El rector de nuestra universidad, Profesor Dr. Alberto Barbieri, ha dicho que el “Programa la Universidad de Buenos Aires para el siglo XXI”, “persigue como propósito generar una contribución al estudio y reflexión sobre la situación actual de la UBA, así como las tendencias y las transformaciones en la agenda de la educación superior en las últimas décadas, de cara a los desafíos del siglo XXI” (1)
Esto implica, según mi punto de vista, abrevar en los principios fundamentales de la reforma universitaria de 1918 y actualizarlos en consonancia con la época y con la nueva realidad latinoamericana.
Con la reforma, en la UBA “se enriqueció notablemente la actividad universitaria en todas las facultades, y se hizo conciencia más general que en las etapas anteriores que el único horizonte que la universidad abría no era el estrictamente profesional” (2)
Es en esta perspectiva que brindo mi aporte a este Programa.
El capitalismo tardío del siglo XXI en el cual intentamos vivir, se presenta con un doble efecto:
- La aceleración de la caducidad de los objetos.
- La multiplicación de millones de seres desechables.
Sabemos que el mercado capitalista, requiere de la aceleración de los tiempos del circuito operativo para incrementar sus ganancias.
Los objetos de este mundo técnico, pasan a ser caducos inmediatamente de ser producidos y de crear la demanda para consumirlos.
Lo vertiginoso de la articulación inversión –producción – mercado, se ha acelerado como nunca antes.
A su vez, la oferta que crea demandas respecto a objetos cada vez más efímeros, ha dado lugar a un circuito de inversión de dinero sobre dinero, sin ningún sostén en genuinas tasas de producción.
Los gobiernos de los grandes países centrales de Occidente, han pasado a ser los “Socorristas” de los grandes bancos al borde de la quiebra, por los grandes negocios especulativos donde obtuvieron ganancias sin límites.
Debemos aquí dejar en claro, que estos gobiernos, no socorren a sus millones de desocupados, hipotecados, desclasados sumidos en la desesperación, y ahora por fin en la indignación.
En nuestro país hemos tenido un anticipo de lo que sucede en el llamado mundo desarrollado, durante los años 2001 y 2002. También fruto del carnaval especulativo de la década de los 90.
Desde una perspectiva psicoanalítica podemos decir que el capitalismo tardío, así como hace estallar los términos de la solidaridad social, degrada lo simbólico a lo imaginario, propicia el reinado de la mercancía, produce la caída de los ideales, llama al imperativo de goce sin límites, produce las figuras del cínico y el canalla, busca reemplazar las ideologías por una supuesta aptitud de gestión aséptica, que en verdad es absolutamente ideológica, produce el efecto de la imposibilidad de historización y de aptitud reflexiva, ante lo vertiginoso de la información y de la imagen coagulada, que inhibe las posibilidades asociativas.
La política se vuelve mercancía, simulacro, sin debate, ni argumentos.
Caen los velos, todo se da a ver produciendo un efecto de sugestión adormecedora.
La anestesia informativa del “Panóptico mundial”, logra que veamos con el mismo desapasionamiento una película de guerra, que una guerra verdadera en vivo y en directo.
¿Dónde y cómo poner un límite, un no, a ese goce oscuro que produce objetos y seres humanos como total y absolutamente caducos, por una voluntad sin límite, una voluntad de goce que se alimenta precisamente de una producción de desechos?.
A los más pobres, se les deja además de la carencia y la privación de objetos reales, imaginarios y simbólicos; el exceso de violencia y de drogas.
A los sectores medios de la sociedad, no se les reconoce la aptitud de ciudadanos, sino de meros consumidores de objetos cada vez más inútiles, caducos.
La falta estructural del sujeto es metamorfoseada como falla imaginaria que el mercado podría colmar.
A las clases más altas, el enriquecimiento vertiginoso y una banalización, que excluye todo criterio ético.
En la actualidad, a partir de que la interacción entre el capitalismo y la ciencia termina en la compenetración de ambos al servicio de la eficiencia en el mercado, la separación entre ciencia pura, aplicada y tecnología está al servicio de negar la interacción y retroalimentación entre ellas, sustrayendo la responsabilidad de los científicos con el modelo “ciencia martillo” (la responsabilidad sólo estanca en los que disponen política y económicamente del instrumento) ya que en verdad el aspecto práctico en la actualidad siempre está presente y por lo tanto todas esas actividades quedan comprometidas por los efectos: “implicancias para la vida social que acarrean directa o indirectamente sus productos”.
La tensión entre la libre investigación y la prohibición de ésta, no sólo se resuelve para el investigador Mario Heler en el “llenado” de los vacíos jurídicos sino que en sus palabras “la mejor situación se da cuando la dimensión ética no está resguardada sólo por alguna disposición legal (que además no puede prever todos los conflictos posibles) sino una práctica cotidiana preocupada y ocupada en la búsqueda de la moralidad”.
Considero que el circuito: superyó –renuncia– pulsión, se expresa con brutal presencia en el desencadenamiento del discurso capitalista. Lo que Zizek denomina “violencia del ello” freudiano, es acorde con la forclusión del Nombre del Padre en la cultura.
La declinación de la “imago paterna”, es correlativa de los fenómenos de “Ley de hierro” en lo social.
Podemos destacar los efectos de la lógica anunciada, en la extensión de ciertas modalidades de presentación del padecimiento subjetivo.
La disolución de la familia nuclear propia de la modernidad, adquiere otras modalidades (familias ensambladas) que sostienen la trama libidinal que le es acorde; pero también se crean “nuevas familias” donde impera la ley de hierro: Las sectas, las bandas delincuenciales y las barras bravas.
El estallido de los lazos sociales y la caída de la solidaridad como valor, promueve las figuras del cínico y del canalla.
El activismo sexual, se ha convertido en la modalidad contemporánea, de huir de la inquietud del deseo y de la afectación por el amor.
Los nuevos campos de concentración, que son las villas miserias, producen a la extrema pobreza, ya no correlacionada sólo con la carencia de los objetos necesarios para la subsistencia, sino con un exceso (drogas, armas, etc.). Un estar a solas con la pulsión de muerte sin mediación simbólica.
El incremento de la psicopatologización y psicofarmacolización de la vida cotidiana, que se ha extendido hasta la niñez, genera efectos sociales novedosos.
El ser humano vuelto mercancía, la omnipresencia de la técnica, la organización escolar (especialmente privada) desde la primera infancia, toma a los niños en función de los “gerentes” que deberán ser, anulando de hecho la niñez como tal.
Los fenómenos de segregación, fundamentalmente en los llamados países desarrollados, cobran cada vez mayor violencia social y estatal.
La devaluación de los términos del amor, son correlativos de un imperativo de goce, que promueve tomar al otro como objeto de uso.
Todo esto y mucho más que podemos enumerar, son efectos directos de lo mencionado al inicio.
El discurso capitalista, pseudodiscurso sin envés y sin corte, que rechaza la dimensión de lo imposible, promueve el imperativo de goce superyoico sin regulación, expulsando los términos de la castración.
“El discurso capitalista se caracteriza por intentar borrar la imposibilidad lógica y suturar la brecha ontológica” (Jorge Alemán).
Este discurso expresándose en una contingencia histórica, se presenta sin embargo como eterno, irremplazable, absoluto como el circuito superyó –renuncia– pulsión. Se presenta, no lo es.
Los objetos técnicos han alcanzado el cenit de la cultura contemporánea, y tratan a los sujetos como desgarrados por una división imaginaria que el objeto podría colmar.
Se trata del consumidor, no del ciudadano. La política declina de los ideales y se presenta como gestión.
Todo se da a ver, las guerras de aniquilación de los pueblos enteros para el saqueo de recursos naturales, son presentados por los medios de comunicación como un videojuego, produciendo efectos de anestesia psíquica, en el que queda atrapado en la sugestión mediática.
La técnica médica, en su orientación estética, se presenta como aquella que puede dar una identidad. Se propagandiza prometiendo que puede otorgar una identidad sexuada, como si esta existiera. Promueve la creencia que los sujetos pueden ser causa de sí mismo, y tener una certidumbre respecto de una supuesta identidad sexuada.
Se retrocede al pre-freudismo, realizando debates donde la biología decidiría la posición sexuada, y las funciones parentales y maternales.
También hallamos en el ámbito político distorsiones que generan respuestas equivocadas.
Por ejemplo, se habla de la crisis del capitalismo, cuando no ha habido tal crisis, sino la crisis de ciertos semblantes institucionales que se presentan como reguladores del mismo.
El capitalismo ha aprendido a revolucionarse permanentemente a sí mismo.
En los países subdesarrollados, algunos sectores atacan los semblantes de las instituciones, tomando a estos semblantes como meros simulacros al servicio de la explotación.
Están guiados por un odio a la democracia como lo formula Ranciere, ya que la democracia devela que se trata de un colectivo social, una comunidad articulada alrededor de una hiancia.
Querer taponar esa hiancia con algún “ser”, sea este cualquiera, implica fundamentalismo, segregación, violencia del ello.
Taponar esa hiancia, que Lacan llamó de diferentes modos: no hay relación sexual, no hay Otro del Otro, no hay metalenguaje, etc., lleva necesariamente a lo peor.
El malestar de que somos sexuados, parlantes y mortales, abre un abanico de existencia social de las diferencias imposibles de suturar.
La concepción teleológica, de que la historia tiene un sentido y éste es venturoso, de que ese sentido está asegurado de antemano. Que el tiempo de la historia, irremediablemente llevará a una forma superior de sociedad sin malestar. De que podemos saber exacta y anticipadamente ese sentido, ha llevado a enormes fracasos y sacrificios de vidas humanas.
El psicoanálisis es fundamental para poder pensar la constitución de la subjetividad, de la hiancia irreparable en el sujeto y en la sociedad. Por eso resguarda de todo totalitarismo y de todo “esencialismo”.
Así como ha estallado el orden simbólico que aún reinaba en el siglo XX, el orden natural, las tradiciones, los principios de autoridad legados de la imago paterna, la estructura familiar tal como la hemos conocido, se evapora.
El derecho al goce toma la delantera y se entroniza al yo. Los lazos que antaño eran ocultos, prohibidos, estigmatizados, hoy colman las pantallas televisivas y marcan la tendencia dela época. Nos encontramos con el porno exhibido o como espectáculo, accesible para cualquiera muy fácilmente.
Los fenómenos de adolescentización imaginaria de los padres, la desintegración del patriarcado, y ante tal amenaza, el rebote de la violencia de género.
Si a la caída del patriarcado la podemos pensar como algo muy positivo, la exaltación del goce, implica una caída de los términos del amor y el deseo.
El desafío mayor que tienen los docentes universitarios, es la cuestión de cómo producir un encuentro con los alumnos que sea fructífero, teniendo en cuenta que los primeros se han instituido como sujetos en un mundo radicalmente otro que el de los jóvenes actuales.
¿Cómo hablar su propia lengua para hacernos escuchar, sin que esto implique identificarnos al fantasma de la época?
Sostener el semblante de la época del patriarcado, o por el contrario, adquirir un simulacro de adolescente, lleva al más absoluto fracaso.
El empuje al goce de la época actual, se lleva muy mal con el deseo, y es sólo con el deseo que es posible estudiar, formarse, investigar, utilizar los recursos tecnológicos actuales para desplegar la pasión por el saber, por el desafío de la cultura, y la dignidad humana que ella implica. Como docentes, la ética del deseo debe orientarnos y en ella radica nuestra autoridad.
Esta misma ética, es la que permite articular la suficiente formación, con la sociedad que sostiene a la universidad, poniendo el saber y la investigación al servicio de las necesidades y los proyectos del pueblo, en cada momento histórico.
No quiero concluir este aporte, sin mencionar un comentario de Tuilio Halperín Donghi, respecto al golpe militar de 1930 y la cuestión de la reforma universitaria:
“La revolución del 6 de septiembre de 1930, en efecto, fue considerada bien pronto por quienes podían interpretarla más autorizadamente como una respuesta al fracaso de la experiencia democrática que en nuestro país había comenzado catorce años antes; cada vez se advertía con mayor claridad que los cambios introducidos en el ámbito universitario eran parte de esa experiencia, y eran vistos con el disfavor que acompañaba a cuanto había ocurrido en la etapa inmediatamente dejada atrás. En esta opinión no coincidían tan sólo los jefes del movimiento militar y los más influyentes entre sus asesores políticos; también podemos hallarla expresada por periódicos muy escuchados, que habían mantenido largas reservas frente al movimiento de reforma y tendían ahora a identificarlo con el puro triunfo de la demagogia en la Universidad” (3)
Este fue el “huevo de la serpiente” que alcanzó el estatuto genocida con el golpe cívico-militar de 1976. Esta lucha es continua, aunque en vez de golpes militares, se produzcan “golpes de mercado”.
(1) Presentación del “Programa la Universidad de Buenos Aires para el siglo XXI”. Prof. Dr. Alberto Barbieri.
(2) Historia de la Universidad de Buenos Aires. Tulio Halperín Donghi. Eudeba. Pág. 109.
(3) Ibíd. Pág. 117
Osvaldo Delgado es doctor en Psicología por la UBA, analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.