La frecuente indicación de realizar actividad física se fundamenta en que, a partir de esta conducta saludable, se pueden disminuir factores de riesgo de mortalidad y alcanzar mejoras en la calidad de vida y bienestar de las personas, independientemente de la edad del individuo. Los esfuerzos para que más personas adhieran a un estilo de vida más activo se reafirman globalmente año tras año, a medida que la acumulación de conocimiento crece y sustenta sus beneficios. Con este artículo se propone presentar el desarrollo de un programa grupal basado en la Teoría de la Autodeterminación y el Modelo Transteórico para motivar a los individuos a ser más activos y mejorar su salud psicológica.
Muchas enfermedades o problemáticas actuales en salud están estrechamente asociadas a factores de riesgo comportamentales modificables, como por ejemplo el consumo de alcohol, la alimentación inadecuada, la inactividad física y el tabaquismo. Las conductas humanas se encuentran dentro del campo de estudio de la psicología y, entre ellas, la insuficiente actividad física resulta ser un factor que contribuye con la morbilidad aumentando entre un 20% y 30% el riesgo de desarrollar algunas patologías que hoy son las principales causantes de muerte, como la diabetes, hipertensión y cardiopatías (World Health Organization [WHO], 2022).
En el año 2019 se realizó la cuarta Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, llevada adelante desde el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Argentina, en donde se estimó que más de un 44% de nuestra población no es lo suficientemente activa. Si bien el dato muestra una mejoría respecto a las encuestas anteriores, aún son significativamente altas en comparación a los parámetros mundiales que rondan el 20%. Ese mismo año, desde el Observatorio de Psicología Social Aplicada (OPSA) se realizó un informe sobre el estado de salud mental de la población argentina con una muestra de 1401 participantes alrededor de todo el país (Etchevers et al., 2019). En ese informe, se halló que las conductas saludables se asociaron a menores niveles de sintomatología psicológica y rasgos patológicos de la personalidad y, que aproximadamente tres cuartas partes de los participantes no realizaban ningún tipo de actividad física/deportiva.
El foco en esta problemática, en sintonía con las crisis económicas, ha traído como consecuencia un incremento en el número de estudios realizados desde diferentes áreas de la salud para echar luz sobre el interrogante: ¿cómo lograr cambios a nivel comportamental respecto a diversos hábitos saludables de forma eficiente y duradera, incluyendo a la actividad física? (Michie et al., 2009, 2021; Teychene et al., 2020; White et al., 2017). Gracias a ello, es que actualmente se conocen estrategias e intervenciones con apoyo empírico que resultan útiles para promover la actividad física en diferentes poblaciones (NICE, 2014; Michie et al., 2021). No obstante, muchos de los profesionales de la salud mental en la Argentina tienen un sesgo en su formación hacia la prestación de psicoterapia individual en desmedro de otros abordajes orientados a la prevención y promoción de la salud (Vigo et al., 2018). Por esta razón, en el ámbito clínico es poco habitual que se incluya a la inactividad física como objetivo terapéutico. Esto es llamativo, ya que, por ejemplo, la última actualización de la guía clínica para la depresión en adultos del National Institute for health and Care Excellence (NICE, 2022) incluyó, entre sus principales recomendaciones para el abordaje de depresiones leves, la prescripción del ejercicio físico en modalidad grupal.
Es posible que muchos de nosotros hayamos escuchado por parte de familiares, amistades, colegas, e incluso pacientes, frases como “el médico me indicó hacer más ejercicio”, “me dijeron que comience a hacer actividad física” o “tengo que moverme más”. Entonces, ¿qué ocurre que no tomamos un rol más activo y comprometido con esto? Parte de este descuido en el ámbito clínico podría deberse a la escasa formación de los psicólogos con respecto a los beneficios de la AF sobre la salud mental, así como también de los posibles efectos adversos de su realización en poblaciones con ciertas patologías, como por ejemplo los trastornos alimentarios.
Contamos con información suficiente para asegurar que llevar una vida activa de forma regular, conlleva una multiplicidad de ventajas en varios niveles. Un dato interesante se encuentra en las últimas guías y lineamientos para la actividad física y el comportamiento sedentario de la OMS, en donde se concluye que los beneficios de hacer actividad física superan a los potenciales daños, y que muchos de estos podrían manejarse si se realiza un aumento gradual del ejercicio (Bull et al., 2020). En particular, respecto a los beneficios psicológicos de realizar actividad física, las principales ventajas se han encontrado en el aumento del bienestar psicológico; las mejoras en la regulación del estado de ánimo; la colaboración en disminuir y/o prevenir síntomas de depresión y ansiedad, así como síntomas de trastornos relacionados al estrés; y la mejora del desempeño cognitivo (González Insua et al., 2020; Kandola et al., 2018; Schuch et al., 2018; Stubbs et al., 2017). Además, quienes mantienen un estilo de vida más activo perciben una mejor calidad de vida, particularmente en cuanto a su salud (Powell et al., 2018).
Pese a tener registro de estos beneficios, aún existe un gris de conocimiento en términos de si todo nivel de actividad física es igual de saludable para todas las personas. Siguiendo las recomendaciones de la OMS, cualquier actividad siempre será mejor que ninguna, sin embargo, para los profesionales de salud es complejo hacer de esa recomendación general una indicación concreta orientada a la individualidad del paciente. Por este motivo, otra de las razones para explicar la falta de consideración de la prescripción de la actividad física por parte de los psicólogos clínicos podría ser la limitada formación teórica y técnica en cuanto a cómo prescribir esta conducta saludable de forma confiable, para facilitar la adherencia y asegurar su mantenimiento en el largo plazo (Katz y Koutsovitis, 2021).
El presente trabajo tiene como objetivo difundir el desarrollo de un programa de intervención grupal basado en la Teoría de la Autodeterminación y el Modelo Transteórico para motivar a individuos sanos a ser más activos y mejorar su salud psicológica.
Desarrollo de MAFyS
El desarrollo del programa MAFyS -acrónimo para Motivación, Actividad Física y Salud- se enmarca en el proyecto de tesis de Doctorado de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires titulado: “Motivación hacia la actividad física, Calidad de Vida y Salud Mental: Diseño y evaluación de una intervención orientada a adultos para la promoción y prevención en salud”, dirigido por el Dr. Cristian J. Garay.
El objetivo principal de este proyecto es diseñar y evaluar una intervención para incrementar y mantener la motivación hacia un estilo de vida más activo en población adulta sana. Para el diseño del programa se tomaron los fundamentos de dos teorías motivacionales con gran consenso entre profesionales y validación a nivel global que son: la teoría de la autodeterminación (TAD; Deci y Ryan, 1985) y el modelo transteórico orientado a la actividad física (Marcus y Simkin, 1994). Ambas teorías cuentan con apoyo empírico para favorecer la motivación y el cambio de conductas saludables.
Basado en los pilares de esas teorías, se llevó a cabo un diseño preliminar de MAFyS que implicó una duración de 12 semanas incluyendo 3 encuentros grupales virtuales sincrónicos con una frecuencia mensual. En conjunto, se realizaron seguimientos semanales y asesorías virtuales asincrónicas a lo largo del programa. Durante los encuentros sincrónicos, se trabajaron diferentes temáticas vinculadas a los beneficios -mediatos e inmediatos- de incluir a la actividad física como estilo de vida; cómo planificar y sortear obstáculos frecuentes a la hora de iniciar con ese cambio comportamental; y cómo mantener la motivación.
El pilotaje del programa MAFyS se llevó adelante entre marzo y junio de 2022, con el fin de evaluar el nivel de aceptación del programa y generar las adaptaciones pertinentes en vistas de una futura prueba experimental. Para evaluar los efectos y la respuesta al diseño preliminar del mismo se tomaron medidas basales, pre-intervención, durante la intervención y al mes de finalizado el programa. Se utilizaron diferentes instrumentos de medición en función de la variable medida. La motivación hacia la actividad física se midió a través de la adaptación española del Cuestionario de Regulación de la Conducta en el Ejercicio en su tercera versión ([BREQ-3]; González-Cutre, Sicilia y Fernández, 2010); el riesgo psicopatológico mediante el Inventario de Síntomas ([SCL-27]; Hardt et al., 2004); la sintomatología ansiosa con el Inventario de Ansiedad Estado-Rasgo ([STAI]; Leibovich de Figueroa, 1991); los síntomas depresivos a través del Inventario de Depresión de Beck en su segunda versión adaptada a la argentina ([BDI-II]; Brenlla & Rodríguez, 2005); la calidad de vida utilizando la escala EuroQol de cinco dimensiones ([EQ-5D]; Augustovski et al., 2009) y el Inventario de Calidad de Vida Percibida ([ICV]; Mikulic, 2007); y, por último, para el nivel de AF se incluyó una medida de autorreporte con el Cuestionario Internacional de Actividad Física ([IPAQ]; Craig et al., 2003) y una medida más objetiva a través del uso de la aplicación móvil Google Fit ®, que utiliza información proveniente de los sensores que vienen incorporados en los teléfonos con sistema Android: acelerómetros, giroscopios y sistemas de posicionamiento global (GPS) para registrar diariamente la actividad física.
Participaron 16 personas, con una edad media de 38,56 y una tasa de abandono de 25%. Además de las medidas cuantitativas mencionadas previamente, al finalizar la intervención se encuestó a los participantes para explorar la validez ecológica, en términos de registrar la percepción por parte de los usuarios respecto a la utilidad y satisfacción con la propuesta.
Los resultados fueron alentadores en las principales variables evaluadas, con tendencias particularmente prometedoras en relación con los niveles de motivación y el bienestar psicológico comparando las medidas al inicio y luego de haber participado de MAFyS. Además, de la encuesta realizada, la totalidad de los participantes refirieron estar satisfechos con las estrategias y métodos utilizados en el programa y aseguran que se lo recomendarían a otras personas.
Discusión
El objetivo de este artículo es difundir los desarrollos iniciales -realizados en el marco de una tesis de doctorado de la Facultad de Psicología de la UBA- sobre el programa MAFyS de prevención y promoción de la salud. Si bien aún este programa se encuentra en fase de desarrollo, cabe destacar que no se registran al momento otros programas o protocolos locales para favorecer la motivación hacia el hábito de la actividad física que estén siendo sometidos a evaluación empírica.
Existen abordajes hacia la promoción de conductas y estilos de vida saludables que ubican el foco de trabajo en los factores psicológicos que median esos cambios. Estos abordajes han sido estudiados y, en lo que refiere a la compleja conducta de la actividad física, se muestran útiles (Biddle y Mutrie, 2007; Michie et al., 2021). Por este motivo, y debido a la escasez de trabajos y políticas desarrolladas en países de bajos recursos (Klepac Pogrmilovic et al., 2018), resulta relevante a nivel clínico que en la población local se avance sobre estas problemáticas que involucran a la salud de forma íntegra.
La Argentina es un país en donde los abordajes psicológicos con apoyo empírico son de difícil acceso por su limitada oferta y sus altos costos. Sumado a eso, para muchas personas la idea de realizar un tratamiento para la salud mental resulta estigmatizante. La psicología hacia la prevención y promoción de la salud se vuelve fundamental en el contexto socio-económico actual, permitiendo disminuir costos en lo que respecta a los tratamientos en salud pública.
Con el desarrollo de MAFyS, se espera generar una intervención que presente un abordaje preventivo más ecológico de la salud mental, con un menor nivel de estigma y una buena relación costo-beneficio para aquellas personas que quieran mejorar hábitos sedentarios, y alcanzar un mayor bienestar psicológico.
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