En este escrito me propuse pensar la articulación entre la urgencia subjetiva y la tragedia de Antígona a partir de la lectura que hace Lacan en el seminario sobre la Ética. ¿Cómo se entrecruzan deseo, ética y urgencia subjetiva? ¿Qué nos puede aportar la lectura de esta tragedia para ubicar la relación entre el deseo, lo insoportable y el acto? ¿Qué podemos tomar desde esta perspectiva el espacio de entre-dos-muertes que Lacan articula para el deseo como condición absoluta? Así como Diotima le enseñó a Sócrates las cosas del amor, Antígona, otra mujer, nos muestra los avatares de la ética.
Hace algunos años me desempeño como docente de la práctica profesional Clínica de la Urgencia, en nuestra querida UBA, cuya titular es la Dra. Inés Sotelo. Ella ha elaborado junto a su equipo de trabajo la puesta en forma más profunda sobre cómo pensar la urgencia desde el psicoanálisis: la urgencia subjetiva, los modos de intervención, considerada tanto desde el rigor teórico como desde la praxis clínica, y su inserción en la salud pública: cómo pensar y actuar ante el espanto que tomó a uno por uno.
Esto último nos sitúa en el terreno de la ética. A partir de esto, intentaré una articulación con Antígona de Sófocles, siguiendo la lectura que hace Lacan de esta tragedia en el seminario 7, La Ética del Psicoanálisis.
Adelanto que serán muchos los caminos que podrían seguirse de este cruce. La formulación sobre el deseo en Lacan abarcar toda su obra, y sabemos va siendo elaborada desde distintos marcos conceptuales, que no vamos a incluir aquí.
Urgencia.
En primer lugar, presento brevemente algunas consideraciones acerca de cómo plantea Inés Sotelo la urgencia y la urgencia subjetiva. “El Dr. Jacques Lacan sostenía que la urgencia es lo imposible de soportar para un sujeto a que ya nada divierte (Leguil, 1987). Freud llamaba a este instante de ruptura con la siguiente aparición de fenómenos psíquicos: “quiebre de la homeostasis”; se ha roto el equilibrio que sostenía la vida, las relaciones con los otros, con el propio cuerpo, con el trabajo, con los lazos amorosos y familiares.
Esta ruptura guía al sujeto por diversos caminos: desde el mutismo o aislamiento hasta la impulsividad, senderos que pueden conducirlo a actos desesperados que en muchas ocasiones podrían poner en riesgo su vida o la de terceros.” (Sotelo, 2015, pág. 67)
“Se llama “urgencia subjetiva a la que aparece en aquellos casos en que la misma compromete al sujeto quien tiene una percepción íntima de que eso le concierne” (Sotelo, 2015, pág. 65).
Filosofía.
En segundo lugar, pasando al terreno de la filosofía, recordemos la definición de tragedia que plantea Aristóteles en la Poética: “La tragedia es pues la imitación de una acción elevada y completa, que posee una medida; (…) actuando y no por medio de la narración, y que a través de la conmiseración y el temor, produce la purificación de esos afectos” (Aristóteles, 2009, pág. 43-4).
Seminario 7 de la Ética, Lacan.
En tercer lugar, Lacan en este seminario cuestiona la función de lo bello en relación con lo que enfoca como la mira del deseo. Para dar cuenta de ello, hace una lectura de la tragedia de Antígona, cuyos protagonistas centrales son como sabemos, Antígona y Creonte.
Es a este último quien Lacan señala como el héroe que pasa de la dicha a la desdicha por el error trágico, la hamartía[1]. Creonte, en su primer edicto político - prohíbe que se le dé sepultura a Polinice, traidor y enemigo de la patria, ya que no se puede tratar de igual manera a quienes la defendieron que a quienes la atacaron – sobrepasa las leyes no escritas de la Dike[2], traspasa un límite. Busca el bien de todos, hacer lo correcto en una situación en que esto no puede hacerse y al tal fin aplica una ley sin límites.
El espectáculo trágico es para Lacan el mejor reflejo que nos muestra “la objeción de que el bien no podría reinar sobre todo sin que apareciese un exceso real” (Lacan, 2005, pág. 310). Este límite, afirma que “es esencial situarlo para que surja en él, por reflexión, cierto fenómeno que, en una primera aproximación, llamé el fenómeno de lo bello, y es lo que comencé a definir como el límite de la segunda muerte.” (Lacan, 2009, pág. 312) -volveremos sobre esto último más adelante-.
Un más allá, una trasgresión. Nos recuerda como el crimen está en el horizonte de la investigación freudiana, al quedar ubicado en la genealogía del deseo, de la instauración de la ley por el asesinato original del padre de la horda.
Pasemos ahora a Antígona.
Es importante ubicar esta tragedia en su contexto originario. Ella, la heroína, se torna atopos, y a diferencia de Ismene, no ocupa el lugar de mujer en su mundo. La joven de linaje real, cuyo camino de realización era un buen matrimonio (hija de Edipo, iba a desposarse con Hemón el heredero al trono), ante el horizonte abierto para ella de la fertilidad y la vida, rechaza el intercambio social para sostener lo intrafamiliar: prefiere a su hermano muerto que a la vida, opta por su propia muerte. Este punto tiene gran relevancia, ya que ella justifica su acción en tanto ubica a su hermano como irremplazable. En un segmento de la tragedia, sus últimos diálogos antes de ser llevada a la que será su tumba, nos die: “Ya hora Polinices, por ocultar tu cuerpo consigo semejante trato. Pero yo te honré debidamente en opinión de los sensatos. Pues nunca, ni aunque hubiera sido madre de hijos, ni aunque mi esposo muerto se estuviera corrompiendo, hubiera tomado sobre mí esta tarea en contra de los ciudadanos. ¿En virtud de que principio hablo así? Si un esposo se muere, otro podría tener, y un hijo de otro hombre si hubiera perdido uno, pero cuando el padre y la madre están ocultos en el Hades, no podría jamás nacer un hermano”. (Sófocles, 2006, pág. 170).
Él (mi hermano), será un traidor, todo lo que quieran, pero es lo que es. Y a esta posición inquebrantable es a la que se fija Antígona. Ella rechaza todo lo demás, y representa por su posición ese límite radical, que mantiene el valor único del ser de su hermano al darle sepultura. Y el valor del ser, según lo enseña aquí Lacan, es el del lenguaje. “No es otra cosa más que el corte que instaura en la vida del hombre la presencia misma del lenguaje” (Lacan, 2005, pág.335).
Esta muchacha, hecha más para el amor que para el odio, a diferencia de Creonte quien incurre en la hamartía, desarrolla el centro de su drama en la Ate[3]. Palabra irreemplazable (como su hermano) que “designa el límite que la vida humana no podría atravesar mucho tiempo” (Lacan, 2005, pág. 315).
Articulación
Es aquí que se podría ubicar su urgencia: “Tienen ustedes aquí el punto en que llegó – literalmente no puede más-. Su vida no vale la pena ser vivida. Vive en la memoria del drama intolerable de aquel que ha surgido esa cepa que acaba de terminar de anonadarse bajo la figura de sus dos hermanos. Vive en el hogar de Creonte, sometida a su ley, y esto es lo que no puede soportar” (Lacan, 2005, pág. 315). Esto explica su resolución, afirmada desde el inicio de la obra. Rechaza a Ismene con crueldad y desprecio, no muestra compasión ni temor.
En la tragedia griega, los personajes tienen razón y están equivocados a la vez. La ética de éstos no permite saber si lo que hacen está bien o mal. Esto último es el territorio de la vida, en cambio la tragedia se despliega en el espacio que Lacan ubica como el de entre-dos-muertes. Ese espacio que va desde la primera muerte, esa decisión radical que culminará en la segunda, la muerte real. En esta frontera, que la pensamos no como una línea sino como una zona entre la vida y la muerte es donde se encuentra Antígona, es el territorio de lo trágico.
Posteriormente en el seminario 8, Lacan indicará que la atopía del deseo, la que no encaja en ninguna parte, esa pureza tópica “designa el punto central en nuestra topología, el espacio del entre-dos-muertes se encuentra en estado puro y vacía el lugar del deseo como tal.” (Lacan, 2004, pág. 124).
A fin de retomar la hipótesis inicial de este trabajo, creemos que podemos a través de Antígona, encontrar un cruce entre la urgencia subjetiva y esta versión del deseo que implica una ética.
Antígona “…lleva hasta el límite la realización de lo que se puede llamar el deseo puro, el puro y simple deseo de muerte como tal. Ella encarna ese deseo.
Reflexionen bien en ello- ¿qué ocurre con su deseo? ¿No debe ser el deseo del Otro y conectarse con el deseo de la madre? El deseo de la madre, el texto alude a él, es el origen de todo. El deseo de la madre es a la vez el deseo fundador de toda la estructura, el que da a luz a esos retoños únicos, Eteocles, Polinices, Antígona, Ismena, pero es el mismo tiempo un deseo criminal. Volvemos a encontrar ahí el origen de la tragedia y el humanismo, una impasse semejante a la de Hamlet, y cosa singular, más radical. Ninguna mediación es aquí posible, salvo ese deseo, su carácter radicalmente destructivo. (…) No hay nadie para asumir el crimen y la validez del crimen, excepto Antígona.” (Lacan, 2005, pág. 339).
Antígona nos muestra cómo atraviesa lo insoportable, su acto ante el encuentro con el desamparo en que la deja la decisión de Creonte. Y vimos que Lacan toma esta tragedia para dar cuenta de la ética que implica al deseo.
Sería entonces este deseo puro llevado hasta el final que la tragedia nos muestra lo imposible de soportar para un sujeto al que ya nada divierte. Allí es posible ubicar estas coordenadas: rechazo, irreemplazable, puro, desamparo, muerte, sin compasión ni temor.
¿Qué lugar sería posible ofrecer como analistas ante este modo de pensar la urgencia? Tal vez, ni tiranos, ni mártires, alojando desde la escucha otros caminos posibles.
Bibliografía
- Aristóteles. Poética. Buenos Aires, Colihue, 2009.
- Lacan, J. (1957) El Seminario de Jacques Lacan. Libro 6, El deseo y su interpretación. Buenos Aires, Paidós, 2014.
- Lacan, J. (1957) El Seminario de Jacques Lacan. Libro 7, La Ética del Psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 2005.
- Lacan, J. (1957) El Seminario de Jacques Lacan. Libro 8, La Transferencia. Buenos Aires, Paidós, 2004.
- Sófocles. Tragedias. Antígona. Madrid, Editorial Gredos, 1982.
- Sotelo, Inés. “DATUS. Dispositivo Analítico para Tratamiento de Urgencias Subjetivas”. Buenos Aires: Grama Ediciones. 2015.
- Sotelo, Inés. “Clínica de la Urgencia”. JVE Editores. Buenos Aires. 2007.
[1] [1] Hamartia (en griego antiguo: άμαρτία) es un término usado en la Poética de Aristóteles, que se traduce usualmente como "error trágico", defecto, fallo o pecado. Es el error fatal en que incurre el "héroe trágico" que intenta "hacer lo correcto" en una situación en la que lo correcto simplemente no puede hacerse. Es a través de la hamartia que el público experimenta la catarsis.
[2] Diké1 (en griego antiguo Δίκη Díkê, ‘justicia’) es, en la mitología griega, la personificación de la justicia en el mundo humano. Dike vigilaba actos de los hombres y se acercaba al trono de Zeus con lamentos cada vez que un juez violaba la justicia.4 Era la enemiga de todas las falsedades, y la protectora de la sabia administración de la justicia.
[3] [3] En la mitología griega, Ate (en griego antiguo, Ἄτη: ‘ruina’, ‘insensatez’, ‘engaño’) era la diosa de la fatalidad, personificación de las acciones irreflexivas y sus consecuencias. Típicamente se hacía referencia a los errores cometidos tanto por mortales como por dioses, normalmente debido a su hibris o exceso de orgullo, que los llevaban a la perdición o la muerte.