En este artículo se pretende reflexionar acerca de los desafios metodológicos que se imponen hoy dentro del campo de la evaluación psicológica de personas en situacion de discapacidad, mediante la presentación de la experiencia de intervención comunitaria realizada durante los años 2023 y 2024 por el equipo de evaluación psicológica que se desempeña en el marco del dispositivo UBA en Acción.
En las últimas décadas se evidencia dentro del campo de investigación de nuestra disciplina, a nivel global, un marcado interés por incluir el estudio de las interrelaciones recíprocas entre el medio ambiente natural, cultural y el individuo. Este cambio de paradigma tambien propició una reconceptualización de las variables incluidas en la evaluación psicológica (Sandoval, 2020).
La evaluación psicológica es una disciplina de la psicología aplicada que constituye un campo heterogéneo, debido a que los constructos psicológicos son variables latentes que se operacionalizan mediante indicadores de conducta detectados a través de diferentes pruebas (Martínez Arias, 1995; Cronbach, 1972). Por otro lado, la evaluación implica, más allá de la aplicación de los instrumentos, un esfuerzo de integración de la información recopilada, que dé respuesta al objetivo en base a una interpretación de los resultados (Fernández Ballesteros, 2008), que tenga en cuenta los aspectos idiosincráticos e individualizados del sujeto evaluado. En este sentido, la evaluación implica una integración entre aspectos nomotéticos e ideográficos.
Los paradigmas decimonónicos, propios del modelo médico positivista, resultaron insuficientes para la comprensión de lo que ocurre en las relaciones de los seres humanos y su entorno. Para estudiar estas relaciones se arribó a una perspectiva superadora que abarca y sintetiza las contradicciones y tensiones, problematiza la diferencia y abandona las concepciones lineales y la visión de las disciplinas como compartimentos estancos. La psicología, como disciplina del campo de lo social, ha tratado de incorporar esta nueva mirada hacia la comprensión de las personas en tanto seres biopsicosociales. (Bronfenbrenner, 1968).
En base a esto, se adopta una nueva mirada de la realidad, una transformación del modo de evaluar y diagnosticar hacia un enfoque mas integrador. Este enfoque ecológico-social que impregna los nuevos desarrollos en psicologia aplicada, puntualmente dentro de la evaluacion psicologica y en el campo de la investigación, se inscribe en una perspectiva transaccional según la cual los niños, adolescentes y adultos construyen activamente su subjetividad mediatizados por su contexto socio-cultural.
Asimismo, este modelo ecológico impregna las concepciones del saber médico, instaurando cambios conceptuales muy importantes que derivan en la construcción de nuevas conceptualizaciones acerca de lo que significa la situación de discapacidad, definida como “limitaciones en las actividades diarias y restricciones en la participación, que se originan en una deficiencia (por ejemplo para ver, oír, caminar, agarrar objetos, entender, aprender, etc.) y que afectan a una persona en forma permanente para desenvolverse en su vida cotidiana dentro de su entorno físico y social (por ejemplo, en la educación, en la recreación, en el trabajo, etc.)” (OPS, 2002; INDEC, 2010).
El modelo social de la discapacidad considera a esta situacion como un problema de inclusión social y, en este sentido, la discapacidad no es un atributo de la persona, sino un entramado multifactorial de variables creadas por el ambiente social. (OMS, 2001).
Nuestra realidad se integra por un entramado múltiple de fenómenos económicos, psicológicos, biológicos, políticos y sociales, y la subjetividad que allí se inscribe, se construye en la interseccion de todos estos factores subjetivantes. En este sentido, el sujeto es entendido como una categoría ontológica y situada, reconociendo la producción social de la subjetividad, y se define a las personas en situacion de discapacidad como un producto sociohistórico y “no como un problema de salud ni una cuestión individual, sino reconociéndose como un proceso social en el que interfieren distintos sujetos atravesados por interrelaciones” (Pérez Ramírez, 2014: 65).
En el marco del dispositivo UBA en Acción, que tuvo lugar en barrios pertenecientes a contextos vulnerables de CABA, durante los años 2023 y 2024, se llevaron adelante tareas de evaluación de niños y adolescentes que eran derivados al dispositivo por pediatras y médicos tratantes o, en otros casos, por maestros, debido a dificultades escolares, para establecer o descartar un diagnóstico de discapacidad intelectual, y en segunda instancia, poder brindar un informe de devolución que sirviera para tramitar el CUD (Certificado Unico de Discapacidad).
En el transcurso de esta intervención, se relevaron numerosos casos de niños y adolescentes, en los cuales la evaluación de las habilidades cognitivas y de la capacidad intelectual arrojaba resultados que se encontraban por debajo de lo esperable para su grupo normativo. Los casos que fueron evaluados por el equipo, presentaron un desempeño cognitivo inferior a lo esperable para la edad. No obstante, se trataba de niños y adolescentes que podían desenvolverse adecuadamente en el dominio social y practico, razón por la cual estos resultados no se ajustaban a un diagnóstico de discapacidad intelectual.
Esto produjo interrogantes dentro del equipo de evaluadores, acerca de cómo integrar, en el diagnóstico, la informacion cualitativa proveniente de las entrevistas a padres e informantes clave, datos de la observación y variables relacionadas con el contexto de inserción de los evaluados, conjuntamente con los datos que arrojaban los instrumentos de medición.
El problema de la integración de los aspectos cualitativos y cuantitativos en la síntesis de los datos, provocó numerosas reflexiones acerca de la validez ecológica de los tests que actualmente se utilizan en la evaluación de estos grupos etarios pertenecientes a contextos vulnerables. Desde la óptica del equipo, prevaleció la mirada que asocia la evaluación a pautas éticas, que se inscriben en el marco de un enfoque de derechos, buscando atender a variables que eran propias del contexto de vulnerabilidad psicosocial de los evaluados, y colocando especial cuidado para no caer en acciones que resulten iatrogénicas, tutelares y medicalizadas.
Al considerar la temática de la vulnerabilidad psicosocial, no solo es importante definirla en relación a los factores materiales (de precariedad de vivienda, de falta de ingreso mensual familiar), sino además, en sentido psicológico, en términos de cómo impactan la falta de estudios alcanzados y las ocupaciones precarias e inestables de los padres, y las dificultades de la dinámica familiar en el desarrollo cognitivo y social del niño.
El aumento de la desigualdad económica y social, que genera cada vez un mayor numero de personas excluidas del sistema productivo, implica una situación alarmante que afecta cada vez más profundamente la producción de subjetividades, entendiendo al cuerpo social como ente formador de sujetos.
El contexto sociocultural en el que se desenvuelve un niño ejerce una enorme influencia en el desarrollo subjetivo. Los efectos de la pobreza sobre la producción de subjetividades y el desarrollo psicológico impactan provocando una disminución de las potencialidades que se pueden alcanzar a nivel cognitivo y socioafectivo, perpetuando condiciones de vulnerabilidad social que obstruyen el pleno acceso al empleo futuro en estas personas, manteniendo la maquinaria que supone un círculo vicioso de exclusión social, discapacidad y pobreza (OPS, 2002, 2005).
En este sentido, la literatura científica hoy brinda numerosas investigaciones que afirman, de manera concluyente, que la mayoría de los casos de discapacidad se adquieren después del nacimiento y están íntimamente relacionados con situaciones de pobreza y vulnerabilidad psicosocial (las causas que han sido documentadas responden a partos donde se incurre en mala praxis médica, desnutrición, vacunación incompleta, traumatismos, enfermedades crónicas que no reciben atención médica y falta de prevención y diagnostico). Estos factores aparecen asociados con dificultades en la adquisición de pautas evolutivas del desarrollo posterior, con una consecuente disminución en el rendimiento esperable en los tests de inteligencia, dado que son pruebas que se basan en el lenguaje. En este sentido, los niños y adolescentes pertenecientes a contextos de pobreza y vulnerabilidad psicosocial evidencian menor rendimiento y ralentización en el desarrollo y adquisición de habilidades neurolingüísticas y del pensamiento simbólico, como efecto de la desnutrición, malnutrición, falta de estimulación temprana, y la privación cultural (Graz, 2003; Heitzmann, 2002).
En resumen, la evaluación psicológica depende de factores relacionados al contexto sociocultural de los evaluados, por lo tanto, los métodos de exploración que son válidos y confiables en un determinado nivel sociodemográfico pueden no ser extrapolables a otros contextos. Los evaluadores nos encontramos ante el desafío de replantearnos la funcionalidad de los métodos de evaluación de los cuales disponemos, para no forzar a los evaluados a tener que responder a instrumentos que no son lo suficientemente válidos y confiables para medir aspectos cognitivos y habilidades lingüísticas en personas pertenecientes a contextos de vulnerabilidad psicosocial (Acuña, 2021; Pantano, 2014).
Es necesario repensar la evaluación de niños en riesgo ambiental, atendiendo a un enfoque salugénico que tenga en cuenta un nivel individualizado, incluyendo métodos múltiples y diversas fuentes de información, tales como las entrevistas a informantes clave, la observación y la medición de aspectos emocionales y adaptación al contexto. La evaluación psicológica de aquellos niños pertenecientes a contextos de vulnerabilidad psicosocial constituye una intervención preventiva para poder anticipar y morigerar la aparición de dificultades psicológicas o desajuste adaptativo a posteriori y debería constituir el punto de partida para la elaboración de programas de promoción de la salud en la gestión de políticas de salud pública.
Referencias bibliográficas
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