Staff
Intersecciones Psi
Revista Electrónica de la Facultad de Psicología de la UBA
Año 14 – Número 52
Septiembre 2024
Secretaria de Extensión, Cultura y Bienestar Universitario
M. Alejandra Rojas
Director General
Jorge A. Biglieri
Generación de Contenido
Pablo Fernández
Diseño
Agustina Espector
Diagramación
Alejandro Zeitlin
Colaboran en este número:
Teresita Mourlaás
María Florencia Ibarra
Bárbara Varela
Carla Bidove
Alejandra I. Lanzillotti
Natalia Alperovich
Urko Mendiberri
Diego Javier López
Editorial
Nos complace dar la bienvenida al número 52 de nuestra Revista Intersecciones Psi. Este mes de septiembre cuenta con una importante fecha, establecida por la OMS para llamar la atención sobre un problema de salud pública que preocupa a nivel mundial y sobre el cual nuestra Facultad, en tanto alberga la formación de profesionales de la salud, tiene el compromiso de difundir. La OMS estableció desde 2003, el 10 de septiembre como el “Día Mundial para la Prevención del Suicidio”, con el objetivo de centrar la atención en el problema, reducir el estigma asociado a él y crear conciencia entre las organizaciones, gobiernos y el público, dando el mensaje singular de que el suicidio puede prevenirse.
Según datos de la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio -IASP, por sus siglas en inglés-, el suicidio se encuentra entre las 20 principales causas de muerte a nivel mundial para personas de todas las edades y es responsable de más de 800 mil muertes al año, lo que equivale a un suicidio cada 40 segundos.
El lema que la OMS ha propuesto para esta edición del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, período 2024-2026, lleva por nombre "Cambiar la narrativa". Durante demasiado tiempo, el suicidio ha estado rodeado de silencio, estigma e incomprensión. Esto no solo ha impedido que se mantengan conversaciones abiertas, sino que también ha impedido que muchas personas busquen la ayuda que necesitan desesperadamente. Al estimular la puesta en palabras, llevar el tema al discurso introduciéndolo en la conversación, podemos cambiar la narrativa sobre el suicidio. Así la OMS promueve pasar de una narrativa de desesperación a una narrativa de esperanza.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) exhibe algunas cifras referidas a nuestro continente Americano. Según la OPS en 2021 100.933 personas murieron por suicidio en la Región de las Américas. Entre 2000 y 2019, la tasa de suicidio estandarizada por edad en la región aumentó en un 17%. El 79,4% de las muertes por suicidio en la Región ocurrieron entre hombres en el 2019, sin embargo, los suicidios de mujeres mostraron un aumento más pronunciado que los suicidios de hombres entre el 2000 y el 2019.
Los adultos de mediana edad (40-69 años) representan la mayor proporción de los casos (38,0%) de los suicidios en la región, seguidos por los adultos mayores (70+ años; 32,8%). En tanto, el suicidio es la tercera causa de muerte entre los jóvenes de 20 a 24 años en las Américas. La asfixia, las armas de fuego, la intoxicación con drogas y alcohol y el envenenamiento con plaguicidas y productos químicos son los cuatro métodos más utilizados para el suicidio, ya que los mismos representan el 91% de todos los empleados en suicidios en nuestro continente.
La OMS también señala que la prevención del suicidio no se ha abordado adecuadamente en muchos países debido a la falta de toma de conciencia sobre el suicidio como un importante problema de salud pública, lo que impide que la gente busque ayuda. El subregistro y la clasificación errónea son problemas más importantes en los suicidios que en otras causas de muerte, debido a su sensibilidad y a su ilegalidad en algunos países.
Con relación a los grupos de riesgo la OMS expresa que en los países de ingresos altos se ha demostrado la relación entre el suicidio y los trastornos mentales, en particular la depresión y los trastornos por consumo de alcohol, si bien el principal factor de riesgo es un intento previo de suicidio. Sin embargo, muchos casos ocurren de forma impulsiva en situaciones de crisis, cuando la persona no se siente capaz de enfrentar factores muy estresantes, como problemas económicos, conflictos de pareja y enfermedades o dolores crónicos. Además, es un hecho probado que vivir bajo guerras, desastres naturales, sufrir violencia, abusos o la pérdida de un ser querido, o sentirse aislado también son factores que pueden inducir conductas suicidas.
Algunos autores se refieren respecto al suicidio a la cuestión del contagio: “El contagio del suicidio se refiere a un fenómeno en el que un suicidio parece conducir a otros en una comunidad, una escuela o un lugar de trabajo.” (Moutier, 2023: 7) Christine Moutier (2023: 7), psiquiatra especializada en prevención del suicidio, nos habla de que “se estima que el contagio del suicidio puede ser un factor a tener en cuenta aproximadamente en el 1 al 5% de todos los suicidios de adolescentes”, ya que en el caso de niños, adolescentes y jóvenes adultos son un público muy vulnerable a los efectos de contagio que produce el suicidio.
La estigmatización, especialmente en torno a la relación difundida entre los trastornos mentales y el suicidio, disuade de buscar ayuda a muchas personas que piensan en quitarse la vida o tratan de hacerlo y, por lo tanto, les impide recibir la ayuda que necesitan. La prevención del suicidio no se ha abordado debidamente a causa de la falta de sensibilización sobre su importancia para la salud pública y del tabú existente en muchas sociedades que impide hablar abiertamente sobre este tema. Hasta la fecha, solo unos pocos países han incluido la prevención del suicidio entre las prioridades de sus políticas de salud y solo 38 han notificado que cuentan con una estrategia nacional específica de prevención.
Las diferencias entre los países en cuanto a los patrones, la evolución de las tasas y las características de los suicidios, así como los métodos utilizados, ponen de relieve la necesidad de que cada país mejore la integridad y la calidad de sus datos y la rapidez con que se obtienen. Con ese fin, se deben hacer constar los suicidios en los registros civiles y las conductas autolesivas en los registros hospitalarios, y se han de realizar estudios nacionales representativos que recopilen información sobre esas conductas notificadas por la propia persona.
En 2021 se reglamentó en nuestro país la Ley Nacional de Prevención del Suicidio (N°27.130), cuyos principales puntos son: establecer la reglamentación de la atención a personas en riesgo de suicidio y la asistencia a las familias, la capacitación profesional en la detección y atención, y el abordaje coordinado, interdisciplinario e interinstitucional de la problemática de suicidio.
En nuestra época, la violencia de género digital ha cobrado una estrecha relación con la instigación al suicidio. La Ley N°27.736, conocida como Ley Olimpia, modificó a la Ley N°26.485 (Ley de protección integral a las mujeres), incorporando la violencia digital o telemática definida como: “Toda conducta, acción u omisión en contra de las mujeres basada en su género que sea cometida, instigada o agravada, en parte o en su totalidad, con la asistencia, utilización y/o apropiación de las tecnologías de la información y la comunicación, con el objeto de causar daños físicos, psicológicos, económicos, sexuales o morales tanto en el ámbito privado como en el público a ellas o su grupo familiar, en especial conductas que atenten contra su integridad, dignidad, identidad, reputación, libertad, y contra el acceso, permanencia y desenvolvimiento en el espacio digital o que impliquen la obtención, reproducción y difusión, sin consentimiento de material digital real o editado, íntimo o de desnudez, que se le atribuya a las mujeres, o la reproducción en el espacio digital de discursos de odio misóginos y patrones estereotipados sexistas o situaciones de acoso, amenaza, extorsión, control o espionaje de la actividad virtual, accesos no autorizados a dispositivos electrónicos o cuentas en línea, robo y difusión no consentida de datos personales en la medida en que no sean conductas permitidas por la ley 25.326 y/o la que en el futuro la reemplace, o acciones que atenten contra la integridad sexual de las mujeres a través de las tecnologías de la información y la comunicación, o cualquier ciberataque que pueda surgir a futuro y que afecte los derechos protegidos los derechos protegidos en la presente ley”.
Nuestro compromiso como profesionales de la salud requiere que tomemos una responsabilidad en esta problemática, cuyos efectos a nivel de la subjetividad no solamente afecta a las personas que acometen un acto con el fin de quitarse la vida, sino también sus consecuencias se extienden a familias y a su entorno cercano, produciendo un daño psíquico que requiere su atención y puesta en palabras.