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El cuerpo y la neurosis obsesiva
- Viernes 02 de Agosto de 2013 16:05
- Osvaldo Delgado
Impulsos, actos, ideas
Tomar el síntoma obsesivo como eje para hablar del acontecimiento de cuerpo parece ir un poco en contra de lo que nos llama habitualmente a hacer, que es -con respecto al cuerpo- tratar el síntoma histérico. Demanda de uno que sufre de su cuerpo o de su pensamiento. Es esa cercanía que la histeria tiene con su no sé: no sé qué me pasa en el cuerpo, y en general no sé que pasa. Es la parte seria de lo que llamamos la belle indiférence, el síntoma histérico, que es un hablar con su cuerpo, que se reconoce al hablar con su cuerpo. Se podría decir también que el sujeto supuesto saber pasa en el cuerpo. De tal manera que siempre anima la curiosidad de ir a ver detrás, la o lo anima eso, y por excelencia detrás de los sujetos que pretenden saber o que pretenden poder.
Ya sabemos que hay el hecho clínico de la mostración de su falta, la propia en el semblante de pobreza, de tontería, de víctima, que en definitiva alcanza a la demostración de la falta del Otro, solo que para ello se toman mucho trabajo y, en algunas ocasiones, muchos sacrificios. Se sacrifican al Otro, al hombre que aman, a la madre que detestan, al padre que idealizan. Lo que importa es que exista un deseo para que en algún momento se sepa qué buen objeto, a veces qué complicado, puede ser ella para él.
Es un tema convocante, pero en la ocasión nos hemos propuesto ir a buscar el tema de hablar con el cuerpo en la obsesión. El cuerpo está muy presente en un análisis lacaniano y no sólo en los casos de histeria. En la comparación que venimos haciendo podemos decir que a diferencia del síntoma histérico, que suele manifestarse de los modos más expresivos, el síntoma obsesivo tiene la característica de ser mucho más discreto. Se concentra por lo general en el dominio psíquico y fundamentalmente permanece como asunto privado del sujeto. No se trata del deseo, sino de su objeto, del objeto del deseo. Suele decirse, y con razón, que en la obsesión no se produce el salto a lo corporal, típico del síntoma conversivo, y nosotros trataremos de ver esa otra dimensión más callada, más escondida, más discreta del síntoma obsesivo y cómo sí se produce el salto al cuerpo. ¿Cuáles son sus formas más típicas en la obsesión? Impulsos extraños al razonamiento habitual del sujeto, actos cuya ejecución no le proporcionan ningún placer pero de los que no puede sustraerse, de no hacerlos sobreviene la angustia. También tiene ideas fijas ajenas a su interés normal. Impulsos, actos e ideas fijas tienen en común los fenómenos de coacción, de forzamiento (Zwang).
Veamos en principio cómo las ideas obsesivas insensatas, absurdas, implican una actividad intelectual intensa que agota al sujeto, el que se siente obligado a cavilar alrededor de esas ideas como si fueran las cosas más importantes del mundo. El agotamiento subjetivo alcanza también al cuerpo, por supuesto. Lo mismo en la fuerza y el tiempo que debe contar, retirando el interés de otras cosas, para sostener las prohibiciones, renuncias y limitaciones de su libertad que se impone para luchar contra los crímenes a los que está incitado o las tentaciones que lo atormentan. Es la lucha contra los impulsos.
Finalmente, los actos obsesivos son inocentes e insignificantes y consisten en repeticiones y floreos ceremoniosos sobre las actividades más corrientes de la vida cotidiana, quizás los más necesarios como acostarse, levantarse, dormir, lavarse, caminar, los que terminan transformándose en problemas complicadísimos.
Es para nosotros del máximo interés captar cómo el significante que irrumpe en el cuerpo, que lo penetra, es el que lo mueve o lo paraliza.
Si bien decimos que lo esencial de la neurosis obsesiva pasa por sus pensamientos, veremos que eso es ciertamente limitado, ya que es acá que se nos permite captar, en su esencia, cómo el lenguaje -o para decirlo mejor la lengua- incide en el cuerpo, ya no diremos del sujeto sino del ser hablante o parlêtre. Y de allí es donde obtenemos también la cuestión de hablar con el cuerpo el tema del próximo ENAPOL.
Un goce escondido
El modelo obsesivo del síntoma es lo que Lacan privilegia en su última enseñanza, o sea que el síntoma es fundamentalmente real en la medida que resiste al decir. Y también por su duración. De allí lo que se relaciona con lo que Freud inventó como reacción terapéutica negativa. El síntoma se repite y se repite.
Cuando señala que el sujeto siempre es feliz, Lacan trata de pensar en una clínica sin conflicto, sustraer esa dimensión a pesar del sufrimiento, que por supuesto existe y que no obviamos. No lo obviamos pero privilegiamos lo real de la satisfacción. Cuando decimos una modalidad de goce, planteamos un retorno, un hecho de repetición. Lo mismo que al plantear la fijación de la libido, se trata siempre de un goce escondido o escamoteado y repetido. Siempre nos encontramos con el problema de que el síntoma es una satisfacción fuera de sentido, paradójica. ¿Cómo se cura alguien de una satisfacción?
La satisfacción y el cuerpo
El obsesivo es siervo del pensamiento.
Lo esencial que ubicamos con respecto al obsesivo es lo que Freud descubre cuando capta que su síntoma alcanza el triunfo cuando une la prohibición con la satisfacción, de modo tal que lo que fue originariamente un mandamiento defensivo o una prohibición adquieren la dimensión de satisfacción. La satisfacción sustitutiva es tan buena como la original, si pudiera llamarse así. Lo que es evidente es que para la satisfacción libidinal no importa cuál objeto, se obtiene igualmente. Freud hace cierta distinción entre la fenomenología del síntoma y su verdad, ya que la primera impone la presencia del sufrimiento, mientras que en la otra se verifica la satisfacción libidinal que el síntoma da al sujeto. Habrá que captar la relación de la satisfacción libidinal y el cuerpo.
Conocemos la cuestión de la ambivalencia típica de los obsesivos, lo que se nota en los actos en dos tiempos cuya primera parte es anulada por la segunda, es la representación de dos impulsos antitéticos de igualdad magnitud, la antítesis del amor y el odio. Es la presencia del odio la que Freud descubrió en la base de cada síntoma obsesivo, como respuesta siempre a mano para enfrentarse a los signos del deseo del Otro que no es un desierto de goce.
La unión entre la ambivalencia y el erotismo anal tiene su origen en la experiencia particular que el sujeto hace en su relación con el objeto anal. Es allí donde por primera vez puede hacer el tanteo de reconocerse en algo, en un objeto alrededor del cual gira aquello que marca su constitución, la demanda del Otro, encarnada por la madre. Es en la experiencia con ese objeto (el a no es el puro objeto sino el demandado), y es en la experiencia realizada con ese objeto en donde ha recibido una aprobación y la admiración de quien encarna al Otro, quien simultáneamente le enseña a alejarse de eso, del producto de su satisfacción. Lacan señala que allí se puede ubicar el origen de la ambivalencia obsesiva, en tanto ese objeto a es la causa de esa ambivalencia del sí y del no. También se puede ver cómo el síntoma es de mí y sin embargo no es de mí.
En el síntoma obsesivo es en donde la causa es percibida como angustiosa o sea que en él se trata del retorno de lo reprimido del deseo del Otro, de esa falta que no puede tolerarse. El obsesivo lo vela con el recurso a la demanda, que se manifiesta en su permanente necesidad de pedir autorización para sus tentativas de pasaje con el deseo. Es preciso que el Otro le demande eso. Su fantasma le permite acentuar lo imposible del desvanecimiento del sujeto de ahí su estado siempre controlante, negando el deseo del Otro. La persona experimenta que pierde el dominio de sus ideas y que está molesta por la insistencia de pensamientos bizarros, raros, extraños, e incluso de mal gusto, advierte su insistencia. Con el síntoma obsesivo el sujeto se asegura de sostener el desierto de goce en el Otro, que el goce pase a nivel del significante. O sea a más presentificación de goce, y lo sabemos, el goce se siente en el cuerpo, más proliferación de significantes.
El síntoma obsesivo demuestra de esta manera la eficacia del inconsciente que puebla al sujeto con saberes tan fatigosos como inútiles.
Fragmento de la conferencia expuesta durante las jornadas El Psicoanálisis hoy (12, 13 y 14 de junio, Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires).
Osvaldo Delgado es Doctor en Psicología de la Universidad de Buenos Aires; Profesor Regular Titular de la Cátedra I de “Psicoanálisis: Freud”, Profesor a cargo de la materia “Construcción de los Conceptos Psicoanalíticos” y Director del Programa de Actualización: “El lugar del analista y los efectos del discurso contemporáneo”, Facultad de Psicología UBA; miembro de la EOL y la AMP.
Última actualización el Martes 03 de Septiembre de 2013 16:35
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Última actualización el Lunes 16 de Abril de 2012 13:10
La música en el tratamiento de las discapacidades
- Jueves 04 de Abril de 2013 17:25
- Micaela Grandoso
En diálogo con Intersecciones Psi, el musicoterapeuta y docente de la Facultad de Psicología, Mauricio Ruiz, habló sobre la función que cumple la música en la habilitación de los derechos de las personas con discapacidad. “Hay una representación de que la discapacidad es una cuestión de vulnerabilidad e imposibilidad y que los derechos no son propios del sujeto, sino que hay otros que se los tienen que dar”, dijo Ruiz, quien aseguró que la música conecta a la persona con lo propio, con su historia personal y su identidad.
¿Cuál es el papel que juega la musicoterapia en el tratamiento de una discapacidad?
La musicoterapia tiene una amplia tradición dentro del campo de la salud: en psicosis, autismo, discapacidades intelectuales, psicomotrices, etc. Al iniciarse la carrera, en el año 1966, ya había materias que se dedicaban a la temática de la rehabilitación de personas con problemáticas sensoriales o discapacidades motrices. La aparición de la carrera en la UBA y otras universidades, se da en paralelo el surgimiento en nuestro país de las Leyes de Discapacidad. Si bien desde la musicoterapia se venía trabajando en ciertas cuestiones, éstas no estaban nominadas como discapacidad; fue tras la sanción de estas leyes que surgió más formalmente la formación en esta área para musicoterapeutas, psicólogos, etc. Todavía falta mucho por hacer, pero un gran número de estudiantes avanzados y profesionales, que comenzaron a trabajar en los noventa, tomaron esta nueva perspectiva, que tiene como principal referente a España; se trata de una mirada que no pone el énfasis en el déficit, sino en las barreras sociales y culturales.
¿Cómo se trabaja desde esta nueva perspectiva?
Se trabaja habilitando derechos y ofreciendo apoyos para salvar las desventajas que cada situación pueda requerir. Yo trabajo desde el 85 en discapacidad, cuando junto a un grupo de personas fundé el CPI (Centro de Psicoterapias Integradas), una institución dedicada a lo que se llama discapacidad psicosocial. Trabajamos con personas con psicosis residuales, a quienes las alternativas que se les ofrecían, hasta no hace mucho, resultaban ser el manicomio, las calles, o lo que muchas veces llamo "el hospital de dìa familiar", un encierro nocivo para el sujeto y su familia. En estos últimos casos, como toda respuesta, había una visita al psiquiatra una vez por semana y, a lo sumo, algún tipo de acompañamiento. Estas situaciones eran sobrellevadas por la familia hasta que el sujeto hacía una nueva crisis. Lo que vinieron a señalar las leyes referidas a la temática de discapacidad, y en especial la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, fue el cambio de pensar a la persona como portadora de alguna discapacidad que debe ser rehabilitada desde la perspectiva de un modelo médico-céntrico, a la perspectiva de derechos que ofrece el modelo social o nuevo paradigma social.
Quienes trabajamos en el área de discapacidad psicosocial, donde se ve que a consecuencia de la enfermedad mental se producen efectos discapacitantes (aislamiento, falta de circulación social, disminución de hábitos sociales, etc.), que se traducen en las serias dificultades para el lazo social, el sostenimiento de proyectos laborales, educativos, etc., lo hacemos desde una perspectiva de rehabilitación, pero con una mirada puesta en la inclusión y la integración, en el vínculo de los concurrentes con sus las familias y su medio. Es más que una cuestión meramente rehabilitante, ya que trabajamos para reaprender ciertas cuestiones de lo vincular, abarcando el medio, para una inclusión o integración más directa.
¿Qué intervenciones concretas puede realizar un musicoterapeuta para mejorar la calidad de vida de un paciente?
Desde esta perspectiva, la Musicoterapia invita a trabajar dimensiones del ser escuchado pero también el escuchar a los otros. El reconocer en las elecciones musicales o de materiales (instrumentos) las particularidades propias, gustos, intereses e historias particulares que hablan de la singularidad y de cierta identidad, pero también el reconocer esto mismo en los otros. En ese trabajo de expresión y de conexión, muchas veces con emociones particulares, se ensayan formas de coexistencia y de relación con los otros.
Otra parte, además del trabajo que aportan las distintas disciplinas que ofrecen talleres con diversas propuestas, centradas en los intereses del usuario, es el trabajo sobre el equipo y la familia, intercambiar con otras instituciones y colegas, porque es muy difícil modificar la mirada cuando se viene de la hegemonía de ciertas profesiones, que diagnostican, intervienen y deciden cursos de acción sobre la situación de las personas. Hay una parte que tiene que ver con esto y otra que tiene que ver más con lo social, lo cultural y con la falta de información, acerca de por qué a esa persona no se le habilitan sus derechos.
¿Qué piensa de la tendencia a infantilizar a las personas que tienen una discapacidad y no tener en cuenta que también son adolescentes y adultos?
Con respecto a esto te cuento una cosa. Siempre que nosotros vamos y decimos que queremos participar de alguna actividad nos dicen “¿por qué no los traen a los chicos?”, y nosotros decimos: “¿los chicos?”. Son jóvenes y adultos y viajan en transporte público. Hay una representación de que la discapacidad es una cuestión de vulnerabilidad e imposibilidad y que los derechos no son propios del sujeto, sino que hay otros que se los tienen que dar. Entonces, hay una tarea muy grande, más conceptual, de trabajar con la familia, con el medio social, al interior de las instituciones y la formación de los profesionales y también con los usuarios, en el sentido de decirles “vos tenés derechos, reclamalos”. Hay que habilitar hasta donde la persona pueda, acompañando, ayudando a que pueda sostener sus derechos. No un “yo te voy a decir lo que tenés que hacer y cómo lo tenés que hacer”, este es el cambio más importante.
¿Qué función cumple la música?
La música tiene una función cultural, social, histórica, entonces, cada persona tiene su vínculo particular con ella, que depende, por ejemplo, de su región. Recuperar la música de su historia no sólo conecta a la persona con una posibilidad de revisar, conocer, sino que tiene que ver con su identidad, forma parte de su patrimonio personal. Poder tener el derecho de desarrollarlo y darlo a conocer, que la gente lo reconozca como un producto, es algo muy importante para habilitar derechos. Se trabaja mucho, dentro de las posibilidades, con la participación y las elecciones, inclusive a descubrir las particularidades. Tiene, también, la función de un lenguaje que no sólo cuenta historias (las de la letra de la canción, del contexto sociohistorico a la que pertenece), sino que la circulación del material con otros permite reinterpretaciones, apropiaciones, y en ello describe y descubre particularidades que siempre permiten, si pueden ser reconocidas, potenciales cambios.
¿Cómo se lleva adelante la rehabilitación de personas con discapacidades adquiridas, por ejemplo, producto de un accidente cerebrovascular?
Hay mucha gente que está trabajando en el campo de discapacidad en lo que se llama neurorehabilitación, entonces, se tienen en cuenta todos los avances científicos. Se trata de la posibilidad de trabajar con música y promover que la persona se conecte con recuerdos, movimientos, posibilidades de asociación, en relación a lo que ofrece el descubrimiento de la neuroplasticidad. Esto se hace teniendo en cuenta la historia particular de cada persona: de dónde viene, qué le pasó, cuál es la limitación. En un congreso en Rosario me tocó compartir mesa con una colega que presentó un trabajo sobre neurorehabilitación en un hombre que era rugbier, que tenía una banda de música y a raíz de un golpe sufrido en la cabeza tuvo limitaciones a nivel de funcionamiento neurológico, de movimiento, Había algo que lo convocaba, pero que lo frustraba mucho, porque era músico. Por eso, es importante al momento de la rehabilitación, tener en cuenta el tipo de intervención y de propuesta que se da en cada caso, en principio, en sostenimiento de una continuidad en el tratamiento; eso hay que trabajarlo mucho con el paciente, con la familia, para que se genere cierta posibilidad de trabajo, cierta transferencia hacia el profesional. Allí hay un saber y un proyecto, en donde tanto paciente en rehabilitación como musicoterapeuta se embarcan y se comprometen. Muchos cambios y progresos en este hombre se lograron cuando declinó su posición de encierro y resignación, y gracias a la voluntad de la musicoterapeuta, que le insistía y le proponía, pese a la decepción que también se manifestaba en la familia.
¿Cuál es el aporte de la musicoterapia al campo de la discapacidad?
Lo que creo que es el aporte de la musicoterapia a este campo es que, en tanto nace del trabajo en rehabilitación con personas con traumatismos de guerra, con discapacidades provocadas por la pérdida de miembros (en esto comparte cierto recorrido con la terapia ocupacional), ofrece una alternativa distinta a sólo la palabra en el trabajo de, por ejemplo, aquellas problemáticas de la constitución subjetiva y aporta alternativas a que esos niños, jóvenes y adultos puedan hacer un recorrido, plantear algo, decir de algún modo algo que los represente o construir un espacio de intercambio con otros. En esto juega lo sonoro, pero también algo del cuerpo y el intercambio con el otro; no sólo está la música como objeto intermediario, sino la comunicación en un plano no verbal, incluso cuerpo a cuerpo, ofreciendo la posibilidad de un recorrido, desde este aislamiento y limitación a poder construir un intercambio con los otros. En la clínica de enfermedades mentales crónicas, uno ve que a veces hay establecidas ciertas cuestiones muy cerradas, y la posibilidad del plano de la creación y la expresión ofrece no sólo un reconocimiento de lo propio, sino también tener cierta plasticidad en movimientos; esto también permite descubrir otras alternativas a la respuesta absoluta de alguien que dice qué tenés que hacer, dónde tenés que estar, otra respuesta ante el “yo no puedo”. Es un ejercicio de derechos, de poder probar, jugar, intercambiar con otros. En esa zona trabaja un musicoterapeuta.
¿Cómo es el intercambio con otras disciplinas?
El intercambio es bueno, es de aprendizaje y colaboración. Especialmente porque la temática de discapacidad plantea situaciones de mucha dificultad, entonces hay que trabajar mucho en y con los equipos, para fortalecer y entender por qué uno está empastado en cierta posición o en cierta mirada acerca de los grupos, los pacientes y las familias. Es bueno que haya otros que proponen otras cosas, que facilitan acciones, continuidades o cambios. Siempre algún otro nos rescata de ciertas posiciones, o ayuda a que nos actualicemos en distintos temas.
¿Cuál es la respuesta de las familias ante un tratamiento?
Nosotros hacemos reuniones multifamiliares mensuales porque las temáticas de las familias son importantes. Los familiares a veces están muy desgastados, frustrados. Las familias responden, algunos con continuidades y otros con discontinuidades, que también tienen que ver con las mejorías o desmejoras del familiar y con tener que conectarse con temáticas muy presentes; uno ve que un tema puntual moviliza de cierta manera al familiar, entonces éste se ausenta una o dos reuniones.
¿Cómo ve la formación hoy del musicoterapeuta?
Si bien los que están en el ámbito de trabajo de la discapacidad van aprendiendo, por experiencia propia e intercambio en los equipos, en general hay un hueco muy grande entre la salida de la universidad y el ejercicio real. Esto también les pasa a los psicólogos. De la formación se trae un discurso más teórico, un posicionamiento al que después hay que hacerle adaptaciones y modificaciones en relación al medio, para entender la complejidad y para aprender a trabajar con otros, que es todo un desafío, porque si bien hay mucha información teórica respecto al trabajo en equipo interdisciplinario, ¿dónde se aprende a trabajar en un equipo interdisciplinario? Se puede tener una aproximación antes, en instancia de pasantía, pero se aprende trabajando. La idea es que el psicólogo aprenda del musicoterapeuta, el musicoterapeuta del psicólogo y el terapista ocupacional, y viceversa; que cada uno reciba algo del otro, que se puedan armar construcciones conjuntas. Se tienen formaciones muy importantes, reconocidas y consistentes, pero es importante un acercamiento a la interdisciplina. En este sentido, el ámbito de extensión universitaria es un espacio muy importante.
¿Hay algo que crea que se debería trabajar más?
Los musicoterapeutas deberíamos trabajar más sobre nuestra práctica vivencial, porque quizás no lo tenemos lo suficientemente trabajado desde la esfera personal, si bien la gran mayoría hace terapia, no es lo mismo que hacer una experiencia con continuidad, en grupo o individual, con la voz, con el cuerpo. Pienso que los musicoterapeutas deberían atravesar un tratamiento individual, o al menos experiencias grupales desde la Musicoterapia, para descubrir sus propias cuestiones con la expresión, con la creatividad desde lo musical, lo sonoro, lo corporal y, especialmente, para despejar ciertas preguntas que pueden aparecer a la hora de la clínica, ya que siempre aparecen situaciones que hay que revisar y ver los indicadores de por qué, por ejemplo, tenemos cierta postura rígida ante determinadas cuestiones o ciertas incomodidades, las plasticidades que se ponen o no en juego.
Mauricio Ruiz es musicoterapeuta, profesor adjunto interino de la materia Teoría y Técnica de Grupos (Licenciatura en Musicoterapia - UBA) y codirector del Centro de Psicoterapias Integradas.
Última actualización el Viernes 02 de Agosto de 2013 16:51
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- Martes 04 de Octubre de 2011 19:25
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Última actualización el Miércoles 29 de Febrero de 2012 20:20