Los duelos según Freud

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Este escrito surge a partir del interés sobre la temática del duelo desde la perspectiva del psicoanálisis freudiano. En un principio, la intención era desarrollar el duelo a partir del concepto de pulsión. Sorpresivamente, la perspectiva del trabajo cambió al encontrarme con una carta que Sigmund Freud contesta a Ludwig Binswanger a propósito del fallecimiento del hijo de este. En la misma, Freud, que no hacía tanto tiempo había vivido en carne propia la muerte de su hija Sophie y de su nieto preferido, le responde que “Aunque sabemos que después de una pérdida así el estado agudo de pena va aminorándose gradualmente, también nos damos cuenta de que continuaremos inconsolables y que nunca encontraremos con qué rellenar adecuadamente el hueco, pues aún en el caso de que llegara a cubrirse totalmente, se habría convertido en algo distinto. Así debe ser. Es el único modo de perpetuar los amores a los que no deseamos renunciar” (1929).

Esta versión acerca de la conclusión de un duelo abre indefectiblemente ciertos interrogantes acerca del sustituto con relación a lo que previamente había descrito en su obra: ¿Hay realmente un sustituto para todo objeto perdido? ¿Qué implicaciones tendría para una estructura neurótica la conclusión de un duelo mediante el “relleno” de ese hueco que Freud menciona en su carta a Binswanger? ¿Es este el único camino por el cual se concluye un duelo?

En Duelo y Melancolía (1917), advierte: “El duelo, es por regla general, la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc.” (p.241)., dejando en evidencia que el sujeto podrá atravesar un proceso de duelo en tanto su subjetividad se vea alterada por una pérdida. Explica también que el duelo no es un estado patológico, a pesar de las múltiples desviaciones de la conducta normal de la vida que se pueden observar en el sujeto en el transcurso de este proceso. Podemos deducir entonces que, así como los objetos amados son propios de la singularidad de cada sujeto, también lo será el duelo. Según Freud, el trabajo de duelo comienza cuando el examen de realidad muestra que el objeto amado no existe más y, a partir de allí, es necesario comenzar una serie de operaciones que permitan retirar toda libido de sus enlaces con ese objeto perdido. Describe que esta tarea no puede ejecutarse instantáneamente, se realiza pieza por pieza, implicando un enorme gasto de tiempo y de energía de investidura, absorbiendo al yo por completo mientras dure la misma. Mientras tanto, la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Durante el duelo, el sujeto experimenta una pérdida de interés en el mundo exterior, que se vuelve “pobre y vacío”, y en los objetos que lo componen, en tanto no estén relacionados con el objeto perdido. Esta inhibición y falta de interés que el yo experimenta, se verían disipadas una vez que se completa el trabajo del duelo habiendo retirado toda investidura del objeto perdido y el yo disponga libremente de su libido para investir nuevos objetos, un sustituto al que perdió.

A la hora de leer esta primera aproximación que realiza acerca de la noción de duelo, no puede dejar de ser tenido en cuenta aquello que se pierde en la traducción del alemán al español en los tiempos actuales. En el texto original, el autor se refiere al mismo como un trabajo y no como un proceso (prozess/vorgang/prozedur). Trauerarbeit es una palabra germana compuesta por Trauer -dolor, aflicción, luto- y Arbeit -trabajo, labor, tarea- que se traduce, literalmente, como “trabajo de duelo”. Aquí se nos presenta la dimensión económica del dolor de la pérdida y, entonces, podemos entender que esta elección en la nomenclatura tampoco es casual. Un proceso, entendido como un conjunto de fases sucesivas de un fenómeno, está implícito en el trabajo, como una serie de actividades a realizar con el objetivo de alcanzar una meta, donde se gana y/o se pierde algo. Entonces, en el trabajo de duelo, queda establecido que aquello que el Yo pierde es, por un lado, el objeto amado en lo real, a la vez que una cantidad significativa de tiempo y energía para recuperar la libido que investía los enlaces con el mismo y poder disponer de ella nuevamente. ¿Pero qué se gana? Se gana la pérdida.

En “La transitoriedad” (1916), Freud adelanta que “vemos que la libido se aferra a sus objetos y no quiere abandonar los perdidos, aunque el sustituto ya esté aguardando. Eso, entonces, es el duelo.” Y procede a explicar cómo esta capacidad de amar que ha quedado libre tras la pérdida de los objetos investidos que han perecido en la guerra, puede volver temporalmente al yo o bien, tomar otros objetos como sustitutos. En ese contexto, dice, “no es maravilla que nuestra libido, así empobrecida de objetos, haya investido con intensidad tanto mayor a lo que nos ha quedado, ni que hayan crecido de súbito el amor a la Patria, la ternura hacia nuestros allegados y el orgullo por lo que tenemos en común”. Quizás en esta frase, radica el antecedente de la ganancia de la pérdida. Es a partir de la pérdida del objeto amado que instaura el trabajo de duelo, que el sujeto puede incorporar las identificaciones con la pérdida al Yo. El autor cierra este escrito, de manera poética, manifestando “lo construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido, y quizás sobre un fundamento más sólido y más duraderamente que antes”.

Con relación a la hipótesis de que lo que se gana es la pérdida, ubicamos como antecedente de este “hueco a rellenar” que Freud menciona, la definición de ombligo del sueño desarrollada en La Interpretación de los Sueños (1900). Este último resultará un puntapié para desarrollar el concepto de represión primaria del que luego se servirá para explicar el acto fundacional del aparato psíquico. El ombligo del sueño se plantea como un límite a la interpretación por ser un punto donde se detienen las asociaciones posibles que el sujeto puede realizar, un espacio psíquico donde se engendra el deseo mismo. En la misma línea, sobre la concepción de objeto perdido en Freud, podemos definirlo como la huella mnémica de una vivencia de satisfacción original, intrínsecamente perdido, insustituible e inalcanzable. Partiendo de este supuesto, es que podemos pensar en todos los demás objetos parciales de la pulsión planteados por el autor como instrumentos de satisfacción -siempre parcial- del deseo como sustitutos de ese objeto perdido original.

Es preciso introducir, en función del concepto del ombligo del sueño, el acto fundacional del aparato psíquico que Freud introduce en su texto “La Represión” (1915). Supone una represión primordial donde a una agencia representante psíquica de la pulsión se le deniega la admisión en lo consciente, estableciéndose una fijación en tanto punto que persiste inmutable, al cual la pulsión continúa ligada. En paralelo a este texto, publica “Lo inconsciente” (1915), donde da cuenta de la dimensión dinámica y económica del mismo y explica su relación con la represión. Aquí nos dice “El psicoanálisis nos ha enseñado que la esencia del proceso de la represión no consiste en cancelar, en aniquilar una representación representante de la pulsión, sino en impedirle que devenga consciente”. Y explica de “qué manera la representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del inconsciente”. Ese acto constitutivo del sujeto plantea la subsistencia de esas mociones inconcebibles para el Yo en un lugar originario del inconsciente como tal, quedando fijada la representación del representante, continuando con su organización dentro de él, formando retoños a partir de lo reprimido y anudando conexiones”. Ahora bien: Teniendo en cuenta que la agencia representante que fue reprimida en ese proceso denominado represión primaria permanecerá en el psiquismo inmutable, y que la pulsión continuará ligada a ella, el supuesto de que no habrá sustituto para los objetos perdidos, en tanto entren en consonancia con elementos del orden de lo constitutivo del sujeto, toma otra dimensión y ofrece tanto respuestas, como nuevos interrogantes. El sujeto, simplemente por estructura, no podrá reemplazar aquellos objetos de amor que hayan formado parte de los mecanismos iniciales mediante los cuales se estructuró su aparato psíquico.

La noción del ombligo del sueño, que ofrece una vía para pensar la cuestión de la pérdida como un agujero necesario para tejer el entramado de representaciones que formarán parte de la trama onírica. De la misma manera, es a partir del agujero que deja la pérdida que el sujeto puede tejer un entramado simbólico que le permita continuar con la existencia en la realidad, a pesar de la falta del objeto perdido. Este presupuesto tal vez responda a uno de los interrogantes que Freud deja abiertos en “Duelo y Melancolía” (1917[1915]) respecto de la caracterización económica del dolor sentido ante la pérdida. En tanto ese objeto entre en consonancia con la agencia representante reprimida primordialmente, y, por ende, con las figuras edípicas que suscitaron mociones pulsionales parricidas e incestuosas, que se puede pensar a la vivencia del duelo como una reelaboración de la angustia de castración.

Tomando la metáfora del hongo y su micelio, así como también las teorizaciones freudianas sobre el objeto perdido, se entiende que es a partir de este agujero que contiene lo no-conocido, lo que carece de significación, que el sujeto teje el entramado de representaciones que constituirán su aparato psíquico. De la misma manera, es pertinente plantear que, si el examen de realidad devuelve lo insustituible del objeto perdido en la realidad, volveremos a construirlo en el plano simbólico. Hay quienes hallan una construcción lo suficientemente fuerte en las respuestas religiosas ante la pérdida, hay quienes construyen con recuerdos, canciones, señales. Será entonces el tejido simbólico que el sujeto logre construir a partir de ese hueco lo que determine la culminación, o no, de un proceso de duelo. No es realmente un reemplazo de un objeto por su sustituto, sino más bien la construcción de una representación a partir del objeto perdido. Deberá ser una construcción que permita al Yo seguir existiendo en torno a la misma, disponiendo de la libido nuevamente. La subjetivación de la pérdida entonces puede pensarse como un más allá del trabajo del duelo.

A partir del recorrido por la obra freudiana, el escrito permitió dar cuenta de dos momentos de Freud con relación al duelo. Su propio recorrido frente a las grandes pérdidas que debió atravesar, siendo la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, las muertes de su propia hija y su nieto un punto de referencia clave para la elaboración de este escrito, se distingue un cambio de posicionamiento respecto a la cuestión del sustituto para el objeto perdido y su relación con la finalización de un trabajo de duelo. En un primer momento, Freud teoriza que la conclusión de un duelo se dará cuando el sujeto vuelva a disponer de la libido para investir a un sustituto del objeto perdido. Luego, el autor manifiesta que, si bien la angustia y el estado de pena aminoran, hay amores a los que no se desea renunciar. E incluso advierte que, aún si se encontrase con qué llenar el hueco que la pérdida del objeto dejó, ya no sería lo mismo. A partir de esto, podemos pensar un segundo momento donde la libido en el trabajo de duelo estará entonces consumida por el trabajo simbólico que representa tejer un nuevo entramado en torno a la falta y no en rellenar el hueco que ella dejó.

Es justamente la dialéctica entre “falta” y “pérdida” lo que permite pensar en estos dos momentos freudianos frente al duelo y donde la hipótesis formulada acerca de la ganancia en la pérdida para el sujeto encuentra su marco referencial en las nociones del ombligo del sueño y la represión primaria como antecedentes de dicho desarrollo, que remite a una pérdida estructural.

 

Bibliografía

Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños (Primera parte), en Obras completas, vol. IV. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.

Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños (Segunda parte), en Obras completas, vol. V. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual, en Obras completas. Tomo VI. Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1915). La represión, en Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.

Freud, S. (1915). Lo Inconsciente, en Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires Amorrortu, 2017.

Freud, S. (1917 [1915]). Duelo y melancolía, en Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.

Freud, S. (1916 [1915]). La transitoriedad, en Obras Completas, vol. XIV. Buenos Aires: Amorrortu, 2017.

Freud, S. Epistolario 1873-1939. Barcelona: Plaza & Janés, 1972.

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