El despertar de la primavera: trabajos subjetivos y algunas problemáticas psicopatológicas en la pubertad y adolescencia

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A partir del estudio de la obra teatral El despertar de la primavera, de Frank Wedekind, sumado a las intervenciones que sobre ella realizan tanto Freud como Lacan, se aborda el arduo trabajo subjetivo que convoca el segundo despertar sexual en la pubertad. En la búsqueda de nuevas posiciones subjetivas, algunos/as púberes hacen lazo con la vida, mientras que también hay quienes atraviesan dificultades, algunas de las cuales pueden comprenderse desde la psicopatología.

Introducción

El presente trabajo, está enmarcado en un proyecto de investigación universitario referido a las adolescencias, y asimismo formando parte de un trayecto de formación de posgrado (maestría). Se parte de la consideración de que, el segundo despertar sexual que acontece en la pubertad, edad de reordenamientos y reactualizaciones, requiere de trabajos psíquicos, anímicos o subjetivos por parte del sujeto púber, para elaborar una nueva posición subjetiva. Ello se realiza no sin esfuerzo y, en algunos casos, dificultades: he ahí la presencia de ciertas manifestaciones problemáticas, algunas de las cuales pueden ser comprendidas desde la perspectiva psicopatológica.

Este segundo despertar sexual, aquí es designado metafóricamente como “despertar de la primavera”, en alusión al trabajo que se realiza con tres fuentes bibliográficas de la investigación: la obra teatral de Frank Wedekind (1891), el artículo homónimo de Jacques Lacan (1974) y el acta de la Sociedad Psicoanalítica de Viena (1907) donde se trató la cuestión.

I

En el año 1974, se le pide a Jacques Lacan un texto, para ser incluido en el programa de la pieza teatral que subía a escena por esos días en Francia: El despertar de la primavera de Frank Wedekind. La obra, una tragedia infantil, como la subtitula su autor, data de 1891. La trama, sucintamente dicho, aborda el asunto de cómo un grupo de jóvenes de catorce años se enfrentan al despertar sexual.

Precisamente en el texto aludido, Lacan escribe: “Que lo que Freud delimitó de lo que él llama sexualidad haga agujero en lo real, es lo que se palpa en el hecho de que al nadie zafarse bien del asunto, nadie se preocupe más por él.” (1988/2010, p. 110). Esta cita y, dentro de ella, la primera parte, donde enuncia que la sexualidad hace agujero en lo Real, lleva a interrogarse por cierto recorrido lógico que Lacan estaría planteando en ese momento, respecto del despertar sexual en la pubertad y el trabajo subjetivo que eso convoca. Esquemáticamente dicho: la sexualidad hace agujero en lo Real, lo que convoca tanto a lo Simbólico como a lo Imaginario, en un esfuerzo de anudamiento.

Pero, para proseguir, es legítimo interrogarse: ¿por qué la sexualidad hace agujero en lo Real?

La sexualidad, se comprende en su estructura significante. Luego, si toda estructura de lenguaje, como registro Simbólico, surge para nombrar la ausencia, es decir, el símbolo adviene en el lugar de la falta de objeto, se comienza a comprender por qué en 1974 Lacan afirma que la sexualidad a la que se refiere Freud hace un agujero en lo Real. El despertar de la primavera, implica una segunda marejada pulsional que arremete a los púberes de la tragedia de Frank Wedekind. Cada jovencito se ve confrontado con su condición de sujeto sexuado y mortal, frente a lo cual cada quien tomará diferentes posiciones

Se ingresa a la pubertad por la vía de ese agujero que deja al descubierto la sexualidad, ese es el despertar de la primavera, un segundo florecimiento de la pulsión sexual en su máxima expresión –en términos freudianos. El agujero, lo no simbolizado ni imaginarizado, despierta sueños y fantasías, y también despierta al niño del período de latencia. Así, sueño y fantaseo, van permitiendo tejer una urdimbre simbólica e imaginaria que posiciona de otro modo frente al agujero en lo Real.

Lo inconsciente está estructurado, es decir, lo inconsciente se comporta como un lenguaje, en donde un significante remite a otros significantes, produciéndose la significación en la oposición y diferencia entre significantes, de lo que resulta un sujeto. Si hay sujeto, puede suponérselo por la existencia de una combinatoria significante. Ese agujero es condición de posibilidad del sujeto.

II

Luego, volviendo el punto de mira al momento de la pubertad, tiempo en el que se centra la reflexión del Despertar de la primavera (1974), la pregunta podría ser ¿qué trabajo subjetivo convoca al púber? Si se conceptualiza la pubertad como ese momento en que la sexualidad hace agujero en lo Real, es decir, la oleada pulsional vuelve a arremeter hacia el sujeto, haciendo agujero. Podría interrogarse: ¿cómo anudar Real, Simbólico e Imaginario? En 1974, en el citado prefacio de El despertar de la primavera, Lacan explica que este agujero en lo Real que la sexualidad deja al descubierto, también se sostiene por el enigma que rodea al asunto mismo de la sexualidad. Esto remite al acta de la Sociedad Psicoanalítica de Viena, de 1907, en la que se comentó la obra de Wedekind.

Como la sexualidad hace agujero en lo Real, de allí derivarían estas inquietudes en torno a la sexualidad: el complejo de Edipo como organizador de la vida sexual, las teorías sexuales infantiles, las fantasías que recubren lo real. Asimismo, Lacan plantea en su prólogo de 1974 que, tras el velo del enigma, de cualquier enigma, que siempre es enigmático en relación a la sexualidad, lo que se descubre es que no hay nada; el velo se levanta, o se corre, y tras de sí no muestra nada. ¿Acaso porque no hay nada escondido por el enigma? ¿Qué sentido tiene el enigma entonces?

Es decir, frente al agujero en lo Real, el lenguaje emerge como orden significante que permite producir sentido, proponiendo enigmas allí donde no hay respuesta, ni proporción, ni ex–sistencia dirá Lacan. En lo Real no habrá relación, porque no está inscripta ninguna función, ni sexual, ni masculino, ni femenino. La relación se dará en los otros planos del anudamiento: en lo Simbólico y en lo Imaginario. La posibilidad de crear sentido, en esta acepción psicoanalítica del término, puede suponerse como fundamental para el púber frente al agujero en lo Real, que la sexualidad deja al descubierto. Lo que lleva a cuestionarse: ¿cómo se adquiere el sentido? ¿cómo se reactualizan los enigmas de la sexualidad infantil en la pubertad?

III

Lacan, en 1974, al realizar una lectura del Despertar de la primavera (1891) de Frank Wedekind, propuso que, frente al agujero en lo Real, se produce algo, a partir de un trabajo que podría denominarse subjetivo. Lo que se produce o elabora es algo que dará sentido y orden frente al agujero en lo Real. El producto, lo producido que conecta lógicamente infancia y pubertad, posibilitaría el anudamiento antes mencionado entre Real, Simbólico e Imaginario. A esta elaboración producto del trabajo subjetivo, en ese escrito, Lacan la llama el fantasma de la realidad ordinaria (1974/2010).

Este posicionamiento frente al agujero que la sexualidad deja al descubierto, en la pubertad, tras el segundo despertar sexual, requerirá modificar algo en la organización pulsional que el niño había logrado a través de su fantasma, a la salida del Edipo. Esa especie de orden del mundo pulsional de la infancia, armado a la manera de fantasma, pierde eficacia y se ve conmocionado con el despertar sexual de la pubertad.

IV

A continuación, sería menester preguntarse de qué manera se ponen a prueba los títulos que lleva el púber en su bolsillo, cuando acontece el segundo despertar sexual. ¿Cómo se llega a ser un hombre? ¿Y una mujer? Lo que se subsume en esta otra pregunta: ¿cómo se llega a la subjetividad adulta? Los títulos o identificaciones, producto del complejo de Edipo, puede hipotetizarse que se ponen a prueba en la pubertad, a través del fantasma de la realidad ordinaria, que posibilita el deseo y el goce, y asimismo en la posibilidad de establecer lazo social. Entendiendo de tal manera, que el lazo social, justamente, posibilita relacionarse con los otros y, así, con la vida.

Los títulos o letras, como señala Silvia Amigo (2001), posibilitan ubicar al sujeto en relación al objeto a, lo que daría una primera forma al fantasma en la infancia, a la salida del Edipo. No obstante, esos títulos no adquieren pleno valor sino hasta que adviene la pubertad, con el empuje en lo Real que produce el segundo despertar de la sexualidad. Cuando ese empuje en lo Real acontece, es que se pone a prueba, o se verifica, el fantasma. Siguiendo esta ilación, puede comprenderse por qué tras la pubertad, se produciría lo que algunos autores, como Silvia Wainsztein y Enrique Millán (2000), por ejemplo, llaman la “estabilización” o verificación del fantasma. ¿Por qué el fantasma se estabiliza o verifica a partir de la pubertad?

A la salida de la primera vuelta edípica, las identificaciones o letras que quedan en el bolsillo, posibilitan inscribir tanto al sujeto, en la forma de sujeto barrado o castrado, como al objeto a, agujero por estructura que posibilita el deseo. De este modo, tras el final del complejo de Edipo, el fantasma se constituye en la implicación de conjunción y disyunción del sujeto barrado con el objeto a. Esa relación del sujeto barrado al a, es lo que se verifica o estabiliza a partir del segundo despertar sexual que sucede en la pubertad. Porque la reactualización edípica, más el empuje de lo Real, definirán la validez y eficacia de los títulos para volver a posicionarse, ahora de modo sexuado.

Podría suponerse que el “fantasma de la realidad ordinaria” del que habla Lacan en 1974, se ve conmocionado en la pubertad, por cuanto debe poner a prueba o reinscribir sus términos algebraicos: el sujeto barrado y el a. Esta puesta a prueba de la conformación del fantasma de la infancia, tras el segundo despertar sexual, requiere, como sucedió en el primer despertar, de otro que espeje al sujeto, para dar lugar a la constitución no sólo simbólica sino también imaginaria. De allí la importancia del grupo de pares, escuela, clubes, juegos en red, y toda actividad simbólica que convoque al púber en relación al Otro y los otros. En el lazo social se da la posibilidad de poner a prueba el fantasma, por cuanto fantasma y lazo social van de la mano.

V

El advenimiento de la pubertad, como se ha explicitado, convoca un arduo trabajo subjetivo. Tras la pubertad, comienza una edad decisiva, sostiene Juan Mitre (2014). Lo decisivo está marcado por todos aquellos movimientos subjetivos que debe realizar el púber para situarse como uno entre los otros. Este resultado del trabajo subjetivo de la pubertad, es decir, poder situarse como uno entre los otros, también es abordado por Lacan en El despertar de la primavera (1974). Allí, puede leerse: “Queda el hecho de que un hombre se hace El hombre al situarse a partir de el Uno-entre-otros, al incluirse entre sus semejantes.” (1974/2010, p. 111). Frente al agujero en lo Real, nadie zafa según plantea Lacan. Porque el agujero en lo Real es estructural.

Justamente ese es el punto de interés que detiene la mirada de Lacan: ocuparse de ese asunto del que ningún sujeto púber zafa, e intentar comprender estructuralmente qué sucede o cuáles son las posibilidades de cada quien. De la tragedia de Frank Wedekind, Lacan extrae la historia de dos de los personajes centrales, Melchor y Mauricio, quienes representan posiciones o salidas bien distintas frente al despertar de la primavera. Por cuanto Mauricio se exceptúa en el más allá, como desanudando deseo y goce, y quitándose la vida; mientras que Melchor, de la mano del hombre enmascarado, personaje que aparece al final de la obra, se cuenta como uno entre los otros, para continuar viviendo.

VI

Frente a lo real del despertar sexual, Mauricio no logra anudar deseo y goce, y queda atrapado por lo mortífero del goce. Por su parte, Melchor encuentra su semblante en el hombre enmascarado, quien no sólo lo salva de las garras de Mauricio, sino que le ofrece un nombre para situarse como Uno-entre-otros. Como dice Freud en al acta de la Sociedad Psicoanalítica de Viena referida al Despertar de la primavera: “en los personajes de Mauricio y el Hombre Enmascarado son visibles las dos corrientes que se disputan en el alma de Melchor, quien se encuentra tentado, a la vez, por la muerte y la vida respectivamente” (1907/2017, p. 113).

El hombre enmascarado es un hombre, pero no se sabe quién es, es decir, quién está tras la máscara. Máscara que a su vez es un rostro de mujer. En todo caso, darse un nombre propio tras la pubertad, por estructura tiene algo de mascarada. El sujeto, se ubica frente al agujero en lo Real que deja al descubierto la irrupción de la sexualidad (lugar vacío de significantes), con el velo de la máscara.

Cita interesante, hacia el final del prólogo que escribe Lacan, para destacar, entre otras cosas, cómo se produce el pasaje de la sexualidad infantil a la sexualidad adulta. La perversión, entendida como el modo de funcionamiento de la sexualidad en la infancia, puede abandonarse tras la pubertad en la posibilidad de hacer una versión del padre (Père-version en francés), que ubique al sujeto en posición masculina o femenina entre los otros semejantes en el lazo social. El agujero en lo Real que deja al descubierto el despertar sexual, reclama al sujeto alguna estrategia o mascarada, algún velo o pantalla, entre el sujeto y el objeto a. Si se puede anudar deseo y goce, este último puede acotarse, y así continuar el púber del lado de la vida, como Melchor en la obra de Wedekind. Mauricio, por su parte, al no poder anudar el deseo al goce, se suicida.

VII

La tragedia se resuelve, quizás, en la posibilidad de realizar un nuevo trabajo subjetivo, que enhebre las inconsistencias del sujeto y del objeto, para encontrar algo inédito en relación al Otro y con los otros.

Si efectivamente crecer implica modificar los lazos sociales existentes hasta la llegada de la pubertad, vuelve a afirmarse la idea de que no puede pensarse al púber si no es en relación al Otro.

En este sentido, no podrá sopesarse el trabajo subjetivo en la pubertad, si no se hace en referencia al Otro y sus significantes, representado por el grupo de pares, el mundo de los adultos, la escuela y las demás instituciones sociales. El sujeto púber está en relación a los significantes del Otro y en relación a lo Real. A partir de los significantes disponibles del Otro, que constituyen una trama simbólica e imaginaria, el púber podrá realizar un trabajo subjetivo que posibilite ubicarse frente al agujero en lo Real que encuentra con el segundo despertar sexual.

Ahora bien, si algo caracteriza lo Real, como se ha estudiado, es su carácter de repetitivo y fijo. Por cuanto el agujero en lo Real, que queda al descubierto con el despertar sexual en la pubertad, insiste, para que el sujeto produzca algo que le permita posicionarse.

Puede considerarse que esta insistencia del agujero en lo Real, acecha al sujeto púber, lo pone en la vía de un difícil trabajo. Trabajo de elaboración y tramitación, frente a algo que conmociona al sujeto.

VIII

Según se ha investigado, el trabajo subjetivo, se orienta hacia una producción que puede realizar el púber, para posicionarse de modo sexuado frente al agujero en lo Real. Esa producción sería la constitución del fantasma de la realidad ordinaria. Constitución que, a su vez, está más cerca de una estabilización o verificación, a partir del fantasma de la infancia, que de un momento originario. Es decir, en la pubertad, deseo y goce, pueden reorganizarse a partir de un material preexistente que se conecta lógicamente: la infancia del sujeto.

El sujeto púber, frente al empuje sexual que deja al descubierto un agujero en lo Real, dispone de unos títulos o letras de cambio, gestados en la infancia, que ahora se ponen a prueba. Lo real del sexo y la muerte, reclaman el pago con esos títulos, para conseguir una posición respecto del agujero. Por cierto, hay quienes lo logran y quienes no; de ello depende seguir en escena, en la escena de la vida, o salir de ella.

IX

Ese interrogante justamente, por qué algunos púberes van hacia la vida mientras que otros no, se pudo explorar con el estudio de la tragedia de Wedekind, que se tomó como caso en la investigación.

¿Qué hace que Melchor continúe con la vida, mientras que Mauricio no? ¿Cómo puede explicarse psicoanalíticamente esa diferencia? Se considera, que la diferencia está dada por el trabajo subjetivo que cada púber puede realizar. Entre esos trabajos, se incluyen: la posibilidad de constitución del fantasma de la realidad ordinaria, contar con una trama significante por parte del Otro, disponer de semblantes de los que asirse para poner distancia con lo mortífero del goce.

Puede sostenerse, habida cuenta de este recorrido, que el trabajo que realiza cada púber frente al agujero en lo Real, determina alcanzar o no una posición sexuada, poder incluirse como uno o una más entre los otros, hacer lazo social y, de ese modo, continuar con la vida.

Esta investigación propuso, al comienzo, una anticipación de sentido. Aquella anticipación de sentido, decía que la constitución del fantasma de la realidad ordinaria, posibilita al púber hacer lazo social, para continuar bordeando el agujero que produce la sexualidad y ubicarse del lado de la vida. Debiera corregirse lo siguiente: la sexualidad no produce, sino que deja al descubierto, descubre, el agujero estructural en lo Real. La producción es del sujeto, y tiene que ver, en este caso, con la constitución del fantasma de la realidad ordinaria. Es efectivamente esa producción del sujeto, la que aferra a la vida, a través del lazo con los otros.

La articulación entre despertar sexual y trabajo subjetivo en la pubertad, ha servido no sólo para avanzar en la comprensión psicoanalítica de esa edad, punto de viraje, que aleja la niñez y orienta hacia la adultez. Ha permitido, también, abrir nuevos interrogantes. Entre ellos, puede mencionarse: ¿qué lugar toca al mundo de los adultos, para propiciar el trabajo subjetivo en la pubertad? ¿Cómo repensar el lugar de la escuela y la educación a partir de la noción de trabajo subjetivo? ¿Cómo influyen los discursos de la época, en la posibilidad de llevar a cabo un trabajo subjetivo por parte de los púberes? ¿Cuáles son las posibilidades que ofrece la cultura contemporánea para hacer lazo?

Finalmente, otra pregunta puede quedar planteada a partir de este estudio y articulación teóricas: ¿cómo pensar y concebir una psicopatología puberal y de las adolescencias desde las nociones trabajadas? Considerar una especificidad en el trabajo subjetivo del púber y del adolescente, reafirma la tesis de la ineludible especificidad que guarda consigo una comprensión de problemáticas psicopatológicas en la pubertad y la adolescencia.

 

Referencias bibliográficas.

Amigo, S. (1999) Clínica de los fracasos del fantasma. Rosario, Homo Sapiens ediciones, 2001.

Federn, P. (1974) Las reuniones de los miércoles. Actas de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Tomo I: 1906-1908. Buenos Aires, Nueva Visión, 1979.

Freud, S. (1905) Tres ensayos de teoría sexual. Buenos Aires, Amorrortu, 2012.

Lacan, J. (1974) El despertar de la primavera. Buenos Aires, Manantial, 2010.

Mitre, J. (2014). La adolescencia: esa edad decisiva. Una perspectiva clínica desde el psicoanálisis lacaniano. Buenos Aires, Grama Ediciones.

Wainsztein, S. y Millán, E. (2000) Adolescencia. Una lectura psicoanalítica. Buenos Aires, El megáfono ediciones.

Wedekind, F. (1891) El despertar de la primavera. Tragedia infantil. Buenos Aires, Letra Viva, 2017.

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