Familias transnacionales: una mirada sistémica del proceso migratorio

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El presente artículo pretende pensar cómo se puede abordar la terapia con familias atravesadas por procesos migratorios, desde una mirada sistémica. En el mundo hay alrededor de 281 millones de migrantes (el 3,6 % de la población), según los datos de 2020 de la ONU. Hay quienes migran porque así lo desean y quienes se ven obligados a ello (crisis económica, persecución, etc.). A finales de 2019, las personas desplazadas a la fuerza eran más de 79,5 millones según ACNUR.

El contexto actual de crecientes migraciones ha dado lugar a la creación de nuevas formas de familia. Hablamos de familias transnacionales, con ventajas y desventajas tanto para el que se va como para el que se queda (Falicov, 2001). Puede tratarse de familias enteras que dejan sus países voluntariamente; familias que buscan refugio o asilo; personas que migran y se unen a nativos o a personas de otras nacionalidades para formar una nueva familia. Muchas de estas familias llegan a consulta psicológica desconociendo cómo esta situación los afecta.

El modelo sistémico puede aportar herramientas para una comprensión más acabada del proceso migratorio y cómo las familias se ven transformadas durante el mismo. Para empezar, es útil definir que un sistema es un todo organizado, que es más que la suma de las partes. Se sitúa en un orden lógico diferente al de sus componentes. Se define por sus funciones, estructura, circuitos de retroalimentación (feedback) y relaciones de interdependencia. Se entiende, entonces, a la familia como un todo organizado en el que cada miembro cumple una función y que, con sus acciones, regula las de los demás, a la vez que se ve afectado por ellas (Feixas, 2016). Implica relaciones que establecen fuentes de comunicación en base a pautas de interacción, donde la persona es una de las partes que lo compone, vinculada con la función y posición dentro del sistema.

Por lo tanto, si se considera a las familias como sistemas, que a su vez son parte de otros sistemas y que son partes de un todo, donde cada uno está interconectado con el otro, el contexto social cobra relevancia en el desarrollo humano.

Bronfrenbenner lo explica al plantear la Teoría Ecológica del Desarrollo Humano, que “consiste en el estudio científico de la acomodación mutua entre un ser humano activo, en desarrollo y las propiedades cambiantes de los entornos” (Bronfenbrenner, 1987, p. 40).

Según este autor la persona es una entidad creciente, dinámica, que va en un proceso paulatino integrándose al ambiente y transformando el medio que la rodea. Plantea la existencia de un microecosistema que marca el patrón de roles, actividades y vínculos interpersonales que la persona en desarrollo vivencia en un entorno específico con ciertas características particulares; es el entorno donde la persona puede interactuar cara a cara con otros (la casa, la escuela, el club, entre otros).  Un mesosistema que integra las interrelaciones de dos o más entornos en los que participa activamente, por ejemplo, entre la familia, el trabajo y la vida social. Y, en último lugar, el macrosistema que se refiere a las correspondencias en forma y contenido de los sistemas de menor orden que existen o podrían existir (p.44). Pueden ser valores culturales, costumbres y leyes. Dado que cada uno de los niveles contiene al otro, los principios definidos por el macrosistema tienen una influencia a lo largo de las interacciones con todos los demás sistemas.

Bronfenbrenner (1987), aporta el concepto de transición ecológica que refiere a los cambios y transiciones que ocurren en la vida de los sujetos, y los define como cambios de rol o de entorno (la llegada de un nuevo hermano, casarse, mudarse o migrar de país). Es por esto que la emigración puede pensarse como un proceso de transición ecológica (p. 26).

Para estas familias que atraviesan transiciones ecológicas migratorias, la red social de apoyo toma un lugar fundamental: es lo que podrá facilitar (o no) la integración cultural.

Citando a Sluzki (2002), la "red social significativa" ancla la óptica sistémica utilizada por la terapia familiar a las vicisitudes del entorno microsocial. En resonancia con la propuesta de Gregory Bateson, de que las fronteras del individuo no están delimitadas por su piel sino que incluyen a todo aquellos con lo que el sujeto interactúa, se puede agregar que las fronteras del sistema significativo del individuo no se limitan a la familia nuclear o extensa, sino que incluyen a todo el conjunto de vínculos interpersonales del sujeto. Este nivel intermedio de la estructura social resulta crítico para una comprensión más acabada de interacción psicosocial, de promoción del bienestar, de desarrollo de la identidad y de consolidación de los potenciales de cambio, y, complementariamente, ilumina también los procesos de adaptación constructiva y de cambio. Constituye así una instancia necesaria para desarrollar una labor clínica en el campo de la salud mental, manteniendo una óptica ecosistémica responsable.

El contexto de las migraciones nos invita a repensar el conocimiento convencional acerca de las familias. Por un lado, la mirada transnacional deja en evidencia la naturaleza cambiante de la familia y cómo los lazos familiares son modificados y vueltos a transformar en el tiempo y en el espacio (Glick & Peggy, 2004, 73). Al mismo tiempo, somos invitados a pensar las migraciones en el contexto de las familias y sus vivencias.

Según Sluzki (1979, citado en González, 2005), el proceso migratorio conlleva las siguientes etapas: preparatoria, momento de la migración, periodo de asentamiento e integración, que incluye la sobrecompensación (momentos aparentes de adaptación) y descompensación (momentos de crisis o desadaptación) y, finalmente, fenómenos transgeneracionales.

Como psicoterapeutas no podemos desconocer la complejidad de las relaciones que surgen de estos vínculos transnacionales. Requiere que adoptemos nuevas consideraciones acerca de la teoría y del tratamiento.

Celia Falicov adoptó el modelo ecológico clásico de desarrollo humano de Bronfenbrenner de 1977 al desafío de aprender a pensar culturalmente en la formación y la práctica de la terapia familiar (Falicov, 2014).

Los efectos de la inmigración pueden precipitar o agravar síntomas como depresión, ansiedad, enfermedades psicosomáticas, adicciones o problemas de conducta. Frente a esto, plantea Falicov que se vuelve indispensable que en la terapia familiar se pueda pensar ecosistémicamente. En su artículo “El trabajo con inmigrantes transnacionales: expandiendo los significados de familia, comunidad y cultura”, plantea cómo la globalización está construyendo un escenario diferente. En la actualidad, con las nuevas tecnologías de comunicación, las familias continúan conectadas, aunque menos intensamente que aquellas que comparten sus vidas “in situ”. El trabajo con migrantes requiere una buena integración de los enfoques culturales y sociopolíticos con aspectos fundacionales de la terapia familiar. Para esto desarrolló el modelo denominado MECA (Enfoque comparativo sistémico multidimensional), abordando temas relacionados con la similitud y diferencias culturales, con la exclusión o inclusión sociopolítica, en cuatro categorías generales y comparativas que son: migración/aculturación, contexto ecológico, ciclo vital familiar y organización familiar (Falicov, 2005, p.2). Dicho modelo incluye tres contextos cruciales para el trabajo con inmigrantes: el relacional, el comunitario y el sociopolítico-cultural.

La terapia familiar sistémica se enfoca en la comprensión acerca de cómo la gente se vincula y cómo se modifican las relaciones de acuerdo con el contexto. Falicov plantea algunas de las implicancias de este contexto globalizado para las familias que mantienen conexiones emocionales y económicas que traspasan las fronteras geográficas, lingüísticas, culturales y políticas. Al tenerlas en cuenta, las intervenciones terapéuticas pueden habilitar la noción de familias virtuales, valiéndose de la memoria, del idioma, sonidos, olores y recuerdos compartidos que pueden posibilitar una continuidad en la presencia psicológica de los integrantes del grupo familiar (p.3-4). Los vínculos comunitarios despliegan características únicas, tanto en espacios reales como virtuales. En ocasiones las personas migrantes se transforman en miembros a larga distancia de su comunidad virtual, manteniendo los lazos con sus comunidades de origen y como forma de lidiar con las pérdidas sociales y culturales. También es muy importante para los inmigrantes reconstruir sus redes étnicas comunitarias, ya que amortiguan la depresión por las pérdidas y las experiencias discriminatorias.

Falicov señala que la facilitación de los círculos de historias compartidas, espacios de orientación de inmigrantes experimentados a aquellos nuevos en el país, las expresiones de arte colectivo y la utilización del conocimiento local de salud y saneamiento favorecen la ubicación de las familias migrantes en el contexto comunitario (2005, p.9).

A partir de estas experiencias, los terapeutas familiares han incorporado enfoques que toman en cuenta tanto la diversidad cultural como los marcos sociopolíticos, también denominados de justicia social, a la práctica clínica (2005, p.10). En ambas posiciones la creencia de que los problemas surgen de entornos relacionales socioculturales, más que de la vida intrapsíquica, es compartida, y buscan integrar múltiples perspectivas en el abordaje clínico.

La diversidad cultural, por una parte, busca honrar las diferencias culturales, cuestionar las teorías normativas, tener una actitud de curiosidad y respeto, y encontrar soluciones culturales a los temas tratados. Se centra en las idiosincrasias de las personas migrantes, su etnia, religión, nacionalidad o ideología política. La justicia social, por otro lado, promueve la resistencia a la opresión hacia las relaciones e identidades culturales, apoya la responsabilidad e impulsa el fortalecimiento y acción social. Toma como central los efectos de las diferencias de poder, producto de las desigualdades de género, económicas y raciales; y de los factores de estrés sociopolíticos o contextuales

En palabras de Falicov estas dos formas de abordajes deben ser incorporadas en conjunto dentro de la terapia con familias transnacionales y utilizadas en toda su complejidad para poder comprender y tratar con migrantes de una manera más acertada.

Además de atender a temas concernientes a la diversidad cultural y la justicia social, una parte fundamental de la ecuación multicultural son las actitudes del terapeuta, que incorpora creencias acerca de la resiliencia individual y familiar, y apoya la acción y creatividad propia de cada uno. La terapia no debe transformarse en una forma de reduccionismo social o cultural, según el cual el género, raza o clase social del paciente explica automáticamente las creencias, actitudes y comportamientos de esa persona.

La Dra. Falicov (2001) en su artículo “Migración, pérdida ambigua y rituales” aborda el tema de las pérdidas de las familias con inmigrantes. Aquí plantea que todos los migrantes sufren de alguna forma de pérdida o duelo, y esta pérdida en la migración tiene características que la diferencian de otro tipo de pérdidas.

Aquellos migrantes por carácter transitivo, es decir, los miembros de la familia que aún no han salido del país, pero sí un familiar cercano, cuando van a consulta psicológica, muchas veces no mencionan estas pérdidas como centrales. Los terapeutas no piensan que los síntomas que presenten puedan estar relacionados con los cambios ocasionados por la partida de sus seres allegados. Sin embargo, dice Falicov que “una familia donde un hijo, una hermana o un sobrino se ha ido a un país lejano, donde la cotidianeidad está alterada, para algunas partes de la familia nuclear o para la familia trigeneracional, entra dentro de la definición de familia transcultural” (2001, p 3). Es aquí donde la autora introduce el concepto de "pérdida ambigua" propuesto por la investigadora Pauline Boss (1999), término utilizado para describir situaciones en las cuales la pérdida es confusa, incompleta, o parcial.  Nos ayuda a entender la pérdida del inmigrante (Falicov, 2001, p.1). Existen dos tipos de pérdida ambigua según Boss, por un lado, las personas que están físicamente ausentes pero presentes psicológicamente. Y por el otro, cuando un miembro de la familia está físicamente presente, pero está psicológicamente ausente. Tomando estos aportes Falicov nos invita a pensar en cómo en la migración se pueden encontrar ambos tipos de pérdida ambigua simultáneamente (p.1). Hay situaciones donde la pérdida ambigua se hace insostenible. A partir de sus observaciones clínicas, Falicov describe cinco de ellas. 1) Migraciones forzadas, coaccionadas o sin la preparación adecuada; 2) Pasajes traumáticos (distintos tipos de abusos al cruzar las fronteras); 3) Polarizaciones en la familia (un lado se identifica con querer quedarse y otro con querer irse); 4) Separaciones y reuniones; 5) Transiciones de ciclo vital (estos cambios pueden producir nuevas pérdidas ambiguas que se acumulan sobre las pérdidas de la migración).

Finalmente, la autora expone diferentes formas de afrontar las pérdidas ambiguas de la migración. La primera de estas se da a través de los rituales espontáneos (visitas, envíos de mensajes, etc). En segundo lugar los rituales de recreación, que tienen lugar en espacios étnicos y sociales; en tercer lugar rituales de la memoria, contando historias acerca del pasado. Preservando también los rituales culturales tradicionales de ciclo de vida y los rituales cotidianos, entre otros (Falicov, 2001, p.3-4). Todo esto nos lleva hacia un concepto relevante para nuestro acercamiento al trabajo con familias migrantes, que tiene que ver con la resiliencia de la familia a la pérdida ambigua. Los rituales espontáneos del inmigrante serían los intentos de abarcar la pérdida ambigua y encontrar significados en la nueva situación, recuperando lo que es posible recrear y quizá así poder mantener lo que los estudiosos de la resiliencia familiar han llamado "el sentido de coherencia" (p.5)

El conocimiento que los autores aquí citados aporta a la práctica clínica debe ser continuado por los terapeutas sistémicos con el objetivo de ajustar las herramientas de abordaje para el creciente número de familias transnacionales en este contexto de globalización y multiculturalidad.

 

Bibliografía

Bateson, G. (1998). Pasos hacia una ecología de la mente (p. 443). Lohlé Lumen.

Bronfenbrenner, U. (1987). La ecología del desarrollo humano (Vol. 21). Barcelona: Paidos.

Falicov, C. J. (2001). Latino Families in Therapy: A Guide to Multicultural Practice.

Falicov, C. (2001). Migración, pérdida ambigua y rituales. Perspectivas sistémicas, 69(2).

Falicov, C. J. (2005). Emotional transnationalism and family identities. Family Process, 44(4).

Falicov, C. J. (2011). La cultura en la terapia familiar. Nuevas variantes de un tema fundamental. Revista REDES, (25).

Feixas, G. Muñoz, D., Compañ, V. y Montesano, A. (2016). “Modelo sistémico en la intervención familiar”. Universidad de Barcelona. Recuperado http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/31584/6/Modelo_Sistemico_Enero2016.pdf

Falicov, C. J. (2014). Immigrant clients, supervisees, and supervisors.

Glick, N., Levitt, P. (2004). “Perspectivas internacionales sobre migración: conceptuar la simultaneidad”. en el marco de Migración y Desarrollo, núm. 3, semestral, 2004, pp.60-91.

González Calvo, V. (2005). El Duelo Migratorio. Revista de Trabajo Social 7(1) 77-97.

Sluzki, C. E. (2002). La red social: frontera de la práctica sistémica.

Sluzki, C. E. (1979). Migration and family conflict. Family process, 18(4), 379-390.

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