, son unas cosas ínfimas, por cierto, inofensivas, las más de las veces repeticiones, floreos ceremoniosos sobre actividades de la vida cotidiana, a raíz de lo cual, empero, estos manejos necesarios, el meterse en cama, el lavarse, el hacerse la toilette, el ir de paseo, se convierten en tareas en extremo fastidiosas y casi insolubles.

 

La gran cantidad de energía psíquica utilizada en poner en marcha los pensamientos obsesivos, implica en poca energía para la acción. La posición del sujeto en la estructura, aunque sea inconsciente, implica en una constante procrastinación de su deseo, evitándolo, y de pararse ante la vida sin comprometerse con su propia responsabilidad, atribuyendo al Otro la imposibilidad de realización del deseo.

Lacan dice que esa relación con el Otro, es para el obsesivo una relación de amo-esclavo. En esta relación, como esclavo el obsesivo se cree imposibilitado de la realización del deseo, que el impedimento para tal realización no es él mismo, pero es el Otro, y no le resta más que esperar la muerte del Otro para la realización del deseo. Lacan también ubica en esta relación del obsesivo con su amo la presencia de dos componentes importantes: El desafío y el regalo. El neurótico obsesivo está siempre desafiándose a una tarea realmente difícil que pueda atraer la atención del Otro, de modo de regalar al Otro algo que le haya costado mucho. Pero eso no es gratuito, espera del Otro su merecido reconocimiento.

Eso nos remonta a Freud, y a la importancia que él encuentra de los excrementos, en la constitución subjetiva, en los inicios de la vida infantil. Los excrementos, dice Freud, son vistos por el niño como un regalo que se lo da a la madre, un regalo para lo cual se ha esforzado mucho.

 

Compulsión y Angustia:

¿Cuál es entonces la relación entre la compulsión obsesiva y la angustia?  Para contestar a esta pregunta, es necesario recordar la trayectoria de los síntomas obsesivos que describe Freud: La escrupulosidad y la vergüenza como síntomas primarios, después un estado de aparente defensa lograda, semejante a la salud, pero luego la defensa primaria fracasa y hay un retorno de lo reprimido, es cuando el aparato pone en marcha una nueva defensa, dando lugar a nuevos síntomas, llamados por Freud de formaciones de compromiso o síntomas secundarios.

Como formaciones de compromiso aparecen los actos compulsivos causados por los pensamientos obsesivos, por ejemplo, lavarse las manos varias veces, averiguar inúmeras veces que la puerta está cerrada, acumular cosas que no son necesarias, etc., son la forma que encuentra el sujeto obsesivo para esquivarse de su deseo, el sujeto pone trabas, impedimentos, límites, prohibiciones, reemplaza el acto responsable por actos sin importancia que solo retrasan su vida.

En El hombre de las ratas (1909), el historial donde Freud señala las principales características de la neurosis obsesiva, vemos: La ambivalencia que consistiría en la presencia de dos mociones incompatible puestas sobre un mismo objeto, como, por ejemplo, una relación de amor y odio hacia una persona; la compulsión a la duda, donde siempre hay una pregunta que no se deja ser respondida; la omnipotencia de los pensamientos, que permite explicar el constante sentimiento de culpa y autorreproche, y que también tiene relación con la ambivalencia, pues, según Freud, el sujeto desea la muerte de quien más ama.

Con la ambivalencia, también tiene relación la última de las características mencionadas: El síntoma en dos tiempos, pues en un primer tiempo el individuo satisface una de las dos mociones, y en otro momento realiza algo que anula las consecuencias de esto, satisfaciendo así, la moción opuesta. Es, por lo tanto, un conflicto que nunca tiene fin, imposible de ser solucionado y que produce mucha angustia, que atrapa al sujeto y paraliza su vida.

Pero eso no es todo sobre la angustia en la neurosis obsesiva. El superyó juega un importante papel en la estructura. Aquí el superyó es altamente severo. Eso se explica porque en la regresión a la fase sádico-anal, hay una articulación con la pulsión de muerte liberada luego de la desmezcla pulsional. El superyó exige mucho del sujeto y a la vez también prohíbe mucho, y como la ambivalencia siempre está presente, así como hay angustia hay también placer, pues al mismo tiempo en que el yo acata la prohibición del superyó, también realiza una acción que anula las consecuencias devenidas de la prohibición, satisfaciendo así la moción opuesta que es de placer.

Aún sobre angustia, y ahora, de acuerdo con los aportes de Lacan, vemos que en el Seminario 10 de Lacan, intitulado La Angustia, Lacan presenta el objeto a como objeto causa de deseo. Necesitamos de ese concepto lacaniano de objeto a para comprender la angustia, y más específicamente la angustia del neurótico obsesivo.

La constitución subjetiva del sujeto se da en presencia del Otro, que es el lugar de los significantes. El sujeto solo se puede constituir como tal por su acceso a la estructura del lenguaje. Pero hay algo en ese proceso que queda afuera de los registros simbólico e imaginario, y este algo es el objeto a, una parte de sí mismo, que se pierde cuando el sujeto nace como sujeto. Lacan lo compara a la placenta, que proviene del mismo huevo que da origen al embrión, pero que debe ser separada del individuo en el momento de su nacimiento. Esa separación se vuelve a repetir a lo largo del desarrollo de la constitución subjetiva, para que ese individuo se torne un sujeto. La pérdida del objeto a implica, por lo tanto, en pérdida de goce.

Una de las formas que asume el objeto a en el Seminario 10 es la forma anal. Ese objeto es también un objeto que se separa del cuerpo, así como el destetarse, es la separación de la madre, que representa separación de una parte de sí mismo, la excreción de las heces también representa un objeto que se separa del propio cuerpo, una parte de sí mismo que es expulsada.

Mazzuca (2014, p.133) explica que:

La importancia del excremento entra en la subjetivación por la vía del Otro, porque el Otro representado por la madre lo demanda. Primero se le pide al niño que se lo retenga, con lo cual se lo reconoce como su pertenencia, después se lo demanda que lo suelte, que lo entregue, como un don.

Lacan apunta que aquí se encuentra la ambivalencia del sujeto obsesivo, introducida en su aparato psíquico como el retener en contraposición al regalar, encontrados en los dos tiempos de la demanda, un primer tiempo donde el objeto es valorizado y un segundo donde es rechazado.

Como ya sabemos lo único que señala la presencia del objeto a es la angustia. La angustia es lo que aparece cuando “falta la falta”, o sea, allí donde debería estar la falta que permite al sujeto desear, está el objeto, ese objeto obtura la falta causando angustia. Eidelberg (2014, p. 425) argumenta que ese objeto que debería “permanecer como resto libidinal oculto y animador del deseo, se libera de sus paréntesis, irrumpe y perturba al imaginario, colmando la falta.”

En la estructura obsesiva el objeto a tiene el lugar del deseo. El obsesivo pasa la vida intentando evitar el deseo, procrastinando, escapar del deseo es escapar del Otro, porque el deseo es el deseo del Otro. Sus rituales compulsivos hacen el objeto a permanecer oculto y el sujeto no verse a merced del deseo del Otro. Y la angustia es estar atrapado en ese deseo.

Y finalmente, hay un tipo de angustia que puede ser causada si el sujeto pierde la posibilidad de realizar tales rituales, de seguir poniendo en marcha sus actos obsesivos, de seguir evitando el deseo, sea por circunstancias de la vida o hasta mismo por un tratamiento psicoanalítico mal direccionado. Si recordamos que en Freud los síntomas son brújulas que apuntan a lo reprimido, al inconsciente, el trabajo psicoanalítico no debe ser pensado en la eliminación de los síntomas. Intentar impedir que un neurótico obsesivo realice sus rituales compulsivos desencadenaría una angustia insoportable, aún mayor que la angustia en que vive en su propia estructura.

 

Referencias Bibliográficas:

  • Eidelberg, A. (2014). Lo actual del Pánico. En: Schejtman, F.(comp). Elaboraciones Lacanianas sobre la Neurosis. (pp.419-432), Buenos Aires, Grama, 2014.

 

  • Freud, Sigmund. Obras completas de Sigmund Freud. Volumen X - «Análisis de la fobia de un niño de cinco años» y «A propósito de un caso de neurosis obsesiva» (1909). 2. A propósito de un caso de neurosis obsesiva (1909). Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires & Madrid: Amorrortu Editores.

 

  • Freud, S. (1917). Conferencia 17: El Sentido de los Síntomas. En: Obras Completas. Bs. As.: Amorrortu editores. Tomo XXIII. 1976.

 

  • Freud, S. (1926), Inhibición, síntoma y angustia, O.C., XX, A.E., Bs. As., 1976.

 

  • Godoy,C. (2014) Conciencia y muerte en la neurosis obsesiva. En: Schejtman, F.(comp). Elaboraciones Lacanianas sobre la Neurosis. (pp.153-184), Buenos Aires, Grama, 2014.

 

  • Lacan, J., El seminario, libro 10 “La angustia, Paidós, Bs. As.,2006.

 

  • Mazzuca,R. (2014) La Neurosis Obsesiva en la elaboración lacaniana. En: Schejtman, F.(comp). Elaboraciones Lacanianas sobre la Neurosis. (pp.109-152), Buenos Aires, Grama, 2014.
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