“Por tanto, el que imagine que es destruido lo que odia, estará gozoso”.
Baruch Spinoza[1]
La cancelación es un fenómeno actual que produce sufrimiento; por lo tanto, interroga y genera resonancias en la vida de las personas. El psicoanálisis como praxis se encuentra con la “cultura de la cancelación”, que surge a partir de las llamadas redes sociales. Para poder pensar este problema, situaré desde algunos de los conceptos principales del psicoanálisis, que son: represión, inconsciente y pulsión, los fundamentos de la segregación donde la cancelación sería uno de sus modos, con la intención de poder dialogar también con otros campos disciplinarios de una manera que no sea solamente descriptiva.
- ¿Qué entendemos por cultura de la cancelación?
La llamada “cultura de la cancelación” surge a partir de las llamadas redes sociales. Se utilizó en sus comienzos para referirse a personas vinculadas entre sí de manera virtual, en donde se retira el apoyo, que puede ser laboral, moral, financiero, social y/o digital.
La particularidad es que se reemplaza la prueba por la creencia. De todos modos, cabe interrogarse a partir de la última versión de la Inteligencia Artificial, cuáles serían los efectos en las pruebas históricamente utilizadas, si se puede copiar una imagen o voz de una persona sin que sea posible su distinción.
Además se comienzan a utilizar los términos “bloquear” y “eliminar” para referirse al fenómeno de la cancelación.
-Recorrido en Freud del término “segregación”
El concepto de pulsión divide aguas y determina un campo disciplinar con lógica propia que es el psicoanálisis.
Freud en Pulsiones y sus destinos, sitúa un tipo de segregación constitutiva para el sujeto, en tanto el yo expulsa lo que siente como hostil, que es lo displacentero, que previamente fue parte propia, y que luego es repelida, en tanto “el mundo exterior se le descompone en una parte de placer que él ha incorporado y en un resto que le es ajeno. Y del yo propio ha segregado un componente que arroja al mundo exterior y siente como hostil”.[2]
En el mismo texto, Freud concluye que el odio es más antiguo que el amor, porque “brota de la repulsa primordial que el yo narcisista opone en el comienzo al mundo exterior prodigador de estímulos”.[3]
Lo que Freud plantea es que, en la constitución misma del sujeto, se presenta lo hostil como extraño y lo vive como una parte extranjera que le asigna al otro; a un otro que presenta características de extranjero, y por esa razón se lo rechaza, se lo aparta o en caso extremo se lo extermina.
Por lo tanto, es constitutivo en el ser humano pretender excluir en el otro lo rechazado en el propio sujeto.
En Introducción del narcisismo asevera que en la línea libidinal que va desde el autoerotismo hasta la elección de objeto, se necesita de un nuevo acto psíquico para la constitución del yo; además es condición necesaria para que se desplace la libido al otro.
En consecuencia, no podemos pensar a la cultura como una modalidad de lazo social sin el necesario pasaje del narcisismo a la relación de objeto; para lo cual tiene que estar constituido el yo. Esto implica que si ese movimiento no acontece, se imposibilita la relación con el otro.
-La cultura y su malestar
En Psicología de las masas y análisis del yo, (1921) Freud estima que toda psicología individual es al mismo tiempo social, ya que no se puede prescindir de ella para constituirnos como sujetos. El otro es designado como modelo auxiliar, pero también como enemigo.
El otro auxiliar es diferente de la masa. Ésta última sería un grupo de pertenencia, pueblo, institución, linaje o casta. Al decir de Freud “una comunidad organizada en forma de masa durante cierto lapso y para determinado fin.”[4]
Freud cita a Le Bon, quien plantea que en la masa lo heterogéneo se disipa en lo homogéneo, aunque no dé cuenta de los factores que producen la alteración de lo singular.
Además, las masas se unen bajo un influjo que se manifiesta como fascinación y allí se puede leer a la hipnosis.
En la formación de la masa se refuerza el lugar de las imágenes, donde queda suspendido el juicio crítico que es reemplazado por el libre fantaseo, guiado mayormente por el inconsciente. El problema es que aquí se puede poner en riesgo la propia existencia como consecuencia de perder los límites propios, las inhibiciones y del sometimiento-consagración a un ideal. “La masa es impulsiva, voluble y excitable. Es guiada casi con exclusividad por lo inconsciente. Los impulsos a los que obedece pueden ser, según las circunstancias, nobles o crueles, heroicos o cobardes; pero, en cualquier caso, son tan imperiosos que nunca se impone lo personal, ni siquiera el interés de la autoconservación (…) La masa es influíble y crédula: es acrítica, lo improbable no existe para ella. Piensa por imágenes que se evocan asociativamente unas a otras, tal como sobrevienen al individuo en los estados de libre fantaseo; ninguna instancia racional mide su acuerdo con la realidad (…). Al reunirse los individuos de la masa desaparecen todas las inhibiciones y son llamados a una libre satisfacción pulsional todos los instintos crueles”[5]
El punto clave, es que Freud plantea que la conformación de la masa se sostiene por una identificación recíproca con una comunidad. “Ya columbramos que la ligazón recíproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase (mediante una importante comunidad afectiva), y podemos conjeturar que esa comunidad reside en el modo de la ligazón con el conductor. Otra vislumbre nos dirá que estamos muy lejos de haber agotado el problema de la identificación”[6]
Freud piensa el comportamiento del individuo dentro de la masa frente al conductor; y solo diferencia a la hipnosis de la formación de masas por el número; y del enamoramiento por la ausencia de la aspiración sexual. Lo que le resulta interesante son las relaciones que pueden llegar a ser duraderas siendo de meta sexual inhibida.
Freud también describe que los fenómenos sugestivos que se evidencian en la conformación de la masa se pueden pensar en relación con el mito de la horda primordial, en donde el conductor queda en la línea del padre primordial: “la masa quiere siempre ser gobernada por un poder irrestricto, tiene un ansia extrema de autoridad: según la expresión de Le Bon, sed de sometimiento. El padre primordial es el ideal de la masa, que gobierna al yo en reemplazo del ideal del yo.”[7]
En consecuencia, la masa se constituye respecto de un ideal que le da cohesión, pero al mismo tiempo toma forma segregándose de ese ideal. Por lo tanto, la segregación es también constitutiva de la masa.
Entonces, la segregación está ligada al concepto de identificación respecto de la relación con el líder, razón por la cual quedan excluidos aquellos que no se identifican con el líder. Al mismo tiempo lo que causa la cohesión de la masa está en relación con la hipnosis, lo que implica la suspensión del pensamiento crítico.
Desde la etimología, el término “segregación” tiene la misma raíz que “gregario”: “grex, gregis”, que en latín quiere decir rebaño. En este sentido, “segregado” es quedar por fuera del rebaño. De ahí podemos pensar que el formar parte de una masa es un fenómeno afín a la suspensión del pensamiento crítico, y que puede dar lugar a la hostilidad hacia lo que queda por fuera.
Freud señala dos operaciones para la conformación de la masa: el lugar de un ideal que conforma al grupo, y -al mismo tiempo- la conformación de un enemigo degradado y hostilizado.
Esta suerte de exclusión puede promover a la violencia, lo que implica la desaparición concreta o simbólica del otro rival y amenazante.
Cuando se asocia la segregación al odio en una sociedad, no solo aparta o excluye a un semejante, sino además se intenta causar su aniquilación. Por lo tanto, la cancelación es una cara de la segregación-exclusión, en donde a la segregación constitutiva se suma el segregacionismo propio de una masa.
-Lo actual y lo contemporáneo. ¿Tolerancia de las diferencias?
Freud denomina “temas de actualidad” a “De guerra y muerte” (1915) y afirma que: “el individuo que no se ha convertido en combatiente- y por lo tanto en una partícula de la gigantesca maquinaria de guerra- se siente confundido en su orientación e inhibido en su productividad”.[8]
Freud, sostiene en el texto que, para no quedar inhibido y desorientado, hay que estar a la altura del contexto histórico, y que en la guerra el lugar es el de combatiente, posibilitado por la presencia de la muerte como amenaza.
Además, las nociones de enemigo y extranjero, y su distinción, dependen de las coordenadas sociales y singulares, y para que no se confundan, es necesaria la tolerancia hacia las diferencias: “‘extranjero’ y ‘enemigo’ ya no podrían confundirse en un solo concepto, como aún ocurría en la Antigüedad clásica”[9] ; aunque lo primitivo convive en el hombre en la sociedad culta, en ese punto no hay progreso ninguno; “lo anímico primitivo es imperecedero en el sentido más pleno”. [10]
“Tolerar” significa llevar con paciencia la capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse, idea que está lejana de “aceptar”, es soportar que el otro es otro, aunque asegura sin dudar que “erramos juzgando a los hombres mejores de lo que en realidad son” [11]
Jacques-Alain Miller en Extimidad, (2010) plantea que la tolerancia al goce del Otro, sustrae al sujeto del propio goce: “la cuestión de la tolerancia o la intolerancia no alcanza en absoluto al sujeto de la ciencia o a los Derechos del Hombre. El asunto se ubica en otro nivel, que es el de la tolerancia o la intolerancia al goce de Otro, en la medida en que es esencialmente aquel que me sustrae el mío”.[12]
Miller sostiene en este curso que vivimos en la actualidad el retorno de la segregación, que realiza el imperialismo moderno, con su vuelta en el interior de las ciudades a las consecuencias del colonialismo europeo.
Así mismo, el discurso de la ciencia no es ajeno a la segregación, porque promulga la universalización que produce efectos sobre la singularidad de las personas, aunque no da cuenta del modo de goce de cada uno, y ese es el límite de la ciencia.
Lacan, en la Proposición del 9 de octubre, con contundencia plantea: “Nuestro porvenir de mercados comunes será balanceado por la extensión cada vez más dura de los procesos de segregación”.[13]
Esto es efecto del discurso de la ciencia porque promueve la universalización, situación que tiene efecto en cada una de las personas, ya que la ciencia elabora lo real bajo el modo universal.
Miller diferencia la agresividad que consiste en apuntar a lo real en el Otro -a lo que denomina racismo- respecto del odio con los otros.
Como conclusión, hay modos renovados de segregación y que son aún más inflexibles que los anteriores. Sin embargo, el fenómeno de las redes sociales tiene también la particularidad de otorgar una voz a personas o colectivos que en otro tiempo no la hubieran tenido. El problema estaría en la regulación de ese “poder” ya que no necesita de evidencias, porque se sostiene principalmente en las creencias, y sin regulación puede ser una nueva modalidad de “eliminación sin sangre”.
Bibliografía
Freud, S., (1955[1912-1913]) Tótem y tabú, en Obras Completas, Vol. XIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986
-------------- (1915) Pulsiones y destinos de pulsión, en Obras Completas, Vol. XIV, Amorrortu Ediciones, Buenos Aires, 1992
-------------- (1914) Introducción del narcisismo, en Obras Completas, Vol XIV, Amorrortu Ediciones, Buenos Aires, 1992
-------------(1915): “De guerra y muerte. Temas de actualidad, Punto II: Nuestra actitud hacia la muerte”, en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989
--------------(1920) Más allá del principio del placer en Obras Completas, Vol, XVIII, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1986”
--------------“Psicología de las masas y análisis del Yo” en Obras Completas, Vol. XVIII, Amorrortu Ediciones, Buenos Aires, 1986
--------------(1930[1929]) “El malestar en la cultura” en Obras Completas, Vol. XXI, Amorrortu Ediciones, Buenos Aires, 1988
Lacan, J., (1967) “Proposición del 9 de octubre de 1967” sobre el psicoanalista de la Escuela, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012
Miller, J-A Extimidad. Paidós Editores. Buenos Aires 2011
Spinoza, Baruch: Ética, España, Ed. Sarpe, 1984
[1] Spinoza, Baruch: Ética, España, Ed. Sarpe, 1984, p.140
[2] Freud S., “Pulsiones y destinos de la pulsión” (1915) en Obras completas. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires 1992 p.130
[3] Ibidem p.133
[4] Freud, S., El malestar en la cultura (1930 [1929]) Vol. XXI. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires 1988, p.68
[5] Ibidem p74-75
[6] El malestar en la cultura (1930 [1929]) Vol. XXI. Amorrortu Ediciones, Buenos Aires 1988, p. 101-102
[7] Ibidem p. 121
[8] De guerra y muerte. Temas de actualidad, Punto II: Nuestra actitud hacia la muerte (1915), en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989 p.277
[9] Ibidem p.278
[10] De guerra y muerte. Temas de actualidad, Punto II: Nuestra actitud hacia la muerte (1915), en Obras Completas, vol. XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1989 p.287
[11] Ibidem p. 284
[12] Miller, J-A Extimidad. Paidós Editores. Buenos Aires 2011p.55
[13] Lacan, J., (1967) “Proposición del 9 de octubre de 1967” sobre el psicoanalista de la Escuela, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2012 p.22